Iglesias Portal, Eduardo. Luarca (Asturias), 25.VII.1884 – Aguilar de la Frontera (Córdoba), 19.I.1969. Magistrado del Tribunal Supremo.
Nacido en el seno de una familia de la pequeña burguesía luarquesa, era hijo de Ángel Iglesias Álvarez, maestro de Instrucción Primaria, natural de San Pedro de los Arcos (Oviedo), y de Albina Portal Cascos-Cantón, dedicada a sus labores. Su abuelo materno, Eduardo Portal, era abogado, aspirante a una plaza de registrador de la Propiedad y fue alcalde de Luarca en el bienio 1857-1858. El matrimonio de Ángel Iglesias y Albina Portal tendría ocho hijos, de los que cinco llegaron a la edad adulta, y al fallecimiento de los padres, vivían: Manuel, Ángel, Teresa y Eduardo. El primogénito fue farmacéutico, siguiendo una cierta tradición familiar y ejerció en Pola de Allande; Ángel fue párroco de Navia; Teresa se dedicó a sus labores; y Eduardo, juez.
La infancia de Eduardo transcurrió en la localidad natal y, bajo la supervisión de su padre, realizó sus estudios primarios. Estudió Leyes en la Universidad de Oviedo, en cuya facultad de Derecho, más tarde coincidió con una pléyade de profesores de gran nivel, conocidos por el sobrenombre de “los de Oviedo”, o “el grupo de Oviedo”, como los denominó Joaquín Costa: Rafael Altamira, Adolfo Álvarez Buylla, Adolfo Posada, Clarín, Aniceto Sela, etc., cercanos al krausismo, a la Institución Libre de Enseñanza, que pusieron en práctica algunas ideas innovadoras como la Extensión Universitaria. En aquel tiempo y en aquellas aulas, tendría como compañero de clase al que más tarde sería rector de aquella Universidad, Leopoldo García Alas y García Argüelles, el hijo de Clarín. Eduardo Iglesias Portal se doctoró en Derecho en Madrid, con nota de sobresaliente. De su paso por la Universidad de Oviedo queda, como muestra, un artículo nacido de una de las clases de Derecho Internacional, dedicado a la cuestión de Marruecos, muy actual en aquella España de comienzos de siglo XX, que fue publicado en Anales de la Universidad de Oviedo.
En su carrera cabría destacar dos etapas perfectamente diferenciadas: la primera, correspondiente a sus inicios, fue un ir y venir por los juzgados, una sucesión de nombramientos que, vistos desde la perspectiva de su hoja de servicios, resulta especialmente ajetreada, tras su traslado a Andalucía. A esta etapa corresponden, también, sus oposiciones para registrador de la Propiedad, siendo destinado, el 21 de febrero de 1917, a la plaza de Puerto Cabras (Canarias), de la que no llegaría a tomar posesión por incompatibilidad con el cargo de oficial mayor del Ayuntamiento de Aguilar de la Frontera, que se resolvió por R.O. el 13.VII.1917 al declararle excedente como registrador de la Propiedad.
La segunda etapa comenzaría con los sucesos de 1924, cuando era titular del Juzgado de Instrucción Primaria de la Izquierda, en Córdoba. Aquel 12 de abril de 1924, Sábado Santo, comienza a instruir el sumario por el asalto al tren expreso de Andalucía, en el que resultaron asesinados los dos funcionarios que viajaban en el coche correo. Este caso le llevaría a enfrentarse con el Directorio Militar de Primo de Rivera que, tras el suceso, hizo público un Real Decreto (13.IV.1924), por el que este tipo de delitos pasaban a ser llevados por la jurisdicción militar y no por la ordinaria. Durante catorce días mantuvo Iglesias Portal un pulso con el Directorio Militar para, finalmente, entregar el sumario y las diligencias a las autoridades militares, con la consiguiente queja del gobierno a través del ministro de relaciones, el general Vallespinosa (30.IV.1924).
Tras una sucesiva relación de traslados, combinados con excedencias, y un juicio de residencia en la Audiencia de Córdoba que motivaría un nuevo traslado, fue nombrado magistrado del Tribunal Supremo (2.VIII.1932), de la mano de su protector y paisano Álvaro de Albornoz, ministro de Justicia, siendo destinado a la Sala segunda. Desde este nuevo destino intervino en la detención de Manuel Azaña y el periodista Luis Bello, en Barcelona, tras los sucesos de octubre de 1934, siendo de los que votó a favor del no procesamiento de ambos. Consecuencia de esta frustrada revolución de 1934, tendría que intervenir también, como miembro del Pleno del Tribunal Supremo, en el juicio por prevaricación contra dos magistrados de la Audiencia de Oviedo por el asesinato del periodista Luis Higón Rosell, Luis de Sirval. Pero anteriormente, Iglesias Portal había sido el encargado de instruir diligencias por el intento frustrado de golpe de Estado del general Sanjurjo (10.VIII.1932), ocupándose de investigar los sucesos ocurridos en Madrid y Alcalá de Henares, proceso que conllevó la detención de muchos españoles potencialmente sospechosos de secundar el golpe de estado, entre otros, el mismo Lerroux, el diputado y abogado Melquiades Álvarez o José Antonio Primo de Rivera.
Convertido en un juez mediático, ya conocido por los periodistas, Eduardo Iglesias Portal fue el encargado por el Tribunal Supremo, con aprobación del Consejo de Ministros, presidido por Casares Quiroga, de instruir el sumario por el asesinato de José Calvo Sotelo (13.VII.1936); el sumario sería robado por un grupo de milicianos (25.VII.1936), cuando el juez especial, Iglesias Portal, no se encontraba en la sede oficial de su tribunal en el Supremo, regresando una hora después de los hechos, y enfrentándose con uno de los milicianos que le esperaban.
