Lorenzana y Castro, Francisco de. España, p. s. XVII – ?, u. t. s. XVII. Ingeniero militar al servicio de la Monarquía Hispánica.
Don Francisco de Lorenzana y Castro era ingeniero del Real Cuerpo en 1646 cuando llegaba a Tortosa, en el marco de la sublevación de Cataluña y de una nueva guerra con Francia, donde permanecería trabajando en sus fortificaciones durante bastante tiempo. Sirvió anteriormente a la Monarquía Hispánica a lo largo de veinticuatro años en Milán, Flandes, Piamonte y Alemania. Sus conocimientos en ingeniería militar se habían forjado en la “guerra viva”, contando, además, con nociones contrastadas en diferentes frentes bélicos, así como con el bagaje intelectual de las escuelas de Matemáticas de Bruselas y Milán.
Trabajó en otras plazas, como Ribagorza, Alcañiz y Maella. Llegaba a Tortosa, “por orden de V. M. a asistir a fortificarla y proveerla de toda buena defensa”, como consecuencia de la petición al Consejo de Guerra de un ingeniero para Tortosa del marqués de Leganés, virrey de Cataluña, el 7 de mayo de 1646. En respuesta a la petición, el Consejo enviaba a Lorenzana desde Alcañiz, donde estaba trabajando, con sueldo de 40 escudos al mes.
Refiriéndose a Lorenzana, el marqués de Leganés decía: “El cual según la relación que me ha hecho el Veedor General lo fue de una compañía de infantería Ytaliana del Tercio del Maestre de Campo don Francisco Conti […] y estando en este Tercio se perdió esta compañía en la ocasión de Llorens gobernándola su alférez porque él se hallaba entonces asistiendo a las fortificaciones de Alcañiz […] y ser hombre de provecho en la materia de fortificaciones a que se añade la necesidad y falta que hay del en Tortosa”.
De común acuerdo con el gobernador, Lorenzana hacía una propuesta de las obras más necesarias de Tortosa, que eran en líneas generales las siguientes: en el Baluarte que cubre el puente de barcas en su orilla derecha, que era importante asegurar “porque está donde se ha de recibir el socorro de la frente del Reino de Valencia; Acabar de abrir el foso de este Baluarte; Hacer un revellín en el ángulo principal; Las fortificaciones de las puertas del Temple y San Francisco están dominadas por las colinas que tienen delante, y por ello, Conviene se levante una plataforma en el baluarte que está hecho en el Temple”. Añadía Lorenzana que “dañan mucho aquí las casas que se han dejado de derribar” y que esta fortificación es muy precisa, pues la muralla antigua está dominada por aquella parte que “con piedras se puede desalojar de ella a los soldados”.
El informe lo firmaba Lorenzana en Tortosa el 19 de junio de 1646. Un mes después la Junta de Guerra escribía a S. M. el 17 de julio de 1646, opinando que el ingeniero “vaya fortificando lo más preciso y que avise lo que costará, pero, no ha de empezar ahora sin acabar lo comenzado yendo de acuerdo con el Gobernador”.
En abril de 1647 en Tortosa preocupaban los cuantiosos gastos de la fortificación. Un afortunado envío de varios miles de escudos desde Vinaroz permitía “trabajar con toda diligencia” en las fortificaciones, aunque “como tantas son, durará poco este dinero”.
El 30 de julio de 1647 el ingeniero de las fortificaciones, don Francisco Lorenzana, como resumen de su actuación, remitía a S. M. dos plantas de Tortosa, “una del modo como se halla la plaza y otra en el modo como se habrá de fortificar, con sus relaciones y más particular el gasto una del modo como se halla la plaza y que era necesario para ellas y de lo falso que he hallado hecho y mal designado”.
Insistía en su informe que procuraba que las obras fuesen de poco gasto y defendidas con poca gente. Sobre las obras exteriores que estaba construyendo, era partidario de hacer fortificación en las “eminencias de afuera” y en los planos que envió van “lineadas las Atalayas y los dos Fuertes”. Consideraba que había acabado de perfeccionar el recinto y cortadura, pero debía quitarse “la fortificación de tierra y fagina que está del Temple al Convento de San Francisco”, porque “estaban dominadas por las dichas eminencias”.
Tras la capitulación de Tortosa ante los franceses el 12 de julio de 1648, se hizo insostenible el mantenimiento del tradicional esquema estratégico valenciano. El 14 de julio, una junta presidida por el virrey conde de Oropesa, a la que asistió el comandante del ejército de Aragón Francisco de Melo, aprobó la construcción de fortalezas en Vinaroz, Traiguera y Canet lo Roig. Las causas de la llegada de Lorenzana en agosto de 1648 a la frontera valenciana probablemente partieron de la orden de Felipe IV para levantar otra fortaleza real en Vinaroz pese a que el virrey prefería primar Traiguera. El rey insistió en la idoneidad de la villa marítima para albergar un ejército que obstaculizase el control de la costa por el enemigo. El proyecto presentado por Lorenzana consistía en fortificar Vinaroz mediante una fortaleza pentagonal con cinco baluartes, tres en la parte de tierra y dos delante del mar. La traza respondía a las condiciones favorables que ofrecía el terreno en el que se ubica la villa, a diferencia de Traiguera, lo que permitía un trazado de fortificación regular. Lorenzana añadió un revellín o media luna delante del nuevo portal de acceso a la plaza, prescindiendo de nuevas medias lunas y revellines. Lorenzana, por indicación del virrey, delineó primero un esquema general del trazado urbano de los arrabales para estudiar su demolición, siendo advertido de que la mayor parte de las casas del interior de la fortaleza debían permanecer en pie. Además, muchas de esas viviendas debían aprovecharse para formar el perímetro de la nueva fortificación. El proyecto final de la fortaleza delineado por don Francisco de Lorenzana dibujaba, como se ha advertido, un gran pentágono abaluartado, que circunvalaba la villa e incluía un foso.
En septiembre de 1648, surgió algún tipo de desencuentro entre el virrey y Lorenzana, que desembocó en la salida del ingeniero y la petición del conde de Oropesa de que se desplazasen a la frontera los ingenieros don Ventura de Tarragona y el jesuita Francisco de Isasi.
Bibl.: J. López Muiños, Algunos aspectos de la Ingeniería Militar española y el Cuerpo Técnico, Madrid, Ministerio de Defensa, 1993; C. Laorden Ramos, “Asedios y fortificaciones de Tortosa en el Siglo XVII, en Revista de historia militar, 97 (2005), págs. 51-98; J. J. de Castro Fernández y A. Cuadrado Basas, “Las fortificaciones de la corona hispánica en el Mediterráneo durante los siglos XVI y XVII (1492-1700)”, en Castillos de España: publicación de la Asociación Española de Amigos de los Castillos, nº extra 167-170 (2012), págs. 57-74; J. Hernández Ruano, “La fortificación del Reino de Valencia en la década de 1640 a la luz de la revolución militar”, en Estudis. Revista de Historia Moderna, 45 (2019), págs. 197-224; J. Hernández Ruano, “La muralla de los estados de vuestra excelencia’. La Fortaleza de Traiguera y los proyectos para la defensa de la frontera valenciana (1640-1650)”, en J. I. Fortea Pérez, J. E. Gelabert, R. López Vela y E. Postigo Castellanos (coords.), Monarquías en conflicto. Linajes y Noblezas en la articulación de la Monarquía Hispánica, vol. II, Madrid, Fundación Española de Historia Moderna - Universidad de Cantabria, 2020, págs. 207-221.
Juan Carrillo de Albornoz y Galbeño