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Vasco de la Zarza

Biografía

Zarza, Vasco de la. ?, ú. t. s. XV – Ávila, 21.IX.1524. Escultor y arquitecto.

Fue hijo del escudero Juan de la Zarza y de Juana Núñez, acomodados terratenientes avecindados en Ávila, pero moradores en el lugar de Grandes (hoy, Grandes y San Martín). Tuvo, al menos, dos hermanos, Francisco y Pedro de la Zarza. Relacionado por lazos de parentesco con diversos linajes de la sociedad media-alta, contrajo matrimonio dos veces: en primer lugar, con María del Águila, de quien tuvo dos hijos, Juana Núñez (casada posteriormente con su primer oficial, Juan de Arévalo), y Catalina del Águila que entraría monja en el monasterio franciscano de Las Gordillas. De su segundo matrimonio con María Castrillo tuvo otros dos hijos, Alonso de la Zarza, escribano, y María Castrillo, quien fallecería en el monasterio agustino de Nuestra Señora de Gracia, el año 1526, sin llegar a profesar. Vecino y morador en la capital abulense, tenía su casa en el barrio de Santo Domingo, perteneciente a la Cuadrilla de San Juan —señorial por excelencia— ostentando la condición de “hijodalgo”. Por su origen y el de sus dos mujeres, estaba emparentado con familias tales como las de los Águila, Castrillo, Peraltas, Navarros y Sedano.

Sus comienzos en el campo artístico son desconocidos, ignorándose todo lo que se refiere a los talleres y maestros que pudiera haber frecuentado. El primer dato en su biografía sigue siendo el ofrecido en 1914 por Pérez Sedano, en relación con una escultura de San Gregorio que pagara a Zarza el Cabildo de la Catedral de Toledo el año 1499. A partir de ese momento y hasta 1508 sólo hay noticias de carácter familiar. Posteriormente se le documenta de una manera más continuada, pero siempre con grandes lagunas.

Aparte de la referida escultura de San Gregorio, las primeras obras conocidas del maestro se centrarán en la catedral abulense. El mecenazgo del obispo Carrillo de Albornoz, en el solio desde 1497, será de gran importancia para Zarza quien se moverá casi exclusivamente entre la alta sociedad civil o eclesiástica, tanto por el valimiento del obispo como de otros personajes abulenses que le introdujeron en los círculos de los Mendoza, Carrillos y Acuñas.

A comienzos del siglo XVI, la catedral abulense estaba embarcada en numerosas obras: construcción del claustro y nuevas capillas, reforma del presbiterio, instalación del coro... La portada de la sala capitular es obra realizada en los primeros años del pontificado de Carrillo de Albornoz (1497-1514), cuyo escudo presenta un tenante. La ejecución debió correr pareja con la capilla de la Librería (1495-1502), aunque la forma de hacer de Vasco de la Zarza, siempre se aleja de los planteamientos góticos dando un aire pre-renaciente a dicha portada. Después realizaría el claustro de la catedral, en compañía de Pedro de Viniegra, importante maestro de obras local. Posteriormente, y sin dejar la dirección de las obras, será la escultura su principal ocupación. En 1509 tallará el marco para el retablo mayor que comenzara Berruguete, continuara Bartolomé de Santa Cruz y concluyera Juan de Borgoña. Esta muestra de la escultura de Vasco de la Zarza le relaciona ya con los talleres italianos y los círculos humanísticos (utilización de sirenas, faunos y sátiros extraídos de narraciones clásicas), que tendrán un desarrollo pleno en la siguiente obra, quizá la más conocida de Zarza, el sepulcro del obispo Alonso de Madrigal, “El Tostado”.

