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Diego Ramírez de Arellano

Biografía

Ramírez de Arellano, Diego. Játiva (Valencia), ú. t. s. xvi – Sevilla, 1624. Marino, cosmógrafo, piloto mayor de la Casa de Contratación.

Algunos autores han afirmado que su nombre de pila era Alonso o Ildefonso y que cambió éste por el de Diego en su visita a la Corte de Madrid a finales de 1619, sin que se sepan las razones de tal cambio.

Efectuó sus estudios en Valencia y Sevilla y pronto adquirió gran celebridad como cosmógrafo. A principios de 1618 se casó con Mariana de Aybar. En ese mismo año, tomó parte en una expedición de reconocimiento del Estrecho de Magallanes y de la Tierra del Fuego.

El 16 de enero de 1616, los navegantes holandeses Cornelius Schouten y Jacob Le Maire habían descubierto el cabo más austral del continente americano, al que pusieron el nombre de Horn (en alusión a la ciudad de donde eran originarios, que en la pronunciación española se transformaría en Hornos), y al norte de éste y sur del Estrecho de Magallanes, un nuevo camino para llegar a la India. El nuevo estrecho, que fue registrado con el nombre de Le Maire, era, supuestamente, menos peligroso para la navegación y más rápido que el de Magallanes. La noticia del descubrimiento de esta nueva e importante vía de comunicación por los holandeses, que detentaban el comercio de las especias orientales en Europa y eran rivales de España en el mar desde el siglo xv, suscitó los recelos y la inquietud de Felipe III. Para obtener pruebas de la veracidad del descubrimiento, el Consejo de Indias resolvió que, con la máxima prontitud, se despachara una expedición de reconocimiento del estrecho de Magallanes y del recién descubierto de Le Maire. Para ello, se comenzó a construir a toda prisa dos carabelas de pequeño tamaño, que iban a estar capitaneadas por dos expertos marinos, los hermanos Bartolomé y Gonzalo García Nodal. El prestigio adquirido por Diego Ramírez de Arellano hizo que Felipe III, tras consultar al Consejo de Indias, le nombrase cosmógrafo de la expedición.

Las naves se construyeron en Lisboa, bajo la supervisión directa de los hermanos Nodal. En sólo ocho meses ya estaban dispuestas para navegar, armadas con cuatro falconetes, algunos arcabuces y mosquetones y provistas de víveres para dos años. La tripulación la formaban ochenta hombres, distribuidos a partes iguales entre el Nuestra Señora de Atocha, al mando de Bartolomé Nodal y el Nuestra Señora del Buen Suceso, capitaneado por Gonzalo. Se trataba de portugueses reclutados por la fuerza, ya que por tratarse de una navegación tan peligrosa no se pudieron encontrar voluntarios. A bordo iban los diarios de viaje de Schouten y Le Maire, que habían sido publicados en Holanda junto con su derrotero y los mapas de la zona. También se embarcaron las instrucciones que Felipe III había despachado a los gobernadores de Buenos Aires y Río de Janeiro y al virrey del Perú para que prestasen auxilio a los exploradores en todo lo que pudieran necesitar.

La expedición zarpó de Lisboa el 27 de septiembre de 1618. El 14 de noviembre pasaron el cabo de Santo Tomás y al día siguiente fondeaban en Río de Janeiro para reparar algunas averías de los barcos, especialmente la arboladura del Nuestra Señora del Buen Suceso, y renovar provisiones. Descubierto el complot de algunos marineros que planeaban inutilizar una de las carabelas serrando sus mástiles y regresar a Portugal en la otra, la tripulación fue encarcelada nada más llegar a tierra para evitar su deserción. Parte de ella fue sustituida por marineros que se enrolaron voluntariamente en Brasil.

