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Diego Ladrón de Guevara

Biografía

Ladrón de Guevara, Diego. Cifuentes (Guadalajara), 1641 – Ciudad de México (México), 19.IX.1718. Obispo, vigésimo quinto virrey de Perú.

Hijo de Rodrigo Ladrón de Guevara y de Bernarda Calderón, y descendiente de los condes de Oñate y Escalante, y de los duques del Infantado, estudió en las Universidades de Alcalá de Henares y Sigüenza, donde obtuvo el grado de bachiller y el título de licenciado en Cánones y Leyes, y en la que regentó la cátedra de Código. Su condición académica le permitió asumir la canonjía doctoral de la catedral de Sigüenza, y con esta misma dignidad pasó a Málaga.

Promovido a obispo de Panamá el 8 de octubre de 1689, pasó a Cartagena de Indias, donde fue consagrado como prelado de la diócesis del istmo, cuya posesión tomó al año siguiente. Ya en su sede, reconstruyó la catedral, reformó el monasterio de la Concepción y erigió el colegio de San Diego. También enfrentó la oposición del presidente de esa Audiencia, Pedro José de Guzmán y Dávalos, marqués de la Mina, al que denunció ante el Monarca por tráfico de esclavos, y quien fuera destituido de su cargo.

En 1695, fue nombrado presidente interino de la Audiencia, en reemplazo de Guzmán, y con tal autoridad se ocupó de impedir el desembarco de corsarios y de fortificar el castillo de Chagres. Su mandato concluyó en 1696, cuando arribó Pedro Luis Enríquez de Guzmán, conde de Canillas, designado como nuevo presidente de Panamá.

Se le preconizó obispo de Huamanga el 2 de noviembre de 1698 y tomó posesión de esta sede el 7 de julio de 1700. Entre las obras más importantes de su obispado se recuerdan: la redacción de nuevas constituciones para la Universidad de San Cristóbal, fundada por su antecesor Cristóbal de Castilla y Zamora en 1680, y una minuciosa visita pastoral. También concluyó la edificación del monasterio de las carmelitas de Santa Teresa y construyó un puente de cal y canto que pagó con su propio peculio.

En 1705, fue elegido como prelado de Quito, cuya silla había quedado vacante por el deceso de Sancho Pardo de Andrade y Figueroa. El 31 de octubre de 1706 tomó solemne posesión de la sede quiteña, e inmediatamente emprendió una visita que se extendería desde Guayaquil hasta Pasto. Al igual que en Huamanga, costeó con sus fondos el remozamiento urbano: erigió dos grandes arcos que unieron la manzana del monasterio de la Concepción con la opuesta.

Por muerte del marqués de Castell dos Rius, virrey de Perú, en abril de 1710, y de acuerdo con el pliego de providencia, fue designado para sucederle como vicesoberano. Enterado de este nuevo cargo, partió de Quito el 2 de junio de ese mismo año. Ingresó solemnemente a la Ciudad de los Reyes el 30 de agosto de 1710, y asumió sus funciones el día 14 del mes siguiente.

Inició su gobierno aplicando medidas de austeridad en la armada virreinal. Mandó desmantelar las principales naves y licenció a su tripulación. Fundó su decisión en el gran costo del mantenimiento que suponían. Señaló que los gastos que demandaba el equipamiento de las embarcaciones ascendían a 146.658 pesos, y en ellas se habían invertido rentas ajenas, procedentes de los ramos de la Redención de Cautivos y de los Santos Lugares de Jerusalén. En reemplazo de la flota, convino recurrir a naves de bandera francesa para combatir a los corsarios. Al poco tiempo, tuvo noticia de que una escuadra inglesa se dirigía al Pacífico sur. Para la defensa del virreinato, fortaleció el presidio del puerto de Callao y delegó funciones para reorganizar la Infantería y Caballería.

