Alonso Hernández, Joaquín. Salamanca, 9.II.1905 – 12.X.1966. Fundador de la Congregación Misioneras de la Providencia.
De una familia profundamente cristiana, ocupa el tercer lugar de siete hermanos. Es bautizado el 16 del mismo mes en la parroquia de San Sebastián. Crece en un ambiente sencillo, alegre y familiar. El dolor irrumpe en su camino de una forma inesperada: muere su padre en 1912 y queda su madre viuda con siete hijos. En el año 1914 lleva internos al Colegio Virgen de la Vega que la Fundación Rodríguez Fabrés tiene en Salamanca para niños huérfanos, a dos de sus hijos Manolo y Joaquín. Allí recibe una esmerada formación religiosa y humana. Es un niño dócil, alegre, responsable y generoso, que toma en serio los estudios y su formación.
En 1916 comunica a sus superiores y a su madre su vocación sacerdotal y aceptada por ambos comienza sus estudios en el Seminario Menor. Inicia sus estudios de seminarista con la firmeza e ilusión que le caracterizan.
Los resultados son brillantes, pues se emplea a fondo en todo lo que hace. Tiene aptitudes para la música y forma parte de la Schola del Seminario.
Durante su estancia en el Seminario Mayor sigue clara la meta que se ha marcado: “Ser sacerdote de Cristo” en plenitud, dándole al Señor y a los demás lo mejor de sí mismo. En abril de 1927 recibe las órdenes menores; en Navidad el subdiaconado y a principios de 1928 el diaconado.
El 17 de junio de 1928 es ordenado sacerdote y celebra su primera misa el día 4 de julio en la iglesia de su Colegio Virgen de la Vega. La frase que elige para el recordatorio de su ordenación sacerdotal, tomada de santa Teresita del Niño Jesús es: “Trabajemos juntos en la salvación de las almas; no tenemos sino el único día de nuestra vida para salvarlas”.
Al tiempo que amplía sus estudios, realiza labores pastorales: confesor de niñas y jóvenes en el Colegio de las Adoratrices, director espiritual de almas que acuden a él, dirección de grupos de Ejercicios Espirituales [...] Todo en su ciudad natal.
El 27 de agosto de 1930 es nombrado capellán de las RR. Franciscanas del Zarzoso. Su permanencia en este lugar fue breve, edificante y silenciosa. En 1931 consigue la licenciatura en Sagrada Teología y el doctorado en Derecho Canónico.
El 30 de diciembre de ese mismo año es coadjutor de la parroquia de San Pablo en Salamanca, donde permanecerá entregado a un intenso apostolado, sobre todo con niños y jóvenes. El 15 de julio de 1932 es destinado a la parroquia de la Purísima, en la que continúa su vida apostólica de entrega a los demás. Desde las siete de la mañana, largas horas de confesionario, de orientación y guía espiritual, horas en las que irá formando a las almas, adentrándolas en la vida espiritual y la unión con Dios. El 4 de febrero de 1935 es nombrado consiliario de la Federación de Estudiantes Católicos en sus dos ramas masculina y femenina.
Más tarde se hace cargo sólo de la femenina, situada la sede de este movimiento en la calle Meléndez.
Reúne semanalmente a cada grupo y proyecta con ellos diferentes actividades apostólicas: Grupos de oración, catequesis en los barrios, atención y visitas a los enfermos, apoyo de estudios a los más necesitados intelectualmente, etc.
El 7 de noviembre de 1938 comienza la nueva misión, en ese momento difícil por la guerra civil, de capellán de la Prisión Provincial. Logra la recuperación de muchos presos a una vida social y cristiana. Les atiende religiosa, moral y humanamente.
El 1 de mayo de 1941 tiene una nueva tarea, la de profesor de Religión en la Escuela Normal de Magisterio. Su tarea se realiza con hondura de doctrina y exigencia en el trabajo. En este mismo año comienza a trabajar en una nueva labor, asesor religioso de la Unión Deportiva Salamanca, por la que intenta acercar a los futbolistas a Dios a través del deporte.
