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Pedro Fernández de Navarrete

Biografía

Fernández de Navarrete, Pedro. Navarrete (La Rioja), 26.XII.1647 ant. – 10.VII.1711. Militar, marino, almirante y gobernador militar.

Nació en el seno de una familia hidalga. Sus padres fueron Martín Fernández de Navarrete y López de Zárate y Catalina Ayala y Fernández. Como en Navarrete había mitad de oficios, tanto sus abuelos, como su padre, su hermano y él mismo fueron procuradores y alcaldes del estado noble de esa villa. Además, varios de sus familiares pertenecieron a alguna orden militar.

Su hermano Juan Francisco; el hijo de éste, Martín Fernández de Navarrete; su también sobrino Juan de Láriz Fernández Navarrete, hijo de su hermana Francisca y del maestre de campo y santiaguista Jacinto de Láriz; y el propio Pedro, fueron caballeros de Santiago.

Otro sobrino, hijo de su hermana Inés, Pedro Moreda, fue, a su vez, caballero de San Juan.

Tras iniciar sus estudios en Valladolid, y con apenas veinte años, comenzó a servir el 19 de junio de 1667, en que se le formó asiento, como capitán en una compañía de infantería española en el tercio del maestre de campo marqués de Jamaica, uno de los de la Armada del mar Océano. Buena parte de su carrera coincidió y se desarrolló durante el reinado de Carlos II. La debilidad de la Monarquía Católica era patente en toda Europa, siendo aprovechada por la política expansionista de Luis XIV. Francia se enfrentó con éxito a distintas coaliciones europeas de las que formó parte la Monarquía Católica, siendo la más perjudicada territorialmente en los distintos tratados de paz, en beneficio del Rey Sol. La actividad militar, muy poco afortunada para las fuerzas de Carlos II, fue prácticamente continua en aquellos años, cuando apenas existían recursos y fuerzas para oponerse a Francia.

La compañía de Fernández de Navarrete actuó en el Mediterráneo. Tuvo ocasión de participar en todas las acciones que se desarrollaron en esa área, pudiendo destacar la que tuvo lugar en 1670, de socorro a Gibraltar, para pasar luego a Ceuta y prevenir una posible invasión de esta plaza. También tuvo una actuación brillante cuando el príncipe de Monte Sacro conquistó el Peñón de Alhucemas en 1673, en especial en la toma de los fuertes de San Agustín y de San Carlos. El propio Monte Sacro dijo de él, según quedó reflejado en su relación de servicios, que “obró con gran punto y singular valor y que atiende mucho a conservar numerosa su compañía, gastando en ello su propio caudal y en sustentar reformados en las navegaciones y todos los cabos referidos le juzgan por sujeto de mucho provecho y mayores esperanzas en servicio de su majestad y digno de que se le adelante y haga merced”.

Poco tiempo después tuvo lugar la rebelión de Mesina (1674), con el apoyo de Francia, que envió una escuadra para ayudar a los rebeldes. La armada reunida en Barcelona para apoyar al ejército que luchaba en el Rosellón fue enviada a Sicilia. Allí estuvo Navarrete con su compañía, asistiendo todo el invierno en las costas de Mesina. Embarcó en la fragata La Concepción de Barcelona. Los franceses consiguieron enviar socorros en varias ocasiones a los sediciosos, destacando el enfrentamiento entre las escuadras francesa y española el 11 de febrero de 1675, jornada en la que estuvo presente el entonces capitán Navarrete, venciendo la francesa. Tras el combate, Navarrete, que se trasladó con la Armada a Nápoles, pasó a ser capitán de una compañía de caballos corazas de las que se levantaron para la defensa de aquel reino (patente del virrey marqués de Astorga y San Román de 11 de julio de 1675). No obstante, Navarrete, haciendo uso de la licencia concedida por el virrey, volvió a servir en la Armada a los dos meses (13 de septiembre).

