Ayala, Teresa de. Señora de Móstoles. Toledo, 1353 – 31.VIII.1424. Madre de María de Castilla, dominica (OP), priora de Santo Domingo el Real de Toledo, consejera real.
Nació en una familia de caballeros toledanos. Su padre, Diego Gómez de Toledo, desempeñó durante toda su vida el oficio de notario mayor del reino de Toledo, fue alcalde mayor y señor de Casarrubios del Monte, Arroyomolinos y Valdepusa por privilegio real. Su madre, Inés de Ayala, dirigió tras su viudedad el linaje y fue aya de la infanta María de Castilla, hija de Enrique III.
El primer dato sobresaliente de su biografía fue el encuentro con Pedro I, en su estancia en Toledo de 1366, del que tendrá una hija, María de Castilla, con sólo catorce años. En 1374 fue desposada por el caballero toledano Juan Núñez de Aguilar, vasallo del rey de Portugal, señor de la villa de Miranda y del castillo de Peña Roia. Enviudó en 1383 sin haber tenido hijos de su esposo.
Desde 1385 hasta 1396, en que profesa en el convento de Santo Domingo el Real, vive en Toledo con su hija María y gestiona eficazmente el cuantioso patrimonio heredado tanto de su familia paterna como de su marido.
Es señora de Móstoles por donación de su tío Gutierre Gómez, prior de la Orden de San Juan y gran maestre de Calatrava, donde Teresa nombra alcaldes y escribanos y posee cuantiosas propiedades rústicas en Talavera, en Toledo, Olías, Corral Nuevo, Calabazas y Mascaraque. En Toledo dispone de un enorme patrimonio urbano consistente en casas, mesones, tiendas, baños públicos y molinos harineros, es propietaria de rebaños de ganado lanar y ovino y tiene privilegios de rentas en metálico, lo que supone que era una de las personas más acaudaladas de la ciudad e incluso del reino.
Durante algunos años estuvo alejada de los círculos cortesanos, puesto que su hija María era descendiente ilegítima del rey derrocado. Sin embargo, su situación cambió radicalmente cuando las dos dinastías que lucharon en la guerra civil se unieron gracias al matrimonio de Enrique III con Catalina de Lancaster, nieta de Pedro I. A partir de este momento, se va a crear una solidaridad de linaje, que establece la prestación de servicios en el ámbito doméstico de la Reina, siendo bien recompensados por los Monarcas.
Teresa ingresó en el monasterio de Santo Domingo el Real en 1396, siguiendo los pasos de su hija, quien tomó los hábitos cuatro años antes. Allí fue priora desde 1402 hasta su muerte en 1424. Desde el convento, no solamente siguió gestionando su patrimonio privado, sino que fue requerida por Enrique III para que cuidara del embarazo y el parto de la Reina, asunto de estado en que la supervivencia del heredero garantizaba la continuidad dinástica. Posteriormente, puso en sus manos la elección de camareras, veladoras y ama de cría del infante.
Tras la muerte del Monarca en 1406, Teresa se convirtió en consejera privada de la reina Catalina, y estableció una estrecha amistad con el otro regente, Fernando de Antequera, hermano del monarca fallecido y futuro rey de Aragón, que conlleva un intercambio epistolar que no cesa con su ascenso al trono aragonés. En esas misivas se constata el nivel de confianza y admiración del Monarca hacia Teresa, cuando le hace partícipe de cuestiones políticas importantes para su reino, como el relato pormenorizado de los problemas surgidos en Aragón con Jaime de Urgel y parte de la nobleza que se opone a su reinado, o los deseos reales de poner término al cisma de la Iglesia, que mantenía tres papas simultáneos.
Por tanto, aunque alejada físicamente de las cortes, asesora a ambos monarcas.
La proximidad a los Reyes se mantendrá con Juan II y su esposa María de Castilla. También ellos reclamarán su presencia en el nacimiento de su hija, junto a otros personajes de la Corte, como el maestre de Calatrava, el obispo de Zamora, oidor del rey, o el repostero del rey, y al mismo nivel que las damas Juana de Mendoza, mujer del almirante de Castilla, o Elvira Portocarrero, esposa de Álvaro de Luna. Teresa será la encargada, de nuevo, de la elección de los oficios de crianza para la nueva infanta.
Su importancia en la Corte no le hizo olvidarse de la solidaridad con los hermanastros de su hija María, también hijos ilegítimos de Pedro I, que estuvieron presos por pertenecer al linaje del antiguo rey. Así, se encargó de educar en el convento a las hijas de Diego Gómez de Toledo, y enterrar en él los restos de don Sancho, que murió en prisión.
Teresa murió en agosto de 1424, y quince días más tarde falleció su hija María. Ambas están enterradas en el convento de Santo Domingo el Real de Toledo.
Fuentes y bibl.: Archivo de Santo Domingo el Real, docs. n.os 192, 305, 338, 589, 603 y 1185; Archivo Histórico Nacional, Clero, carpeta 3074, docs. n.os 2, 5, 8, 9, 13, 14, 17, 18 y 20; Clero, carpeta 3075, docs. n.os 1, 2, 3, 6, 11, 12 y 14; Clero, carpeta 3077, doc. n.º 16; Clero, carpeta 3078, docs. n.os 3, 4, 5, 9, 11 y 12.
V. García Rey, “El monasterio de Santo Domingo el Real”, en Toletum, Boletín de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo (BRABACHT), 10-11 (1922), págs. 47-64; “La famosa priora doña Teresa de Ayala (su correspondencia íntima con los monarcas de su tiempo)”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, 96 (1930), págs. 685-773; V. García Lobo, “Ayala, Teresa de”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, Suplemento I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1987, pág. 80; M. J. Galán Vera, El monasterio de Santo Domingo el Real, Toledo, Caja de Ahorros, 1991, págs. 12-17 y 65-97; P. Molenat, Campagnes et Monts de Tolède du xiie au xve siècle, Madrid, Casa de Velázquez, 1997, págs. 334-335 y 369; J. L. Barrios Sotos, Santo Domingo el Real y Toledo a fines de la Edad Media (1364-1507), Toledo, Instituto Provincial de Investigaciones Toledanas, 1997, págs. 86-117; B. Martínez Caviró, “Doña Inés de Ayala”, en BRABACHT, 77 (2000), págs. 125-136.
Pilar Morollón Hernández