Martínez de Irujo y Tacón, Carlos Fernando. Marqués de Casa Irujo (I). Cartagena (Murcia), 4.XI.1763 – Madrid, 17.I.1824. Diplomático y secretario de Estado.
Hijo de Manuel Martínez de Irujo, comisario ordenador y contador del Ejército en el Reino de Valencia, y de Narcisa Tacón. Ingresado en la carrera diplomática, en 1785, fue designado secretario en Holanda. El propio conde de Floridablanca le comunicó el nombramiento el 12 de abril de 1785; entre sus deberes estaba la “obligación de estudiar teórica y prácticamente la lengua holandesa”. Allí había de servir a las órdenes del conde de Santafé. Entre sus cometidos, le correspondió en 1786, en calidad de encargado de Negocios, informar y negociar sobre el conflicto con los holandeses a causa de los obstáculos que éstos pusieron a los barcos españoles de pasar por el cabo de Buena Esperanza, en rumbo a Filipinas.
A continuación de su etapa de servicio en La Haya, Martínez de Irujo fue nombrado oficial en la embajada de España en Londres el 2 de septiembre de 1786. Pasó luego a la Secretaría de Estado en Madrid, donde sirvió desde 1787 hasta 1789 como oficial y de nuevo a Londres el 4 de marzo de 1793. Al año siguiente, estaba de vuelta en Madrid, sirviendo plaza de oficial mayor segundo en la Secretaría de Estado.
El 9 de diciembre de 1795 fue nombrado ministro plenipotenciario en Estados Unidos, por haberse ausentado de Filadelfia quien era encargado de Negocios allí, José de Jáudenes. Presentó credenciales al presidente Washington el 26 de agosto de 1796. Más tarde hubo de dar cuenta del relevo de éste por el presidente John Adams. Ocuparon a Martínez de Irujo en Filadelfia las negociaciones que por entonces causaban las controversias sobre límites y sobre la navegación del Misisipi, además de las incursiones piráticas de corsarios en nuestras costas, pero, además, hubo de informar acerca de los planes ingleses de asalto a las posesiones españolas desde Canadá contra la Alta Luisiana en 1797-1798, así como las apetencias americanas de la desembocadura del Misisipi: hubo también que hacer frente a una conspiración tramada en 1797 para arrebatar a España las Floridas y la Luisiana.
Era cabecilla de tal conspiración —urdida a sabiendas del propio secretario de Estado Pickering y en connivencia con los ingleses— el senador americano por Tennessee, Mr. Blount. Como recompensa por ello, postuló en 1802 un título nobiliario de Castilla, el de marqués de las Floridas, que no obtuvo, pero sí el de Casa Irujo al año siguiente (6 de marzo de 1803), con el vizcondado previo de San Carlos.
Casó en 1798 con Teresa MacKean (1780-1842), hija del gobernador de Pensilvania y presidente del Congreso, persona acaudalada; desde entonces, Martínez de Irujo se introdujo en el mundo de los negocios y en los medios económicos y financieros de Estados Unidos, dedicándose allí a fomentar sus asuntos privados y de los de la familia de su consorte, en especial en especulación de tierras.
En 13 de marzo de 1800 fue nombrado ministro ante la República Cisalpina en Milán. Era un nombramiento poco viable, por cuanto aquella República había sido objeto de ataque y ocupación por las tropas austro-rusas desde abril de 1799 y fue sólo restaurada —lo que aún no podía preverse— por la nueva entrada de las fuerzas napoleónicas en junio de 1800.
Así pues, Casa Irujo no partió hacia Italia, sino que continuó desempeñando su puesto de ministro en Filadelfia.
Entre 1800 y 1803 su misión se vio implicada en la cesión de la Luisiana a Francia por el segundo Tratado de San Ildefonso y ulteriormente por la venta que Francia hizo de aquel territorio a Estados Unidos en 1803, momento en que hubo de oponerse Casa Irujo a la pretensión americana de incluir en la cesión parte de la Florida Occidental.