Alonso de Madrigal fue obispo de Ávila apenas dos años, falleciendo el 4 de septiembre de 1455. Nacido en Madrigal y criado en Arévalo, desarrolló en Salamanca sus dotes para el estudio y la enseñanza, principalmente sobre las Escrituras, pero también en otros campos como el Derecho, la Política y las Humanidades. Dejó una dotación de 60.000 maravedís para aniversarios y limosnas parte de la cual se utilizaría, medio siglo después, para la erección de su sepulcro. La iniciativa de Carrillo de Albornoz, y la acogida del cabildo a la propuesta, supusieron la definitiva reforma y decoración de la girola catedralicia llevada a cabo por Vasco de la Zarza. El sepulcro, concluido en septiembre de 1511, está realizado en alabastro de Cogolludo (lugar de donde se proveía habitualmente el Cabildo) y se concibe como un arco de triunfo sobre un basamento, remontado por un ático cuadrado y un remate circular. El basamento se compone de cinco nichos avenerados donde se asientan otras tantas Virtudes (Caridad, Prudencia, Templanza, Justicia y Fortaleza), vestidas con ligeras túnicas y tocadas con adornos de flores, a excepción de la Justicia y la Fortaleza que lo hacen con casco de guerrero. La parte central del monumento está ocupada por la robusta figura del obispo (al que flanquean la Fe y la Esperanza), sentado en sitial, apoyado en un atril, ocupado en la tarea cotidiana de escritor, nueva concepción entre los sepulcros españoles de la época que ha obligado a buscar la inspiración en el de Inocencio VIII, en San Pedro de Roma, obra de Antonio Pollaiuolo, o en el de Dante, en Rávena, debido a la mano de Pietro Lombardo. A espaldas de “El Tostado”, gran medallón con la Adoración de los Reyes. La cabalgata discurre por el friso intercalando camellos, jinetes y músicos, de manera similar a los frisos lombardos y napolitanos. El Nacimiento de Jesús ocupa el ático. Todo el monumento está profusamente ornamentado utilizando un amplio repertorio de motivos realizados con gran perfección técnica e imaginación en lo decorativo: sirenas, arpías y esfinges de variados modelos; ninfas, sátiros y centauros, así como numerosos animales y vegetales; trofeos, bucráneos, flores y guirnaldas se distribuyen por toda la superficie. En su momento, el efecto decorativo se acentuaba con el dorado que cubría gran parte del sepulcro.

Entre 1509 y 1512 Vasco de la Zarza compartió con Juan del Águila I algunas labores de talla para la caja del nuevo órgano de la iglesia de San Pedro (desaparecido). Igualmente, sin poder precisar con exactitud la fecha, ingresó como cofrade en la Hermandad de Sonsoles, con la que se comprometió a dar “un Cristo asentado en el madero”, promesa que se ignora si llegó a cumplir. Entre 1511 y 1513 se realizarían las cuatro capillas dedicadas a los evangelistas en la girola de la catedral, que flanquean el sepulcro de “El Tostado”. Integrantes del mismo conjunto decorativo, se organizan de modo semejante al sepulcro, aunque dotadas de una mayor sencillez material y formal, donde el alabastro se sustituye por la caliza y la terracota, reduciéndose las escenas e imágenes en número y tamaño. Se evita la monotonía con una alternancia de elementos sustentantes, pilares y columnas, así como en los frontones de los áticos, curvos y triangulares. Para su ejecución Zarza se apoyó en gran manera en la labor del taller, apreciable, sobre todo, en las imágenes, ya que la decoración es siempre un capítulo aparte en toda la obra atribuida al maestro.

Dada la formación integral de los artistas de esta época, Zarza alternará la arquitectura con la escultura y, en su calidad de maestro de obras, emitirá diversos informes técnicos y valoración de obras ajenas por encargo de los comitentes civiles o eclesiásticos. En este cometido, en 1511 daría su opinión sobre el traslado del Hospital de las Ánimas a una nueva ubicación, en 1512 presentaría al municipio abulense sus condiciones para la realización de la traída de aguas a la ciudad, en 1514 comenzará la capilla de La Caridad de Santa María de Jesús (hoy llamada de Las Nieves) -que no vería terminada-, actuaría, en este mismo año, de árbitro en la contienda de los maestros Juan Campero y Pedro de Guelmes para la disolución del contrato de compañía que tenían y sería uno de los avalistas del rejero fray Francisco de Salamanca, encargado de la reja para la capilla de la Librería catedralicia (hoy capilla del Cardenal).

El vacío documental entre 1515 y 1517 puede relacionarse con obras tales como la capilla de Santa Ana en la Colegiata de Ampudia (Palencia), que realizaría por encargo del chantre abulense, pariente de su segunda mujer, Alonso Castrillo de Ampudia. En esta obra se conjuga tanto la arquitectura como la escultura, de la que ha subsistido parte del retablo con el grupo titular de Santa Ana, la Virgen y el Niño, en alabastro, remontado por un Calvario.

En 1517 realizará un acuerdo con Juan Campero para la restauración de diversos tramos de la muralla de Ávila, lo cual no le impidió acudir a Guadalupe, donde la comunidad de frailes jerónimos le había encargando la realización de un claustro cuyas obras quedarían interrumpidas dos años después. Zarza vuelve a su ciudad a donde el cabildo había llamado a Domenico Fancelli para tasar las obras pendientes de pago, entre las que se citan las capillas (“El Tostado” y los evangelistas), la pila... “e otras cosas”.

