La Condamine, Charles-Marie de. Francia, 1701 – s. m. s. XVIII. Geógrafo.
En 1719 intervino en el cerco a la ciudad española de Rosas. Posteriormente se dedicó al estudio de las Ciencias, hasta llegar a ser miembro de la Academia Real de las Ciencias francesa, en París, y fue enviado por el rey de Francia Luis XV en una comisión científica destinada a medir los grados de los meridianos del mundo, y para ello partió del puerto de Marsella, para recorrer el Mediterráneo, las costas de África y Asia, pero poco tiempo después regresó a París, con vistas a participar en un proyecto de la Academia de Ciencias de investigación en las Indias españolas, para realizar la medición del meridiano a la altura de Ecuador y las regiones polares, por orden del rey de Francia, y con los beneplácitos o pasaportes de privilegios expedidos por el rey de España, Felipe V. En 1735, partió la comisión de la Academia Real de Ciencias francesa constituida por La Condamine; Godin des Odonais, geómetra francés miembro igualmente de la Academia de Ciencias francesa, con su mujer; Bouguer, también académico y autor de Memoria acerca de la arboladura de los navíos; José de Jussieu, doctor que “regenta” la Facultad de Medicina de París, hermano de dos matemáticos de igual ilustre apellido; Seniergues, cirujano; Verguin, ingeniero naval; Morainville, dibujante de historia natural; Couplet, sobrino de un académico, y Hugo, relojero y artífice de instrumentos matemáticos.
Por esta razón, Majo dirá que “antaño se iba a Indias con espada y yelmo de plumas. Ahora se va con sextante, péndulo y telescopio. A la edad del entusiasmo ha sucedido la edad de la razón”, pero, en realidad, lo que se había producido era un cambio del poder universal, en el que Francia, en vez de conquistar América, intentó tomar posesión política de ella. Además, no sólo se produjo un cambio de intereses, sino de protagonistas y partícipes, y el creciente número de expediciones denominadas científicas que se desarrollaron hasta el siglo xix, en ocasiones tenían un trasfondo de espionaje político o de información in situ de una realidad desconocida para las nuevas potencias del Viejo Mundo (Francia y posteriormente Gran Bretaña).
En 1736, partieron con igual destino, para unirse al grupo inicial, Maupertuis, Clairaut, Camus, Monnier y el abate Outhier. Y, con anterioridad, a principios de 1735, Jorge Juan y Santacilia (levantino) y Antonio de Ulloa (noble sevillano) recibieron reales cartas que les nombraban a título oficial español, para formar parte de la comisión hispano-francesa de peritos en astronomía y geómetras para la medición del meridiano del Ecuador. El 1 de julio de 1735, en Cartagena de Indias, se unieron los dos tenientes de navío españoles nombrados por la Corte de España para “asistir a nuestras observaciones” de la primera expedición francesa (escribió La Condamine a un personaje anónimo que denominó exclusivamente con la inicial del nombre o apellido), y en otro escrito los consideraban directamente sus subalternos, pues no los tenía por científicos, sino como simples colaboradores administrativos.
En diciembre de 1735, iniciaron el trabajo en Portobelo, seguidamente continuaron viaje a Cruces y luego a Panamá, y en marzo de 1736 alcanzaron Guayaquil, donde continuaron el trayecto por tierra, a caballo y a pie hasta llegar a Quito el 29 de mayo de 1736. Después partieron de Quito hacia el oriente del continente, pasando por Tarqui, al sur de Cuenca; se trasladaron de Loja (en 1737) al Pongo de Masariche; siguieron de Borja a la orilla del Napo, y se introdujeron en la Amazonía. La Condamine viajó siempre junto al español Maldonado (“también demasiado dado a la trigonometría”), por la Amazonía inferior (en 1743). Pero entre medias de estas fechas, en 1740, comenzó la guerra de España contra Inglaterra, al mismo tiempo que el almirante británico Soberton navegaba de “forma amenazante” por aquellas latitudes, por lo que Jorge Juan y Antonio de Ulloa tuvieron que dejar de formar parte de la expedición hispano-francesa, para dedicarse a luchar contra los ingleses, hasta que en agosto de 1741 se integraron de nuevo los dos españoles con el resto de la expedición francesa. Mientras tanto los franceses se habían dedicado oficialmente a medir el país y el resto del norte del subcontinente y a estudiar sus costumbres. Pero de nuevo en diciembre de 1741 Jorge Juan y Ulloa debieron dejar el grupo, al ser demandados por el virrey de Perú para que se trasladaran a Lima para defender la ciudad y el puerto de los ataques de la armada inglesa al mando de Anson, que había entrado en la villa de Payta. Tras una serie de batallas contra los británicos, y mientras que los expedicionarios franceses iniciaban el viaje de regreso a Francia, los dos científicos militares españoles erigieron el Observatorio de Pueblo Viejo de Mira, para continuar investigando por su cuenta (mayo de 1744). Posteriormente, Ulloa regresó a España, en la nave francesa Délivrance, que fue capturada por unas fragatas inglesas, que le confiscaron sus trabajos científicos realizados en Perú y le llevaron preso a Inglaterra, pero al final fue devuelto a España. Al igual que hicieran La Condamine y Bouguer, Ulloa publicó en 1748 su relación del viaje y las observaciones efectuadas, bajo el título de Relación histórica del viaje a la América meridional, hecho de orden de su majestad, para medir algunos grados del meridiano terrestre y venir por ellos en conocimiento de la verdadera figura y magnitud de la Tierra. Mientras, Jorge Juan escribió el Compendio de navegación, y, junto a Ulloa, trazó su Disertación histórica y geográfica sobre el meridiano de demarcación entre los dominios de España y Portugal y los parajes por donde pasa en la América meridional, conforme a los tratados y derechos de cada Estado y las más seguras y modernas observaciones.