En octubre de 1949 comienza su obra cumbre sin apenas medios materiales: la Congregación Misioneras de la Providencia, con un carisma propio, confianza ilimitada en la Providencia Divina; un ideal, vivir de Dios para darse a los demás; y un estilo propio, llamativo sobre todo en aquellos tiempos: el “sobre anónimo” que permite la igualdad en la educación de todas las clases sociales.
Para ir comenzando una labor abren el primer Colegio de la Fundación. Está situado en el barrio del Arrabal del Puente (Salamanca) y recibe el nombre de la Encarnación. En julio de 1950 da un nuevo paso en su proyecto y convoca a las jóvenes colaboradoras a comenzar la vida en común en una casa situada en la calle Isidro Segovia. Sin dejar para nada sus apostolados, intensifica su dedicación a la Fundación para ponerle unos cimientos firmes que presenta al obispo de Salamanca para su aprobación.
La Congregación recibe la aprobación del obispo de Salamanca, el 2 de febrero de 1953, como Pía Unión.
Son tres las comunidades en Salamanca: la situada en la calle de Azafranal o de José Antonio, otra en plaza Episcopal, al lado del Obispado, y la comunidad del Colegio de la Encarnación, en el arrabal del Puente, dos de ellas llevan sendos colegios.
Animado por esto, Joaquín piensa, con la superiora general de la Congregación, Purificación Segurado Seisdedos, en la necesidad de extender esta obra a diferentes lugares. Para ello, prepara la primera casa fuera de Salamanca. Será en Calzada de Calatrava (Ciudad Real), en 1956. Posteriormente proyectan y lleva a cabo nuevas fundaciones en Talavera de la Reina (Toledo), y en Ávila. Piensan en la necesidad de una Casa de Formación o Noviciado donde las futuras misioneras se preparen para su vida de entrega y apostolado y comienzan a buscar lugares y terrenos apropiados para su construcción; será en Almenara de Tormes (Salamanca).
El 12 de octubre de 1966, cuando volvía con un grupo de misioneras de visitar las obras de dicha casa, sufre un accidente de automóvil. Trasladado inmediatamente al Hospital de la Santísima Trinidad de Salamanca, pocas horas más tarde muere recomendando a sus misioneras “que seáis muy buenas, que seáis muy fieles”. Es enterrado en el cementerio de San Carlos (Salamanca) al día siguiente 13, a las cinco de la tarde. Actualmente sus restos mortales descansan, desde 1982, en la capilla del colegio que las Misioneras tienen en Salamanca, donde él celebraba diariamente la Eucaristía.
Fue hombre de oración, de silencio, de interioridad, gran amante de María. Su entrega sacerdotal era ejemplar e impregnó toda su vida, en vivencias interiores, en permanente consejo, en entrega a los demás, sin cortapisas en el tiempo; desprovisto del más mínimo interés personal por lo material. Sobresale en la vida de caridad, en la donación de todo su tiempo y persona a los que necesitaban de él. Dejó una gran huella en todas las personas que lo trataron. La mayoría quedó impresionada por su personalidad y cualidades humanas y espirituales, así como por su actuación sacerdotal.
El 15 de octubre de 1983 recibe la Congregación el Nihil Obstat para ser erigida Congregación de Derecho Diocesano.
Obras de ~: Constituciones de la Congregación, Archivo Congregación; Las Virtudes de las Misioneras de la Providencia, Archivo Congregación; Advertencias y Consejos, Archivo Congregación.
Bibl.: Misioneras de la Providencia, Joaquín Alonso Hernández. Sacerdote, apóstol, fundador, Villares de la Reina (Salamanca), Misioneras de la Providencia-Imprenta Arco Iris, 2004; Testimonio-comunicación Hna. Soledad, Misionera de la Providencia.
José Martín Brocos Fernández