Gomá y Tomás, Isidro. La Riba (Tarragona), 19.VIII.1869 – Toledo, 22.VIII.1940. Cardenal primado, teólogo.
Hijo de un industrial papelero. Como en una feliz premonición, ya en su niñez su madre le llamaba “mi cardenal”.
Estudió en los seminarios de Montblanch (Tarragona) y de Tarragona. Ordenado sacerdote 8 de junio de 1895. Profesor en 1897 en el seminario pontificio de Tarragona, de donde será rector entre 1899 y 1908. Antes había explicado la cátedra de Latín. Doctor en Filosofía y Derecho Canónico por la Universidad Pontificia de Tarragona. Doctor en Sagrada Teología por la Universidad de Valencia. Coadjutor en la parroquia del Carmen, en Valls (Tarragona). Ecónomo en Mombrió del Campo (Tarragona). Arcediano de la catedral de Tarragona (1922). Obispo de Tarazona de Aragón (Zaragoza) y administrador apostólico de Tudela, en 1927. Consagrado como obispo en la catedral de Tarragona, de mano del cardenal Vidal y Barraquer. En el escudo del nuevo prelado cuatro cuarteles: el apellido Gomá; los símbolos de la Eucaristía (dos aves bebiendo en un cáliz); la mediación universal de la Virgen, y las barras de Aragón, más una flor de lis que simboliza los tres lirios del blasón de la catedral de Tarazona de Aragón. Completada su heráldica con simbología de la justicia, recordando su anterior función de provisor, y la Thau, sacada del blasón catedralicio de Tarragona. Visita Jerusalén en 1928, desde donde preparará varias pastorales. Inmediatamente de proclamarse la Segunda República dirige a los fieles la pastoral Los deberes de la hora presente (24 de abril de 1931). Escrito sereno y de autoinculpación, en línea con lo remitido a los obispos desde la nunciatura: “Es deseo de la Santa Sede que V.E. recomiende a los sacerdotes, a los religiosos y a los fieles de su diócesis, que respeten los poderes constituidos y obedezcan a ellos, para el mantenimiento del orden y para el bien común” (24 de abril de 1931). Pero antes, con una claridad meridiana de lo que se presagiaba sobre España, una carta pastoral en la Cuaresma de 1930, de la que se destaca: “Sentimos en estos momentos, amados hijos nuestros, una pena que nos prensa el corazón. Es pena de nuestros pecados y de los de todos, de comisión y de omisión, en el orden cristiano social. Hemos trabajado poco, tarde y mal, mientras pudimos hacerlo mucho y bien, en horas de sosiego y bajo un cielo apacible y protector”. En 1931, tras la quema de conventos del mes de mayo, publicará la pastoral Protesta y ruego; allí afirmará: “Personas sagradas fueron vejadas y desposeídas; imágenes, reliquias, vasos, ornamentos, casas de oración y de penitencia, es decir, todo el sistema externo y oficial del culto católico, en medio de ciudades populosas, ha sido devastado por el fuego, encendido y atizado en un momento de vesania por la ráfaga de una pasión que no tiene de humano más que lo que el hombre pueda tener de satánico: el odio a las cosas de Dios”. En el Boletín de la Diócesis de Tarazona de Aragón, agosto de 1931, quedan recogidos unos comentarios del doctor Gomá ante el proyecto de nueva constitución: “Nos debemos reconocer con amargura nuestra equivocación, al creer que un nombre que puede ser de hecho, y lo es en tesis, tan justo, inocente y progresivo como otro cualquiera de sus equivalentes en el régimen de los pueblos —el nombre de República—, se había purgado de las lacras y procedimientos que lo hicieron de infausto recuerdo en nuestra Patria”. Con honda preocupación vivirá el doctor Gomá la expulsión de España del cardenal primado y arzobispo de Toledo, Pedro Segura y Sáenz, decretada por el Gobierno provisional de la República, el 15 de junio de 1931. Lejos estaba Gomá de pensar que sería él el sustituto de Segura. No fueron muchos los años dedicados a esta diócesis turiasonense, pero sí de gran intensidad, y en momentos trascendentales para España. Obispo residente de Tarazona de Aragón del 10 de octubre de 1927 al 27 de junio de 1933 y administrador apostólico de Tarazona de Aragón y Tudela desde esa fecha hasta el 9 de agosto de 1935. Profunda huella de Gomá en Tarazona de Aragón, y profunda huella de Tarazona de Aragón en Gomá. En su pastoral Nuestro adiós puede leerse: “Formulamos nuestros votos en esta espléndida galería del que hasta ahora ha sido nuestro Palacio Episcopal, verdadera atalaya de la ciudad y de la diócesis, puesto de nuestra residencia habitual en las horas de trabajo. Porque aquí pensábamos en qué forma podríamos haceros el bien; aquí escribimos nuestros libros y pastorales; aquí despachábamos con nuestros auxiliares y gobernábamos nuestra diócesis.
