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Pedro Vicente Maldonado y Sotomayor

Biografía

Maldonado y Sotomayor, Pedro Vicente. Riobamba (Ecuador), 24.XI.1704 – Londres (Reino Unido), 17.XI.1748. Explorador, geógrafo y constructor de caminos.

Nació en una de las principales y más distinguidas familias de la Audiencia de Quito. Su hermano mayor, Ramón Maldonado, ostentó el título de marqués de Lises. El clan familiar al que pertenecía era dueño de grandes latifundios y obrajes en la sierra central ecuatoriana. Los primeros estudios los realizó en el hogar paterno, donde ya demostró su inclinación por las matemáticas y las ciencias exactas. Posteriormente se matriculó en el Real Colegio y Seminario Mayor de San Luis. En 1720, la Universidad de San Gregorio Magno le confirió el título de maestro mayor en Artes. Una vez terminados sus estudios y a falta de un centro académico más adecuado a sus expectativas, prosiguió su formación, pero en calidad de autodidacta. Pedro Vicente Maldonado estuvo casado en primeras nupcias con Josefa Pérez Guerrero.

Fruto de este enlace fueron sus cuatro hijos. De ellos, tres murieron a temprana edad y sólo sobrevivió su hija Juana Maldonado. Posteriormente y viudo de su primera esposa, casó con María Ventura Martínez de Arredondo, con quien no tuvo descendencia.

En 1725 llevó a cabo la exploración de la provincia de los Canelos en la región oriental de la Audiencia.

Su intención era abrir un camino alternativo y más cómodo para comunicar los valles de la sierra central con las misiones de los jesuitas de Mainas. Pero también uno de sus objetivos fue de tipo puramente económico. Concretamente quería ver cuán factible era la explotación de la corteza del árbol de canela que abundaba en la zona. La empresa de Maldonado respondía a un interés general existente en la región serrana quiteña de encontrar un nuevo recurso económico para exportar y que fuera capaz de reemplazar a los célebres textiles quiteños, que cada vez tenían más dificultades para ser vendidos. Desde la pequeña población de Baños, y siguiendo el cauce del río Pastaza y posteriormente del Bobonaza, se adentró en la selva amazónica. Fruto de este viaje fue el trazado de un primer esbozo del mapa de la cuenca hidrográfica del Pastaza. Esta carta fue utilizada por misioneros y posteriormente por Francisco de Requena, director de la expedición de límites del Marañón.

Una vez concluida esta empresa, se dedicó a la administración de los negocios familiares, esto es a gestionar sus haciendas y obrajes. En 1727 remató la encomienda de la duquesa de Osuna situada en Angamarca y el año siguiente la del conde de Aguilar, marqués de Hinojosa. Junto con sus hermanos y parientes logró establecer una red de haciendas y obrajes que permitieron a la familia amasar una no despreciable fortuna.

Exploró las selvas del litoral norte de la Audiencia y navegó por su extensa red hidrográfica. En abril de 1738 tomó posesión de la gobernación de esta provincia.

Hacia 1735 y con el apoyo del presidente Dionisio de Alcedo y Herrera, emprendió uno de sus grandes proyectos: la construcción del camino a Esmeraldas.

Con un total de cuarenta y seis leguas, veinticuatro por tierra y veintidós por vía fluvial, conectó la ciudad de Quito con las costas del Pacífico. Esta ruta, que se iniciaba en Quito, llegaba hasta la confluencia del río Caoni con el Blanco, de donde seguía hasta la desembocadura en el mar. Las obras fueron costeadas con su propio peculio e, incluso, llegó a movilizar mano de obra indígena procedente de sus haciendas.

La apertura de este camino tuvo que afrontar grandes dificultades toda vez que tenía que sortear la difícil topografía de los Andes y desbrozar una densa selva tropical. Siete largos años duraron los trabajos en cuestión. Como todas las obras que se emprendían en un medio tremendamente hostil, como el bosque lluvioso, los costos humanos fueron altísimos. Posteriormente también inició la construcción de otro camino alternativo, que partía de la ciudad de Ibarra hasta un puerto en el río Santiago. Una vez erigida la gobernación de Esmeraldas, se dedicó a organizar y a censar a la población a fin de incorporarla al padrón tributario. Fundó el pueblo de La Tola y para ello agrupó a más de doscientas personas que vivían desperdigadas en la selva. Como sus predecesores, el proyecto de apertura del camino no llegó a dar los frutos que se esperaba. Fue todo un fracaso, puesto que muy pocos comerciantes se atrevieron a transitar por él. A los pocos años de su finalización, terminó siendo engullido por la exuberante vegetación de la selva.

