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Magdalena de Guzmán

Biografía

Guzmán, Magdalena de. Marquesa del Valle (II). ?, p. m. s. XVI – Madrid, 18.X.1621.

Dama de la reina Isabel de Valois, dueña de honor de la reina Margarita de Austria y camarera mayor de la reina Isabel de Borbón.

Hija de Lope de Guzmán y Guzmán de Aragón, oidor de la Audiencia y Chancillería de Granada, gentilhombre de cámara de Felipe II y maestresala de la reina Isabel de Valois. Su madre fue Leonor de Luján.

Dama de la reina Isabel de Valois, en 1567 fue encerrada en el convento de Santa Fe de Toledo por haber mantenido, sin el consentimiento del rey Felipe II, una relación amorosa con el primogénito del duque de Alba, Fadrique de Toledo. Éste había prometido matrimonio a Magdalena sin haber consultado previamente al Rey, motivo suficiente para recluirla a ella y condenar a Fadrique a dos destierros: Orán y Flandes, seguidos de una larga prisión en Tordesillas.

Mientras el pleito se resolvía en los órganos burocráticos de la Monarquía, Fadrique, aconsejado por su padre el duque de Alba (que no quería que su primogénito se uniera a una dama de orígenes judeoconversos), salió sin permiso de su prisión en octubre de 1578 y contrajo matrimonio con su prima María de Toledo, una mujer considerada más digna para el heredero del duque de Alba. Tal desacato a la autoridad del Monarca, que pretendía resolver el asunto casando a la agraviada Magdalena con Fadrique, provocó el destierro y prisión del mismísimo duque de Alba, una escandalosa reclusión que terminó con una carta de perdón que el Grande dirigió al Rey.

Magdalena, tras múltiples súplicas y ayudada por sus familiares, obtuvo la libertad en 1581. En octubre de ese mismo año se casó con Martín Cortés, marqués del Valle, hijo del conquistador Hernán Cortés.

El matrimonio duró ocho años y no tuvo descendencia.

En 1589, viuda, Magdalena de Guzmán, II marquesa del Valle, fue nombrada dueña de honor de la reina Margarita de Austria. Dotada de carisma y ambición, Magdalena entró a formar parte del círculo íntimo de la Reina. Su labor mediadora entre la Soberana y aquellos personajes que deseaban congraciarse con ella no pasó desapercibida al duque de Lerma que, al parecer, sentía afecto político por la dama, pues en 1601 fue elegida aya de la infanta Ana Mauricia, futura reina de Francia. Sin embargo, las veleidades de la vida cortesana pasaron factura a la activa dama: involucrada en intrigas palaciegas, que aún no han sido desveladas, fue expulsada de palacio en 1603. Su salida del Alcázar causó gran impresión, ya que se realizó sin señalar motivos y sin esperar a que Magdalena se recuperara de unas fiebres que por aquellos días le aquejaban. Estuvo un tiempo desterrada en Toledo, hasta que fue trasladada a la fortaleza de Santorcaz, a dos leguas de Alcalá de Henares.

Su detención no fue aislada: el 12 de enero de 1604 apresaron a su sobrina y secretaria, la dama Ana de Mendoza, que fue enviada a la fortaleza de Brihuega; y el 13 de marzo fue arrestada la condesa de Castelar, Beatriz Ramírez de Mendoza. En Simancas, Magdalena de Guzmán y su sobrina Ana de Mendoza fueron interrogadas y su sentencia fue la de prisión perpetua, aunque finalmente sólo cumplieron cuatro años de reclusión, seguidos de una estancia en una residencia religiosa de Logroño. Su expulsión de Madrid y posterior encarcelamiento causaron una fuerte conmoción en los círculos de la opinión pública de la época.

En los mentideros, los pasquines se hicieron eco de las detenciones efectuadas en palacio, realizadas por motivos tan graves como desconocidos. El misterio ha envuelto el caso de Magdalena a lo largo de los siglos y la documentación conservada, muy detallada en cuanto a los hechos, no aclara las causas profundas de la condena. En los papelones, Magdalena se convirtió en una víctima del duque de Lerma, que, curiosamente, siempre fue considerado por la marquesa un gran amigo, aún después de su detención, tal y como confirman las amables cartas que le dirigió.

Existen varias hipótesis sobre los motivos de su arresto: la interpretación más extendida acusa al duque de Lerma de la desgracia política de Magdalena, que, como principal confidente de la reina Margarita de Austria, se habría convertido en un estorbo para el valido, deseoso de aminorar la influencia de la Reina y su círculo en palacio. Esta explicación, que parece tan coherente, pierde su valor al comprobar la ayuda prestada por el duque a doña Magdalena a lo largo de su cautiverio y al examinar la intensa y cariñosa correspondencia que ambos mantuvieron, sobre todo tras la caída del duque en 1618. Compruébese en este párrafo la devoción que Lerma sentía por la marquesa del Valle: “Hizo Dios a vuestra señoría la misma gentileza y nobleza y la más honrada mujer del mundo y sólo doña Magdalena hace esto conmigo. El día de oy pido a Dios vida para entrambos y espero en él que no me la quitará sin aver yo servido a V.S. y reconocido tan grandes mercedes y la de estas palabras, amiga y señora mía, no sé cómo se pueden pagar sin verter la sangre por ello y en servicio de V.S. véame las entrañas que ellas quedan adorando a V.S. [...] porque todos los pesares me quita allar buena correspondencia y aun alguna desesperación me a apartado el favor y amistad que he allado en Vuestra Señoría. Deme de la mano y acuérdese, amiga, de mi”. Doña Magdalena correspondía fielmente a este sentimiento de amistad tal y como demuestran las palabras de esta misiva: “Aquí me tiene V.E. con la verdad que aquí muestro y con la ternura que pide una verdadera y fiel amistad, desahoguese V.E., no cuyde sino de Dios y de sí mismo, hartos cuidados ha tenido y pues save V.E. el fruto que se saca dellos cuide de sí sólo pues lo tiene delante de los ojos”. Leyendo estas epístolas es difícil imaginar la implicación directa del duque de Lerma en el arresto y prisión de doña Magdalena.