Fue presidente de la Junta de Inspección de Tribunales de Murcia (3.IX.1936), y designado miembro de la junta encargada de la investigación de adhesión al Régimen de los funcionarios de la Administración de Justicia, en Albacete (6.X.1936). El 12 de noviembre de 1936, el ministro de Justicia lo nombró presidente del Tribunal Especial, con carácter accidental, para la celebración de la causa instruida contra José Antonio Primo de Rivera y otros. Iglesias Portal fue el presidente del Tribunal Popular que condenó a muerte al fundador de Falange y condenó a cadena perpetua a su hermano Miguel, y a seis años y un día a la mujer de éste, Margarita Larios. Cuando le fue comunicada la sentencia de muerte, José Antonio subió al estrado y abrazó a Eduardo Iglesias. Este hecho, que ha pasado inadvertido para los biógrafos de José Antonio, fue recordado por las hijas del magistrado cuando, en enero de 1955, escribieron al entonces embajador de España en Londres, Miguel Primo de Rivera, pidiendo que intercediera a favor de su padre para que pudiera regresar a España.
Iglesias Portal fue nombrado presidente del Tribunal de Espionaje, Alta Traición y Derrotismo (12.XI.1936), sustituyendo a Vidal Gil Tirado. Desde su nuevo cargo, intervino en el juicio contra la cúpula del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), por los sucesos ocurridos en el mes de mayo en Barcelona en 1937, acusados de ser espías de Franco y de Hitler. Poco después, ante la entrada de las tropas nacionales en Barcelona, emprendió el camino del exilio marchando a Francia.
Tras pasar por un campo de refugiados, Iglesias Portal pudo marchar a Orán y, desde allí, en el Quanza, que navegaba con pabellón portugués, alcanzar las costas de Veracruz (Méjico), el 5 de agosto de 1941. A su llegada, solicitó subsidio y una tarjeta médica (5.XII.1941), y dos días más tarde firmó un documento de adhesión a la República Española. En Méjico permaneció 18 años, siendo asesor jurídico del Gobierno de España en el exilio, primero, y luego, asesor jurídico de la embajada que el gobierno republicano en el exilio había montado en la capital mejicana (abril de 1946 hasta junio de 1947). El último trabajo para la República fue el haber formado parte de la comisión que examinó las cuentas de la Junta de Ayuda a los Refugiados Españoles (JARE), una de las dos organizaciones creadas para la ayuda a los refugiados, que operaba bajo la órbita de Indalecio Prieto. A esta comisión pertenecieron también Virgilio Botella, del Cuerpo de Intendencia de la Armada, y Gabriel Bonilla, subsecretario de Hacienda.
Tras la publicación del primero de los decretos de indulto el 9 de octubre de 1945, por parte del gobierno de Franco, la familia del magistrado contempló la posibilidad de que Eduardo Iglesias Portal pudiera regresar a España, lo que al final se produjo el 12 de abril de 1959, tras la intervención de la familia Primo de Rivera y bajo la aprobación del consejo de ministros celebrado en El Pardo el 27 de julio de 1956, donde se presentó a propuesta del ministro de Gobernación, Blas Pérez.
Iglesias Portal se retiró a su casa de Aguilar de la Frontera. Con fecha 14.II.1961, el BOE publicó el Decreto 186/1961, que concedía la jubilación al magistrado del Tribunal Supremo, firmado por el ministro del ramo, Antonio Iturmendi, y por Francisco Franco.
Eduardo Iglesias Portal se casó con Ana de Arcos Tiscar, natural de Aguilar de la Frontera, el 1 de octubre de 1913, de cuyo matrimonio nacieron cuatro hijos: María, Teresa, Eduardo y Dolores. Hombre de profundas convicciones religiosas y con una hoja de servicios de total entrega al régimen republicano, pasó los últimos años de su vida en la localidad cordobesa de donde era su mujer, administrando los bienes raíces de los que eran propietarios y entregado a la lectura y a la familia. Tenía 83 años de edad cuando falleció.
Fuentes y bibl.: Archivo del Ministerio de Justicia, Expediente personal de Eduardo Iglesias Portal, legajo 765-1, Expte. 12490; Archivo del Ministerio de Justicia, Legajo 24245, Expte. 3938; La Gaceta de Madrid, 14.IV.1924, Año CCLXIII, tomo II, núm. 105; Archivo Histórico Nacional, signatura, F.C. Presidencia, Gobierno Primo de Rivera, 245-2. Exp. 40, carpeta del general Vallespinosa; Archivo General de la Administración (AGA), Signatura 61 54/18395 y 18467; AGA, Expte. M. Primo de Rivera, Signatura 12/03753 y 61/19649.
M. Fernández Almagro, Historia de la República Española, 1931-1936, Madrid, Editorial Biblioteca Nueva, 1940; A. Gibello, José Antonio, apuntes para una biografía polémica, Barcelona, Doncel, 1974; F. Ximénez de Sandoval, José Antonio (Biografía apasionada). Madrid, Fuerza Nueva Editorial, 1976; I. Gibson, La noche en que mataron a Calvo Sotelo, Barcelona, Plaza Janés, 1982; G. García Queipo de Llano, El Reinado de Alfonso XIII. La Modernización fallida, Madrid, Historia 16, 1997; El Nuevo Mundo, año XXXIX, núm. 2008, págs. 19-21.
Honorio Feito