Esta referencia a la pila debemos entenderla en relación con la exedra donde se ubicó y pie sobre el que se apoyó una pila alemana del siglo XIV. Este basamento, de 70 centímetros de altura, realizado en alabastro, está decorado con dragones entrelazados por cuellos y colas, así como por cabezas de carneros que sujetan guirnaldas florales de indudable influencia romana, tan frecuente en la obra de Vasco de la Zarza. Por lo que se refiere a la exedra, se encajó en el muro colindante con la capilla de San Miguel, a los pies de la iglesia. Realizada en materiales pobres (ladrillo y estuco), se pintó y doró para realzar su efecto decorativo. La influencia italiana –siempre en la mente de Vasco de la Zarza-, tiene su principal exponente en los niños saltarines, tenantes de los escudos, reflejo del “putto con delfin” del Verrocchio.

También en estos años, sin poder precisar desde cuándo, Vasco de la Zarza realizaba el sepulcro de quien fuera su principal valedor, el obispo Alonso Carrillo de Albornoz (fallecido en 1514), que estaba instalado en su capilla de San Ildefonso de la catedral toledana en marzo de 1519, fecha en la que el cabildo giraba visita para ver “... si estaba bien el oro en el bulto del obispo de Ávila”. Su estructura es la misma que en el sepulcro de El Tostado (arcosolio sobre basamento con las Virtudes, friso, ático y remate), pero la mayor amplitud del lugar permitió su extensión a lo ancho. Las mayores diferencias entre ambos sepulcros se observan en el material y la iconografía. En el sepulcro de Carrillo hay una alternancia de alabastro, piedra y terracota que después de dorado y pintado produce un gran efecto acentuado por la luminosidad de la capilla. La imagen del obispo, yacente sobre urna, sigue el esquema tradicional en los sepulcros. Ocupa el fondo del arco la Misa de San Gregorio, muy adecuada en los enterramientos y, en los laterales, San Francisco recibiendo los estigmas y San Jerónimo penitente, que pudieran ser devoción particular del obispo. Asomado sobre el yacente aparece el busto del Salvador, de rostro enérgico, similar al que pusiera Zarza en la portada de la Sala Capitular abulense. La idea se asemeja a la de Torrigiano en el sepulcro Young de Londres, aunque desprovisto de los ángeles que allí le flanquean. En el ático, bella imagen de la Virgen y el Niño, una de las manifestaciones más frecuentes en el arte de Zarza. No hay en el sepulcro ningún programa complicado ni dilemas intelectuales. Todo él, como es habitual en el maestro, se encuentra profusamente decorado con pegasos y niños saltarines, sirenas, bichas y flores y, como caso único en su obra, la firma bajo la figura de la Prudencia: “Çarça”.

En 1520, se encontraba en San Bartolomé de Lupiana (Guadalajara), opinando con Alonso de Covarrubias, sobre el lugar más apropiado para ubicar el nuevo convento e iglesia que la comunidad jerónima pretendía levantar. A partir de este año, las obras de la catedral abulense aumentan de ritmo, tanto en arquitectura como en escultura. En este campo, Zarza tiene en su haber obras tales como los altares del crucero (terminados posteriormente por sus seguidores), la reforma de la capilla del Sagrario (retablo, mesa, armarios y cajones, portada y puertas) o los facistoles. De manera especial hay que mencionar la ejecución de la custodia del altar mayor, pequeño tabernáculo de alabastro concebido en forma de retablo, con indudable inspiración en el que Andrea Sansovino tallara para la capilla Corbinelli en Santo Spirito de Florencia (Italia), reinterpretado por Zarza a la manera lombarda. En sus calles se representan escenas del Ciclo de la Pasión (Resurrección de Lázaro, Oración en el Huerto, Última Cena, Lavatorio de Pies, las Treinta Monedas y Prendimiento), realizadas con gran expresividad pese a su pequeño tamaño.

En 1523 Zarza fue llamado por el Cabildo salmantino para opinar sobre la forma de culminar las obras de su nueva catedral. A la junta de expertos asistieron maestros de reconocido prestigio como Juan de Badajoz, Francisco de Colonia, Enrique Egas y Juan de Rasines. Los informes en los que Zarza intervendría fueron tres: uno por su propia cuenta, un segundo con Rasines y Egas y un tercero sólo con Rasines en el que ambos propusieron una solución moderna, de naves a igual altura, tipo salón, que no prosperó.