Obispo equivale a centinela, y aquí, en este mirador sin par que domina el amplísimo horizonte que cierran por Norte y Sur las cresterías del Pirineo y del Moncayo, dimos, por espacio de largos años, la guardia a nuestra diócesis”.
Arzobispo de Toledo nombrado el 12 de abril de 1933, rompiendo la tradición de que para la sede toledana se nombrara a obispo procedente de un arzobispado. En su alocución en la toma de posesión dirá: “Ni siquiera, hijos míos, al llegar a la gloriosa Sede toledana, vengo cargado con la gloria de fecundos y gloriosos pontificados o con las gestas que aureolan los nombres gloriosos de los arzobispos que descansan bajo las bóvedas de este glorioso templo. Vengo de mi dulce rincón del Moncayo, de mi dilectísima Tarazona, para regir esta Iglesia, primada de España [...]”. Fuerte había sido la resistencia del doctor Gomá ante el nombramiento que el cardenal Tedeschini le transmitía del Vaticano. Con humildad expresará Gomá ante Tedeschini “[...] dígale, señor Nuncio, a nuestro Santísimo Padre que humillo mi frente ante su designación, y que desde este momento pongo en sus manos augustas mi salud y mi vida [...]”. Ciertamente no parecía cómoda la Sede Primada de Toledo. Fuera quien fuera quien la ocupara tendría la oposición del Gobierno de la República, que había expulsado de España al anterior arzobispo. El Gobierno Civil prohibirá que el día de la entrada en Toledo del nuevo obispo se ponga ninguna colgadura en ninguna casa, y que se formen grupos en la entrada de la calle. No obstante, la catedral se llenó de fieles que dieron una calurosa bienvenida a Gomá. El entonces coronel Moscardó, director de la Escuela de Gimnasia, a título personal, y acompañado de una comisión de jefes y oficiales, acudiría a saludar al nuevo obispo. Era tradición que en la cabeza de la iglesia toledana estuviese un cardenal, como tradicionalmente la sede toledana era la Sede Primada. Desde hacía mucho tiempo la sede tarraconense disputaba a la castellana esa función; e incluso, erróneamente, alguien interpretará que el nombramiento del doctor Gomá para el obispado de Toledo, lo había sido pensando que su ascendencia catalana facilitaría las aspiraciones de Tarragona. La humildad que caracterizaba a Gomá no será óbice para que con prudencia y pasión defendiera la supremacía de Toledo. Incluso llegará a interpretarse que no era nombrado cardenal para facilitar el traslado a Tarragona de la Sede Primada. Pero quizá la verdad esté en que la Iglesia, en lo terrenal, no se mueve con prisas. Promovido a cardenal en el Consistorio de 16 de diciembre de 1935, se le impondrá la birreta el día 17, y el capelo el día 19. De esta manera se callaban los comentarios sobre el posible traslado de Sede Primada, y Toledo mantenía su jerarquía. Curiosamente, cuando el doctor Gomá regresa a Toledo se encuentra con que ya Niceto Alcalá-Zamora, presidente de la República, informado desde Roma, había sido el primero en llamarle para felicitarle. El asesinato de Calvo Sotelo le sorprende a Gomá en Soria, en la casa de las Hijas de la Caridad, donde acostumbraba a detenerse en sus desplazamientos a Tarazona de Aragón. En esta ocasión un motivo muy grato le llevaba a la ciudad del Queiles: su colaborador y amigo personal, Gregorio Modrego, canónigo lectoral de Tarazona de Aragón, había sido nombrado obispo auxiliar de Toledo. La fecha prevista para su consagración, en la catedral turiasonense, era el día 25 de julio, festividad de Santiago.
