Osorio, Isabel de. ?, p. t. s. XVI – Saldañuela (Burgos), X.1589. Dama de la emperatriz Isabel de Portugal y de las infantas Juana y María de Austria. Amante de Felipe II.
Isabel de Osorio fue una dama de la Corte perteneciente al linaje de una de las familias más ilustres castellanas del siglo XVI. Sus antepasados entroncaban con las casas de Cartagena, de Rojas y de Osorio.
Su padre, Pedro de Cartagena y Leiva, señor de Olmillos, era descendiente de una casa fundada por su abuelo Pedro de Cartagena, quien hacia mediados del siglo XV, obtuvo un mayorazgo para su casa y sus dotes de guerrero y reputación le llevaron a ser regidor de la ciudad de Burgos. Su madre, María, pertenecía a la familia de los Rojas y Osorio, los miembros de este último linaje habían ocupado importantes puestos dentro de la jerarquía eclesiástica de la ciudad burgalesa desde mediados del siglo XV. Esta vinculación de los Cartagena y los Osorio al gobierno civil y eclesiástico de la ciudad castellana hizo que el matrimonio entre Pedro y María, celebrado en torno a los años 1512-1515, convirtiese a la familia de Isabel de Osorio en una de las más poderosas e influyentes de la ciudad de Burgos durante este período. Aunque una de las hijas del matrimonio, María, adoptó el apellido Rojas, Isabel mantuvo el de su tío Luis de Osorio, con quien vivió en Burgos desde la muerte de sus padres.
Su vida en la Corte se inició cuando entró a formar parte de la casa de la emperatriz Isabel de Portugal, madre de Felipe II. Tras la muerte de la esposa de Carlos V en 1539, Isabel de Osorio se incorporó a la casa de las infantas Juana y María de Austria, que fueron reina de Portugal y Emperatriz respectivamente. Su condición como dama de Juana de Austria hizo que Isabel pasara gran parte de los años centrales del siglo XVI en la ciudad de Toro, donde la infanta vivió junto a su sobrino don Carlos, primogénito de Felipe II.
Fue en esos años cuando se la relacionó con el Monarca. Existen numerosas alusiones al romance vivido entre ambos; desde Juan de Zúñiga o Ruy Gómez de Silva, hasta Manuel Fernández Álvarez o Geoffrey Parker, han puesto de manifiesto el vínculo de unión que existió entre la dama de la emperatriz Isabel y el joven príncipe Felipe. La relación entre ambos comenzó, según estos autores, cuando Felipe era todavía un adolescente. Cuando la casa de las infantas se trasladó a Toro, eran frecuentes las visitas del príncipe y en consecuencia las habladurías de los personajes de la Corte al respecto. No obstante, poco después, en 1548, Felipe II asumió de forma más directa las tareas de Estado y acudió a Bruselas en respuesta de la llamada del Emperador, lo que supuso su primer y único viaje alrededor de Europa y lo alejó de la que había sido su amante desde la muerte de su primera esposa María Manuela de Portugal. Durante su estancia en los Países Bajos, Felipe II entró en contacto con Guillermo de Orange, uno de los primeros autores que contribuyeron a la difusión de la Leyenda Negra. En su obra Apoligie dedicó un amplio espacio a relatar la relación del príncipe con Isabel de Osorio, llegando a afirmar que formalizaron legalmente su relación, hecho que hubiera significado que sus tres últimos matrimonios fuesen nulos.
La pareja volvió a reunirse entre 1551-1552 cuando Felipe II regresó a España en calidad de lugarteniente general y gobernador por la ausencia de su padre. Tras el matrimonio del Monarca con María Tudor en 1554 y en consecuencia su traslado a Inglaterra, la relación se terminó definitivamente. A pesar de ello, el vínculo que los unía no se extinguió completamente, puesto que el nuevo rey de Inglaterra llevo consigo un cuadro que años antes había encargado al pintor Tiziano. En efecto, todos los especialistas coinciden en que el lienzo Venus y Adonis sería una representación de la pareja. De hecho, el cuadro del mismo artista Dánae recibiendo la lluvia de oro, podría ser un retrato de la propia dama.
En mayo de 1556 Isabel de Osorio otorgó un poder a favor de Hernando de Ochoa, tesorero del Rey, para la adquisición de la casa y torre de Saldañuela. Gracias a la concesión por parte de Felipe II de un juro de heredad de dos millones de maravedís sobre la renta de Córdoba en febrero de 1557, Isabel pudo comprar a la Hacienda Regia los lugares de Saldañuela y Castelbarracín donde fundó un señorío y donde estableció su residencia permanente desde 1562. Durante sus años de residencia en la localidad burgalesa fundó el Convento de las Trinitarias de Sarracín. Allí murió en octubre de 1589 y fue enterrada en la iglesia de ese convento.
Isabel nunca llegó a casarse y nombró como heredero de sus territorios a Pedro de Osorio, hijo de su hermana María y su marido Pedro de Velasco. El trato de favor que recibió Osorio por parte del Rey tras la ruptura definitiva de su relación en 1552, así como el nombramiento de Pedro de Osorio como único heredero de Isabel, han hecho pensar a muchos historiadores en la posibilidad de que Pedro fuese el fruto del romance vivido entre ambos. Escritores de la época como Guillermo de Orange o José de Teixeira, autores de obras relacionadas con la Leyenda Negra, lo señalan en su momento. No obstante, historiadores actuales, como Parker y Fernández Álvarez, no confirman el dato, pero tampoco lo desmienten y señalan en sus obras la posible realidad de estas afirmaciones.
Fuentes y bibl.: Biblioteca Nacional de España (Madrid), R/39170 (12), Memorial aiustado del pleito que el Abad, Monjes, y Convento de San Pedro e Cardeña, Orden de San Benito [...] con doña Isabel de Ossorio en su rebeldía desde el año 1559, fols. 1-60; R/39170 (13), Por la marquesa de San Felices, hija, y heredera única, con beneficio de inventario, de doña Beatriz de Osorio de Velasco, que lo fue en la misma forma de doña Isabel Osorio su hermana, fols. 1-22; R/39170 (14), Memorial del hecho del pleito, que doña Antonia de Navarra Ossorio, señora de Saldañuela, Marquesa [...] con doña Beatriz Ossorio de Velasco [...] heredera con beneficio de inventario de doña Isabel Ossorio de Velasco su hermana [...], fols. 1-47.
L. Cabrera de Córdoba, Filipe Segundo rey de España, por Luis Sánchez, 1619; G. Orange, Apologie ou défense de Guillaume de Nassau, Prince D’Orange, Amberes, Chez J. van Esse, 1828; T. López Mata, “La Dama de Saldañuela”, en Boletín de la Institución Fernán González, 140 (1957), págs. 630-671; G. Bleiberg (dir.), Diccionario de Historia de España, vol. III, Barcelona, Alianza Editorial, 1981; A. C. Ibáñez Pérez, “La historia y el arte en el Palacio de Saldañuela”, en Palacio de Saldañuela, Burgos, Caja de Burgos, Área de Cultura Obra Social, 1995, págs. 9-39; M. Fernández Álvarez, Felipe II y su tiempo, Madrid, Espasa Calpe, 1998; J. A. Vaca de Osma, Carlos I y Felipe II, frente a frente: Glorias, Mitos y Fracasos de dos grandes reinados, Madrid, Rialp, 1998; G. Parker, Felipe II. La biografía definitiva, Barcelona, Planeta, 2010; A. Villacorta Baños, Las cuatro esposas de Felipe II, Madrid, Ediciones Rialp, 2011.
Beatriz Santiago Belmonte y Tamara Velasco García