En 1715, frente a Paita, dos naves inglesas se apoderaron de un par de embarcaciones españolas que llevaban 400.000 pesos en mercancías. El asalto se sumaba a otros ataques que, en la práctica, contradecían la paz firmada con la Corona británica. Para combatir a los invasores, recurrió a tres fragatas francesas: la Príncipe de Asturias, de Julien Chivilla (conocida más tarde como El Conquistador); el Sancti Spiritus, de Nicholas Grout, y la Santa Rosa, de Jean de Saint Jean. Por consejo del general Jorge de Villalonga, conde de la Cueva y gobernador de Callao, decidió fletar la Santa Rosa, por 5.000 pesos mensuales, la mandó artillar con cincuenta cañones, y la envió a perseguir a los piratas con las otras dos naos de la misma nacionalidad. La flota pudo capturar a varios corsarios, que posteriormente fueron ahorcados en la Plaza de Armas de Lima. Los demás ingleses huyeron hacia Nueva España, donde fueron descubiertos y capturados por las autoridades de la Audiencia de Guadalajara. Después de los incidentes con la escuadra inglesa, reparó en el error de carecer de una escuadra y adquirió el navío Nuestra Señora de la Encarnación.

En el ámbito económico, supervisó cuidadosamente el sellado y quintado del oro. Benefició a la Real Hacienda con el producto de las minas de Huancavelica y Potosí, y prohibió, por indicación de la Corona, la fabricación de aguardiente de caña, aunque esto último no se pudo cumplir a cabalidad.

Mientras ejercía sus funciones, se produjo un sacrilegio que impactó a la población limeña: el robo de las sagradas formas de la parroquia del Sagrario, el 29 de enero de 1711. Como consecuencia del hurto, ordenó publicar un bando en las cuatro esquinas de la Plaza de Armas en el que prometía 1.000 pesos de recompensa al que hallara las hostias consagradas.

A los pocos días un joven esclavo mulato y el jesuita limeño Alonso Messía Bedoya encontraron la Eucaristía frente al beaterio del Patrocinio, en la actual alameda de Los Descalzos. Enterado del feliz descubrimiento, llevó en procesión las santas formas al altar del Sagrario; a manera de premio, compró la libertad del mulato por 300 pesos. Para conmemorar el hallazgo solicitó a Martín Mudarra de la Serna, alcalde de Lima, la concesión del terreno en el que fueron descubiertas las hostias, para que allí se levantase un templo. Así, favoreció la edificación, en 1712, de la iglesia y viceparroquia de Santa Liberata, bautizada con el nombre de la patrona de Sigüenza, su obispado natal, y nombró como capellán propietario a su asesor de gobierno, el doctor Andrés de Munive y León Garavito.

Inauguró una serie de monumentos religiosos. El 14 de agosto de 1712, bendijo la capilla del convento de la Buena Muerte, de la congregación de los agonizantes de San Camilo de Lelis, ubicado entre la esquina de la calle de Rufas y la de Santa Clara. Estrenó el templo y la casa matriz de los mínimos de San Francisco de Paula, y amplió el monasterio dominicano de Santa Rosa de las Monjas. Igualmente, hizo gala de su conocida munificencia al extender 25.000 pesos para la restauración de la catedral limense, y donó otros 30.000 para la edificación del monasterio de Santa Teresa, que había iniciado su predecesor Melchor de Liñán y Cisneros en 1683, y cuyo frontis, hoy desaparecido, era de estilo barroco francés.

El 5 de febrero de 1713 recibió a las monjas capuchinas que habían sido conducidas por el doctor José Fausto Gallegos desde Madrid hasta Lima. El 14 de mayo las instaló en el monasterio de Jesús, María y José, creado en el antiguo beaterio que fundaron el siervo de Dios Nicolás Ayllón y su esposa María Jacinta de la Santísima Trinidad.

También en 1713 se vio obligado a enfrentar una sublevación de negros esclavos en la hacienda Huachipa, ubicada al este de Lima. Temiendo que los rebeldes lograran la adhesión de los esclavos capitalinos y que avanzaran sobre la Ciudad de los Reyes, organizó una hueste bajo el mando del general Martín de Zamudio, corregidor de Huarochirí. Con eficacia, Zamudio aplacó la rebelión, capturó a los cabecillas y los condujo a la Plaza Mayor de Lima. Se les juzgó sumariamente y se les condenó a la horca. Otro suceso perturbador del mismo año fue el descubrimiento de una veta de oro en Veuntaya, en la provincia de Carabaya, en el actual departamento de Puno, y las desavenencias subsecuentes. En vez de que el hallazgo generara satisfacción, los marcados desacuerdos y las pendencias entre los mineros devinieron en alborotos y homicidios.