Ocupó plaza en la compañía del capitán Pedro Ponce de León, una de las del tercio del maestre de campo Agustín de Guzmán.

La situación era tan delicada en el Mediterráneo, que se pactó con las Provincias Unidas el envío de una escuadra holandesa, en apoyo de la española, al mando del almirante Ruyter, a cambio, entre otras condiciones, de concesiones en el comercio de las Indias. A finales de 1675 se reunieron las escuadras combinadas en Sicilia. Pocos días más tarde tuvo lugar el enfrentamiento contra la escuadra francesa en la batalla de Stromboli (8 de enero de 1676), de resultado incierto. Algunos meses más tarde, tras prorrogar el plazo de la alianza con las Provincias Unidas, tuvo lugar un nuevo combate en Agosta el 22 de abril.

El combate fue favorable para las fuerzas combinadas; sin embargo, sufrieron la pérdida irreparable de Ruyter.

Navarrete participó en esta batalla embarcado en el galeón San Bernardo, que brillantemente capitaneó Agustín de Guzmán, a cargo del manejo de la artillería baja “por la inteligencia que en ella tiene”. El almirante holandés fue sustituido por su segundo, Haen. Éste no tenía ni la habilidad ni la pericia de su predecesor.

Sus fuerzas se retiraron a Palermo. Hasta allí les persiguió la escuadra francesa. El almirante holandés impuso sus planes a sus subordinados. El combate tuvo lugar el 2 de junio, sufriendo graves pérdidas la armada hispano-holandesa, más por la disposición de los navíos que por la acción de los franceses. Navarrete participó en esta jornada, destinado en el mismo puesto. Ese mismo año fue nombrado caballero de la Orden de Santiago.

Tras cumplirse la prórroga del tratado, la armada holandesa abandonó Sicilia (agosto de 1676). Los franceses quedaron en una situación muy ventajosa que no supieron aprovechar. Mientras, tenía lugar el matrimonio de Guillermo III de Orange con María Estuardo, estableciendo una alianza anglo-holandesa.

Luis XIV, ante esta nueva situación, aseguró alguno de sus éxitos. Por la paz de Nimega, la Monarquía Católica perdía definitivamente el Franco Condado y parte de Flandes; sin embargo, los franceses se retiraban de Mesina. España salió bien librada en este frente, pese a no haber vencido en él; sin embargo, sirvió para distraer fuerzas que, quizás, se hubiesen podido emplear mejor en Cataluña o Flandes. Además en 1677, los argelinos sitiaban Orán, siendo también comprometida la situación en Melilla y Alhucemas.

La paz, dada la ambición de Luis XIV, no pudo ser definitiva, pese al matrimonio de Carlos II con María Luisa de Orleans. En los años siguientes no faltaron los problemas: se produjeron nuevos asaltos por parte de los moros al Peñón de Vélez de la Gomera y a Ceuta, cercaron Orán y ganaron la plaza de Mámora; incluso una escuadra de Brandeburgo intentó asaltar la flota de las Antillas. Por si esto era poco, el Rey Sol volvió a invadir Flandes en 1683, rindiendo Luxemburgo y sitiando Gerona. España tuvo que aceptar la tregua de Ratisbona, cediendo Luxemburgo. No contento con sus éxitos, Luis XIV atacó Génova, lo que llevó a la creación de la Liga de Augsburgo, de la que formó parte España junto al Imperio, Suecia y algunos príncipes alemanes, para mantener los tratados de Nimega y Ratisbona. Mientras, Navarrete progresaba en su carrera, pasó a teniente de maestre de campo general y llegó a maestre de campo de infantería española teniendo su propio tercio.

La debilidad naval de España impidió su participación en la alianza que promovió el Emperador contra los turcos; sin embargo, envió ayuda económica y ofreció un contingente militar. La derrota de los otomanos en el este de Europa tuvo repercusiones para España. Desligado de Constantinopla, el bey de Argel promovió acciones contra los presidios españoles.

