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Juan de Prado Malleza y Portocarrero

Biografía

Prado Malleza y Portocarrero, Juan de. León, 1716 – Vitigudino (León), 1770. Mariscal de campo, gobernador y capitán general de la isla de Cuba.

Hijo de Juan de Prado Portocarrero y Luna, regidor de Oviedo, hijo a su vez del primer Marqués de Prado, casado con Isabel de Doriga Malleza y Quirós, hija de Garcia de Doriga y Malleza, señor de ambas casas, y de María Teresa Bernaldo de Quirós. Entró a servir en la milicia desde muy joven y en el Regimiento de Guardias Españolas. Estuvo en el sitio de Orán a las órdenes del marqués de Santa Cruz de Marcenado, en el que resultó herido. Estuvo en la campaña de Sicilia, contra los austríacos, y continuó en la guerra de Italia con Austria. Era capitán del Regimiento de la Reina cuando recibió un balazo en la batalla de Campo-Santo (febrero de 1743). Felipe V le concedió la encomienda de Villarrubia de los Ojos de la Orden de Calatrava, ascendiéndolo a teniente coronel. Después de la Paz de Aquisgrán (1747), ascendió a coronel y obtuvo el mando del Regimiento de África, cubriendo diferentes guarniciones. En 1757 ascendió a brigadier y se le nombró subinspector de las Fuerzas de Infantería de los reinos de Aragón, Valencia y Murcia. Por influencia de su hermano Fernando de Prado, marqués consorte de Villel, fue nombrado gobernador y capitán general de la isla de Cuba el 13 de mayo de 1760. Se entretuvo Prado en gestiones personales, consiguiendo el ascenso a mariscal de campo, y no se embarcó en Cádiz hasta el 24 de noviembre. Viajó en la fragata San Cristóbal y al avistar la isla de Cuba, sabiendo que su amigo y antiguo camarada, Lorenzo de Madariaga, ocupaba el gobierno de Santiago de Cuba, desembarcó allí el 6 de enero y estuvo más de veinte días con él, visitando el puerto y sus fortificaciones. Llegado por fin a La Habana, tomó posesión del mando el 7 de febrero de 1761.

Aparte de su mandato, Prado llevaba a Cuba otras comisiones especiales encomendadas (dice Pezuela que al despedirse del rey Carlos III, éste le anunció como probable y próximo un rompimiento y guerra con Inglaterra) que consistían en montar toda la artillería posible, reparar las obras del recinto amurallado y castillos, examinar el verdadero estado de la Real Compañía de Comercio de La Habana, suprimir la intervención de ésta en el ramo del tabaco y confiar todo por cuenta de la Real Hacienda a una factoría general de nueva planta. Se le acumularon encargos muy especiales, pero le faltaron los medios.

Quiso fortalecer el recinto de la plaza, guarnecer la artillería, hacer nuevos cuarteles, fortificar la altura de la Cabaña (llave reconocida de las defensas de La Habana) y hacer una reforma del ramo de tabacos (que fue rechazada por el ministro de Hacienda). Ante la falta de brazos, compró negros y reclutó presidiarios de México, con la calamidad de que unos presidiarios de Veracruz llevaron a La Habana el llamado vómito negro (la fiebre amarilla). Con la epidemia murió una parte de la guarnición y entre sus víctimas principales estaba el ingeniero francés al servicio de España, Baltasar Ricaud de Tirgale, director de todos los trabajos de fortificación. No obstante estos problemas, La Habana se consideraba una fortaleza inexpugnable, no imaginándose que ningún ejército inglés pudiera ni siquiera intentar un asalto.

Inglaterra ya hacía la guerra a Francia en las Antillas menores. La declaración de guerra de España contra Inglaterra se hizo el 16 de enero de 1762 y hasta el 26 de febrero no llegó un correo urgente despachado por el gobernador de Santiago, Madariaga, comunicando a Prado la noticia oficial. Éste convocó una junta de guerra, con los dos generales que había en la plaza, el jefe de la escuadra, marqués del Real Transporte, los capitanes de los navíos y los jefes de los Cuerpos militares. Adoptaron las precauciones máximas, pero siguieron sin pensar en la posibilidad de un ataque inglés a La Habana.

Prado nunca llegó a pensar en la magnitud de los medios puestos por Lord Albemarle que, en resumen, fueron veintiséis navíos de guerra, trece fragatas, trescientos veinte transportes, y embarcados en ellos más de catorce mil infantes. Aparecieron ante La Habana el 6 de junio. Hubo dos desembarcos, al este y al oeste de la plaza. La resistencia fue valiente y prolongada. Los ingleses sufrieron millares de pérdidas humanas y pidieron más refuerzos a Jamaica y a Nueva York. Y el 12 de agosto La Habana pidió la capitulación, concedida el 13 con todos los honores militares. Unos tres mil veteranos y otros tantos voluntarios, mal armados y bisoños, habían luchado ante un ejército de más de veinte mil hombres. La guarnición al rendirse tenía unos setecientos hombres (novecientos según otras fuentes) y con todos sus mandos supervivientes (Prado, el marqués del Real Transporte, el conde Superunda y Diego Tavares) fue transportada a Cádiz en barcos ingleses.

