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María Gutiérrez-Cueto Blanchard

Biografía

Gutiérrez-Cueto Blanchard, María. María Blanchard. Santander (Cantabria), 6.III.1881 – París (Francia), 5.IV.1932. Pintora.

María Gutiérrez-Cueto Blanchard nació con un grave problema físico, padecía cifoscoliosis (doble desviación de la columna vertebral) y era jorobada.

La mayoría de sus biógrafos recogen que el problema le sobrevino de una caída de su madre, estando embarazada de ella. Sin embargo, la propia María dirá queel problema le sobrevino al caer de los brazos de la niñera cuando contaba dos meses de edad.

Sea cual fuere la explicación, lo cierto es que María Blanchard sufrió terribles burlas a lo largo de toda su vida por su defecto físico.

El padre de María, Enrique Gutiérrez Cueto, secretario de la Junta de Obras del Puerto, era un hombre de gran cultura, aficionado a la pintura. Enseguida se percatará de la infelicidad que el defecto causará en su hija; por ello, proyectará inculcarle su amor al arte y pronto le regalará una caja de pinturas. Animará y alentará los primeros dibujos de María, no dejando jamás de incitarla a continuar por el camino del arte.

En su infancia y adolescencia tuvo que soportar las constantes burlas de otros niños, a pesar de poseer unas bellísimas manos, delicada tez y larga cabellera, alabada por Federico García Lorca.

En 1904 muere el padre de María Blanchard y la familia queda en una mala situación económica, por lo que la madre, Concepción Blanchard Santisteban, decide trasladarse con todos sus hijos a Madrid.

En 1906 estudia con Álvarez de Sotomayor, quien presumiblemente le anima a presentarse a la Exposición Nacional de Bellas Artes, con la obra Gitana, que actualmente se exhibe en el Museo de Bellas Artes de Santander. Dos años más tarde vuelve a presentarse a la Exposición Nacional con la obra Los primeros pasos, en esta ocasión conseguirá la tercera medalla. Ese mismo año entra en el taller de Manuel Benedito.

Durante estos primeros años de su época de formación en Madrid, María realiza obras en la línea del academicismo de sus maestros, con un dibujo firme y tonos sobrios; los modelos elegidos por lo general son sus amigos y allegados, siendo más abundantes las figuras femeninas.

Y será al finalizar el verano de 1908 cuando María se anime a escribir a la Diputación Provincial solicitando una beca para continuar sus estudios en París.

La corporación provincial le concede la beca solicitada por espacio de tres años.

Hacia esa fecha conoce a Diego Rivera; a partir de este momento les unirá una importante amistad. María permanecerá por espacio de catorce años cerca del muralista mexicano.

Llega a París en 1909 con una carta de recomendación para la superiora de un convento de monjas, donde se alojará a cambio de dar clases a las alumnas del colegio. Pero debió de sufrir demasiadas mofas por parte de monjas y alumnas, ya que jamás tuvo un recuerdo agradable para aquellos tiempos.

Pronto acude a la Academia Vitti, donde recibe las enseñanzas del pintor Hermén Anglada Camarasa; aprenderá del maestro a utilizar el color de una forma total, cercana en esos primeros momentos a la plástica expresionista. Después recibirá en la misma Academia Vitti las enseñanzas de Kees van Dongen, que le aproximará todavía más a una estética fauvista. Debió de estar algún tiempo en la Academia Matisse, pues allí conoció a Angelina Beloff, de la que fue gran amiga. Juntas viajarán a Bélgica donde se encontrarán con Diego Rivera y partirán para Londres. Este viaje a Londres puso a María Blanchard en contacto con la pintura de Hogart, Turner, Blake y otros artistas ingleses; así como con las colecciones del British Museum.

En 1910 presenta su obra Ninfas encadenado a Sileno a la Exposición Nacional de Bellas Artes, que conseguirá la segunda medalla. Esta obra es el claro exponente de las enseñanzas recibidas en París, en espacial del color de Anglada Camarasa, a cuya densidad se asemeja. Será este el cuadro que Lorca contempló en casa de Concha Espina y que tanto le impresionó.