Orán fue cercada en 1688, y el duque de Veragua se hizo cargo del mando de la plaza. Allí acudió Navarrete con su tercio, permaneciendo en ese presidio por espacio de catorce meses. También fueron atacadas Melilla y Larache, que se perdió en 1689.

Un año antes había tenido lugar la “Gloriosa Revolución” en Inglaterra, que supuso la llegada al poder de Guillermo III de Orange y la íntima unión de Inglaterra y Holanda, las potencias marítimas. Por el asunto de Colonia, Francia estaba en guerra contra la Liga de Augsburgo. Los ejércitos franceses invadieron Cataluña y amenazaron Barcelona. El virrey duque de Villahermosa dio orden, el 19 de julio de 1689, a Fernando de Silva, capitán general de las galeras de Cerdeña, de que fuese a Orán y transportase a Cataluña al tercio de Fernández Navarrete, que tenía además dos compañías en Ceuta. Según algunas fuentes, el desembarco de Navarrete en Barcelona tuvo lugar dos años después, concretamente en 1691. Poco más tarde, Navarrete, al ser el maestre de campo más antiguo, fue nombrado teniente general de la Armada del mar Océano por Carlos II (algunas fuentes hablan de almirante general). Navarrete, al tener conocimiento de estar vaco el empleo de gobernador de la Armada de Flandes por fallecimiento de su titular (Mateo Maes murió en Nápoles el 20 de enero de 1693), solicitó el cargo. Recibió el título de almirante de la Armada de Flandes el 14 de mayo de 1693 con 3.000 escudos de salario al año.

La guerra contra Francia, que llegó a bombardear Alicante y conquistar Barcelona, continuó hasta la paz de Ryswick (1697). Prácticamente se recuperaron las fronteras de la paz de Nimega. Europa estaba atenta y preocupada por la herencia de Carlos II, en especial Luis XIV y Leopoldo I.

Navarrete en estos años se encargó de proteger la llegada de los navíos de las Indias (el 23 de diciembre de 1693 se le ordenó custodiar la llegada de los navíos de Buenos Aires con los seis mejores buques de su escuadra en el cabo de San Vicente; el 29 de octubre de 1696, con el galeón Carlos II y el Príncipe, estaba buscando la Armada en Los Cabos). También debía hacerse cargo de la Armada en ausencia del gobernador general (21 de agosto de 1696). No obstante, en esta actividad también tuvo algún percance.

Concretamente en 1699, el navío Carlos II de setenta cañones, que estaba bajo su mando, quedó anegado por una tormenta sobre el cabo de San Vicente, la tripulación se salvó en otros bajeles de la escuadra.

El breve período de paz tras Ryswick hizo posible prestar más atención a los presidios del norte de África y mejorar algo las condiciones de la Armada del mar Océano. Pero los problemas continuaban; en 1698, una compañía de escoceses se estableció en el golfo de Darién, en Rancho Viejo. Carlos II otorgó título de gobernador de Mar y Tierra a Pedro Fernández de Navarrete (27 de septiembre de 1699), con salario de 1.000 escudos al mes, para expulsar a los escoceses, si bien el Consejo de Guerra hizo el nombramiento unos meses antes (29 de junio). Fernández Navarrete sólo estaba supeditado al virrey del Perú. Se hizo el máximo esfuerzo para organizar la expedición; se reunió una decena de buques de mediano porte para transportar dos mil hombres organizados en dos tercios. Fernández Navarrete recibió un título de maestre de campo general de la Armada del Océano en propiedad el 8 de abril de 1700; sin embargo, al no existir este empleo, fue sustituido por el de almirante general en propiedad el 14 del mismo mes. Se le dieron las instrucciones para la expedición el 14 de mayo y zarpó de Cádiz el 19 de junio de 1700. Esta fuerza no tuvo necesidad de actuar, cuando llegó a Cartagena de Indias (18 de agosto), los escoceses ya habían capitulado ante el gobernador Juan Pimienta (13 de abril). Tras dejar tres buques para refuerzo de las Indias, la expedición regresó a Cádiz el 17 de marzo de 1701. Pese a la brevedad del viaje, la salud de Navarrete quedó resentida. Además tuvo problemas en cuanto a la guardia que le correspondía por el cargo que ocupaba. Navarrete entendía que, al haber sido nombrado gobernador de Mar y Tierra, tenía derecho a una compañía mandada por un capitán; el Consejo de Guerra opinaba que el cargo de gobernador sólo fue para la campaña del Darién, y que una vez finalizada volvía a su cargo de almirante general, teniendo una escolta de 25 hombres mandada por un alférez.