Aunque el deseo de Gomá fue no suspender lo previsto, y continuó viaje hacia Tarazona de Aragón, la consagración del doctor Modrego se pospondría para el mes de octubre. Ante la imposibilidad de regresar a Toledo (el palacio arzobispal había sido asaltado y convertido en cuartel general de los republicanos), Gomá marchará a Pamplona, donde encontrará relativo apacible refugio. Marcelino Olaechea, obispo de Pamplona, escribirá a la muerte del cardenal Gomá un artículo intitulado “El Gran Cardenal de España en Navarra”; allí se lee: “Sentó su cátedra en una humilde alcoba del Asilo de las Josefinas. En ella vivió como un novicio: separada la cama del recibidor por un pobrísimo biombo; calentado en los rígidos días de invierno, por una sencilla estufa, cuyo tufillo mareador hemos sufrido los eventuales contertulios, a pesar del delicadísimo cuidado que ponían las buenas monjitas. El cardenal no lo sentía. Se encontraba tan bien en el rincón del barrio de la Magdalena, como en el suntuoso palacio del Primado de las Españas: y fueron estériles cuantas instancias le hice para que nos honrara viviendo en nuestra casa [...]”. Varias veces viaja Gomá a Toledo, pero por motivos de seguridad, y consciente de que su estancia en la ciudad castellana provoca la ira del ejército republicano que aumenta los bombardeos a la misma, regresará a Pamplona, desde donde viajará varias veces al Vaticano.
El Papa le nombrará en audiencia del día 19 de diciembre de 1936, su “representante confidencial y oficioso” ante el Gobierno nacional. Será de esta audiencia de donde salga una declaración formal del Vaticano de adhesión al general Franco, pero no al Gobierno nacional. “Un buen paso para alivio de impacientes y para aproximaciones necesarias”, en carta de Gomá a su obispo auxiliar, el doctor Modrego, fechada el 13 de enero de 1937. Nueve meses durará la interinidad de Gomá ante el Gobierno nacional.
Intensa etapa en la que más de un centenar de informes se enviarán al Vaticano, y que servirán de preparación para el reconocimiento oficial por parte de la Santa Sede del nuevo régimen español, y el nombramiento de un representante oficial y no oficioso, como lo había sido Gomá. Fuerte será la intervención del cardenal en el nombramiento, y plena aceptación por parte del gobierno de Burgos de monseñor Hildebrando Antoniutti como encargado de Negocios de la Santa Sede ante España, paso previo y necesario para el nombramiento de nuncio, que se materializará designado para tal puesto al cardenal Cayetano Cicogniani, hasta entonces nuncio en Viena. Gomá habrá intentado que recayera el nombramiento en Antoniutti, para quien ya tenía, en privado, el placet del gobierno de Burgos. Con gran pesar de Gomá marchará Antoniutti a Canadá, para retornar a España ya como nuncio. Si en el nombramiento para ese cargo no intervino Gomá, sí había sido fuerte su intervención en la normalización de relaciones entre España y el Vaticano. Las simpatías entre el cardenal y el embajador de España ante la Santa Sede, José Yanguas Messía, fueron mutuas, pero a la historia no se le oculta el papel que en aquellos años realizó Gomá en España y en el Vaticano, actuando como un segundo embajador del Vaticano en España, y de España en el Vaticano.
Desde Belascoain (Navarra), en cuyo balneario trataba de curar una dolencia renal, y a donde había marchado desde Tarazona de Aragón tras la fallida consagración del doctor Modrego, a petición de los obispos de Pamplona y de Vitoria, Marcelino Olaechea y Mateo Múgica, redactará una pastoral que firmaron ambos prelados, denunciando la alianza del nacionalismo vasco-navarro con el Partido Comunista; carta pastoral que sería radiada en la zona y publicada en parte de la prensa local. No tendrá esta misiva la repercusión esperada, pues su difusión fue muy limitada, no pudiendo leerse en las parroquias, como era el deseo del cardenal primado. No será ésta la única intervención directa de Gomá en la problemática vasca. En junio de 1937, ante la inminente conquista de Bilbao por parte de las fuerzas nacionales, la Santa Sede le encargará gestione unas especiales condiciones de rendición dentro de la mayor benignidad posible (téngase en cuenta que el clero vasco se había declarado contrario a Franco). El Gobierno vasco no aceptó la rendición, y Bilbao sería tomado militarmente, y tendrán trascendental importancia las gestiones de Gomá ante el cuartel general de Franco, de donde obtendrá las máximas garantías. Y será en la inmediata posguerra cuando Gomá se encontrará con serios problemas por su defensa del bilingüismo. De origen catalán, conocía la importancia de la predicación en la lengua vernácula, y en su defensa escribirá en la pastoral Lecciones de la Guerra y deberes de la Paz, que será íntegramente censurada.