En noviembre de 1523, contratará, en unión de Alonso Berruguete, el retablo del monasterio jerónimo de La Mejorada por encargo particular de Francisca de Zúñiga. En este lugar estaba Zarza en julio de 1524, fecha en que fue requerido por el municipio abulense para la terminación de las obras que hacía con Campero en la muralla desde siete años antes. Es un año en que la peste se había apoderado de media Castilla y la preocupación por “la salud de la ciudad” se recoge de manera insistente en las Actas Municipales. En septiembre, la epidemia se había extendido, y la atención municipal hacia pobres y enfermos, se intensifica. Vasco de la Zarza, posiblemente contagiado del mal, falleció el 21 de dicho mes, día de San Mateo. Fue enterrado en la iglesia de Santiago, de donde era parroquiano. Quizá marcase el lugar de enterramiento un relieve en alabastro de Dios Padre, hoy adornado con cartelas barrocas, que se acerca mucho a la manera de hacer del escultor.

En el elenco de obras de Vasco de la Zarza hay un elevado número que no están documentadas, pero se le atribuyen por similitud, lo que algunos autores llaman “el estilo de Zarza”. Otras muchas, aún conociendo su autoría, se ignora el momento de su ejecución y algunas que, iniciadas por el maestro, fueron terminadas por sus seguidores, a quienes se conoce hoy día como la Escuela de Zarza.

Muy posiblemente el arte de Vasco de la Zarza se fraguara en los monumentos sepulcrales. La tradición sepulcral en Castilla tuvo un gran peso y se mantuvo aún más si cabe durante los años de la vida del escultor, en una sociedad nobiliaria en la que, de forma casi exclusiva, se mueve. Además de los ya referidos de “El Tostado” y Carrillo de Albornoz, Zarza realizó o intervino en los siguientes: Sepulcro de Íñigo López Carrillo, en la capilla de San Ildefonso de Toledo. Era hermano del obispo Carrillo de Albornoz y virrey de Cerdeña. Fallecido en 1491, sus hijos quedaron bajo la tutela del obispo. Su sepulcro, contiguo al de Carrillo, ocupa un lucillo gótico preexistente. Se trata de un yacente con armadura, realizado con una cuidada factura que se pone de manifiesto en los almohadones sobre los que se apoya y en el frontal, donde se concentra la decoración heráldica, con animales fantásticos flanqueando el escudo de armas, que se corresponden con la más delicada labor salida del taller de Vasco de la Zarza. El modelo se repite con pocas variantes en otros tales como: Sepulcro de Bernaldino Barrientos, señor de Serranos de la Torre, anejo a Zapardiel de la Cañada (Ávila). Sucesor en el mayorazgo del obispo Lope Barrientos, era su madre Juana Carrillo y su abuela Mencía Carrillo, mujer del condestable López Dávalos. Se ubicó en la ermita de Serranos (hoy despoblado) donde ha permanecido hasta su reciente traslado parcial al Museo Provincial de Ávila, ya que el lucillo se mantiene en dicha iglesia que ha sido adaptada para vivienda. Recubierto con casetones florales, se flanquea con pilastras decoradas con trofeos militares. En un lateral, primoroso relieve de la Virgen con el Niño bendiciendo al difunto. Los escudos de Barrientos y los de sus dos mujeres (Guzmanes y Figueroas), que deberían aparecer en el frontal, se encuentran adornando las paredes de la habitación; Sepulcro de Ruy González y Beatriz de Castañeda, en San Nicolás de Madrigal (Ávila). Los yacentes, siguen el modelo de caballero armado y dama utilizado por Zarza en su producción, con pocas variaciones. Sobre la rosca del arco, pequeño grupo de La Piedad, similar al que remata la custodia del altar mayor en la catedral abulense; Sepulcro (desaparecido) de Álvaro y Luis Daza, marido e hijo de Francisca de Zúñiga, en el monasterio de La Mejorada de Olmedo (Valladolid); Sepulcros de Pedro Hurtado de Mendoza y Juana de Valencia (atribución), en San Ginés de Guadalajara. Son los únicos de entre su obra conocida que se representan en actitud orante. Su inspiración podría haber sido el sepulcro del virrey Fernando de Acuña, en la capilla de Santa Ágata de la Catedral de Catania (Sicilia) y cuyo dibujo original se conserva. Zarza fue encargado de realizar el sepulcro de María Dávila, viuda del virrey, pero al fallecer sin hacerlo, fue su yerno, el también escultor Juan de Arévalo, quien se encargó de la obra; Sepulcro del canónigo Gregorio Fernández (atribuido), hoy en la iglesia Magistral de Alcalá de Henares; Sepulcros de Gutierre de la Cueva y Mencía Enríquez (posible intervención), hoy en la Hispanic Society de Nueva York.