El clima cada vez más tenso en las relaciones de España con Estados Unidos y los reiterados incidentes fronterizos influyeron en el deterioro de la posición de Casa Irujo en Filadelfia. Su irritación lo llevó a pedir a Godoy plenos poderes para denunciar el Tratado con Estados Unidos, ante las violaciones que aquel Gobierno realizaba a su declarada neutralidad en la guerra hispano-inglesa. Con todo, se le mantuvo en el puesto hasta 1807. A causa de sus enfrentamientos con el secretario de Estado Pickering (que llegó a rehusarle audiencia), pidió éste reiteradamente su sustitución, a la que Godoy, que conocía las razones de Casa Irujo, el cual era además su protegido, se resistía. El ministro de Estados Unidos en Madrid, David Humphreys, instaba su relevo. No se accedió a ello, pero se adoptó la ficción de que el cónsul general, Valentín Foronda, fuese nombrado encargado de Negocios para despachar los asuntos, aunque dejando a Irujo las decisiones hasta que se procediese a su efectivo relevo, lo que sucedió en 1807, dejando a Foronda como encargado de Negocios efectivo.
El cese en 1807 se produjo en momentos en que las relaciones entre España y Estados Unidos habían llegado a extrema tirantez, hasta el punto de negarle el Gobierno de Filadelfia un pasaje en buque estadounidense.
Un buque neutral que proporcionaron los ingleses lo condujo a Europa, en rumbo a Inglaterra en 1808; desembarcó en Plymouth. Cuando Martínez de Irujo llegó a Londres, procedente de Estados Unidos, supo allí de los sucesos acaecidos en Bayona, entre tanto, de las abdicaciones de Carlos IV y de Fernando VII a favor de Napoleón y de éste a favor de su hermano José; entonces se declaró Irujo por la Junta Central. Se supo allí la noticia de la victoria de Bailén. Entonces Irujo publicó el 28 de agosto de 1808 un manifiesto en Londres, que se imprimió, dirigido a los representantes diplomáticos de la España patriota en Inglaterra, es decir, los embajadores de la Junta de Sevilla, los representantes de la de Asturias y el diputado del reino de Galicia. En el manifiesto, Irujo aducía sus servicios al reino en Estados Unidos, al haber desbaratado la conspiración del senador Blount para arrebatar a España las Floridas así como haber abortado la misión de Francisco de Miranda para revolucionar Venezuela. Se declaraba allí “verdadero patriota español”, y ello —escribía— “en términos que no puede dejar la menor duda sobre mi opinión en la causa gloriosa en que se halla empeñada nuestra nación”; asimismo, proclamaba haber tenido “la fortuna de salvar al Rey millones y provincias”. Los representantes en Londres de las Juntas provinciales dieron cuenta del manifiesto de Irujo al Gobierno de Cádiz. Todo ello lo comunicó también Irujo por su cuenta en carta a Jovellanos Al regresar a España, Casa Irujo no olvidó sus propios asuntos industriales y mercantiles; se trajo de Estados Unidos los necesarios aparejos para la instalación en Cádiz de un molino de harina, dotado de novedades cuya introducción —se auguraba— sería de utilidad.
En Cádiz, la Junta Suprema Gubernativa resolvió hacer uso de los servicios de Martínez de Irujo y lo nombró ministro plenipotenciario en Lisboa el 31 de octubre de 1808. Se trataba de fomentar, en aquellos momentos de guerra, las relaciones con el vecino reino, agredido por la misma invasión francesa; la voluntad de la Junta era que la misión encomendada a Irujo contribuyera a “estrechar las relaciones existentes entre ambas Coronas que más que nunca deben estar unidas contra el enemigo común de nuestra independencia”, pero inmediatamente se le mutó ese nombramiento por el de ministro en Brasil, donde ya se hallaba la Corte del príncipe regente de Portugal, Juan, que allí se había trasladado para rehuir la ocupación francesa del reino lusitano. Ello reexpedía a Casa Irujo al continente americano donde su experiencia podía de nuevo mostrarse aprovechable y donde él podría, además, no dejar desatendidos sus asuntos personales, que seguían floreciendo en Estados Unidos. Se dispuso su pasaje en la corbeta Mercurio.