El 5 de diciembre, los barcos se hicieron de nuevo a la mar. Continuando viaje hacia el sur, recorrieron la costa oriental de la Tierra del Fuego hasta llegar al cabo Vírgenes. El 14 de diciembre, avistaron la isla de Santa Catalina. Entre el 3 y el 5 de enero de 1619, pasaron frente a los cabos llamados Sardinas, Santa Elena y San Jorge (actualmente cabo Blanco), hasta llegar a una isla a la que pusieron el nombre de Reyes, por arribar a ella el 6 de enero. Desde allí se dirigieron a una bahía en la que desembarcaron para efectuar un reconocimiento y a la que llamaron de Los Leones, por abundar en ella los leones marinos. Recorrieron las bahías de San Julián y de la Cruz y avistaron un cabo al que llamaron del Espíritu Santo en recuerdo del barco de la flota de Sebastián Elcano que naufragara en sus proximidades.

A mediados del mes de enero, navegaron frente a la embocadura oriental del estrecho de Magallanes y siguieron hacia el sur, pasando por delante de los cabos a los que pusieron los nombres de San Vicente y San Diego, hasta avistar, el día 22, la entrada del estrecho de Le Maire. Los hermanos Nodal pusieron al estrecho el nombre de San Vicente, por ser ésta la festividad del día. El cambio de nombre no prosperó. El propio Ramírez de Arellano lo anotó en su derrotero con el nombre original, afirmando que prefería llamarlo así para no quitar a su descubridor la gloria de su hallazgo y sólo lo llama de San Vicente en el título de la relación que presentó a Felipe III al regreso del viaje.

A continuación, fondearon en una bahía a la que llamaron del Buen Suceso por haber sido avistada por la nave de este nombre y allí establecieron el primer contacto amistoso con los indios de la zona, los fueguinos.

Por haber empeorado el tiempo, no pudieron adentrarse en el estrecho hasta varios días después.

Finalmente, siguiendo los derroteros trazados por Schouten y Le Maire, se efectuó la exploración del estrecho y Ramírez de Arellano demarcó todos sus pasos y describió y registró todas sus costas y cabos, a uno de los cuales se le llamó Setabense por alusión a Játiva, la ciudad en la que había nacido el cosmógrafo.

Al salir de la bahía, el 5 de febrero, estaban frente al cabo de Hornos, cuya posición exacta calculó Ramírez de Arellano en 56º de latitud sur, corrigiendo así en casi dos grados el error de situación de las cartas de navegación de los holandeses. El cabo fue registrado con el nombre de San Ildefonso, pero el cambio de nombre no duró mucho y pronto volvió a ser conocido únicamente por el de Hornos. Desde allí, azotados por los fuertes vientos, el frío y la nieve, siguieron bajando hacia el suroeste, hasta que el 12 de febrero de 1619, cerca de la costa del actual Chile y a unos cien kilómetros al suroeste del Cabo de Hornos, descubrieron un archipiélago. El descubrimiento de estas islas, que recibieron el nombre de Diego Ramírez en honor al cosmógrafo, fue uno de los mayores logros del viaje. Situadas a casi 56º 32’ de latitud sur, pueden ser consideradas como el punto más austral de América y, hasta el descubrimiento de las islas Sándwich del Sur siglo y medio después, las tierras más australes descubiertas. Las islas de Diego Ramírez forman dos grupos, separados por un canal de cuatro kilómetros de anchura que recibió el nombre de Nodal, mientras que las dos islas de mayor tamaño siguen llevando en la actualidad los nombres de Bartolomé y Gonzalo. A partir de esta latitud, las carabelas pusieron rumbo al noroeste y el 25 de febrero avistaron los Cuatro Evangelistas, las pequeñas islas que señalaban la entrada occidental del estrecho de Magallanes.

Recorrieron éste, sin mayores contratiempos, desde el Pacífico al Atlántico, efectuando un reconocimiento de todos sus accidentes geográficos, hasta llegar, nuevamente, al cabo Vírgenes, el día 13 de marzo. De esta forma se efectuó la primera circunnavegación de la Tierra del Fuego.

Mientras cruzaban el Atlántico de regreso a España, fueron perseguidos por piratas franceses, que finalmente se vieron obligados a retirarse ante la eficacia de la defensa de los barcos españoles.