Durante el período de la Guerra Civil, con frecuencia convocará el cardenal reunión de la Conferencia Episcopal Española. Entre los días 10 y 13 de noviembre de 1937, en la Trapa de Venta de Baños (Burgos), se celebra una reunión extraordinaria donde ya se acordará elaborar un nomenclátor de sacerdotes y religiosos mártires.
En el Tesoro de la catedral de Toledo se conserva el báculo personal del doctor Gomá.
Asiste al Congreso de Apologética, en Vich, 1910 (centenario de Balmes); Congreso Litúrgico de Montserrat, 1915; Congreso Eucarístico Internacional de Ámsterdam, 1924; Asamblea Mariana de Covadonga, 1926; Congreso Eucarístico Internacional de Toledo, 1926; Congreso Mariano de Sevilla, 1929; Primer Congreso de Acción Católica de Madrid, 1929; Congreso Eucarístico Internacional de Cartago, 1930; Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires, 1934; Congreso Eucarístico Internacional de Budapest, 1938.
Defensor a ultranza del binomio Hispanidad y catolicismo. En su libro Hispanidad deja clara y contundente definición de un concepto que marcó la historia de España desde el siglo XVI, y afirmará: “Si el concepto de Cristiandad comprende y a la vez caracteriza a todos los pueblos cristianos, ¿por qué no ha de acuñarse otra palabra como ésta de la Hispanidad, que comprenda y caracterice la totalidad de los pueblos hispánicos? La palabra está ya acuñada y la usamos todos. Según esto, ¿qué es la Hispanidad? [...] Hispanidad es, ante todo, redención, que eso llevó España a América y a sus colonias: la Redención. La Hispanidad es vocablo ecuménico, susurra acentos de cristiandad, disuelve con la luz las diferencias, las razas y las fronteras y aspira a encarnarse en la Humanidad [...]. Que en Oriente y en Occidente, en el Aquilón y en el Mediodía, se llegue a alabar a Dios con la dulce lengua de Fray Luis, ¡eso es Hispanidad!”.
Gran canciller de la Orden de Isabel la Católica, orden en la que había ingresado al ser nombrado cardenal. Miembro de la Real Academia Española, año 1940 (Sillón T). Entre otras personalidades, este sillón fue ocupado por Pedro Téllez Girón, duque de Osuna; Jaime Balmes; Antonio de los Ríos y Rosas, y Gaspar Núñez de Arce; e inmediatamente antes del cardenal, Miguel de Unamuno. Miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas.
La antigua dolencia renal se declarará con toda crudeza en enero de 1940. El cáncer de riñón vencía al coloso. En el mes de marzo recibirá el Viático, con una solemnidad inusual. El enfermo aún resistirá hasta el mes de agosto. Pero antes, desde el lecho de muerte, aún dictará dos pastorales, Sufriendo y enseñando (22 de marzo de 1940) y Gloria y dolor del Hábeas Christi (21 de mayo de 1940), y su Testamento espiritual (2 de abril de 1940). En el mes de julio, ingresado en la clínica de Santa Cristina para el tratamiento de radioterapia, recibirá la visita personal de Francisco Franco. En julio, buscando una climatología más propicia, será trasladado a Pamplona. Marcelino Olaechea, en emocionado escrito a sus fieles les comunica: “Reside ya en el modestísimo cuartito de las Madres Josefinas, en ese cuartito en que se alzó el gran cardenal de España, luchando con su pluma rezumante de aristocracia mental, de afecto paterno y patriótico brío, contra todos los enemigos de Dios y de la Patria” (6 de julio de 1940). Fue deseo del cardenal morir en Toledo, y allí fue trasladado en la noche del 20 de agosto. En los últimos minutos del día 22, con plena lucidez mental y rodeado de familiares y amigos, moría este gran hombre. Portado su cadáver en andas del siglo XIV, y tras procesión en sentido inverso al de la procesión del Hábeas, sería enterrado Gomá en la capilla de la Virgen del Sagrario de la catedral toledana.