No obstante los interrogantes siguen abiertos. Contarini apuntó la existencia de un verdadero complot femenino en palacio, trama que tendría inevitables conexiones en el exterior y cuyo fondo afectaría a graves cuestiones de política internacional. No pasó desapercibido entre los contemporáneos el casual o determinante origen saboyano de algunas de las damas arrestadas: Ana de Mendoza había vuelto a la Corte de Madrid tras servir a la infanta Catalina Micaela en la corte de Turín. Las oscuras y fluctuantes relaciones políticas entre la Monarquía hispánica y el ducado de Saboya emergen como eje conductor de una posible conspiración de índole internacional sustentada por redes de poder femeninas en la Corte de Margarita de Austria. Michele Olivari ha resaltado recientemente esta hipótesis que trata de arrojar luz sobre un caso demasiado opaco para ser alentado, de la manera que lo fue, por la publicidad de la época.

Al margen de las típicas hojas volanderas que se distribuían por los mentideros de la villa y corte de Madrid, la fama de la marquesa del Valle se extendió en el tiempo y en el espacio. Mito, leyenda y realidad confluyeron en un caso quizá sobrevalorado precisamente por el misterio que lo envuelve. Hasta Quevedo citó a doña Magdalena en sus Grandes Anales de Quince días: “Aquella señora que atesoro créditos en las prisiones que tuvo, mas misteriosas que justificadas, y que la vida que le ha sobrado de la demasia de los trabajos, abrigada en el esfuerzo valiente, la ha guardado para servir a la succession de SM con ley canonizada a fuerza de enemigos”.

Durante su reclusión en Logroño, doña Magdalena llevó una vida ejemplar bordando mantos para las vírgenes de iglesias pobres. En 1608 hizo un discreto viaje a Madrid, y finalmente, en abril de 1621, tras la muerte de Felipe III, volvió a palacio como dama de la reina Isabel de Borbón, esposa de Felipe IV. Doña Magdalena de Guzmán, II marquesa del Valle, falleció en Madrid el 18 de octubre de 1621. Sin duda, el enigma y la fascinación rodearon a esta mujer a lo largo de su vida y aún ahora, siglos después de su muerte, sus aventuras y desventuras siguen despertando la curiosidad de los historiadores.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional (Madrid), Patronato eclesiástico, leg. 10; Archivo General de Indias (Sevilla), Real Patronato, 1.1. 3/17, n.º 11; Archivo General de Simancas, Patronato eclesiástico, leg. 5; Biblioteca Nacional de España, Ms. 8512, fol. 130; Ms. 18422, fol. 277; Ms. 3207, fol. 694-695; Ms. 981, fol. 267.

J. Sepúlveda, “Historia de varios sucesos y de las cosas notables que han acaecido en España y otras naciones desde el año de 1584 hasta el de 1603”, en J. Zarcos Cuevas (ed.), Documentos para la Historia del monasterio de San Lorenzo el Real de El Escorial, vol. IV, Madrid, Imprenta Sáez, 1924; F. Buendía (ed.), Obras completas de Francisco de Quevedo y Villegas, t. I, Madrid, Editorial Aguilar, 1958, pág. 738; L. Fernández Martín, “La marquesa del Valle: una vida dramática en la corte de los Austrias”, en Hispania. Revista Española de Historia, 143 (1979), págs. 560-638; L. Cabrera de Córdoba, Relaciones de las cosas sucedidas en la Corte de España desde 1599 hasta 1614, prefacio de R. García Cárcel, Valladolid, Consejería de Educación y Cultura, 1997 (reprod. de la ed. de Madrid, Imprenta de J. Martín Alegría, 1857); M. Sánchez, The Empress, the Queen and the Nun. Women and Power of Philip III of Spain, Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1998, págs. 42-44, 51-52, 93-94, 100-102, 133 y 174; M. V. López-Cordón, “Entre damas anda el juego: las camareras mayores de palacio en la edad moderna”, en Cuadernos de Historia Moderna. Anejos (2003), pág. 127; M. J. Rodríquez Salgado, “Una perfecta princesa. Casa y vida de la reina Isabel de Valois (1559-1568). Primera parte”, en Cuadernos de Historia Moderna. Anejos, 2 (2003), págs. 62-63; S. Martínez Hernández, El marqués de Velada y la Corte en los reinados de Felipe II y Felipe III, Valladolid, Consejería de Cultura y Turismo, 2004, pág. 169; M. Olivari, “La marquesa del Valle: un caso de protagonismo político femenino en la España de Felipe II”, en Historia Social, 57 (2007), págs. 99-126.

 

Laura Oliván Santaliestra