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Diego [Antonio] de Viana e Hinojosa

Biografía

Viana e Hinojosa, Diego [Antonio] de. Sevilla, p. m. s. XVII – 1692 post. Militar, general de Artillería del Reino de Sevilla, caballero veinticuatro de la Ciudad, gobernador y capitán general de la isla de Cuba.

Desde muy joven entró en la carrera de las armas y se había encontrado en numerosos destinos, guerras y batallas, hasta que ascendió al grado de general del Arma de Artillería, y se encontraba en su Sevilla natal, distinguido como caballero veinticuatro de la Ciudad y ejerciendo el mando de la artillería de todo el Reino de Sevilla, cuando le llegó el nombramiento (que había solicitado) de gobernador y capitán general de la isla de Cuba, por Carlos II. Llegó a La Habana, luego de una prolongada navegación de cuatro meses y dieciocho días, ya que, por temporales, su navío debió de atracar primero en Veracruz.

Recibió el mando el 19 de noviembre de 1687. Vinieron con él en el mismo navío Francisco Manuel de Roa, nombrado auditor en reemplazo del veterano Manuel Murguía Mena, así como el nuevo obispo de Cuba, Diego Avelino de Compostela, prelado distinguido por su elocuencia, virtudes y literatura. Llevaba también en la nave los primeros ejemplares que llegaron a la América española de la Recopilación de las Leyes de Indias, destinadas, según Cédula Real, a regir desde el día primero del siguiente año, 1688. En la práctica no tenía novedades, aunque era un útil Código, donde se habían reunido unas cuatro mil disposiciones que como “Leyes de Indias” se habían ido promulgando desde hacía siglo y medio (a partir de las Ordenanzas, de 1542). Eran “de índole generosa y humanitaria, concediendo iguales fueros y derechos a los españoles nacidos en las posesiones americanas que a los de la metrópoli, y emancipando a la casta indígena de todo vasallaje” (Pezuela, Historia..., II, pág. 203).

El auditor, que era “el intérprete de las leyes”, llegó a La Habana al lado del gobernador, como se ha dicho, y muy pronto tuvo éste que elevar una queja al Rey sobre él. “Luego que llegué a esta plaza me apliqué con todo cuidado a remediar muchas cosas que estaban adulteradas”, las enuncia y una de ellas era que el anterior auditor se propasaba en sus funciones como si fuera un mando militar, y “habiéndose informado de estas cosas Francisco Manuel de Roa, teniente y auditor que hoy es, ha intentado en muchas ocasiones y puesto en práctica el tener en todo como el gobernador y ser tan absoluto en sus resoluciones, como lo prueba un papel que me escribió por haber yo preso a unos cirujanos que no me dieron cuenta de haber curado unas heridas que un esclavo dio a su amo, a lo que le respondí con mucha templaza [...] Quiere como teniente que en las causas, civiles como criminales, [...] le ponga ‘remítase al Señor Licenciado Don Francisco Manuel de Roa, teniente y auditor general’, siendo así que mis antecesores pusieron: ‘Lléveme estos autos el licenciado Don Fulano’ [...] Otras muchas cosas más omito[...]” (Carta del 1 de febrero de 1688). Como se aprecia son puntillosidades, pero en ellas subyace la soberbia del auditor e intentos de erigirse casi en una superior autoridad que el gobernador.

Pequeñas minucias que se van engrandeciendo y suponen una guerra intestina entre las altas autoridades, perjudicando el bien común.

Muchas cosas hizo el gobernador en su mandato: prosiguió los trabajos de la muralla de La Habana y terminó su puerta principal, llamada “de Tierra”, con puentes levadizos, baluartes y cortinas. Pero Viana y el ingeniero, por demostrar mucho celo en la ejecución, no realizaron las obras con la oportuna solidez y orden, pues fiados de planos erróneos del tiempo del gobernador Rodríguez de Ledesma, “dejaron los baluartes sin la capacidad, la altura, terraplenes ni plataformas convenientes para el manejo de la artillería”, por lo que “las cortinas no tenían ni los cimientos ni el espesor ni la altura necesarios” (manuscrito anónimo, en el Ayuntamiento de La Habana). Un fallo impropio de quien era general de Artillería. Así, en 1762 estos fallos contribuyeron a la pérdida de La Habana en el ataque y sitio inglés.

Mandó a Veracruz al sargento mayor Juan Menéndez a activar las remesas de caudales, y lo consiguió.