La situación política había cambiado en España. Las alianzas se habían invertido. Carlos II había muerto el 1 de noviembre de 1700. En su testamento había nombrado heredero a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV, con la esperanza de que no se desmembrase la Monarquía Católica. Felipe V, siguiendo las directrices de su abuelo, favoreció a los franceses en el tráfico con las Indias, les concedió el asiento para el comercio de esclavos e introdujo guarniciones francesas en Flandes. La posición del embajador francés de turno, durante la primera década del siglo XVIII, fue de hecho la de un primer ministro de España. La declaración de Luis XIV manteniendo los derechos sucesorios de Felipe V al trono de San Luis fue una auténtica provocación. Las potencias marítimas, que vieron peligrar su comercio con América, y ante la hegemonía francesa, apoyaron las aspiraciones del candidato austrino Carlos, segundo hijo del emperador Leopoldo I. Los austrinos contaban con simpatías en los territorios de la Corona de Aragón.

La guerra estalló en 1702. Las comunicaciones con América se vieron muy afectadas, dependiendo de la armada francesa. Cádiz sufrió un duro ataque, participando Fernández de Navarrete en la defensa de la plaza. La flota que venía de las Indias arribó a Vigo.

Aunque se salvó el tesoro, se perdieron los buques. En la primera década del siglo, España perdió prácticamente todas sus naves. Las armadas de Carlos II eran reducidas pero no inexistentes. Durante la Guerra de Sucesión se perdieron casi todos los buques por los combates y la falta de carenas; y lo peor era que no había posibilidad de reponerlos.

Fernández de Navarrete, tras haber rechazado una petición de licencia para restablecer su salud, elevó un memorial en febrero de 1703 quejándose de su situación económica, ya que había vuelto a su antiguo salario de 3.000 escudos. Se le aumentó a 6.000 escudos por vía de encomienda. La cantidad incrementada se le pagó al principio por la factoría de la Armada. Más tarde, Fernández de Navarrete fue nombrado comendador de Torres y Cañamares, encomienda de la Orden de Santiago. La presencia anglo-holandesa continuaba en el Estrecho. Gibraltar fue ocupado en agosto de 1704. Hubo intentos para recuperar la plaza, en los que participó Fernández de Navarrete, sin conseguir su objetivo. Francia envió su armada que se enfrentó a la angloholandesa, frente a Málaga, el 24 de agosto. Ambos contendientes se declararon victoriosos; sin embargo, los franceses se retiraron para no volver y los ingleses aflojaron su presión en el Estrecho, y sobre Cádiz en particular. También se comenzó a reorganizar el sistema de flotas de Indias, con la presencia de asesores franceses y sus colaboradores españoles. Se apartó de esta función a las instituciones tradicionales (Casa de Contratación, Consulado de Sevilla y Universidad de Mareantes). En el envío de las flotas tuvo un papel destacado Fernández Navarrete entre 1705 y 1706, si bien el almirante tuvo problemas con los asesores franceses.

