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Juan Buenaventura Dumont y de Buisson

Biografía

Dumont y de Buisson, Juan Buenaventura. Conde de Gages (I). Mons (Bélgica), 28.X.1682 – Pamplona (Navarra), 31.I.1753. Capitán general, virrey de Navarra.

Segundo hijo de Pedro Carlos Dumont y de Latre (1642-1718) y de Josefa de Buisson y Bara, nacida en 1664, ambos naturales del Henao, por entonces español. Juan Buenaventura estaba destinado a la magistratura cuando el cambio de dinastía de 1700 le inclinó hacia la milicia. El 20 de mayo de 1703 ingresó de subteniente en el recién creado Regimiento de Guardias Walonas, con el que pasó a España, donde participó en toda la Guerra de Sucesión. Teniente de Granaderos (1705), tras la campaña de Extremadura, estuvo en el sitio infructuoso de Barcelona (1706) y en la batalla de Almansa (1707), alcanzando el grado de capitán. Combatió después en Aragón, siendo herido en la derrota de Zaragoza (1709), se distinguió en la victoria de Villaviciosa (1710) y tomó parte en la reconquista de Cataluña y en la toma de Barcelona (1714). Después de la paz, Juan Buenaventura siguió con sus guardias, peleando en todos los teatros de operaciones: en Cerdeña (1717), en Sicilia (1718), en Ceuta (1720), en el sitio de Gibraltar (1727), tras el cual fue ascendido a brigadier y recibido en la Orden de Santiago. En 1731 formó parte del destacamento que acompañó al infante Carlos a Italia y en 1732, ya promocionado mariscal de campo, participó en la expedición de Orán (junio-julio). Embarcado con su regimiento en Barcelona el 1 de noviembre de 1733, luchó durante toda la campaña de Nápoles, también en la batalla de Bitonto (25 de mayo de 1734) y en los sitios de Gaeta y Capua (julio-agosto).

Designado para llevar a la Corte la noticia de la toma de esta última ciudad, Juan fue nombrado teniente general (5 de septiembre de 1734) y sargento mayor de Guardias Walonas (21 de octubre). Entretanto, como mayor general de la Infantería del Ejército de Sicilia, se había marchado a dicha isla para contribuir a su conquista. Hecho caballero de San Genaro y gentilhombre con entrada del rey de las Dos Sicilias, volvió a Barcelona en 1736 con su regimiento que quedó acuartelado en la Ciudad Condal. El 14 de noviembre de 1741 salió otra vez para Italia con el cuerpo expedicionario al mando del capitán general duque de Montemar y tomó parte en todas las operaciones de ese ejército que, a pesar de las órdenes de la Corte, no pudo abrirse paso hacia el Milanesado. Estando en su campo de Foligno, este general recibió la orden de entregar el mando al teniente general más antiguo, que era Juan Buenaventura Dumont y de Buisson, conde de Gages (9 de septiembre de 1742). Éste, teniendo en cuenta la reciente llegada de un ejército hispanofrancés en Provenza y Niza, se afanó por operar en unión con él, pero la fuerte oposición del contrincante austríaco le obligó a efectuar una serie de vaivenes, marcados por el combate indeciso de Campo Santo (8 de febrero de 1743) —que le valió el grado de capitán general de los ejércitos (26 de febrero)— y la sorpresa de Velletri (11 de agosto de 1744). Ante la imposibilidad de forzar el paso, Gages tuvo que emprender una muy delicada marcha para retroceder, con su ejército, a través del macizo del Abruzo, hacia Sora y la frontera napolitana. Esta retirada, calificada por Jean Jacques Rousseau de “la más hermosa maniobra en todo el siglo”, le mereció la admiración de toda Europa, el mismo Federico el Grande confesó que sentía no haber hecho una campaña a las órdenes de tal general.

