Marginet, Pedro. ?, s. m. s. XIV – Poblet (Tarragona), c. 1435. Monje cisterciense (OCist.), cillerero, apóstata y, ya convertido, ermitaño de Poblet, con fama de santidad.
Con prudencia, apunta Altisent que, en casos como el suyo, es preciso distinguir lo que es histórico, sin duda alguna, de la leyenda piadosa, aunque ésta, desde luego, no es pura invención.
Atestiguan documentos de la época que, hacia 1403- 1404, fue mayoral de la villa del señorío pobletano de El Vilosell, y en 1411, o poco antes, comenzó su controvertida gestión como cillerero del monasterio. Ya en 1415, gozaba de extendida fama de santidad, como atestigua una carta de Fernando I de Antequera (el primer rey Trastámara de la Corona de Aragón, tras el Compromiso de Caspe), y más adelante, en 1419, su firma aparece también, tras la del prior e inmediatamente antes del cillerero mayor, la larga lista de monjes y conversos que aceptaron la constitución apostólica del papa Martín V (Odón Colonna) In eminenti Apostolicae Sedis, dada en Florencia el 10 de abril de 1419, sobre la carta que enviara el abad Juan Martínez de Mengucho pidiendo que se autorizara a la comunidad a adoptar la abstinencia perpetua de carne.
En 1424 se sabe que habitaba en su cueva o refugio en la roca de la montaña de La Pena, a cuya falda se sitúa el monasterio, y en 1427 da testimonio de su santa vida la carta de la reina María, dirigida a Leonor de Urgel, entonces en íntima relación espiritual con el padre Marginet, cuando ella habitaba, como ermitaña también, al otro lado del macizo, en la ermita de Sant Joan, sobre Montblanc. Insiste en los mismos aspectos, el año siguiente, la Reina, en carta dirigida esta vez a ambos, Pedro Marginet y Leonor de Urgel.
En el último documento en que figura Pedro Marginet, de 1434, un año después del fallecimiento del padre Mengucho, se atrevía a pedir en carta dirigida al padre Guillermo de Queralt, que aceptase la elección de su persona, que había hecho la comunidad, para dirigir como nuevo abad la casa.
Parece que fue hijo del pueblo de Vallclara, del dominio señorial del monasterio, en el límite entre la Conca de Barberà, que alberga Poblet, y la vecina comarca de Les Garrigues; su apellido está allí documentado en el siglo xv, y hay sobre él una tradición incontestada en el pueblo mismo.
Puede situarse su entrada como monje en Poblet, aproximadamente, entre 1384 y 1387, y parece que era ya presbítero en 1413. Si la ordenación tuvo lugar hacia 1395, fue durante el abadiato del padre Vicente Ferrer (1393-1409), cuando este abad le confió la enfermería de los pobres, y después el cargo —y la carga— de cillerero mayor, cuanto había sido dos años mayoral de El Vilosell.
Ahora bien, el sucesor de Ferrer, el padre Jaime Carbó (1409-1413), parece haber constatado alguna grave irregularidad en su gestión administrativa (lo atestigua una carta conservada, que demuestra la irregularidad cometida en las cuentas). Se trata de una reclamación que hicieron los paers, los ediles municipales de Lérida, el 20 de agosto de 1411. La carta expresa que fray Marginet se había apoderado “sens alguna causa” de nueve hanegadas de trigo de un leridano llamado Ramón Cerena, y no se las quería devolver.
Los ediles aseguraban que Cerena era un ciudadano honrado, y pedían que el abad hiciera que se le devolviera su trigo.
Tras algunas amonestaciones serias, lo hubo de relevar de su oficio. Desgraciadamente, todo fue inútil, ya que se había disipado por entonces el buen espíritu del monje, que parecía haber contraído ciertas amistades deshonestas. El caso es, que, perdido su afecto por la vida monacal de comunidad, la plegaria y el silencio, apostató y huyó sin más del monasterio, acompañado al parecer por dos mujeres, una clarisa exclaustrada del convento montblanqués de La Serra, y otra mujer seglar.
Apenas hay nada documentado de antes del siglo xvi sobre la vida que llevó Pedro Marginet, aunque un documento de Poblet de finales de ese siglo dice que se hizo bandolero, rondando con su dudosa compañía femenina por diversos pueblos de los alrededores.
