Centurión Guerrero de Torres, Manuel. Nerja (Málaga), 26.III.1732 – Málaga, 7.III.1802. Gobernador y comandante general de Guayana (Venezuela), 1766-1776, caballero de la Orden de Santiago.
Manuel Centurión era hijo de Iscio Centurión y de María Guerrero de Torres. Natural de Nerja, pertenecía a una ilustre familia de la nobleza, ya que su tío abuelo Cecilio Centurión era el cuarto marqués de Estepa, título que se remonta a la época de Carlos V.
Siguiendo la tradición familiar, en 1748 el joven Manuel ingresó en el ejército. Su primer destino fue en el Regimiento de Infantería Fijo de Orán, donde ya se distinguió por su valor. Entre 1748 y 1760 fue ascendiendo en su carrera militar, con destino en distintos puntos de Andalucía y Valencia. En 1757 publicó un libro titulado Ciencia de militares que, según sus superiores, tenía general aceptación.
En 1760 recibe el nombramiento de capitán de la compañía de artilleros de Caracas. Su destino a América será un paso definitivo en su carrera, pues en tierras venezolanas logrará sus mayores éxitos profesionales.
En Caracas, bajo la dependencia del capitán general Felipe Remírez de Estenoz, y más tarde de su sucesor José Solano, se ocupó de arreglar y supervisar la fortificación de La Guaira, isla Margarita y Puerto Cabello, destacando por el acierto con que realizó sus tareas.
En mayo de 1766 es nombrado comandante interino de la comandancia general de Guayana, sustituyendo a Joaquín Moreno de Mendoza y pocos meses después, de la de poblaciones y de todo el río Orinoco, en lugar de José de Iturriaga. Bajo su mando se unían estas dos comandancias creadas en 1762 para impulsar el desarrollo de Guayana. Sus titulares dimitieron por distintos motivos, en el plazo de pocos meses, y se nombró a Centurión para sustituirlos, primero de forma interina, y después formalmente, por Real Cédula de 1768.
Entre 1766 y 1776, Centurión desempeñó brillantemente este cargo, poniendo todo su esfuerzo en mejorar y desarrollar aquella región. Las principales dificultades con que debía enfrentarse eran: la configuración geográfica de la región, cubierta en gran parte de selvas, mal comunicada, y con difíciles condiciones de vida; la escasa población de la zona, compuesta por un pequeño número de españoles y una mayoría de indios muy refractarios a admitir la autoridad y el sistema de vida español, y los escasos medios de defensa de la provincia para hacer frente a los ataques extranjeros.
Precisamente uno de los objetivos fundamentales de Centurión fue mejorar la defensa del territorio frente a estas intromisiones extranjeras. La importancia estratégica de Guayana había sido desatendida hasta entonces por la política española, que prestaba mayor atención a la colonización interior del continente americano, dejando bastante desguarnecida la costa atlántica guayanesa, lo que facilitaba las continuas incursiones de los holandeses, que desde su colonia costera de Esequibo, hostigaban a las guarniciones españolas, tratando de avanzar cada vez más al interior de Guayana, utilizando los numerosos “caños” en que se divide el río Orinoco en su desembocadura. Algo similar ocurría en la zona sur, cuya frontera con Brasil estaba poco definida, y la presencia española era escasa, lo que también facilitaba las incursiones portuguesas.
Centurión dedicó el máximo interés a la defensa de su provincia. Construyó fuertes y cuarteles, reparó los ya existentes, organizó las tropas y reclamó insistentemente a la metrópoli el envío de nuevos efectivos, razonando detalladamente su necesidad para la defensa del territorio.
Otro importante esfuerzo de Centurión, relacionado con el anterior, era el intento de aumentar la población, lo que contribuiría a frenar el avance extranjero.
El gobernador llevó a Guayana familias españolas de otras provincias, y recurrió a todos los medios para asentar la población, como el de “casar españoles con indias para asegurar los nuevos pueblos de indios y unirlos a la nación española”. Fundó más de cuarenta y cinco pueblos, reforzó los ya existentes enviándoles suministros y todo lo necesario para aumentar su estabilidad. También mejoró notablemente Santo Tomé, la capital de Guayana, empedrando calles, construyendo sólidos edificios y “casas de piedra, tapia y teja”.
Para todo ello trabajó siempre en colaboración con los misioneros, encargados de organizar los nuevos pueblos de indios, y los ayudó protegiéndoles con escoltas, facilitando que tuvieran hatos de ganado para poder mantenerse, etc. Sin embargo, tuvo que enfrentarse a desagradables situaciones en relación con los misioneros. El motivo inicial se produjo a raíz de la expulsión de los jesuitas, de la que Centurión se ocupó en 1767, cumpliendo las órdenes recibidas.