La ejecución de la obra era uno de los deseos más acariciados de los terratenientes y obrajeros quiteños, que soñaban con abrir un camino que les permitiera mantener un tráfico comercial fluido con Barbacoas, El Chocó y Panamá. En realidad, el camino estuvo abriéndose desde el siglo XVI y no se cejó en el propósito hasta que finalmente ya en 1957 se inauguró un tendido ferroviario que conectaba Quito con el puerto de San Lorenzo en el Pacífico. Ante la dura competencia que implicaba la introducción de textiles por la ruta del cabo de Hornos, se trataba de abrir una nueva red de mercados para vender sus géneros.

Una de las peculiaridades que hacía atractiva la construcción de este camino era la posibilidad de acceder al oro que producían los ricos lavaderos de la región de Barbacoas. A cambio, los agricultores serranos colocarían sus producciones agrícolas que no podían ser vendidas en ningún otro sitio. El acceso a esta fuente de metales preciosos fue una aspiración constante de los quiteños, puesto que de ello dependía que en la región hubiera un volumen suficiente de circulante para mantener activa su economía. Hay que tener presente que los territorios quiteños eran marcadamente pobres en la posesión de minas de metales preciosos. Esta circunstancia volvía tremendamente vulnerable a su economía. La apertura del camino fue vista con buenos ojos por los panameños.

Ellos vieron en él la posibilidad de volver a rehabilitar la ruta comercial del istmo que en el siglo XVIII había sido prácticamente abandonada. Pero no sólo esto, el proyecto en cuestión también quería constituir un nuevo espacio económico “quiteño”independiente de Lima y del eje del Magdalena, que se hallaba bajo el control de Cartagena de Indias. Es digno de destacar cómo la ejecución del camino no fue muy bien vista por las autoridades tanto peruanas como del Nuevo Reino de Granada. Ello suponía introducir fisuras en los respectivos monopolios comerciales que gozaban.

Dentro del territorio quiteño, los grandes enemigos fueron los guayaquileños, que también temían ver mermada su posición dominante como principal puerto de la Audiencia. La construcción de este camino, sin embargo, no sólo debe mirarse como un simple proyecto económico, sino también como expresión de una voluntad de afirmar una identidad nacional.

En la formación de un espacio económico con personalidad propia vieron un modo de incrementar su entidad política respecto de sus dos vecinos en un momento en que el estatus jurisdiccional quiteño se hallaba en claro peligro de desaparición. El camino, tal como fue planteado por Maldonado, implicaba una reordenación del territorio y un reconocimiento de las peculiaridades quiteñas.

Pedro Vicente Maldonado y su familia trabaron una estrecha amistad con los integrantes de la misión geodésica francesa que llegó a Quito en 1736 para medir el arco de meridiano. Aunque no llegó a participar directamente en las actividades científicas, su ayuda fue inestimable para los académicos. Maldonado, sobre todo, les ayudó a contar con apoyo logístico e incluso a socorrerles en los momentos en que las dificultades económicas de la misión eran más apremiantes.

Como reconoce La Condamine, los tres hermanos Maldonado se ofrecieron como garantes ante los tesoreros reales a efectos de que el virrey de Lima les librara el dinero que necesitaban para proseguir sus trabajos. Su relación con los franceses le permitió consolidar y afinar más unos conocimientos científicos que las universidades quiteñas no estaban en posibilidades de darle.

En mayo de 1743, y previo acuerdo con La Condamine, emprendió su gran viaje por el río Amazonas. Maldonado partió del pueblo de Baños y tomó la ruta del Pastaza, que ya había explorado años atrás. A comienzos de junio llegó al pueblo de La Laguna, uno de los principales centros de actividad de las misiones jesuíticas de Mainas. Allí esperó seis semanas a La Condamine, quien había optado por navegar por el Marañón. El 23 de julio prosiguieron juntos su viaje.

El 19 de septiembre llegaron al Gran Pará. Durante el trayecto ambos personajes se dedicaron a investigar la flora y la fauna de la selva tropical. No menos importantes fueron las mediciones que realizaron a efectos de elaborar una carta geográfica más detallada del curso del río Amazonas. Para entonces, el único mapa de la cuenca era el del padre Samuel Fritz. Maldonado mostró especial interés por el caucho. Según parece, redactó una memoria científica sobre el árbol. Lamentablemente no pudo publicarla debido a su muerte prematura.