Dimitido el abad Carbó entre tanto, Benedicto XIII designó al abad Martínez de Mengucho, y la tradición sitúa el arrepentimiento de Marginet precisamente en 1413, a comienzos del nuevo abadiato (dos años después de su apostasía). En circunstancias que la fantasía popular ha hecho especialmente dramáticas, el monje apóstata volvió a su casa, pidió perdón a la comunidad, seguramente en la sala capitular (donde se acusaban comúnmente las faltas notorias), y el abad le impuso penitencia, que consistió primero en meterlo en la cárcel monástica.
Parece que el monje, realmente arrepentido, emprendió de inmediato una vida de dura y áspera penitencia.
Lo demuestra la citada carta del Rey en marzo de 1415, cuando se hallaba gravemente enfermo en Valencia, y pidió en dos cartas, dirigida una a la comunidad, y al propio Marginet la otra, en las que solicitaba insistentemente la oración de los monjes por él. Es muy posible que por entonces se hubiera retirado Marginet a su cueva de La Pena, pues sólo una vida penitente pública explica que fuera conocida contrarrestando absolutamente su anterior y escandalosa apostasía. Y la tradición sigue diciendo que, una vez obtenido el permiso del abad, recorrió los pueblos que antes había asolado, para reparar de algún modo el escándalo cometido, con el torso descubierto y azotándose en público, usando de una práctica ciertamente medieval.
El 3 de enero de 1419, le concedió el abad poderse retirar a la ermita que prefiriera dentro de la Corona de Aragón, lo que hizo en el pequeño refugio bajo la roca, en La Pena, un lugar aún hoy perfectamente conocido, donde se construyó una pequeña capilla, como muestra una pintura del siglo xvii y un grabado dieciochesco. Pero no usó inmediatamente del permiso, porque, como se ha dicho, firmó, el 11 de septiembre del mismo año, la carta de aceptación de la abstinencia perpetua de carne.
La tradición habla de cilicios, milagros y demonios.
Marginet dormía sobre una piedra, y pasaba el día dedicado intensamente a la oración, la lectio divina y el trabajo, y cultivaba un pequeño huerto o desbrozaba el bosque, seguramente. Parece, por ejemplo, que en una ocasión se le apareció el demonio disfrazado de asno. Fray Pedro Marginet, que lo reconoció de inmediato, lo ató con su ceñidor y lo obligó a trabajar duramente, hasta que, harto el demonio, se desciñó y escapó para no volver a molestarlo más.
En 1424, vivía todavía fray Marginet en su cueva, de la que bajaría de vez en cuando al monasterio, ya que la reina María escribió a Leonor de Urgel que tenía noticia de la vida santa que llevaba esa noble dama, y le pedía que la encomendase a las oraciones del padre Marginet. Aunque consta que Leonor habitaba en la ermita de Sant Joan, la tradición la relaciona con la Cova Nialó, una contracción de la Cova de N’Elionor, al parecer. Y se pueden considerar como plenamente históricos los coloquios espirituales frecuentes de ambos santos ermitaños.
En 1429, y desde Zaragoza, escribió nuevamente la Reina a ambos para decirles su deseo de visitarlos, visita que no se sabe si llegó a realizarse. Murió Marginet en 1435, y fue precedido por Leonor en 1430. Ya se ha aludido a su intervención cerca del padre Queralt (que era desde 1421 prior de Nazaret en Barcelona), para que aceptase la sucesión abacial en Poblet.
Hay que decir que la petición no tuvo efecto, puesto que, fallecido el santo ermitaño, Guillermo de Queralt (1434-1435) dimitió enseguida de su cargo, y le sucedió Miguel Roures (1435-1437).
Bibl.: J. Finestres, Historia de el Real Monasterio de Poblet, vol. III, Cervera, Manuel Ibarra, 1753-1756, págs. 235-255, passim; S. Lenssen, Hagiologium Cisterciense, pro manuscripto, Tilburg 1948, págs. 170-171; A. Pujiula, Vida del venerable fra Pere Marginet, monjo de Poblet (†1435), Poblet, 1957; A. Altisent, Història de Poblet, Poblet, Abadía, 1974, págs. 343-345 y 349-356.
Alejandro Masoliver, OCist.