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Francisco de Burgoa

Biografía

Burgoa, Francisco de. Antequera, Valle de Oaxaca (México), c. 1600 – Zaachila (México), 1681. Dominico (OP), misionero y cronista.

Era hijo de una familia acomodada descendiente de los primeros conquistadores. Aprendió las primeras letras con un maestro particular. A los dieciocho años entró como novicio en el convento de Santo Domingo de Oaxaca. Estudió allí Filosofía y Teología.

En 1625 se ordenó de sacerdote. Algo más tarde fue nombrado maestro en Teología, que enseñó durante años. En 1649 fue elegido provincial de la erigida provincia dominicana de San Hipólito de Oaxaca. Asiste al Capítulo General de la Orden celebrado en Roma el año 1656. Regresa a México con el título de vicario general de los dominicos, como miembro de la Inquisición y como comisario e inspector de librerías en México. En 1662 vuelve a ser elegido provincial.

Durante su mandato se lleva a cabo la decoración de estucos del convento de Santo Domingo de Oaxaca.

El haber estado tanto tiempo al frente de la provincia le permitió, por los muchos viajes que tuvo que realizar, conocer a fondo a todos sus religiosos, además de la geografía y características del territorio que abarcaba su apostolado. Ambas cosas le dieron tema abundante para sus escritos. En su Palestra Historial de virtudes y ejemplares apostólicos (1670) describe la vida y trabajos apostólicos realizados por los miembros de su reciente provincia dominicana.

La Orden dominicana apareció en México en 1526, poco después de la conquista de Hernán Cortés.

Sus miembros fueron al principio españoles y algún europeo más, establecidos principalmente en las ciudades.

A finales del siglo XVI sus miembros eran en su mayoría criollos y presentes ya en el mundo rural. Su nombre era el de provincia de Santiago de la Nueva España.

Su extensión geográfica era enorme. Ésta es la razón oficial que dieron los cronistas, entre ellos Francisco de Burgoa, para justificar el movimiento segregacionista que se inició hacia 1570 en la región mixteco-zapoteca integrada en la diócesis de Oaxaca. Aducían también el gran número de casas y conventos y la lejanía del provincial, normalmente en la ciudad de México, que dilataba mucho la solución de los problemas urgentes que incumbían a su autoridad. A estas razones hay que añadir la gran expansión misional y económica. Es la zona de mayor influencia de los dominicos. En todo el siglo XVI fue la única Orden establecida en ese territorio.

Era la zona donde había más casas y conventos de la Orden, muy repartidos por la difícil orografía. A todo esto habría que añadir la gran diversidad lingüística de la región, pues se hablaban hasta diez lenguas.

Además, los religiosos de la zona se creían relegados a la hora de acceder a puestos de gobierno. Comenzó la lucha entre los religiosos de México y los de la región de Oaxaca. Ambas partes enviaron emisarios a España y al general de la Orden para defender sus posiciones. El Capítulo General de la Orden, celebrado en Venecia el año 1592, admitió la división. Nacía así oficialmente la nueva provincia de San Hipólito de Oaxaca. Después la ratificó el Consejo de Indias.

Burgoa ofrece datos sobre la nueva provincia. Los Capítulos Provinciales establecieron rigurosas advertencias prohibiendo a los superiores asignar a los conventos y casas de doctrina a los religiosos que no hubieran terminado los estudios de Arte y Teología y entrado en edad madura. El convento de Cuilapán es la casa de estudios de la nueva provincia desde 1604, con especial dedicación a la enseñanza de la lengua mixteca.

El de Oaxaca se especializó en la lengua zapoteca. Según Francisco de Burgoa, en 1611 se estableció por ley en la provincia la alternancia en el provincialato, seguramente para evitar problemas entre los religiosos. El cargo lo desempeñaba una vez un español y la siguiente un criollo. Se consideraba criollos a los nacidos en las Indias y los que desde muy jóvenes se habían criado y educado allí. Burgoa era criollo. Esta ley fue ratificada en el Capítulo General de Bolonia de 1615. Alguna vez no se cumplió por diversos motivos.

El conocimiento de las lenguas de los indios era una obligación y un reto para ejercer con éxito el apostolado de la predicación. Burgoa, comparando la tarea de los religiosos con la del colegio apostólico, afirma que Dios concedió a los religiosos el don de lenguas ya que las entendían pronto y acababan por hablarlas tan bien como la materna, con gran admiración de los indios, que por ello se enteraban mejor de que eran ministros de Dios. Los frailes asignados a esa región debían hablar las dos principales, la mixtaca y la zapoteca.

El mismo Burgoa es un ejemplo de ello.

En la Geográfica Descripción (1674) hace Burgoa un estudio pormenorizado del elemento humano, la geografía y los recursos económicos de la zona. Era la frontera sur de México. Habitaban allí, según dice, una decena de “naciones” indias. De todas ellas la más poblada y extensa, igual que hoy, era la de los indios zapotecas, seguida de la de los mixtecas. Burgoa dominaba ambas lenguas. Habla también de los indómitos mixes. Y de los chinantecos, ya en las cercanías del golfo de México. Los tehuarecos, que son expertos mercaderes y recorren con sus recuas México, Puebla, Veracruz y Guatemala. Menciona también a un pequeño grupo de huaves, que se estableció en Xalapa del Marqués. Su lengua intrigaba a los religiosos, que no sabían de dónde procedían. Los zapotecos les expulsaron de allí y tuvieron que establecerse en las lagunas del litoral y adaptarse a vivir de la pesca. De los chontales, que vivían en la costa del Pacífico, simplemente dice que eran muy bravos.