Concluida con éxito y sin ninguna baja, la expedición desembarcó en Sanlúcar de Barrameda el 9 de julio de 1619. El viaje se había efectuado en poco más de once meses, en los que se demarcaron los dos estrechos y se describieron y cartografiaron todas las costas del extremo más austral del continente americano.

Ramírez de Arellano y los hermanos Nodal fueron recibidos por Felipe III, a quien dieron cuenta del resultado de las exploraciones y le mostraron pieles de lobos marinos y algunas aves capturadas en la zona, cortezas de distintas variedades de árboles y armas y adornos entregados por los indios fueguinos a cambio de las mercaderías que llevaban los viajeros. Los hermanos Nodal, por indicación del Consejo de Indias, presentaron a éste una relación de su viaje, que sería publicada en Madrid en 1621. Está compuesta, básicamente, por el diario de navegación, con algunas observaciones meteorológicas.

En ella se refieren a Ramírez de Arellano como cosmógrafo sabio y con gran experiencia en navegación.

También éste escribió una relación que envió al Rey junto con las cartas de navegación que había levantado y el derrotero de la expedición. Lleva por título Reconocimiento de los estrechos de Magallanes y de San Vicente y algunos casos curiosos de navegación, y en ella se corrigen muchos de los errores de cosmografía de la época e incluso de la relación de los hermanos Nodal.

Está dividida en tres partes. La primera está formada por el diario de los derroteros, la narración de lo sucedido en la navegación y la descripción de las tierras visitadas y de todo lo que llamó la atención del cosmógrafo. La segunda parte contiene observaciones astronómicas y marítimas, tales como las anotaciones sobre las variaciones observadas en la brújula en el mar y en tierra, a la salida y a la puesta del sol y en diferentes horas del día. Asimismo, trata sobre el modo de calcular las latitudes y las longitudes, sobre los rumbos, el modo de observar las mareas y las corrientes en puntos no conocidos y sobre la manera de determinar la altura del polo y el modo de costear.

Ramírez de Arellano combinó las anotaciones de las variaciones de la brújula por él observadas con las que en diversos lugares habían hecho otros navegantes, principalmente Hernando de los Ríos en México y puerto de Navidad, el cosmógrafo Jerónimo Martín en la costa de California, Vicente Rodríguez en los mares de la India y Jacob Le Maire en el sur de América.

Con estos elementos dispuso una carta de variaciones, a la vez que proponía varios métodos para observar éstas, algunos puramente prácticos y otros basados en observaciones astronómicas. En la tercera parte de su relación explica los principios científicos en los que se había basado y escribe sus reflexiones sobre el estudio de las longitudes. Conociendo la dificultad de averiguar éstas por métodos exactos y practicables en el mar, hizo un examen de los métodos utilizados hasta entonces y propuso los que le parecieron más fiables y al mismo tiempo, más sencillos para ser practicados por los navegantes. Adaptándose, pues, a la capacidad de éstos, describió las longitudes según la carta plana con la que navegaban, calculándolas por alturas y derrotas, por derrotas y distancias, y por distancias y alturas con arreglo a la tabla hecha para la equinoccial por el portugués Pedro Núñez en el siglo XVI. Era este cosmógrafo uno de los más reputados de su época e inventor del nonio, un dispositivo de medida de longitudes que permitía, con la ayuda de un astrolabio, medir fracciones de grado de ángulos muy pequeños no indicadas en la escala de los instrumentos astronómicos y topográficos y que Arellano, tras hacer un examen minucioso de los instrumentos disponibles para la navegación astronómica, recomienda como el más fiable para tomar la altura del polo.

La expedición a los estrechos le sirvió a Ramírez de Arellano, que ya antes había demostrado su excelente preparación científica, para contrastar con la práctica sus conocimientos teóricos. Supo aplicar los adelantos científicos de su época a la navegación, para comprobar así, con métodos basados en la observación directa, lo acertado o erróneo de las teorías. Sus observaciones sobre las mareas y las direcciones de las corrientes, sobre la manera de trazar cartas marinas, sobre los métodos para corregir el rumbo y sobre otros puntos de la náutica y la física fueron extremadamente novedosas para su época.

