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Miguel de Romay

Biografía

Romay, Miguel de. Forcarey (Pontevedra), c. 1670 – Santiago de Compostela (La Coruña), c. 1745. Escultor y ensamblador.

Apenas existen datos acerca de la vida de este escultor, lo que dificulta el análisis de su personalidad artística.

García Iglesias sitúa su nacimiento en la parroquia de Dúas Igrexas, en el pontevedrés Ayuntamiento de Forcarey, hacia el año 1670, y Couselo señala, en su estudio sobre los artistas gallegos del siglo XVIII y primer tercio del XIX, que “si no era de Santiago, en esta ciudad ha florecido toda su vida de artista”.

Sí consta el hecho de que pertenecía a una familia de artistas establecida en Compostela a mediados del siglo XVII de la que —aunque no está demostrado en qué grado (posiblemente era su padre)— Diego de Romay, uno de los más importantes arquitectos del barroco compostelano de la segunda mitad del siglo XVII, sería el punto de partida. Asimismo, la documentación de la época hace referencia a otros personajes de la familia que destacarían en el campo de las artes: Domingo de Romay, entallador, y los escultores Fernando, Francisco y Pedro. En el caso de este último, Bouza señala que era hijo de Miguel de Romay, que se habría casado en 1692, con Inés de Valcárcel.

La semblanza biográfica de Miguel de Romay la apunta, de nuevo, Couselo Bouzas, refiriendo que “vivió en la calle de Santa Clara, parroquia de San Miguel dos Agros”, donde se formarían Felipe de Castro y Benito Silveira.

Sin embargo, y como ha indicado el profesor Otero Túñez, que ha estudiado la obra de este gran representante de la escultura barroca de Galicia, “[s]olo el puntilloso detallismo notarial, dejando constancia de los encargos de retablos o esculturas, trae, con insistente regularidad, el recuerdo del hombre. Y, como siempre, la obra de arte proyecta claras luces sobre este recuerdo”. De esta manera, el mismo autor hace semblanza de la figura artística de Miguel de Romay: “Hereda la fastuosidad ornamental de Andrade, pero pronto tiende hacia composiciones más unitarias, para alcanzar después monumentales efectos de masas y volúmenes, bajo la inspiración de Simón Rodríguez o Fernando de Casas. Todas las búsquedas del momento quedan así (en Miguel de Romay), reunidas dentro de ese barroco gallego, tan rico y complejo entre la riqueza y complejidad del restante arte peninsular”.

El referido estudio sobre la obra de Miguel de Romay, Otero Túñez remarca dos fechas fundamentales que delimitan las etapas del artista: 1711 y 1722.

Anteriores a la primera serían los años de aprendizaje de Romay; entre ambas fechas, el período de madurez y, finalmente, después de 1722, se convierte en “uno de los más genuinos intérpretes de los afanes del último barroco”.

La realización de los órganos de la Catedral de Santiago de Compostela, que le encargó el arzobispo Monroy, en dos fases —en 1705 junto con Antonio Alfonsín el del lado del Evangelio y, ya en solitario, en 1709, el de la Epístola— es la primera obra de relieve de Romay, que sigue, a través de diversos ejemplos que tenía en la propia Catedral, como es el caso de la Torre del Reloj, el estilo y repertorio de Domingo de Andrade. Entre tanto, realizó, también en la basílica compostelana, en 1708, el retablo de la Virgen de la Soledad, en el que continúa con los mismos postulados que en los órganos.

El encargo, en 1711, de la obra del retablo mayor de la capilla de la Orden Tercera de San Francisco de Santiago, marca el inicio de la etapa de madurez de Miguel de Romay, que talla según su propio diseño un retablo de un solo cuerpo y ático ajustado al arco semicircular de la nave, al tiempo que utiliza columnas salomónicas que dan movimiento en planta al conjunto.

Un año después realiza, siguiendo la misma estructura, el retablo mayor de la iglesia parroquial de Santa María Salomé, también en Santiago, que en 1883 sería sustituido y llevado a la parroquial de Souto, donde permanece actualmente.

En 1712 realiza, para la Colegiata de Iria Flavia (Padrón, La Coruña), la sillería de coro, compuesta por cinco sitiales, en la que cabe destacar la rica decoración, característica de Romay, a base de sartas de frutas, motivos vegetales, figuras de ángeles músicos, soportes salomónicos y gusto por el movimiento.

Del mismo período de madurez de Miguel de Romay son dos retablos de temática mariana que le mantuvieron ocupado hasta 1721: el de la Colegiata de Iria Flavia y el del Santuario de Nuestra Señora de la Barca, en Mugía (La Coruña).

Es, una vez más, el arzobispo Monroy, quien realizó el encargo a Romay, para que llevase a cabo, en 1714, la ejecución del retablo mayor de la Colegiata de Iria Flavia, con la exigencia de mantener una imagen gótica de la Virgen y de incluir en el conjunto una serie de relieves con escenas de la vida de María que pertenecían a un anterior retablo que databa del siglo xvi.

