Amigo de Sevilha, Pedr’. ¿Galicia?, s. XIII. Juglar.
Juglar activo entre 1268 y 1285, adscrito a la corte de Alfonso el Sabio. Es autor de un cancionero muy amplio, de treinta y seis cantigas, de las que cuatro son de amor, diez, de amigo, diez y ocho, de escarnio y tres, tensones, más una pastorela.
De sus tensones con Johan Baveca, Johan Vasquiz de Talaveira y Vasco Perez Pardal, todos documentados en el período alfonsí, se desprende su actuación en esta corte, ratificada por su intervención en el ciclo de sátiras contra la Balteira, la sátira contra Lourenço y diversos indicios de otras composiciones, cuidadosamente analizadas por G. Marroni. Por otra parte, una de sus composiciones (Marroni, 1968: n.º 18) contiene alusiones a hechos históricos (la familia Axkilula, aliados de Alfonso X, y el daño infligido por los musulmanes a Jerez) que han sido datados desde 1245-1246 (C. Michaëlis) hasta 1274-1275 (G. Marroni), propuesta, esta última, que me parece enteramente satisfactoria. Por otra parte, su sátira contra “don Estevam” puede referir a Esteban Fernández de Castro, merino mayor de Galicia, con ocasión de la revuelta de los nobles en 1271-1273, a quien quizá se dirige también bajo el nombre fingido de “Ferran Diaz Escalho”. Todos los datos del más diverso origen (relaciones literarias, referencias históricas y documentos) inducen a la conclusión de que se trata de un juglar al servicio de la corte de Alfonso X.
Desde comienzos de siglo, se aceptaba su identificación con un clérigo de origen gallego, de la zona de Betanzos, que aparece en documentos de 1260, 1261 y 1275, fue luego canónigo de la catedral de Oviedo (documentos de 1288 y 1289), y testó como canónigo de Salamanca en 1302, siempre en relación con juglares. Sin embargo, existe un juglar de este nombre al que Alfonso el Sabio donó unas casas en el repartimiento de Jerez de la Frontera (c. 1268), coincidiendo con el período de su producción poética y el de sus vinculaciones políticas y literarias conocidas; todo ello permite aceptar sin lugar a dudas esta segunda identificación. Probablemente sea el mismo que en Sevilla, en 1285, fue testigo del testamento de Juan Fernández, hermano de Gonzalo Rodríguez Juglar, en el que otorgaba una manda al monasterio de Monfero; en tal caso, quedaría asegurado su origen gallego y su afincamiento definitivo en la ciudad de la que tomó su nombre.
La cantiga de amor, escasamente representada en su obra, destaca sin embargo por su pericia técnica; una de ellas está escrita en coblas doblas, otra, en coblas unissonans, y si bien recurre a esquemas estróficos sencillos y, en dos casos, a la cantiga de refram, más simple en su concepción, es particularmente complejo el recurso al dobre y al mozdobre, combinados con el mot-refrany y el encabalgamiento. Su pastorela (Marroni, 1968: n.º 5) es, probablemente, la más cercana a los modelos occitánicos y franceses por el tono cortés del diálogo, por el vocabulario (entendedor, uso amplio de términos feudales), por la complejidad del diálogo y el desarrollo argumental y por diversos detalles de su trama: la oferta de regalos y la aceptación final del caballero por la pastora. En conjunto, es la menos influida por los elementos habituales de la cantiga de amigo y bien pudiera derivar de la más antigua conocida en provenzal, la de Marcabrú.
En varios de estos aspectos, así como en situar el argumento en Santiago de Compostela, y más concretamente junto al río Sar, emparenta con la de Johan Airas de Santiago y es probable que debamos vincular ambas composiciones. En efecto, Sancho IV peregrinó a Santiago en septiembre de 1286, y fue un viaje de importantes connotaciones políticas: desde que lo hiciera San Fernando en 1232, ningún rey castellano había pisado esta ciudad, pues Alfonso X vivió en continuo enfrentamiento con el arzobispado.
Es en las cantigas de amigo donde el juglar demuestra su dominio de la tradición poética. Introdujo recursos más propios de la cantiga de amor, como las coblas doblas, y estableció lazos inusuales entre las rimas de una composición haciendo que asonaran entre ellas. Utilizó también la fiinda, poco frecuente en este género (doble en las n.os 13 y 14), y la estrofa de meestría, más afín con la de amor (Marroni, 1968: n.os 11 y 13), si bien supo cultivar también las formas de paralelismo más cercanas a los modelos tradicionales (Marroni, 1968: n.º 9, por ejemplo). Los personajes femeninos y las situaciones tópicas de la escuela, como el diálogo, están también perfectamente trazados. Sobresale por su repetición el motivo del amor recíproco y la fidelidad, hasta el punto de que la joven afirma que confía en su amigo incluso cuando habla con otra (Marroni, 1968: n.º 13) y le ordena que cante a otra para engañar a quienes los vigilan y obstaculizan su propio amor (Marroni, 1968: n.º 14).
Por ser menos frecuente en la escuela, citaré la autoalabanza, el elogio del propio arte a través de la amiga (que desea averiguar si su nueva canción le está o no dedicada, n.º 12), o los celos de la madre, que teme perder a su hija en manos del enamorado (Marroni, 1968: n.º 16). Entre el grupo de las cantigas de escarnio, aparte de los debates satíricos y las sátiras contra otros trovadores (Johan Baveca y Pero d'Ambroa en particular, así como el ciclo de la Balteira), destacan las parodias del amor cortés (Marroni, 1968: n.º 21: amada venal, que vende sus favores, y 22: vieja, fea y licenciosa); el partimen con Johan Baveca, por otra parte, es posible que trasluzca motivos comunes al De amore de Andreas Capelanus y resulta uno de los dos únicos representantes del género en esta lengua, notable por tanto por un elevado grado de provenzalismo. En Pediu oj’un ric’ome (Marroni, 1968: n.º 35) hizo uso del eufemismo para una ruda sátira antisodomítica contra un ricohombre desconocido. Es interesante subrayar una innovación técnica de su escuela: una composición donde la expresión Joham Baveca e Pero d'Ambrõa constituye por sí sola los versos 1, 4 y 7 de cada composición, artificio conocido por los provenzales con el nombre de canso redonda.
Todo ello nos lo muestra como un autor bien considerado por el rey Alfonso, vinculado a su casa y sus empresas poéticas y muy bien relacionado con el mundo literario de su tiempo, particularmente ligado a la tradición occitana. De su prestigio en la escuela da fe el hecho de que un trovador portugués, Johan de Gracia, medio siglo después citara el primer verso de una de sus cantigas de amor (A melhor dona que eu nunca vi) como cierre de una de sus composiciones (Meus amigos, pois me Deus foy mostrar), coincidiendo con otras citas pertenecientes al rey portugués Don Denís y a Johan Vasquiz de Talaveira, trovador al servicio de Sancho IV.
Obras de ~: [“Poemas”], en G. Marroni, “Le poesie di Pedr’ Amigo de Sevilha”, en Annali dell'Istituto Universitario Orientale, X (1968), págs. 189-340.
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Vicenç Beltrán