Cuando fue nombrado ministro en Brasil ante el príncipe regente de Portugal, Irujo solicitó y obtuvo en Sevilla los honores de consejero de Estado el 21 de febrero de 1809.
Era una época de efervescencia en tierras americanas, conmovidas por los aires independentistas. Habiendo estallado los movimientos de emancipación de las Indias españolas, Casa Irujo se opuso cuanto pudo a ellos desde el Brasil, negándose a recibir agentes de los rebeldes, obstaculizando sus iniciativas diplomáticas y propugnando una política exterior española más firme para impedir el apoyo de las potencias europeas a la causa de la independencia.
Desempeñó Casa Irujo su cargo diplomático en Brasil hasta 1812. Tras su cese, pasó a Estados Unidos, donde proyectaba ocuparse de los intereses personales y los propios negocios que allí tenía afincados y que requerían su presencia y gestión.
Por tal causa, habiendo sido nombrado entre tanto en España secretario de Estado el 23 de junio de 1812 (según León Pizarro en sus Memorias a propuesta suya, por cuanto estimaba a Irujo y a Labrador los candidatos más idóneos), no llegó a tomar posesión (se encargó de la cartera el ministro de Gracia y Justicia, Ignacio de la Pezuela), ni regresó a España hasta 1813.
En 1818, el 14 de septiembre fue designado para desempeñar la representación diplomática de España en el Congreso de Aquisgrán, en compañía del duque de San Carlos, pero recibió seguidamente el nombramiento de secretario de Estado interino tras el cese en la cartera de su entonces titular, José García de León Pizarro. Ejerció el puesto desde el 14 de septiembre de 1818 hasta el 12 de junio de 1819.
En ese tiempo, hubo de ratificar el Tratado de cesión de Florida a Estados Unidos en 1819, por lo que fue más tarde acusado de haber con ello favorecido sus negocios particulares en la región, por imputársele la introducción en el Tratado de una cláusula que favorecía a sus intereses personales. Fue procesado, hallado culpable y confinado en Ávila en un convento.
Habiéndose justificado ante el Consejo de Estado, fue luego absuelto de tales cargos en 1820, en pleno Trienio Liberal.
Fue más tarde nombrado por Fernando VII ministro plenipotenciario en París el 10 de mayo de 1821 ante Luis XVIII, donde el monarca español le encargó que diese cuenta a aquél de su precaria situación política.
En París estuvo hasta octubre de 1822, año en que le sucedió el duque de San Lorenzo.
Fue entonces cuando el duque de San Lorenzo recibió instrucciones del Gobierno Liberal de que ordenase a Irujo se restituyese a España inmediatamente, intimándole a que, de no hacerlo, perdería sueldos, condecoraciones y beneficios. Quedó efectivamente cesante el 17 de agosto de 1822. Para incumplir la orden de regreso, Irujo había alegado deudas contraídas en París, pero se le indicó que ellas no eran motivo suficiente para suspender la ejecución de la orden de traslado. El 3 de octubre de 1822 respondió de nuevo a Madrid, quejándose de su cese y se le contestó que “el Gobierno, en uso de sus facultades, nombra para los destinos a los sujetos que cree más a propósito para desempeñarlos y que S. M. ha visto con sumo desagrado que se exprese en términos tan poco comedidos y ajenos del carácter que debe distinguirle”.
Restablecido el Gobierno Absoluto en 1823, de vuelta en España, Casa Irujo sucedió a Víctor Damián Sáez como presidente del Consejo de Ministros y ministro de Estado el 3 de diciembre de 1823, cargos que habría de ejercer hasta su fallecimiento, acaecido el 17 de enero de 1824.
Casa Irujo fue consejero de Estado y caballero de las Órdenes de Carlos III y de Isabel la Católica.
De su esposa Teresa MacKean tuvo dos hijos: Carlos Fernando (1799-1885), II marqués de Casa Irujo y VIII duque (consorte) de Sotomayor, que siguió, como su padre, la carrera diplomática y la política, y una hija, Narcisa.
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Miguel Ángel Ochoa Brun