En 1705 se promulgó un reglamento para el personal de la Armada del Océano (19 de junio), que supuso el primer intento para organizar los efectivos humanos de la marina de guerra, afectando a Navarrete por ocupar el segundo puesto de este cuerpo. Al año siguiente, el almirante denunció la situación de la Marina y la actitud de algunos franceses, precisamente en el momento álgido de su influencia. La apatía fue haciendo presa en el almirante general, aunque fue brevemente gobernador general interino por la ausencia del conde de Fernán Núñez, y así lo manifestó Pedro de los Ríos, nuevo gobernador general de la Armada, que reprimió a Fernández Navarrete por no asistir a una junta convocada, por haber “arrimado su bastón” (12 de octubre de 1706). Al año siguiente fue nombrado gobernador de las Armas de Guipúzcoa (17 de julio de 1707). Desde este puesto se hizo cargo de los fondos que trajo la flota de 1708, que arribó a Pasajes el 27 de agosto.

Pocas fechas más tarde, el 3 de septiembre, una Junta presidida por el duque de Veragua se ocupaba de la reorganización y potenciación de la Marina; Fernández Navarrete aparece como almirante general en la relación de sus miembros. Pero este organismo no llegó a nada concreto, las medidas efectivas para el resurgir de la Armada comenzaron a tomarse después de 1710.

La situación bélica hizo a Luis XIV replantear el apoyo a su nieto en 1709 y entablar conversaciones con los aliados. La consecuencia fue la pérdida de influencia francesa, simbolizada por la salida del embajador Amelot. Felipe V se mantenía por el apoyo de sus súbditos, fundamentalmente castellanos. La situación mejoró a lo largo de 1710 con las victorias de Brihuega y Villaviciosa. Ese mismo año, Fernández Navarrete solicitó licencia para ir a Navarrete a reponerse. Allí murió soltero el 10 de julio de 1711.

 

Obras de ~: Representación hecha a S. M. de orden del Capitán General de la Armada; Relación circunstancial dada a S. M. del estado en que dejó las plazas de Tierra Firme a su vuelta de la expedición de Darién; Derrotero para las flotas que van a Nueva España y Vocabulario de términos de marina (inéd.).

 

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional, Órdenes Militares, Santiago, exp. 2996, expedientillo 4675, leg. 4324; Museo Naval, colección Vargas Ponce T. XXX, docs. 137, 141, t. 13 B, docs. 149, colección Sanz de Barutell, ms. 374, docs. 452, 454, 493 y 516, ms. 384, docs. 1843, 1915, 1932, 1938 y 1986, ms. 395, docs. 1761, 1840 y 1901; Biblioteca Nacional de España, ms. 2399, doc. 164, ms. 2400 docs. 212 y 213; Archivo General de Simancas, Guerra y Marina, servicios militares leg. 73; Estado 4166; Archivo General Militar (Segovia), Personal, célebre caja 53, exp. 6.

F. de P. Pavía, Galería biográfica de los generales de Marina, jefes y personajes notables que figuraron en la misma corporación de 1700 a 1868, vol. II, Madrid, 1873; C. Fernández Duro, Armada española desde la unión de los Reinos de Castilla y Aragón, vols. V y VI, Madrid, Museo Naval, 1973; P. E. Pérez- Mallaina Bueno, Política naval española en el Atlántico 1700-1715, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos- Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1982; M. Artola Gallego (dir.), Enciclopedia de Historia de España, vol. IV, Madrid, Alianza Editoral, 1991; J. I. Sáenz-Díez, Los riojanos en América, Madrid, Mapfre, 1992; D. A. Perona Tomás, Los orígenes del Ministerio de Marina. La Secretaría de Estado y del Despacho de Marina 1714-1808, Madrid, Ministerio de Defensa. Instituto de Historia y Cultura Naval, 1998; VV. AA., Personajes de la Historia de España, Madrid, Espasa Calpe, 1999; C. de Castro, A la sombra de Felipe V. José de Grimaldo, ministro responsable (1703-1726), Madrid, Marcial Pons, 2004.

 

Dionisio A. Perona Tomás