También recibió de Veracruz doscientos hombres mandados por el capitán Francisco Blanco, y formó dos compañías de guarnición en La Habana. El gobernador de Santiago, Gil Correoso, fue cesado por la Audiencia de Santo Domingo, mandando al oidor Tomás Pizarro Cortés para encausarle; Pizarro se quedó en Santiago ejerciendo el Gobierno civil y haciendo al mismo tiempo una pesquisa tan exagerada, como solía ocurrir en no pocas ocasiones, que mandó un comisionado de apremio en búsqueda de una deuda y el presunto deudor, asombrado, denunció al juez Pizarro ante la Audiencia, la cual, curiosamente, aceptó la denuncia dando la razón al denunciante y llamó al implicado Gil Correoso, exgobernador, promoviéndolo a teniente rey de Santo Domingo, segunda autoridad de la Isla Española.

Viana se preocupó de armar dos barcos longos para perseguir a los filibusteros que arruinaban las costas cubanas; el coste de cada barco fue de 5000 pesos, muy baratos. Como los vecinos de La Habana tenían que pagar las cadenas de tozas y de cobre con que se cerraban las entradas entre las fortalezas del Morro y de la Punta, Viana consiguió, por Cédula Real de 31 de diciembre de 1688, anular el impuesto del almojarijazgo del dos y medio por 100 sobre las exportaciones de azúcar, tabaco, ganados y otros productos.

Al intentar disciplinar a la guarnición militar de La Habana tuvo problemas con el alcalde del Morro, Andrés Munibe, otro asunto recurrente en la historia habanera. Y ni un día habían decaído los conflictos con su auditor Roa. Éste casó con una habanera y el gobernador recibió la visita de un notable clérigo quien le dijo que los habaneros veían a Roa como un vecino mientras el gobernador era un forastero.

Notó el gobernador que comenzaba contra él una confabulación y escribió al Rey (carta del 18 de abril de 1689) defendiéndose y explicando las obras realizadas: “[...] como lo he hecho en evitar fraudes, mantener buena disciplina militar, ejecutar las obras de la muralla [...] y remediando muchas cosas que estaban adulteradas [...]” En efecto, Roa se confabuló con Munibe y con otros funcionarios y elevaron una acusación contra Viana, imputándole permitir introducciones fraudulentas.

Llegada la denuncia al Consejo de Indias, con muchos testimonios y apariencias de realidad, se decretó al instante la suspensión de Viana hasta que éste justificase su inocencia. El 30 de octubre de 1689 llegó una fragata con el maestre de campo Severino de Manzaneda y el oidor Jerónimo de Córdoba.

Manzaneda mostró a Viana una Real Cédula nombrándole nuevo gobernador y capitán general de Cuba, mientras durase la pesquisa que le formaría Córdoba. Viana tenía denuncias venenosas pero inconsistentes.

Quedó arrestado en Trinidad unos dos años, esperando el fallo. Fue enviado a Sevilla con los autos. Se desconoce el contenido del fallo y la fecha de muerte de Viana, que ocurriría en Sevilla.

 

Bibl.: A. de Alcedo, Diccionario Geográfico-Histórico de las Indias Occidentales, ó América..., Madrid, vol. I, Benito Cano, MDCCLXXXVI [1786], “CUBA, Gobernadores, Capitanes Generales que ha tenido,...”, “n.º 32. Don Diego Antonio de Viana”, pág. 703; J. de la Pezuela, Diccionario Geográfico, Estadístico, Histórico, de la Isla de Cuba, vol. I, Imp. del Est. de Mellado, 1863, pág. 186 [de la Introducción], vol. IV, Madrid, Imp. del Banco Industrial y Mercantil, 1868, pág. 648 [artículo biográfico]; J. de la Pezuela, Historia de la Isla de Cuba, vol. II, Madrid, C. Bailly-Bailliere, 1868, Cap. VII: “Gobierno de D. Diego de Viana”, págs. 202-213; F. Calcago, Diccionario Biográfico Cubano, Neueva York, Imp. y Lib. de N. Ponce de León, 1878, pág. 682; Enciclopedia Universal Europeo-Americana..., vol. XVI, Madrid, Espasa-Calpe, 1913, pág. 830; E. S. Santovenia, Historia de Cuba, vol. II, La Habana, Ed. Trópico, 1943, págs. 192, 193, 271, 272, 282; Historia de la Nación Cubana, vol. I, La Habana, Ed. Historia de la Nación Cubana, 1952, págs. 108, 109; C. Márquez Sterling, Historia de Cuba..., Madrid, Las Américas Publishing Company, 1969, pág. 57; La Enciclopedia de Cuba, vol. IV, Historia, San Juan y Madrid, Enciclopedia y Clásicos Cubanos, 1974, pág. 150.

 

Fernando Rodríguez de la Torre

Relación con otros personajes del DBE

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