Obras de ~: Tradición y crítica en exégesis, Barcelona, 1910; El nuevo Salterio del Breviario Romano, Barcelona, 1914; Las modas y el lujo ante la ley cristiana, la sociedad y el arte, Barcelona, 1915; Valor educativo de la Liturgia Católica, Tarragona, 1918; María, Madre y Señora, Barcelona, 1920; Panegírico de San Agustín, San Lorenzo de El Escorial (Madrid), 1920; La Biblia y la predicación, Barcelona, Rafael Casullaras, 1927; Trascendencia actual del Papado, Tarazona de Aragón (Zaragoza), 1929; LXXV aniversario de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción, Tarazona de Aragón (Zaragoza), 1929; El Evangelio explicado, Barcelona, Editorial Blames, 1930, 4 vols.; Los Doctores de Cartago y la Comunión Eucarística, Tarazona de Aragón (Zaragoza), 1930; El XV centenario de Éfeso, Tarazona de Aragón (Zaragoza), 1931; El matrimonio: Explicación dialogada de la Encíclica “Casti Connubii”, Barcelona, 1931; La familia según el derecho natural y cristiano, Barcelona, Imprenta Giró, 1931; Horas graves, Barcelona, Casulleras, 1933; Apología de la Hispanidad, Buenos Aires, 1934; Jesucristo Redentor, Barcelona, 1934; Santo Tomás de Aquino y su época, Barcelona, 1934; La Eucaristía y la vida cristiana, Barcelona, 1934; Antilaicismo, Barcelona, Rafael Casullaras, 1935; Nuestra vuelta de Roma, Madrid, 1936; El caso de España, Pamplona, 1936; Carta abierta a José Antonio Aguirre, Barcelona, 1936; Carta colectiva del episcopado español, Pamplona, 1937; Catolicismo y Patria, Pamplona, Aramburu, 1939; Lecciones de la guerra y deberes de la paz, Toledo, 1939; Por Dios y por España, Barcelona, 1940; María Santísima, Barcelona, 1940; con G. Manacorda, Martirio e Risurrezione di Spagna, Brescia, Morcelliana, 1940; Los Santos Evangelios, Barcelona, 1940 (ed. en Argentina superior al millón de ejemplares).
Bibl.: C. Byle, El Mundo Católico y la Carta colectiva del Episcopado Español, Burgos, Rayfe, 1938; R. Casalleras, Por Dios y por España, 1940; C. Sánchez Aliseda, El pensamiento del cardenal Gomá sobre los seminarios, Toledo, Editorial Católica Toledana, 1941; F. M. Rovira, Ideas pedagógicas del cardenal Gomá, tesis de licenciatura, Barcelona, Universidad, facultad de Filosofía y Letras, sección de Ciencias de la Educación, 1965; F. Gutiérrez Lasanta, Tres cardenales hispánicos y un obispo hispanizante, Zaragoza, Talleres Editoriales El Noticiero, 1965; A. Granados, El cardenal Gomá, primado de España, Madrid, Espasa Calpe, 1969; M. L. Rodríguez Aisa, El cardenal Gomá y la guerra de España. Aspectos de la gestión pública del Primado. 1936/1939, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1981; A. L. García Ruiz, “El Cardenal Gomá y la Iglesia española durante la Guerra Civil. Estudio documental (abril-julio de 1938)”, en Revista Excerpta e diserta tionibus in sacra teología, vol. XXIX (1996); S. M. Barroso Sánchez-Lafuente, “El Cardenal Gomá y algunos problemas de la reconstrucción de la Iglesia Española”, en Revista Excerpta e diserta tionibus in sacra teología, vol. XXXIII (1997); J. Andrés-Gallego y A. M. Pazos, Archivo Gomá. Documentos de la Guerra Civil, Madrid, CSIC, 2001-2010, 13 vols.; A. Sainz-Pardo Moreno, Enrique Pla y Deniel. Un cardenal fiel y prudente, Madrid, Edibesa, 2008, págs. 39-42.
Luis Miguel Aparisi Laporta