Estos elementos ya existentes completarían el retablo con las imágenes de Santo Domingo y Santo Tomás, como Monroy, de la Orden Dominica; el escudo del arzobispo sobre el entablamento y un relieve con la Asunción de María en el coronamiento. En este caso, Romay mantiene sus planteamientos estilísticos, aunque estos se ven condicionados, en cierta manera, por la exigencia de incluir en el conjunto imágenes anteriores de estilos diferentes.

En Nuestra Señora de la Barca de Mugía, de nuevo, las exigencias contractuales van a marcar el trabajo de Romay. El contrato se firmó en 1717, siendo el conde de Maceda quien se hizo cargo de costear los trabajos, por lo que se permite incluir en las estipulaciones, las concretas exigencias que Otero transcribe del Archivo Notarial de Santiago: “avajo, en el pedestal, admas de los quatro Patriarcas que la planta significa, se an de añadir otros quatro, que an de ser San Agustín, San Pedro Nolasco, San Ignacio y San Caetano, que en todos son ocho; y en dicho retablo a de hir el apostolado, cada uno en el lugar que le corresponde; en el qual se a demostrar la luna llena y en el se an de poner los atributos, añadiéndose platano, el trono de Salomón, puerta del cielo, candelero, arca del testamento, casa de Dios, ciudad, torre, castillo, sol, estrella, fuente con sus caños bien demostrados y pegados a ella y de suerte que no se rompan, poço, lirio, ciprés, azucena, rosa, escala, palma, espejo; y en la tarjeta de San Miguel a de dizir: Quien como Dios y María”.

A pesar de los condicionamientos que tales exigencias conllevaban para su obra y que, efectivamente, le obligaron a alterar algunos de sus elementos característicos, como puede ser en el caso de los soportes salomónicos, sustituidos en esta ocasión por pilastras con ángeles, Romay, demostrando un estilo propio y una personalidad artística madurada, mantiene, en lo fundamental, la estructura que ya había plasmado, por vez primera, en la capilla de la Orden Tercera de San Francisco de Santiago.

En 1721, Romay cierra su etapa de madurez con la realización del retablo del Cristo de Finisterre (La Coruña), en el que la columna salomónica, gran elemento característico de este período, es protagonista absoluta de su obra por última vez, cobijando, en este caso, la imagen de un Cristo gótico de gran devoción popular.

Ese mismo año de 1721 se inauguró la última etapa de Miguel de Romay, con la realización del retablo de la capilla del Pilar de la Catedral de Santiago, con trazas de Fernando de Casas y presidido por un lienzo de García de Bouzas representando la Aparición de la Virgen del Pilar al Apóstol Santiago. Precisamente, como ha señalado, una vez más, el profesor Otero, Fernando de Casas ensaya, con la estructura de tres calles entre las que destaca la central, lo que años más tarde realizará en la fachada del Obradoiro de la basílica jacobea. Romay incorpora a sus tallas nuevos elementos que toma de Casas y de Simón Rodríguez, combinándolos, a partir de este momento, con sus elementos característicos anteriores, alcanzando la plenitud del estilo barroco.

Fue una etapa en la que Romay se centró, especialmente, en su faceta como retablista, dejando la realización de las esculturas en manos de los miembros de su taller o de colaboradores como Diego de Sande.

Tres importantes retablos son muestra de esta etapa final de Miguel de Romay: el retablo mayor de la iglesia de la Compañía, el retablo mayor de la iglesia de San Martín Pinario, ambos en Santiago de Compostela; y, finalmente, el tabernáculo de la Capilla de Nuestra Señora de los Ojos Grandes, en la Catedral de Lugo.

En 1727 se contrató a Miguel de Romay y a Ignacio Romero, así como al tracista Simón Rodríguez y al escultor Diego de Sande, para llevar a cabo el retablo mayor de la iglesia de la Compañía de Jesús (actualmente iglesia de la Universidad) en Santiago de Compostela. En él, tracista y retablista llevan a cabo un verdadero ejercicio de barroquismo, marcado por el gusto por las grades masas y enormes espacios, un impresionante juego de volúmenes, luces y sombras y profusa decoración en los que, a modo de majestuosa gruta, se cobija la imagen de la Asunción y el templete del sagrario “de espíritu bramantesco y notables proporciones”, protagonistas del conjunto. “El dominio absoluto del espacio, la capacidad lumínica y hasta la plenitud de un orden nuevo, triunfan totalmente, logrando este tremendo acierto de la escenografía barroca”.