En Pará permaneció hasta el 3 de diciembre de 1743, que fue cuando partió para Lisboa. Posteriormente, en Madrid se dedicó a hacer gestiones al más alto nivel para consolidar su viejo proyecto del camino a Esmeraldas. Después de tres años de estadía en España, partió para Francia. A fines de 1746 ya se encontraba en París, donde frecuentó la Real Academia de Ciencias de París y profundizó en sus conocimientos de Matemáticas, Física y Astronomía. Llegó a contactar, entre otros, con Reaumur, con Fouchy, el secretario perpetuo y con los astrónomos Marian, Clairault y La Caille. Sus amigos, La Condamine y Bouguer, le presentaron amigos y le introdujeron en los medios académicos parisinos. También se dedicó a comprar maquinaria e instrumentos para proseguir con su proyecto esmeraldeño que aún no había olvidado.

Intervino personalmente en su proceso de fabricación.

En 1747 la Academia de Ciencias de París, en atención a su “saber y capacidad”, le confirió el título de miembro corresponsal. Jossieu fue el encargado de informar detalladamente sobre sus méritos. Esto le confirió el derecho de asistir a las sesiones de la Academia y a mantener correspondencia regular. En el mismo París, Maldonado continuó los trabajos de su mapa de la provincia de Quito. Para ello contó con el asesoramiento y con la información geodésica que La Condamine había traído de Quito. Lamentablemente, por la premura del tiempo, dejó sin terminar la carta, encomendando a este último que la retocara y la mandara a publicar. Llama la atención el nivel de detalle y precisión que tiene la carta geográfica, especialmente en lo relativo a la región serrana y al litoral septentrional de la Audiencia. Una vez concluido el trabajo, se mandaron a imprimir unos pocos ejemplares al grabador Guillermo Delahaye. Las cuatro planchas del mapa fueron entregadas al embajador de España y luego enviadas a la Corte de España. Posteriormente, y a petición del Gobierno ecuatoriano, el Museo Naval las remitió a Quito. Actualmente se hallan depositadas en el Cabildo de Riobamba. El mapa en cuestión se tuvo como el más exacto hasta la publicación de la carta geográfica del Ecuador de Wolf hacia el último cuarto del siglo xix. La importancia de este documento cartográfico también radica en el hecho de que fue una de las primeras representaciones de la Audiencia de Quito en las que ésta aparece como una unidad geográfico-administrativa con identidad propia.

Entre los años 1747 y 1748, Maldonado viajó a Suiza, Holanda y finalmente a Inglaterra. En 1747 y en compañía del duque de Huéscar, tuvo la oportunidad de presenciar la batalla de Berg-op-Zoom. Hay una carta dirigida a La Condamine en donde relata las fuertes impresiones que le provocaron dichas acciones.

En Londres, al igual que lo hiciera en París, entró en contacto con los sabios y científicos de la época.

Asistió a varias sesiones de la Royal Society. Fruto de esto fue la propuesta que hizo su presidente Martin Folkes para que fuera reconocido como miembro corresponsal de dicha corporación. Lamentablemente, no llegó a ingresar en el seno de la corporación, toda vez que murió cuando se revisaban sus méritos. Su deceso se produjo el 17 de noviembre de 1748.

Maldonado no pensaba quedarse de por vida en Europa. El propósito de su viaje había sido el de perfeccionar sus conocimientos científicos y el de hacer gestiones ante la Corte de Madrid, en su calidad de gobernador de Esmeraldas. Después de esto, aspiraba a regresar a su tierra natal y proseguir con su proyecto económico. Para estos efectos había previsto llevar máquinas y herramientas que consideraba útiles para sus empresas. Como buen ilustrado de la época quería introducir las “artes y el buen gusto” en una Audiencia empobrecida, oscura y de segunda fila. Sin lugar a dudas, por sus dotes personales, Pedro Vicente Maldonado puede ser considerado como el primer gran ilustrado quiteño y uno de los instauradores de formas de pensar utópicas. Actualmente su figura forma parte de la galería de prohombres ecuatorianos tenidos como patriotas e impulsores del progreso y del desarrollo.

 

Obras de ~: “Noticias puntuales de las posesiones y distancias de la ciudad de Quito y de las costas, ríos, pueblos y caminos de las provincias de Esmeraldas”, en Museo Histórico, 3 (1951), págs. 21-36.

 

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Fernando Hidalgo Nistri