Burgoa había leído varias historias publicadas sobre la región. En el proemio a su obra cita varias. Eso le permitía comprender mejor las culturas que se mezclaban en Oaxaca. Así pudo conocer los ritos de enterramiento de los reyes zapotecas. Fue nombrado vicario de Zaachila, antigua capital zapoteca, donde aún vivían descendientes del último Rey. Por ellos pudo conocer muchas cosas sobre su vida y costumbres. El pueblo mixteco fue el primero con el que entraron en contacto los religiosos de su provincia. Burgoa conoció algunos códices mixtecos en caracteres de su escritura y se los hizo descifrar. En uno de ellos se hablaba de los reyes de Tilantongo y su origen divino, que luego aparecen en la tierra nacidos de grandes árboles o del río Apoala. Todo esto pervive en la tradición de la zona. Burgoa visitó el lugar y describe con muchos detalles el río encajonado. Conoció también el lugar más sagrado de la cultura mixteca, Achiutla. Había allí un templo con una deidad-oráculo muy famosa que fue consultada por emisarios de Moctezuma antes de que llegara Hernán Cortés. Al hijo del gran sacerdote, que en aquel tiempo era novicio en el templo, le habían hecho una entrevista y por ella pudo informarse Burgoa del culto que allí se realizaba.

Describe en su obra, asimismo, las costumbres de algunos de esos pueblos. Apunta datos sobre ídolos escondidos en cuevas, de sacrificios a sus dioses, de ofrendas en la tumba de un príncipe de Tehuatepec.

Detalla también el calendario usado en la región, del tipo mesoamericano, por días meses y años. Los años van asociados a los cuatro puntos cardinales y, según eso, sería el pronóstico meteorológico. Los años correspondientes al sur serían de sequía.

No podían faltar algunos datos sobre su pueblo natal.

Tenía unos dos mil habitantes: españoles, indios mexicanos, zapotecas, mixtecas, mulatos y esclavos negros.

Los negros tenían iglesia aparte. Los mexicanos tenían dos a la entrada del pueblo y se les predicaba en su idioma. Había un comercio próspero de cochinilla en su pueblo y en toda Oaxaca. Constata que un solo mercader podía embarcar en el puerto de Veracruz, casi todos los años, mil arrobas que valían cien mil pesos.

Este comercio decayó años después por las molestias que los justicias causaban a los indios. También era muy provechoso el comercio de mantas y vainillas.

Había, además, abundancia de ganado mayor.

Tampoco podían faltar, por el carácter de la obra de Burgoa, la descripción y ubicación de las casas y conventos que la provincia tenía en la región. Señala también los caminos que llevan a ellos. Añade, además, la fertilidad del suelo, los principales cultivos, la posibilidad de riego, la abundancia o la escasez de casi todo, como sucedía entre los mixes que vivían en la sierra de Zempoatepetl, donde tenían que subsistir exclusivamente de la caza.

Ofrece, asimismo, datos sobre la población de varios pueblos grandes donde misionaban sus frailes y la gran despoblación que sufrieron algunos de ellos debido a los buscadores de minas. Éstos, y luego los encomenderos, utilizaron a los indios como fuerza de arrastre en la extracción de minerales, trabajo en el que murieron muchos de ellos, de modo que hubo que abandonar pueblos enteros. Llegaron peticiones y denuncias del caso hasta el rey de España, quien, en 1617, envió a un oidor de la Audiencia para que remediara el problema. El padre Francisco de Burgoa murió en Zaachila el año 1681.

 

Obras de ~: Palestra Historial de virtudes y ejemplares apostólicos [...], México, Imprenta Juan Ruiz, 1670 (México, Imprenta Museo Nacional, 1903-1904; México, Publicaciones del Archivo General de la Nación, 1934; México, Porrúa, 1989); Geográfica descripción de la parte septrentional del Polo Ártico de la América, México, Imprenta Juan Ruiz, 1674 (ed. facs., México, Publicaciones del Archivo General de la Nación, 1934, 2 vols.; México, Porrúa, 1989, 2 vols.).

 

Bibl.: E. Arroyo, Fray Francisco de Burgoa. Cronista Oaxaqueño del siglo XVII, Oaxaca, Edooax, 1954; A. Remesal, Historia General de las Indias y particular de la gobernación de Chiapas y Guatemala, Madrid, Atlas, 1964-1966 (Biblioteca de Autores Españoles, vols. 175 y 189) (3.ª ed., Guatemala, José de Pineda Ibarra, 1966, col. Biblioteca Guatemalteca de Cultura Popular 15 de Septiembre, vols. 91-94); M. T. Pita Moreda, “El nacimiento de la provincia dominicana de San Hipólito de Oaxaca”, y T. S. González, “La creación de la provincia de Oaxaca: crecimiento y criollización”, en J. Barrado (ed.), Los Dominicos y el Nuevo Mundo. Actas del II Congreso Internacional, Salamanca, San Esteban, 1989, págs. 433-452 y 453-475, respect.; M. Artola Gallego (dir.), Enciclopedia de Historia de España, vol. IV, Madrid, Alianza Editorial, 1991, pág. 155.

 

Teodoro González García, OP

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