Cantero Cuadrado, Pedro. Carrión de los Condes (Palencia), 23.II.1902 – 19.XII.1978. Teólogo, procurador en Cortes, miembro del Consejo del Reino y de Regencia, obispo de Barbastro y Huelva, arzobispo de Zaragoza, presidente de la Junta Nacional de Prensa Católica.
Estudió en el Seminario San Zoilo de su ciudad natal. Se doctoró en Filosofía y Teología por la Universidad de Comillas, y en Derecho Civil por la Universidad Central de Madrid. Ordenado sacerdote el 21 de marzo de 1926, fue destinado a Valladolid y allí destacó por sus trabajos en el campo social, pues fue asesor nacional de Cuestiones Morales y Religiosas de Auxilio Social, rector del Patronato de Nuestra Señora de Loreto, profesor de Doctrina Social de la Iglesia en el Instituto Central de Cultura Religiosa Superior y profesor de Religión en la Escuela de Aparejadores. Centró sus tareas apostólicas en el campo de la juventud y en el mundo del trabajo. Desarrolló también su inclinación al periodismo colaborando en los diarios Pueblo y Arriba, pertenecientes a la cadena del Movimiento; en el órgano oficial de la Acción Católica Española, Ecclesia, a cuyo consejo de redacción perteneció; y en el periódico Ya, de los Propagandistas Católicos, del que fue redactor. Por sus tareas periodísticas recibió varios premios de carácter literario. Fue nombrado obispo de Barbastro el 21 de diciembre de 1951 y el 27 de abril de 1952 recibió la consagración episcopal en la iglesia de San Zoilo de Carrión de los Condes, de los padres jesuitas, de manos del obispo de Madrid-Alcalá, Leopoldo Eijo y Garay. Eligió por lema episcopal: “La Verdad os hará libres”. Durante su estancia en Barbastro le fue concedida, por acuerdo unánime del ayuntamiento, la Medalla de Oro de la ciudad como reconocimiento a la intensa actividad desarrollada en la misma a pesar de la brevedad de su pontificado.
El 22 de octubre de 1953 fue nombrado primer obispo de la nueva diócesis de Huelva y en ella realizó una gran labor para crear y organizar las estructuras diocesanas fundamentales: catedral, cabildo, curia, seminario, etc. Trabajó también mediante el Plan Nacional de Alfabetización en la promoción de la diócesis y colaboró en los trabajos emprendidos para resolver los problemas derivados de la transformación industrial de la provincia, lo que le llevó a la creación de una comisión diocesana relacionada con el Polo de Promoción Industrial. Durante esos años supo combinar también su inclinación personal hacia el periodismo con su tarea pastoral. Fue presidente de la Junta Nacional de la Prensa Católica y trabajó para poner la prensa “al servicio de la verdad”. Por todo ello fue distinguido con el título de periodista de honor.
Nombrado arzobispo de Zaragoza el 20 de mayo de 1964, tomó posesión de la misma y el 16 de julio de 1964 entró oficialmente en la capital aragonesa, en la que permaneció hasta que, puesto su cargo a disposición del Papa cuando cumplió los setenta y cinco años, y aceptada su renuncia el 3 de junio de 1977, salió hacia su pueblo natal el 25 de junio de 1977, y allí vivió retirado hasta su muerte. Tuvo un pontificado caracterizado tanto en la vida nacional como de la Iglesia por acontecimientos fecundos y difíciles. Participó activamente en las cuatro sesiones del Concilio Vaticano II (1962-1965). Presidió el Secretariado Nacional de Formación Profesional de la Iglesia, la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social y el Secretariado Nacional de Ecumenismo. Fue creador y primer director de la Escuela de Periodismo de la Iglesia. También fue miembro del Secretariado Pontificio para la Unión de los Cristianos y de la Pontificia Comisión de Comunicaciones Sociales, y vocal de la Pontificia Academia Mariana Internacional.
