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Diego de Herrera

Biografía

Herrera, Diego de. Recas (Toledo), p. m. s. xvi – Catanduanes (Filipinas), 25.IV.1576. Agustino (OSA), misionero en Filipinas.

Hijo de Miguel de Alameda y Juana Martínez, feligreses de la parroquia de San Pedro de Recas, donde creció y se educó, hasta que decidió ingresar en la Orden Agustiniana, que fue en 1544, fecha en que tomó el hábito en el convento de San Agustín de Toledo, donde hizo su profesión a las cuatro de la tarde del 10 de marzo de 1545 y dio comienzo a sus estudios eclesiásticos. Su nombre encabeza la lista de la docena de agustinos colectados por el padre Juan de San Román con destino a México y que llegaron a la capital azteca en la segunda quincena de mayo de 1561, después de cruzar el Atlántico a bordo de la nao La Trinidad, capitaneada por el maestre Juan de Heredia.

Ya en el Capítulo Provincial celebrado en el convento de Totolapa el 8 de mayo de 1563 se encuentra su nombre en la lista de predicadores y confesores en idioma mexicano. Su vida laboriosa y su celo misionero fueron méritos suficientes para que sus superiores lo escogiesen para formar parte de la primera misión a Filipinas. Dicha expedición, encabezada en lo civil por Miguel López de Legazpi y en lo religioso por su hermano de hábito fray Andrés de Urdaneta, se hizo a la vela el 21 de noviembre de 1564, ejerciendo él como capellán de la almiranta San Pablo. Atracaron en las playas filipinas el 13 de febrero de 1565 y, al tener Urdaneta que salir para la Nueva España en busca del tornaviaje, los frailes agustinos lo eligieron unánimemente por su superior. Fue la isla de Cebú el primer escenario de su fecundo apostolado, destacando entre sus catecúmenos una sobrina del régulo Tupas de Cebú, a quien apadrinó Legazpi y en honor a su mujer le puso el nombre de Isabel, y posteriormente la esposó el calafate y maestre Andrea, siendo el primer matrimonio celebrado entre un español y una filipina en el archipiélago. También el padre Herrera catequizó y educó en la fe al régulo Tupas, bautizándole con el nombre de don Felipe, “porque era entre todos el hombre de mayor política y talento”, siguiendo a su conversión la de otros muchos familiares, principales y pobladores de la isla de Cebú y otras adyacentes.

En 1569 emprendió viaje de regreso a la Península para buscar nuevos operarios, informar a Felipe II del estado de las islas y pedir remedio de los abusos que los españoles cometían contra los nativos. A su llegada a México se entrevistó con el virrey Martín Enríquez, exponiéndole sobre todo lo que tocaba directamente a la pacificación, cobranza de tributos, esclavitud y buen trato a los nativos. No fueron del agrado del virrey tales propuestas, por lo que no le permitió seguir viaje hacia España y ordenó su vuelta a Filipinas. El padre Herrera acató la orden, pero en su interior no se le cocía el pan, por lo que en un par de cartas al Monarca denunció las anomalías de la conquista, recriminando la conducta de los soldados y la escasez de medios que padecían los religiosos. Otra de sus quejas frecuentes ante el gobernador de Filipinas López de Legazpi era dejar la isla de Panay para encontrar mejor emplazamiento, que finalmente se encontró en Manila, de la que se tomó posesión el 18 de mayo de 1571, nuevo escenario de sus conquistas bautismales, siendo Matandá el Viejo, rajá manileño, el primero sobre el que vertió las aguas lustrales. El 3 de mayo de 1572 tuvo lugar en el convento de Manila el Capítulo Provincial, del que salió nominado definidor y procurador. En virtud de este último oficio zarpó de Cavite el 13 de agosto del mismo año portando un Memorial que recogía la solicitud de una copiosa barcada de misioneros, la denuncia de los abusos de los españoles y también cuestionar jurídicamente la presencia en aquellas latitudes. De todo esto tuvo noticias el virrey Enríquez, quien apretó todo lo que pudo para que el fraile agustino no fuera recibido por el soberano español. Parece que Felipe II nunca recibió al padre Herrera, pero que su voz sí la escuchó el Consejo de Indias, tal como se puede deducir de cinco cédulas fechadas en 1574, en las que se responde a los principales postulados del citado Memorial. Prosiguió viaje hasta Roma, donde fue recibido por fray Tadeo Perusino, superior general de la Orden de San Agustín, del que obtuvo gracias especiales, entre ellas la “charta pergamina”, por la que reconocía a los frailes de aquellas islas como provincia de la Orden. Aunque su estancia, tanto en la Curia romana como en la Corte española, ha llevado a algunos cronistas a afirmar que fue nombrado obispo de Filipinas, en ningún registro ni actas de archivos vaticanos ni regios se ha encontrado tal nómina.

En junio de 1575 emprendió su regreso para México con una misión de cuarenta frailes. Sólo diez quisieron continuar viaje a las islas desde Acapulco el 6 de enero de 1576. Cuando en la noche del 25 de abril estaban a unas leguas de Manila, un huracán dio con el galeón Espíritu Santo al través de la costa y lo hizo mil pedazos, ahogándose toda la gente, “y los que pudieron ganar la playa fueron matados por los indios, excepto un indio que el P. Diego de Herrera havía llevado a España y volvía con él”. Tres siglos después el obispo agustino de Camarines fray Manuel Grijalva dedicó a los náufragos un modesto monumento en las playas de Catanduanes.

 

Bibl.: J. Lanteri, Eremi Sacrae Augustinianae. Pars Altera, Roma, 1875, págs. 311-315; E. Jorde, Catálogo bio-bibliográfico de los religiosos agustinos de la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús de las Islas Filipinas desde su fundación hasta nuestros días, Manila, Colegio de Santo Tomas, 1901, págs. 3-4; G. de Santiago Vela, Ensayo de una biblioteca Ibero-Americana de la Orden de San Agustín, t. III, Madrid, Imprenta del monasterio, 1913, págs. 567-572; M. Merino, Agustinos evangelizadores de Filipinas (1565-1965), Madrid, Ediciones Archivo Agustiniano, 1965, págs. 531-532; A. Manrique, “Herrera, Diego de”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de la Historia Eclesiástica de España, vol. II, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, pág. 1087; I. Rodríguez, Historia de la Provincia Agustiniana del Smo. Nombre de Jesús de Filipinas, XIV, Manila, Estudio Agustiniano, 1978, pág. 37; I. Rodríguez y J. Álvarez, Diccionario biográfico agustiniano. Provincia de Filipinas, vol. I, Valladolid, Estudio Agustiniano, 1992, págs. 72-91.

 

Isacio Rodríguez Rodríguez, OSA

Relación con otros personajes del DBE

Personajes citados en esta biografía