Por semejanza con la obra de Zarza, se le atribuyen también los sepulcros de Andrés Martínez, en la parroquial de Flores de Ávila (Ávila) y el de los de los hermanos Ortega y Bravo de Laguna, en la Colegiata de Berlanga de Duero (Soria). Éste, si bien sigue los planteamientos zarzianos, está muy lejos de la forma de hacer del maestro y su entorno abulense.

En el campo de la escultura, Vasco de la Zarza realizó otras obras cuya datación no se conoce, como el grupo de Santa María de Jesús del Monasterio de Clarisas de Las Gordillas en Ávila —que formaba parte de un primitivo retablo, hoy desaparecido—, 7, también en dicha ciudad.

En su faceta de maestro de obras (el título de “arquitecto” será de uso posterior), además de las citadas anteriormente, Zarza tiene en su haber o participó de manera decisiva en las siguientes: inicio de la reforma de la parroquial de Fontiveros (Ávila), reforma de la casa de Velada, (propiedad de Teresa Carrillo), casa del licenciado Garcibáñez de Mújica (hoy Diputación Provincial), casa de Juan Vázquez Rengifo (hoy Siervas de María), capilla del arcediano Pedro de Aza (llamada de Las Cuevas), en la catedral abulense, casa de Juan de Contreras (hoy Archivo General Militar) y fachada del Hospital de Santa Cruz en Toledo.

Alrededor de Vasco de la Zarza se formaron y colaboraron numerosos artistas, principalmente, su yerno, Juan de Arévalo, su sobrino, Diego de la Zarza y los escultores Juan Rodríguez y Lucas Giraldo, quienes continuaron las obras iniciadas por el maestro si bien, poco después, Juan de Arévalo se trasladaría a Toledo, donde falleció en 1534. Por su parte, la trayectoria de Diego de la Zarza le condujo a Lisboa, manteniéndose Giraldo y Rodríguez a la cabeza de las obras, tanto de arquitectura como de escultura, durante el siguiente cuarto de siglo.

 

Obras de ~: Arquitectura: Portada de la Sala Capitular, Catedral de Ávila, c. 1500; con P. de Viniegra, Claustro, Catedral de Ávila, c. 1505; Capillas dedicadas a los evangelistas, Catedral de Ávila, 1511-1513; Capilla de Santa Ana, Colegiata de Ampudia (Palencia), 1515-1517; inicio de la reforma de la parroquial, Fontiveros (Ávila), reforma de la casa de Velada, (propiedad de Teresa Carrillo), s. f.; Casa del licenciado Garcibáñez de Mújica (hoy Diputación Provincial), s. f.; Casa de Juan Vázquez Rengifo (hoy Siervas de María), s. f.; Capilla del arcediano Pedro de Aza (llamada de Las Cuevas), Catedral de Ávila, s. f.; Casa de Juan de Contreras (hoy Archivo General Militar), s. f.; fachada del Hospital de Santa Cruz en Toledo, s. f.

Escultura: San Gregorio, Catedral de Toledo, 1499; Marco para el retablo mayor, Catedral de Ávila, 1509; con J. de Águila I, Órgano, Iglesia de San Pedro, 1509-1512 (desapar.); Pila bautismal y exedra, Ávila, c. 1515; Sepulcro del obispo Alonso Madrigal “El Tostado”, Catedral de Ávila, 1511; Sepulcro de Alonso Carrillo de Albornoz, Catedral de Toledo, c. 1519; Altares de crucero, reforma de la capilla del Sagrario, facistoles y custodia del altar mayor, Catedral de Ávila, 1520-1522; Sepulcro de Iñigo López Carrillo, Capilla de San Ildefonso, Catedral de Toledo, 1491; Sepulcro de Bernaldino Barrientos, Zapardiel de la Cañada (Ávila); Sepulcro de Ruy González y Beatriz de Castañeda, San Nicolás de Madrigal (Ávila); Sepulcro de Álvaro y Luis Daza, Monasterio de La Mejorada de Olmedo (Valladolid), (desaparecido); Sepulcros de Pedro Hurtado de Mendoza y Juana de Valencia, San Ginés de Guadalajara (atrib.); Sepulcro del canónigo Gregorio Fernández, Iglesia Magistral de Alcalá de Henares (atrib.); Sepulcros de Gutierre de la cueva y Mencía Enríquez, Hispanic Society de Nueva York; Sepulcro de Andrés Martínez, Parroquia de Flores de Ávila (Ávila); Sepulcro de los hermanos Ortega y Bravo de Laguna, Colegiata de Berlanga del Duero (Soria); Grupo de Santa María de Jesús, Monasterio de Clarisas de Las Gordillas (Ávila), s. f.; Virgen con el Niño y San Juanito, iglesia de El Herradón (Ávila), s. f., Virgen con el Niño, iglesia de Cardeñosa (Ávila), s. f., Virgen con el Niño del sepulcro de doña María Dávila, Monasterio de Las Gordillas, s. f.; Ecce Homo, casa de Ochoa de Aguirre (Ávila), s. f.; Escudo, Monasterio de La Encarnación (Ávila), s. f.