Al finalizar el viaje a Ecuador, y antes de partir de regreso a Francia, La Condamine bordeó los parajes costeros de la isla de Marayó, y se dirigió a Cayena, colonia francesa en la zona. El 29 de septiembre de 1744, le acometió un pirata inglés, pero un temporal mantuvo la distancia entre ambas naves, y le libró de ser apresado. Pero posteriormente, el 6 de noviembre, a la altura de Saint-Malo, en el Canal de la Mancha, fue nuevamente asaltado por otro corsario, pero en esta ocasión era de nacionalidad francesa, que lógicamente le dejó ir. Más tarde, el 16 de noviembre, tuvo a la vista Texel, en Holanda, pero desembarcó en Vlieland y, seguidamente, el 30 de noviembre, llegó a Ámsterdam, donde residió durante dos meses, como también lo hizo en La Haya, y finalmente, el 23 de febrero de 1745, llegó definitivamente a París.
En el prefacio de la Relación histórica del viaje de La Condamine, leída en la Academia Real de las Ciencias parisina, en 1745, el autor determinaba los dos propósitos que llevaron a la comisión académica a tierras de Ecuador: el conocimiento de los diámetros terrestres, el ecuatorial y el que va de polo a polo, y la comprobación de ser el primero mayor que el segundo.
Se proyectaron y realizaron tres viajes con este motivo, “fue comenzado en 1735 por el señor Godin, el señor Bourguer y por mi [La Condamine] [...].
Llegado antes que yo [Bouguer] a Francia, ha dado cuenta en la sesión pública de la Academia celebrada el 14 de noviembre de 1744 del resultado de nuestras observaciones bajo la línea equinoccial y de la conformidad que se observa entre este resultado, el del Norte y el de Francia; la comparación de cualquiera de ellos con los otros dos pruebas el aplanamiento de la Tierra hacia los polos”. Aunque se trataba de una comisión franco-española, La Condamine eludió referirse en ningún momento a los dos españoles que participaron en la misma, para que fuera única gloria de Francia. En 1751, publicó su Journal du voyage fait por ordre du roi à l’Equateur, que fue el resultado de la toma de notas en América durante cerca de diez años, pero al final, como indica Majo, parece que su viaje “más que misión de medir meridianos era la de medir reinos del rey de España”. Entre otros hechos, narraba la rebelión popular habida en Cuenca contra los miembros franceses de la expedición, el 29 de agosto de 1739, que ultimó con la muerte de Seniergues, cirujano del rey de Francia, por culpa de sus amoríos (Seniergues tuvo relaciones con Manolita Quesada, hija de uno de sus enfermos, que estaba comprometida con Diego de León). Y, por esto, termina diciendo Majo que “la anécdota de intriga, el ocio borroso, fueron más frecuentes en los académicos parisienses mientras estuvieron en el Perú que las importantes medidas astronómicas”.
Años después, La Condamine, cuando ya era muy mayor, escribió una carta a una mujer anónima, donde recapitulaba los recuerdos “de [la] vida” de cada uno de los once pasajeros franceses que fueron a las Indias en 1735, para realizar “la medición del arco del meridiano” terrestre. Y, en estos escritos aseguraba haber realizado múltiples y valiosas observaciones científicas, como “son los solsticios de invierno y verano de los años de 1736 y 1737”, claves para determinar la oblicuidad de la eclíptica, así como “experiencias barométricas muy variadas”; “otras observaciones sobre la declinación e inclinación de la aguja imantada y sobre la velocidad del sonido y la longitud del péndulo, en la provincia de Quito, a diversas alturas sobre el nivel del mar”; “la dilatación y contracción de los metales”, y especialmente “probar el aplanamiento de la Tierra hacia los polos”.
Bibl.: R. Majo Framis, La Condamine en la América austral, Madrid, Aguilar, 1963 (2.ª ed.); F. Esteve Barba, Cultura virreinal, Barcelona, Salvat Editores, 1965.
Miguel Héctor Fernández-Carrión