Arredondo y Pelegrín, Nicolás Antonio. Bárcena de Cicero (Cantabria), 17.IV.1726 – Madrid, 4.IV.1802. Militar y virrey del Río de la Plata.
Hijo del matrimonio formado en 1720 por Teresa de Pelegrín y Venero, nacida en Santoña (Cantabria) en 1701, y por Nicolás Antonio de Arredondo de Bárcena, nacido en Bárcena de Cicero el 25 de febrero de 1689, caballero de Calatrava desde 1701, que testó, junto a su mujer, en Bárcena de Cicero en 1766. Fueron sus abuelos Juan Arredondo y María de Casadevante, ambos de Fuenterrabía, y Antonio Pelegrín, de Puerto de Santoña, y María de Venero, de Cicero. Su hermano Manuel Antonio Arredondo y Pelegrín fue oidor de Guatemala y de Lima, regente de Buenos Aires y de Lima. Nicolás Antonio Arredondo y Pelegrín se casó en la catedral de Santander, el 16 de octubre de 1772, con Josefa Rosa Mioño Bustamante, nacida en 1745 en Fraguas (Cantabria), de cuya unión nacieron tres varones: Manuel Antonio Arredondo Mioño, III marqués de San Juan de Nepomuceno, que sería gobernador de Huachorí y mariscal de campo; Agustín Antonio Arredondo Mioño, que llegó a brigadier de las Reales Guardias de Infantería, y José de Arredondo y Mioño, caballero guardiamarina de la Real Armada.
Comenzó el futuro virrey del Río de la Plata la carrera de las armas en el Real Cuerpo de Guardias de España, y obtuvo sus primeros ascensos en la guerra con Italia. En 1780 pasó a las Antillas y formó parte de la expedición a La Florida. Fue nombrado gobernador militar y político en la isla de Santiago de Cuba, cargo que ejerció por espacio de más de seis años.
Concluido el mando, el rey Carlos IV lo designó gobernador y capitán general de la provincia de La Plata, en el Alto Perú, y presidente de su Real Audiencia, el 21 de noviembre de 1787. Se dirigía a esa ciudad cuando recibió el nombramiento de virrey del Río de la Plata, cargo del que tomó posesión el 4 de diciembre de 1789. Se le confirió la graduación de teniente general de los Reales Ejércitos, por decreto de 20 de abril de 1791.
Su labor en el gobierno rioplatense se caracterizó desde el primer momento por las acertadas medidas que tomó en el orden del comercio y la ganadería.
Protegió la industria ganadera y el legítimo interés de los hacendados, fomentó la agricultura y la exportación del trigo tratando de satisfacer la justa aspiración de los labradores. Se ocupó de la demarcación de la línea divisoria en la cuestión pendiente de límites con las posesiones de Portugal. Fortificó las plazas de Montevideo, Maldonado y la isla de Gorriti.
Respecto a la seguridad pública, elevó a veinte el número de alcaldes de barrio, dándoles por insignia un bastón con puño de marfil para que fuesen conocidos y respetados en su autoridad. Fortaleció la seguridad de los caminos, estableciendo mayor número de guardianes. Mantuvo trato pacífico con los indios; aumentó la tropa, y puso en acción una serie de recaudos para asegurar la higiene de los alimentos y de la vía pública, y, sobre todo, para evitar la propagación de epidemias.
La crisis en materia de producción de tabaco paraguayo lo decidió a adoptar medidas de emergencia en defensa de las rentas de ese producto, que era la principal fuente de recursos de la Real Hacienda. A propuesta del director general de dicha renta, el virrey Arredondo celebró un contrato con el vecino de Buenos Aires Tomás Antonio Romero, para traer un cargamento de tres mil arrobas de tabaco negro torcido de Brasil, además de mil esclavos negros. Esa exportación estaba prohibida, por considerarla contrabando con Brasil, y violaba las disposiciones reales españolas acerca del monopolio del tabaco. Por este motivo, el contrato celebrado por Arredondo no mereció la aprobación del Rey. Con fecha 24 de octubre de 1792, el virrey elaboró un extenso informe reservado, dando cuenta de toda su actuación en este asunto.
En la Banda Oriental fundó la ciudad de Rocha y el pueblo de Río Branco. El 26 de junio de 1793 remitió a la metrópoli el Plan de Milicias Arregladas, al tiempo que solicitaba el envío de armas y recursos militares. Importantes exploraciones se hicieron en los parajes del sur. La expedición que anualmente visitaba las islas Malvinas al mando del comandante de Marina que iba a ejercer el gobierno, descubrió el Puerto Deseado, de donde desalojó a algunos súbditos ingleses que lo habían ocupado. Por esa misma época se reconoció la isla de los Estados, dándole a un puerto el nombre de Arredondo. Por bando de 24 de julio de 1793, el virrey dio a conocer a la población el estado de guerra con Francia, y, en virtud de las consecuencias que ello importaba, prohibió toda clase de relaciones con los súbditos de ese país, exhortando a que se dedicaran a incomodar a los enemigos por medio del armamento en corso y por todos los demás medios que permitía el derecho de guerra.
Durante la administración del virrey Arredondo, por Real Cédula de 30 de enero de 1794, se estableció en Buenos Aires el Real Consulado, con jurisdicción en todo el virreinato. Su gobierno adquirió recia contextura económica, pues el comercio real se mantuvo muy activo y el exterior se intensificó mediante el tráfico con nuevos puertos, aumentándose además la producción.
El virrey Arredondo culminó su gobierno el 16 de marzo de 1795, y mismo día dejó el mando a su sucesor, don Pedro Melo de Portugal y Villena. El Rey le dispensó el juicio de residencia a que eran sometidos todos los funcionarios reales, en consideración a la pureza y rectitud con que había desempeñado el cargo. Le concedió la encomienda de Puertollano en la Orden de Calatrava y lo nombró presidente de la Real Audiencia de Valencia y capitán general de los reinos de Valencia y Murcia. En 1801 pasó al Ejército de Castilla la Nueva, en Madrid, donde murió a los pocos meses, revistando con el grado de brigadier general.
Bibl.: H. Arredondo, “La entrada del virrey Arredondo en Buenos Aires en 1789”, en Revista del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay (Montevideo), n.º 2 (1924), pág. 717; E. Udaondo, Diccionario Biográfico Colonial Argentino, Buenos Aires, Huarpes, 1945, págs. 110-111; V. Sierra, Historia de la Argentina. (1700-1800), Buenos Aires, Unión de Editores Latinos, 1959, págs. 500 y ss.; V. Osvaldo Cutolo, Nuevo Diccionario Biográfico Argentino (1750-1930), t. I, Buenos Aires, Elche, 1968, págs. 241-242; M. Zabala Menéndez, Historia Española de los Títulos Concedidos en Indias, vol. III, Madrid, Editorial Nobiliaria Española, 1994, págs. 1121- 1124.
Sandra Fabiana Olivero