A finales de 1619 navegó nuevamente con los hermanos García Nodal, en una armada de socorro que fue enviada a Filipinas. El 30 de septiembre de 1619 había firmado con éstos el derrotero para ir hasta allí desde Sanlúcar de Barrameda a través de los estrechos de Magallanes y Le Maire. En el transcurso del viaje tuvo problemas con los hermanos Nodal, que querían navegar por el cabo de Hornos, contraviniendo la opinión de Arellano de utilizar los estrechos e incumpliendo el derrotero previamente firmado.

En reconocimiento a su relevante contribución al conocimiento de la Tierra del Fuego, obtuvo el nombramiento de piloto mayor de la Casa de Contratación de Sevilla por Real Cédula expedida el 29 de diciembre de 1620. En el nombramiento se le advertía que podía ser cesado en caso de que sus servicios fueran necesarios en otra parte. En abril de 1621 tomó posesión del cargo, en el que permaneció hasta el final de su vida.

En el desempeño de su cargo dictó instrucciones para que los exámenes de los marinos, pilotos y maestres se hicieran en presencia del piloto mayor. También dispuso que los instrumentos de navegación que se utilizaban y guardaban en la Casa de Contratación fueran examinados, probados y marcados por el piloto mayor y por aquellos cosmógrafos que no estuvieran directamente implicados ni en su fabricación ni en su venta. Asimismo, dio instrucciones con respecto a la tenencia de las llaves del arca en la que se guardaban los sellos utilizados para marcar las cartas y los instrumentos de navegación, disponiendo que una de las llaves la tuviera el piloto mayor. Estas dos últimas disposiciones desencadenaron un pleito con uno de los cosmógrafos de la Casa de Contratación, Antonio Moreno, fabricante de instrumentos de navegación y guardián de las dos llaves del arca de los sellos, quien se opuso a las medidas adoptadas por Ramírez de Arellano por considerar que daban excesivo poder al piloto mayor y relegaban a los demás cosmógrafos a cometidos de orden muy secundario.

En 1622, por Real Orden dada en Madrid a 31 de mayo, se ordena que se le paguen 1174 reales por los tres meses y diecisiete días que estuvo en la Corte a finales de 1619 dando cuenta de la expedición a los estrechos de Magallanes y Le Maire y por haber trazado las cartas de navegación y el derrotero de la misma.

Las últimas noticias que de él se tienen son del año 1624. Parece ser que por aquellas fechas se encontraba cargado de deudas. El 14 de abril de dicho año, arrendaba una casa en Sevilla para trasladarse con su mujer, embarazada de cinco meses. Poco después caía gravemente enfermo. El 25 de mayo otorgó testamento y dispuso que se dijeran trescientas misas por la salvación de su alma. Murió a los pocos días. La Casa de Contratación concedió a su viuda cuatro sueldos por los servicios prestados por el cosmógrafo.

 

Bibl.: A. Merino y Álvarez, Españoles y holandeses en el estrecho de Magallanes y Tierra del Fuego, Madrid, Imprenta Patronato de Huérfanos de Intendencia, 1922; F. Riesenberg, Cabo de Hornos, Buenos Aires, Hachette, 1946, págs. 147-156; J. Pulido Rubio, El piloto mayor de la Casa de Contratación de Sevilla, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1950, págs. 713-752; VV. AA., Enciclopedia General del Mar, Barcelona, Garriga, 1957; J. Oyarzun Iñarra, Expediciones españolas al estrecho de Magallanes y Tierra del Fuego, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1976; J. Filgueira Valverde, Los nodales: capitanes de mar y descubridores, Pontevedra, Gobierno Civil, 1979; M. Fernández de Navarrete, Disertación sobre la historia de la náutica y de las ciencias matemáticas, Valladolid, Maxtor, 2003.

 

Cristina González Hernández