Para María la consecución de una segunda medalla supondrá el reconocimiento del público a su labor y le llenara de gozo.

En el verano de 1911 se traslada a Granada; como toda su familia, quiere estar al lado de su hermana Aurelia, que acaba de conseguir una cátedra en la Escuela Normal de esta ciudad. Este mismo año se anima a solicitar una ampliación de su beca a la Diputación; lo conseguirá por espacio de dos años. En 1912 emprende su segundo viaje a París. En otoño de 1913, María Blanchard se traslada a Ceret, va a visitar a sus amigos Juan Gris y Josette, la esposa de éste, y con ellos permanece unos días. Pero al año siguiente estalla la Primera Guerra Mundial y María, como la mayoría de los artistas, se ve obligada a volver a España, huyendo de un país en guerra.

Al abandonar París se dirige, en primer lugar, a Mallorca al lado de sus amigos Angélina Beloff, Diego Rivera y Jacques Lipchtiz. Llega a Madrid a finales de año, afincándose en la vivienda familiar, sita en la calle de Goya, en cuyo mismo edificio vivirá la escritora Concha Espina, con la que se relacionará estrechamente.

Madrid se convirtió hacia 1914 en un segundo Montparnasse, pues allí recalaron un importante número de “parnassois exiliados”. Allí se encontraban Delaunay, Marie Laurencin, con su marido, así como varios amigos mexicanos de Rivera, como AlfonsoReyes y Jesús Acevedo; más tarde llegarán Fujita y Kawashima desde Londres. Al parecer Rivera se sentía tan cómodo en Madrid como en París y pronto se convirtió en la cabeza visible de este grupo de exiliados, que con él se reunirán en el Café de Pombo.

María, una más del grupo de “parnassois” acudirá asiduamente a la tertulia de Pombo.

Al año siguiente, 1915, será Ramón Gómez de la Serna el encargado de organizar la exposición denominada de los “pintores íntegros”, que tanto revuelo causó en Madrid, en la que participan María Blanchard y Diego Rivera. Es la primera vez que el público español contempla en directo obras cubistas.

Animada por su familia consigue una cátedra de dibujo en la Escuela Normal de Salamanca ese mismo año de 1915.

A Salamanca se traslada ilusionada María, pero las cosas no serán como ella supone. De nuevo debe soportar los desprecios y burlas que ya le son antiguos.

Será esta estancia de un curso académico en Salamanca tan dolorosa para la pintora, que toma la firme resolución de abandonar España, para no volver jamás.

Su país, no sólo no la comprende, ni entiende su arte, sino que la humilla y zahiere espiritualmente. Su único deseo es volver a París. Ahora ya ni le importa que Europa aún se desangre en una guerra. No puede esperar más.

En 1916 inicia María su tercer viaje a París. Parte de España con la clara intención de no regresar jamás.

Tan clara es su decisión de ruptura, que a partir de ahora, María Gutiérrez-Cueto abandonará el apellido paterno, que habla de su nacionalidad española, y en su lugar asume el apellido materno, Blanchard, con el que tratará de confundirse como una más en el país al que se dirige, esperando ser acogida mejor que en el suyo. A partir de ahora se adentra María en una nueva etapa de su vida, que también se patentiza en una nueva etapa plástica, pues muestra lo que puede denominarse su período cubista.

Sus amigos Gris, Metzinger, Lhote, etc., la reciben con gran cariño, ha vuelto “la petite Blanchard”, como amigablemente la definen. Cuando María llega a París trae algunas obras, varias de estilo cubista, que pronto le compra el marchante Leonce Rosenberg, a quien le había presentado Juan Gris. A partir de ahora, con el desahogo económico que le producirá esta importante venta de obras, trabajará imparablemente entregada a la estética cubista. De este trabajo surgirán El molinillo de café, Bodegón de frutas y botella, Composición cubista y otras magníficas obras.