La desaparición de estos religiosos de los pueblos de misión que dirigían provocó grandes disputas entre los otros religiosos que deseaban sustituirlos. Éste fue el origen de ciertos conflictos de Centurión con los capuchinos, descontentos con la asignación de las misiones jesuíticas a otras órdenes, como los franciscanos.
También se originaron grandes fricciones con algunos misioneros a causa de un conflicto de jurisdicción planteado entre la autoridad de éstos y la del gobernador, sobre el gobierno y administración de los pueblos de misión.
También fue objetivo principal del gobierno de Centurión impulsar el comercio de la zona. Un producto importante para la economía guayanesa era el cacao, muy abundante en la región, especialmente en el Alto Orinoco. Por ello, el gobernador le prestaba especial atención y aseguraba que este producto podía ser “un ramo de comercio que fomente la población y haga opulento este país”.
Por otra parte, la lucha contra el contrabando, ejercido especialmente por los holandeses en el delta del Orinoco, centró gran parte de la actuación de Centurión.
Las rígidas medidas monopolísticas de la Corona resultaban difíciles de cumplir en aquellos lejanos parajes, por lo que abundaba el comercio clandestino.
Por esto, Centurión solicita repetidamente a la Corona la libertad de comercio, lo que beneficiaría extraordinariamente a Guayana.
En 1776, Centurión es nombrado coronel de Infantería, y se le concede permiso para regresar a España.
Su nuevo destino es el de gobernador de San Sebastián (1777). Se le nombra caballero de la Orden de Santiago, como lo fueron también varios de sus antepasados.
Poco tiempo después, en 1778, el coronel plasma su experiencia de diez años al frente del gobierno de Guayana en un documento titulado Idea del coronel Centurión, gobernador de la plaza de San Sebastián, para fomentar la población y comercio de las provincias bañadas por el Orinoco y sus vertientes. Se trata de un extenso informe para el secretario de Estado y del Despacho Universal de Indias, José de Gálvez, fechado en octubre de 1778. En él condensa Centurión su visión de los problemas de la región y el mejor modo de resolverlos. Hace proposiciones audaces a la Corona, como la ampliación de la provincia y la dependencia directa de la metrópoli, y propone que se conceda gran autonomía al gobernador, ya que, según expresa, “el que no tiene grandes facultades no puede hacer grandes cosas”.
La última etapa de la vida de Centurión transcurre en su tierra andaluza, pues desde 1778 es coronel agregado al Estado Mayor de la plaza de Málaga.
Posteriormente, el Rey “le comisionó para el establecimiento de fábricas de papel blanco en el reino de Granada”. Con este fin estableció un “molino de papel” en el paraje denominado Arroyo de la Miel, cuyas ruinas aún subsisten. También edificó un palacio en Nerja, y fundó un mayorazgo sobre ochenta mil ducados en fincas de los alrededores. En Málaga construyó varias casas, abrió una calle y compró varios edificios y terrenos. Fue miembro del Real Consulado, del que fue prior (1792-1794), y de la Sociedad Económica de Amigos del País.
Manuel Centurión Guerrero de Torres murió en Málaga el 7 de marzo de 1802, pocos días antes de cumplir setenta años. Fue enterrado en la iglesia de Santiago de la capital malagueña. Estuvo casado dos veces. Su primera esposa fue Antonia Sevilla. Tuvieron tres hijos: Rafael, Luis y María Francisca. Antonia Sevilla falleció en Nerja en agosto de 1784. La segunda esposa fue Bárbara de Pedro y Remírez de Estenoz, con quien se casó en 1785. De este matrimonio nació una hija, María Clara.
Centurión fue un gobernante honesto y eficaz, que puso todo su talento al servicio de las empresas a él encomendadas. Destacó sobre todo en su gobierno de Guayana, logrando dar un definitivo impulso a esa región. Sus contemporáneos alababan “su infatigable celo”, y el rey Carlos III le declaró “buen vasallo, cumplidor de las reales órdenes”. Por su parte, los historiadores actuales expresan “el reconocimiento permanente de su acción pública en la oscura, y remota provincia de Guayana”.
Bibl.: G. Morón, Historia de Venezuela, Caracas, Italgráfica, 1971; M. I. González del Campo, Guayana y el Gobernador Centurión (1766-1776), Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1984.
María Isabel González del Campo