 

Bibl.: M. Gómez-Moreno, “Vasco de la Zarza, escultor”, en La Lectura (Madrid), febrero de 1907, págs. 110-124; “Vasco de la Zarza, escultor”, en Boletín de la Sociedad Castellana de Excursiones (Valladolid), IV (1909-1910), págs. 149-158; F. Pérez Sedano, “Noticias del Archivo de la Catedral de Toledo”, en Datos documentales para la Historia del Arte Español (Madrid), I (1914), pág. 21; M.ª E. Gómez-Moreno Rodríguez, “Nota bibliográfica sobre ‘Castillian Sculpture Gothic to Renaissance’ de Beatrice Gilman Proske”, en Estudios Segovianos (Segovia), III (1951), págs. 529-535; B. G. Proske, Castillian Sculpture Gothic to Renaissance, New York, Hispanic Society of América, 1951; F. Chueca Goitia, La Catedral de Salamanca, Salamanca, Universidad, 1951; J. M. Azcárate Ristori, Escultura del siglo XVI, en M. Almagro Basch et al., Ars Hispaniae: historia universal del arte hispánico, Madrid, Plus Ultra, 1958; J. Camón Aznar, Escultura y rejería española del Siglo XVI, en J. Pijoán (dir.), Summa artis: historia general del Arte, Madrid, Espasa Calpe, 1961; E. García Chico, “El retablo del Monasterio de La Mejorada”, en Felipe II, Valladolid, Diputación Provincial, 1961-1962, n.º 21-23, págs. 40- 41; B. G. Proske, “The tomb of Beltrán de la Cueva de Cuellar”, en Actas del XIII Congreso Internacional de Historia del Arte, vol. II, Granada, 1973, pág. 385; F. Portela Sandoval, Vasco de la Zarza: el sepulcro de El Tostado, Madrid, Editorial La Muralla, 1974; F. Portela Sandoval, “Vasco de la Zarza en Palencia”, en Goya (Madrid), n.º 127 (1975), págs. 18-21; M.ª J. Ruiz-Ayúcar, “El sepulcro y la laude de El Tostado”, en Archivo Español de Arte (AEA) (Madrid), n.º 213 (1981); M. Gómez-Moreno, Catálogo Monumental de Ávila, Ávila, Diputación Provincial, 1983; E. Ruiz Ayúcar, Sepulcros artísticos de Ávila (pequeña historia local), Ávila, Institución Gran Duque de Alba, 1985; “Inventario de bienes de Vasco de la Zarza”, en AEA, n.º 233 (1986), págs. 77-81; M. J. Redondo Cantera, El sepulcro en España en el Siglo XVI. Tipología e Iconografía, Madrid, Ministerio de Cultura, 1987; M.ª J. Ruiz-Ayúcar, Vasco de la Zarza y su Escuela. Documentos, Ávila, Diputación Provincial, 1998; La primera generación de escultores del Siglo XVI en Ávila. Vasco de la Zarza y su Escuela, tesis doctoral, Madrid, Universidad Complutense, 1990 (inéd.); “Virgen con Niño”, “El Sepulcro de El Tostado”, “La Pila del Bautismo”, en VV. AA., Testigos. Las Edades del Hombre, catálogo de exposición, Salamanca, Fundación Las Edades del Hombre, 2004, págs. 266-268, págs. 606-608 y págs. 618-619, respect.

 

María Jesús Ruiz-Ayúcar Zurdo