Fernández de Castro y Gutiérrez de Castro, Ignacio. Comillas (Cantabria), 1793 – 27.IV.1881. Comerciante, marino, naviero.
Nació en Comillas, en 1793, fue el menor de los ocho hijos habidos en el matrimonio de Simón Fernández de Castro, comerciante, y de Manuela Gutiérrez del Castro, ambos naturales y vecinos de la villa.
La primera etapa de su vida de comerciante la inicia como marino mercante, después de realizar su aprendizaje, con el auxilio de sus parientes, hasta alcanzar el título de capitán, actividad que simultaneará con el comercio. Realizará numerosos viajes a América, concretamente al virreinato de Nueva España, para comerciar con Filipinas por medio del Galeón de Manila, que periódicamente arribaba a Acapulco.
En uno de sus numerosos viajes conoció a Concepción de Bustamante y Padilla, hija de Ignacio Bustamante y de María Antonia Padilla, cuya familia era oriunda de la villa de Aripe, provincia de Sonora. En 1818, contrajeron matrimonio en la villa mejicana de Piti, perteneciente a la misma provincia. De su unión nacieron once hijos: Carmen, Guadalupe, Rafael, Josefa, Andrés Ignacio, Luisa, Concepción, Gregorio, Natalia, José Domingo y M.ª Antonia de quienes sólo Josefa, Andrés Ignacio, Luisa, Concepción, Natalia, M.ª Antonia y José Domingo sobrevivieron a su padre.
Dedicado al comercio entre Nueva España y Manila, se vio obligado, al producirse la independencia, a abandonar Méjico y afincarse en Cádiz, donde estableció una próspera casa de comercio para participar en la Carrera de Manila mediante la construcción y explotación de clippers de gran porte. Con él, se trasladan a Cádiz su cuñado José María de Bustamante y su sobrino Manuel, hijo de su hermano Antonio, que se casará con su hija Carmen al año siguiente.
Tanto su sobrino Manuel como su cuñado José María se asociarán con él para comerciar, siguiendo la tradición familiar.
Su integración en la sociedad gaditana es rápida. Muy pronto, en 1843, será elegido vocal de la Junta de Comercio. Posteriormente desempeñará el cargo de vicepresidente y, en 1849, el de presidente de la misma. Su elección como miembro de la Junta de Comercio es signo de que, por estas fechas, se contaba ya entre los principales comerciantes y capitalistas gaditanos puesto que, según el reglamento de esta institución comercial, los miembros de la misma debían ser elegidos entre los comerciantes que fuesen mayores contribuyentes. Durante el desempeño de sus cargos tuvo una actuación destacada, promoviendo la construcción de un carenero a vapor en el Bajo del Trocadero de Puerto Real. Asimismo, como miembro de la Junta promoverá la creación de Lloyd’s gaditano, sociedad de seguros marítimos de la que será uno de los principales accionistas. Miembro de los círculos financieros de la ciudad, tomará parte como consiliario de número, desde 1849 hasta 1854, del recién creado Banco de Cádiz.
El transporte de pasajeros y mercancías entre Cádiz y Filipinas, en buques propios, constituyó la actividad económica más importante acometida por Ignacio Fernández de Castro, actividad que completaba con el desempeño del negocio de comisión en la Carrera de La Habana, con el tráfico con el norte de Europa, con el comercio en el interior de la Península y con el negocio de banca que tuvo una gran importancia y que se reflejaría en la adquisición de importantes activos financieros.
El auge de las exportaciones de vino de la campiña jerezana le anima como a muchos otros comerciantes y navieros gaditanos o no, a invertir en el sector vinatero. Como la mayoría de los comerciantes se vincula al negocio del vino llegando a controlar todo el proceso de producción desde el cultivo de la vid, la producción de vinos en las bodegas y su distribución en el mercado.
Desde 1858 se observa una acusada escasez de fletes, en particular en la Carrera de Manila. Hubo una enorme dificultad para conseguir las conducciones públicas, sobre todo del tabaco, debido al aumento de navieros en la Carrera. En cuanto a la Carrera de La Habana el establecimiento de la línea de vapores Antonio López y Cía subvencionada por el Gobierno restó posibilidades, en este ámbito, a Ignacio Fernández de Castro. Estas desfavorables circunstancias tuvieron efectos demoledores para la Compañía, que apenas tuvo oportunidad de amortizar las grandes inversiones realizadas en clíperes a finales de la década anterior.
Por último, la crisis monetaria y financiera, entre 1864 y 1866, con la quiebra del Banco de Cádiz y la crisis del sector vinatero, terminaron por agravar la situación, poniendo definitivamente a prueba las deficiencias estructurales de la empresa que desde hacía tiempo venían socavando su eficacia. La empresa continuó hasta que el Canal de Suez hizo económicamente rentable la navegación a vapor en las líneas de Extremo Oriente, poniendo fin a la hegemonía de los grandes veleros. Disuelta su compañía de navegación, Ignacio Fernández de Castro permaneció en Cádiz hasta 1871, año en que volvió a Comillas, donde vivirá hasta su muerte, acaecida el 27 de abril de 1881, cuando contaba ochenta y ocho años de edad.
Bibl.: M.ª C. Cózar Navarro, Ignacio Fernández de Castro y Cía.: una empresa naviera gaditana, Cádiz, Universidad de Cádiz, 1998; “La actividad comercial en la bahía de Cádiz durante el reinado de Isabel II”, en M. Rodrigo y Alharilla (coord.), Transportes, Servicios y telecomunicaciones, n.º 13 (Ejemplar dedicado a: La Marina mercante española) (julio diciembre de 2007), págs. 34-60.
María del Carmen Cózar Navarro