Se destacó por su abierta e incondicional adhesión al régimen franquista en años de grandes transformaciones sociales, culturales y religiosas, cuando el Estado se confesaba católico y provocaba con ello fuertes tensiones político-religiosas y enfrentamientos abiertos entre las autoridades civiles y militares y miembros del clero y de la jerarquía eclesiástica. Por ello no tuvo inconveniente en asumir algunas responsabilidades políticas que, si bien le pudieron atraer duras críticas, respondieron siempre a su profundo sentido del deber y a su convicción de que la Iglesia debía colaborar con el Estado en favor del bien común. En los conflictos intraeclesiales, que caracterizaron la vida de la Iglesia y de la sociedad españolas en la primera década del postconcilio, no dudó en defender las posturas de los grupos de sacerdotes y fieles que deseaban mantenerse fieles a la tradición plurisecular de Estado católico y, por consiguiente, un tanto contrarios a las nuevas orientaciones conciliares en materia de libertad religiosa, pluralismo político y separación Iglesia-Estado, así como a las reformas de carácter estrictamente eclesiástico. En este sentido, acogió en su diócesis la asamblea de la Hermandad Sacerdotal Española, cuyas actividades nunca fueron aprobadas por la Santa Sede y tampoco por la Conferencia Episcopal Española, aunque unos pocos obispos mostraron cierta simpatía hacia sus miembros y algunas de sus discutibles iniciativas.
Por estas y otras razones tuvo fuertes enfrentamientos con sectores muy politizados del clero y del laicado, así como con otros sacerdotes que deseaban el distanciamiento del prelado de actividades ajenas a las estrictamente pastorales, que influían negativamente sobre la vida diocesana. Fue procurador en Cortes en las dos últimas legislaturas del régimen franquista, la IX y la X, por designación personal del Jefe del Estado, y miembro del Consejo del Reino. Ante él juró fidelidad a los principios constitucionales del Estado el nuevo rey Juan Carlos I el 22 de noviembre de 1975. Desde la muerte del general Franco, el 20 de noviembre de 1975, hasta la proclamación del nuevo rey de España, el día 22 sucesivo, le correspondió, junto con el presidente de las Cortes, Alejandro Rodríguez de Valcárcel, y el general Ángel Salas Larrazábal, asumir las funciones de la Jefatura de Estado, formando parte del Consejo de Regencia que hizo el traspaso de poderes. Tras las elecciones generales del 15 de junio de 1977 dejó de pertenecer a las Cortes españolas. Fue el último obispo que tuvo una intervención muy destacada en la vida política tanto por los cargos institucionales que desempeñó a los más altos niveles como por su participación activa en los debates de las Cortes en temas político-sociales. Se le concedieron las Medallas de Oro de Zaragoza y Huelva, la Gran Cruz de San Raimundo de Peñafort, la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén y fue caballero comendador de la Orden de Alfonso X el Sabio.
Obras de ~: La hora católica de España, Madrid, Ruta, 1942; Estudio histórico-canónico del Tribunal de la Rota española, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1946; España y la Santa Sede, Madrid, CSIC, 1948; Doce años de asistencia social en España: labor del Estado Español (1936-1948), Madrid, Oficina Informativa Española, 1948; En defensa de la unidad católica de España, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1953; El ordenamiento jurídico en la libertad de prensa, Pamplona, Gómez, 1960; La preparación cultural y profesional de los agricultores, Huelva, Tipografía Girón, 1962; Reflexiones acerca de la libertad religiosa en el ordenamiento jurídico actual de España, Madrid, Gráficas Benzal, 1963; Diálogos con el mundo actual, Huelva, 1964; Texto de las intervenciones en las Cortes Españolas acerca de los artículos 1.º y 4.º del Proyecto de Ley Sindical, Zaragoza, Talleres Gráficos La Editorial, 1970; Josemaría Escrivá de Balaguer: un hombre de Dios, Madrid, Palabra, 1992.
Bibl.: “Necrología”, en Boletín Eclesiástico Oficial del Arzobispado de Zaragoza, enero-febrero de 1979, págs. 9-11; V. Cárcel Ortí, Pablo VI y España (1963-1978), Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1997, págs. 302-304 y 368-370.
Vicente Cárcel Ortí