En abril de 1918 deja París por un tiempo para trasladarse a Beaulieu-Les Loches, la tierra de Josette, esposa de Juan Gris; va acompañada de sus amigos Lipchitz y Metzinger. Pronto, Leonce Rosemberg hace que María Blanchard entre a formar parte de la galería de arte que él dirige, llamada L’Effort Moderne, situada en la Rue Baume y en la que también cuelgan sus obras Picasso, Gris, Braque o Laurens. Indudablemente esto indica la alta consideración que el cubismo de María posee para el hábil Rosenberg.

Pero concluye por fin la Guerra Europea y con la vuelta de gran parte de los artistas del frente de nuevo en París, se impone una nueva estética. Aparece en toda Europa un “retorno al orden”. La vuelta a la figuración por parte de María Blanchard es muy clara cuando en 1920 presente su lienzo La comulgante al Salón de los Independientes. Esta tela había sido gestada seis años antes en España y fue una de las que Rosenberg no quiso comprarle, aunque fue muy bien acogida por el público y la prensa del momento.

El éxito es tal que un americano pretendió comprar el cuadro, entregando a María un cheque en blanco, pero ella, sin embargo, se lo acabó vendiendo a Rosemberg por una cantidad casi insignificante, pero con la promesa de comprarle mucha más obra en adelante.

A pesar del éxito cosechado, María Blanchard hacia 1922 pierde la protección de los Rosemberg. A partir de ahora sobrevivirá con la ayuda recibida de sus amigos belgas Frank Flausch, Delgouffre y Grimar.

Gracias al contrato mensual que éstos le establecen podrá vivir sin excesivos agobios.

Durante estos años ha cultivado la amistad de Isabelle Rivière, mujer de gran cultura y delicadeza de espíritu, a cuya hija Jacqueline dará un tiempo después clases, siendo la única alumna con la que contará en París y que llenará su vida de alegría. De ambas, profesora y alumna, se conserva una de las escasísimas fotografías que existen de María Blanchard y que se ha reproducido en la práctica totalidad de escritos sobre la pintora.

En 1923 sus amigos belgas le organizan una exposición en Bruselas en la Galerie du Centaure, el grupo recibe el nombre de Ceux de Demain. Se presentan un total de veintitrés obras y el catálogo está realizado por su amigo Lhote. En estos momentos, María ha formado un trío profesional con Lhote y La Fresnaye, iniciando los tres una etapa postcubista. Ceux de Demain era una asociación formada pos tres amigos belgas, J. Delgouffre, F. P. Flausch y F. Hellens, que organizaban exposiciones de pintura y conferencias de los pintores y escritores apreciados en Francia, pero que eran aún poco conocidos en Bélgica. En 1922 firmaron un contrato con María Blanchard, asegurándole una mensualidad a cambio de cierta cantidad de óleos y pasteles anuales. Este hecho producirá seguridad económica a María Blanchard. Esta relación explica el hecho de que un importante número de cuadros de Blanchard fueran enviados a Bélgica entre 1923 y 1931. Al morir Flausch en 1926, los dos amigos restantes firman un nuevo contrato que le asegura sus mensualidades. Al año siguiente —1924— expone en el Salón de las Tullerías y en 1926, de nuevo en Bruselas. En esta ocasión el catálogo corre a cargo del crítico Waldemar George, quien analiza la formación, temática e influencias de María Blanchard, en un catálogo en el que se reproducen las veintisiete obras expuestas.

Este año y el siguiente serán dolorosos para María; morirán dos de sus amigos que más la han ayudado, Frank Flausch y Juan Gris.

María, cuya vida ha sido un constante sufrimiento, busca entonces consuelo en la religión. Es curioso este viraje en su vida; ella, una mujer nacida y educada en un hogar agnóstico, entre cuyos amigos la religión no es una característica, de pronto, cumplidos ya hace tiempo los cuarenta años, no sólo se convierte en una fervorosa creyente, sino que asiste a cuantas misas puede y escucha ansiosa los sermones.

Decide entonces abandonar su estudio y sus pinceles y terminar sus últimos años en un convento, idea de la que desistió, aconsejada por su confesor.