Si en la iglesia de la Universidad Romay trabajó con Simón Rodríguez, en San Martín Pinario volvió a hacerlo, desde 1730, con Fernando de Casas, donde llevó a cabo la “cumbre más alta de los altares barrocos españoles”, el “Tabernáculo” de la iglesia, que, a modo de iconostasio, separa el coro de madera de Mateo de Prado, ubicado en la cabecera, del resto del templo monasterial. A través de los lados de este impresionante juego escenográfico con dos fachadas (completado por cortinajes berninescos), se accede a los dos espacios en que queda dividida la iglesia, verdadero escenario teatral; templo y retablo consiguen, a través del juego de espacios abiertos y cerrados, una perfecta unidad temática y simbólica. Esta monumental obra se realizó en el tiempo récord de tres años, por lo que en ella debieron participar un importante número de colaboradores y miembros del taller de Miguel de Romay, entre los que se encontraban su hijo Pedro y su discípulo Benito Silveira, autor de importantes piezas escultóricas del conjunto.

El Tabernáculo de la Capilla de los Ojos Grandes de la Catedral de Lugo, inaugurado en 1736, cierra este período final de Romay, de nuevo en colaboración con Fernando de Casas. En este caso, se da un paso más en las conquistas espaciales del autor, consiguiendo que el propio fiel se sumerja en el interior de un auténtico escenario abundante en decoración y de gran elegancia; el retablo se acaba convirtiendo en capilla.

Finalmente, García Iglesias se hace eco de otra faceta en la obra artística de Miguel de Romay: su labor como grabador. A ella se refiere Bouza Brey que identifica un grabado con el escudo del marqués de Mos y la firma “Romai” con este Miguel de Romay.

El mismo autor hace mención a unos tacos, actualmente conservados en el Museo de Pontevedra, con la fecha de 1730, “los más antiguos grabados a contrafibra”, identificándolos con el anterior, por lo que también serían de Miguel de Romay, precursor, en este caso, de los grabadores compostelanos, tan destacados a partir de estos años.

 

Obras de ~: Órgano del lado del Evangelio de la Catedral, Santiago de Compostela, 1705-1708; Retablo de la Virgen de la Soledad de la Catedral, Santiago de Compostela, 1708; Órgano del lado de la Epístola de la Catedral, Santiago de Compostela, 1709-1713; Retablo Mayor de la Capilla de la Orden Tercera, San Francisco de Santiago de Compostela, 1711; Retablo mayor de la Iglesia de Santa María Salomé, Santiago de Compostela (hoy en la Parroquia de Souto, Pontevedra), 1712; Sillería de Coro de la Colegiata, Iria Flavia (Padrón, La Coruña), 1713; Tornavoces de los púlpitos del Altas Mayor de la Catedral, Santiago de Compostela, 1714; Retablo mayor de la Colegiata, Iria Flavia, Padrón (La Coruña), 1714; Retablo de la Capilla de las Ánimas, Santiago de Compostela, 1715 (desapar.); Imagen de la Asunción, Fachada de la Capilla de las Huérfanas, Santiago de Compostela, 1715; Retablo mayor del Santuario de Nuestra Señora de la Barca, Mugía (La Coruña), 1717; Retablo del Cristo de Finisterre, La Coruña, 1721; Retablo de la Capilla del Pilar de la Catedral, Santiago de Compostela, 1721; Retablo mayor de la Iglesia de la Compañía, Santiago de Compostela, 1727; Retablo mayor de la Iglesia de San Martín binario, Santiago de Compostela, 1730; Tabernáculo de la Capilla de Nuestra Señora de los Ojos Grandes de la Catedral, Lugo, 1736; Retablo de la Sala Capitular de la Catedral, Santiago de Compostela, 1737 (desapar.).

 

Bibl.: M. Murguía, El arte en Santiago durante el siglo XVIII y noticia de los artistas que florecieron en dicha ciudad y centuria, Madrid, Est. Tipográfico de Ricardo Fé, 1884; A. López Ferreiro, Historia de la Santa Apostólica Metropolitana Iglesia de Santiago de Compostela, t. X, Santiago de Compostela, Imprenta del Seminario Conciliar Central, 1908; J. Couselo Bouzas, Galicia artística en el siglo XVIII y primer tercio del XIX, Santiago de Compostela, Imprenta Librería y Encuadernación del Seminario, 1933; R. Otero Túñez, “Los retablos de la Iglesia de la Compañía de Santiago”, en Cuadernos de Estudios Gallegos (CEG) (Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento, Santiago de Compostela) (1953); “El retablo mayor de San Martín Pinario”, en CEG (1956); “Miguel de Romay, Retablista”, en Compostellanum (Archidiócesis de Santiago de Compostela) (1958); M. C. Folgar de la Calle, “Miguel de Romay”, en R. Otero Pedrayo (dir.), Gran Enciclopedia Gallega, t. XXVII, Santiago de Compostela, Gran Enciclopedia Gallega, 1974; M. C. Folgar de la Calle, Simón Rodríguez y su escuela, Santiago de Compostela, Universidad de Santiago, 1981; J. M. García Iglesias, “Los grandes maestros del siglo XVIII”, en El Barroco, Galicia Arte, t. XIV, La Coruña, Hércules Edicións, 1993; A. Barral y R. Yzquierdo Perrín, Catedral de Santiago, Guía Artística, León, Ediciones Leonesas, 2004.

 

Ramón V. Yzquierdo Peiró