El objetivo de Gages pudo por fin realizarse en el curso de 1745, como apunta el escritor inglés Coxe: “Apenas se hallará en la historia de las guerras una campaña comparable a la de Italia en 1745, lo mismo por atrevido en los planes militares cuanto por la rapidez con que se ejecutaron”. A principios de julio de 1745 habían tomado contacto en el estado de Génova, el Ejército del Sur de Gages y el Ejército del Norte del infante y del mariscal de Maillebois. Desde esta fecha, ambos ejércitos operaron a veces separadamente, a veces conjuntamente (llamándose entonces “ejército combinado”). A pesar de los inevitables problemas de preeminencia y de mando, los dos generales actuaron en tan buena inteligencia que se comparaban sus relaciones con las del príncipe Eugenio y de Marlborough (Argenson). Así, en pocos meses, pudieron apoderarse de Parmesano, Placentino, Monferrato, parte de Piamonte y casi toda Lombardía (incluso la ciudad de Milán, el 16 de diciembre). Sólo quedaban por reducir unas ciudadelas y la plaza de Mantua. Tan resonantes éxitos merecieron al capitán general el Toisón de Oro (19 de junio de 1745) y un título de conde (22 de julio). Pero sus resultados fueron aniquilados por sucesos sobrevenidos durante el invierno; por un lado, la llegada de cuantiosos refuerzos austríacos, liberados por la Paz de Dresde entre la Emperatriz y el rey de Prusia (25 de diciembre) y, por otro, la negociación separada entablada entre Francia y el rey de Cerdeña (26 de diciembre). A partir de marzo de 1746, los Austrisardos fueron recuperando una plaza tras otra y la batalla decisiva de Plasencia (16 de junio de 1746) selló la derrota de los Galispanos que desde entonces se replegaron hacia Génova y Provenza, dedicándose a salvar lo que quedaba de sus tropas. En esta coyuntura falleció Felipe V el 9 de julio de 1746 y su hijo y sucesor, Fernando VI, cediendo a presiones “nacionalistas”, nombró al marqués de la Mina comandante en jefe del Ejército español de Italia (28 de julio), en sustitución de Gages, tenido por extranjero y demasiado adicto a Francia.

Esta decisión la notificó Mina a su antecesor al llegar a Voghera el 13 de agosto de 1746, y suscitó en Francia agrios comentarios como el del marqués de Argenson: “De Gages era el general de nuestros tiempos, que aunque procuraban quitarle la estimación, no podían estorbarle el amor del ejército ni la aclamación por todos los lugares por donde ha pasado, y que al contrario a Mina no le puede ver la tropa [...]”. Sea lo que fuere, el conde de Gages regresó a España y llegó a Madrid el 16 de febrero de 1747, siendo graciosamente recibido por los Reyes al día siguiente: “No dejó de parecer un héroe respetable, con una noble apostura y modales convenientes a un hombre que se ha ganado tan alta fama”. Su separación no fue ninguna desgracia, pues ya antes de su llegada había recibido, con una pensión anual de seis mil duros, la encomienda de Villoria en la Orden de Santiago (30 de agosto de 1746) y el cargo de teniente coronel del regimiento de Reales Guardias de Infantería Walona (6 de diciembre). Se dedicó a tareas militares hasta que, el 4 de febrero de 1749, se le eligió virrey, gobernador y capitán general del reino de Navarra, del que tomó posesión en mayo. Se distinguió por “la rectitud e inflexibilidad de su justicia [y] por el entusiasmo con que emprendió importantes obras públicas” (Pardo González, 1915). Al cabo de cuatro años, falleció a consecuencia de una complicación de gota.

El rey católico expresó su pesar por tan sensible pérdida.

Pero los testimonios más elogiosos vinieron de franceses. El cónsul francés en Madrid, Partyet, escribió que Gages “estuvo universalmente llorado por su honradez, su valor y sus grandes talentos para la guerra”; y el duque de Luynes consignó en sus Memorias: “Era capitán general de los ejércitos del rey de España y muy digno de este cargo: sabio, prudente, activo, querido en extremo y apreciado por sus tropas”.

 

Bibl.: C. Pardo González, Notas para la historia biográfica de los capitanes generales del ejército, Madrid, Imprenta Arias, 1915, págs. 125-173; A. de Ceballos-Escalera y Gila, marqués de la Floresta (dir.), La insigne orden del Toisón de Oro, Madrid, Palafox & Pezuela, 2000, pág. 437; D. Ozanam, Los capitanes y comandantes generales de provincias en la España del siglo XVIII, Córdoba, Publicaciones de la Universidad, 2008.

 

Didier Ozanam

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