En 1930 realizará su segundo viaje a Londres y deberá afrontar una nueva preocupación. Su hermana Carmen acaba de quedarse viuda con tres hijos a su cargo; no posee medios para hacer frente a este problema y recurre a ella. María les enviará dinero, para que se reúnan con ella en París. Trabaja incansablemente, saliendo de sus manos delicadísimos pasteles, donde los contrastes nacarados adquieren unas calidades inigualables; otras veces ese mismo tema le trabaja en óleo, y a veces, si la obra le gusta, son varias las versiones que del mismo cuadro realiza.

En 1931 recibirá una ayuda generosa del doctor Girardin, antiguo dentista de su madre, y entra también en contacto con un marchante suizo, lo que le supone una momentánea seguridad económica.

De esta forma se llega al año de su fallecimiento, ocurrido el 5 de abril de 1932, a las nueve de la noche, “cuando los trenes azules del Mediodía llegaban llenos de flores a París, murió la grande y enigmática pintora española”, en palabras de Ramón Gómez de la Serna.

Su cuerpo descansa desde entonces en el cementerio de Bagneaux. María Blanchard dejó dicho expresamente que no quería que sus huesos reposaran nunca en su patria, que le había negado el derecho a ser feliz.

Una importante colección de sus obras se encuentra en el Petit Palais de Ginebra, en el Centro Georges Pompidou y en el Musée de la Ville en París, así como en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid o en el de Bellas Artes de Bilbao y de Santander.

María Blanchard es una de las pintoras que milita activamente en el cubismo, aunque en el período de entreguerras opte por la vuelta a un arte figurativo, más acorde con su personalidad. El paso de esta artista por el cubismo aporta a su obra posterior un enriquecimiento que le permitirá en los períodos siguientes extraer a sus figuras el rigor expresivo que las caracteriza. El cubismo también le servirá para transformar el uso del color.

 

Obras de ~: Gitana, 1910; La Comulgante, 1914; Nature Morte, 1915; L’enfant au cerceau, 1915; Mujer con abanico, 1915-1916; Petit Graçon au canotier, 1923; La toilette, 1925; Le Vannier, 1925; La echadora de cartas, 1925; Le mal de dents, 1927; Le dejeuner, 1927-1930; Enfant aux patiseries, 1928; La fille endormie, 1929; La convaleciente, 1930-1932.

 

Bibl.: A. Lhote, Ceux de demain, catálogo de exposición, Bruselas, 1923; W. George, María Blanchard, Bruselas, 1927; I. Rivière, María Blanchard, París, Editions R.-A. Corréa, 1934; C. de Campo Alange, María Blanchard, Santander, 1951; J. J. Cobo Barquera, María Blanchard, Santander, Librería Moderna, 1951; L. Rodríguez Alcalde, María Blanchard, Madrid, 1973; J. X uriguera, Pintores españoles de la Escuela de París, Madrid, Ibérico Europea de Ediciones, 1975; J. Bergamín, [María Blanchard], catálogo de exposición, Madrid, Galería Biosca, 1976; J. Camón Aznar, [María Blanchard], catálogo de exposición, Zaragoza, Instituto Camón Aznar, 1981; VV. AA., María Blanchard (1881-1932), catálogo de exposición, Madrid, Museo Español de Arte Contemporáneo, 1982; VV. AA., María Blanchard y otros individualistas del cubismo, catálogo de exposición, Bilbao, Banco Bilbao Vizcaya, 1989; L. Caffin Maudale, María Blanchard 1881- 1932, Londres, 1992, 2 vols.; L. Rodríguez Alcalde, María Blanchard, catálogo de exposición, Navarra, Cultural Castillo de Maya, 1998; F. Huici y E. de Diego, Fuera de orden. Mujeres en la Vanguardia española, catálogo de exposición, Madrid, Fundación Cultural Mapfre, 1999; VV. AA., María Blanchard, catálogo de exposición, Madrid, Deutsche Banck, 2000.

 

Esther López Sobrado

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