La noticia del desastre causó en la Corte tan honda sensación que el Rey dio la orden de que tan pronto llegaran los rendidos a Cádiz, se constituyera un Consejo de Generales como alto tribunal militar que los juzgara. Este proceso militar fue severísimo. Prado leyó su alegato el 20 de mayo de 1763. Presentó con números la diferencia entre la magnitud del atacante y la pequeñez de los atacados y a pesar de esta desproporción la lucha se prolongó valientemente dos meses. Su alegato terminó pidiendo perdón por los yerros involuntarios cometidos por un mariscal que llevaba treinta y cuatro años de servicios militares, casi siempre en campaña, y había sido herido gravemente dos veces: en Orán y en Campo-Santo. El 4 de marzo de 1765 se publicó la sentencia, resultando condenados Prado y el marqués del Real Transporte a la pérdida de sus empleos militares, a diez años de destierro de la Corte y a resarcir con sus bienes los daños y perjuicios inferidos al erario público y al comercio.

Prado, en estado de soltero, entregó lo poco que tenía y se trasladó a León y a Vitigudino, ayudado por su hermano, el marqués de Villel, y con un auxilio económico que de su bolsillo secreto le facilitó Carlos III. Murió en Vitigudino “unos años después”.

 

Obras de ~: Copia de Reales Ordenes, y cartas de gobernador Don Juan de Prado, que se citan en las Defensas […], 1762; con G. de Hevia y Valdés, Marqués del Real Transporte, Diarios de las operaciones del sitio de La Habana en 1762; formados por el Governador de ella D. Juan de Prado, y por el Gefe de Esquadra Marquès del Real Transporte, y remitidos à la Corte para noticia de S.M., Cádiz, 1762; Satisfaccion del Mariscal de Campo D. Juan de Prado, Governador que ha sido de la Plaza de la Habana, y Capitan General de la Isla de Cuba, a los cargos que se le han formado en la causa pendiente en la Junta de Generales nombrados por S.M. sobre la conducta, que tuvieron en la Defensa, Capitulacion, Rendicion, y Pérdida de la misma Plaza, Madrid, 1764.

 

Bibl.: Artículos de Capitilacion convenidos entre S.S.E.E.D. J. Pocock, Cavallero de la Orden del Baño, y el Conde Albemarle, Comandante de la Escuadra y del Exercito de S.M.B. por sus partes, y por S.S.E.E. el Marquès del Real transporte, Comandante en Gefe de la Escuadra de S.M.C. y D. Juan de Prado Governador de la Habana para la Rendicion de la Plaza [...], La Habana, Imprenta de Don Blas de los Olivos, 1762; Sentencia dada contra el Mariscal de Campo Don Juan de Prado y demás reos comprendidos en la pérdida de La Habana, año de 1764, la qual mandó S. M. publicar para satisfación de la Nación y honor de las armas en el Pardo a 4 de Marzo de 1765 (ms. 10.919 de la Biblioteca Nacional de España); A. de Alcedo, Diccionario Geográfico- Histórico de las Indias Occidentales, ó América, vol. I, Madrid, Benito Cano, 1786, pág. 704; J. de la Pezuela, Sitio y rendición de La Habana en 1762, fragmento de la Historia inédita de la isla de Cuba, Madrid, Imprenta de Rivadeneyra, 1859; J. de la Pezuela, Diccionario Geográfico, Estadístico, Histórico, de la Isla de Cuba, vol. I, Madrid, Imprenta del Est. de Mellado, 1863, págs. 193-194; vol. IV, Madrid, Imprenta del Banco Industrial y Mercantil, 1866, págs. 277-278; J. de la Pezuela, Historia de la Isla de Cuba, vol. II, Madrid, C. Bailly-Baillière, 1878, cap. XVI, págs. 448-492, y cap. XVII, págs. 493-529; F. Calcagno, Diccionario Biográfico Cubano, New York, Imprenta y Lib. de N. Ponce de León, 1878, págs. 523-524; VV. AA., Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, Madrid, Espasa Calpe, vol. XLVI, 1922, pág. 1211, y vol. XVI, 1913, pág. 832; P. J. Guiteras, Historia de la Isla de Cuba, vol. II, La Habana, Cultural, 1928 (2.ª ed.), págs. 129 y 149-200; Historia de la Nación Cubana, vol. II, La Habana, Editorial Historia de la Nación Cubana, 1952, págs. 37, 41-43, 110 y 113-114; R. Guerra, Manual de historia de Cuba, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1971, págs. 153, 157-159 y 178-179; La Enciclopedia de Cuba, vol. IV, Historia, San Juan y Madrid, Enciclopedia y Clásicos Cubanos, 1974, págs. 192, 196 y 199.

 

Fernando Rodríguez de la Torre