En cuanto a la Universidad de San Marcos, creó en 1711 la cátedra de Anatomía, con un sueldo de 312 pesos, procedentes del ramo de multas del Tribunal del Protomedicato. En la misma casa de estudios, aumentó el sueldo a la cátedra de Método, cuya suma debía provenir de la Real Hacienda. Justamente, esta institución fue acrecentada durante su administración con los beneficios de los centros mineros de Potosí, Cajatambo y Huancavelica, donde se excavó una mina, a la que se denominó “San Diego de Guevara”.

Durante su gobierno, el sur de Perú se vio afectado por dos grandes seísmos. El primero afectó a las ciudades de Arequipa y Santa Catalina de Moquegua, el 22 de agosto de 1715; y el segundo arruinó la villa de Torata, en las cercanías de Moquegua, el 6 de febrero de 1716.

Su mandato concluyó el 2 de marzo de 1716, después de cinco años y seis meses de gobierno. Transfirió el poder al presidente de la Real Audiencia de Lima, Mateo de la Mata Ponce de León, mientras se trasladaba a Lima su sucesor interino, fray Diego Morcillo Rubio de Auñón, arzobispo de Charcas. Permaneció en Perú hasta que se pronunció el veredicto de su juicio de residencia. En este proceso fue acusado, fundamentalmente, de haber obrado con demasiada liberalidad en el empleo de los fondos públicos.

La eficaz defensa del jurista limeño Tomás de Salazar lo libró de todo cargo.

Obtenido el permiso para retornar a la Península Ibérica, se embarcó en el navío Concordia y marchó hacia el virreinato de Nueva España, el 18 de marzo de 1718. Después de desembarcar en Acapulco, pasó a la capital mexicana para esperar la flota que lo conduciría a la metrópoli. La muerte le sorprendió allí el 9 de septiembre. Sus restos fueron sepultados en la catedral de México.

Fue autor de varios textos de corte pastoral, gubernativo y de Derecho eclesiástico, entre los que destacan una disertación sobre la inmunidad espiritual, que escribió durante su episcopado en Panamá, y que mandó imprimir en la capital peruana en 1693, y otra, de 1706, en la que analizaba la condición canónica de sor Josefa de Portocarrero Lasso de la Vega y Urrea, hija del virrey conde de la Monclova, quien, tras hacer el voto de consagrarse como religiosa en España, había profesado en el monasterio de las dominicas de Santa Catalina de Lima.

 

Obras de ~: Disertación canónica y legal sobre si en la causa de la inmunidad espiritual pueda haber auto de legos, y otros derechos de la misma inmunidad, Lima, 1693; Disertación sobre si doña Josefa Portocarrero, hija del conde de la Monclova quedó obligada y cumple el juramento que hizo de ser religiosa en España, quedándose en el convento de Santa Catalina de Lima, Lima, 1706.

 

Bibl.: P. de Peralta Barnuevo, Imagen política del gobierno del excelentísimo señor don Diego Ladrón de Guevara, del Consejo de S. M., obispo de Quito, virrey, gobernador y capitán general de los Reinos del Perú, Lima, Jerónimo de Contreras Impresor Real, 1714; D. de Vivero y J. A. de Lavalle, Galería de retratos de los gobernadores y virreyes del Perú (1532-1824), Barcelona, Maucci, 1909; M. de Mendiburu, Diccionario histórico-biográfico del Perú, adición y notas de E. San Cristóval, t. IV, Lima, Enrique Palacios, 1933 (2.ª ed.), págs. 381- 396; R. Vargas Ugarte (SJ), Historia de la Iglesia en el Perú, t. III, Burgos, Imprenta de Aldecoa, 1960, págs. 321-359; Historia general del Perú. Virreinato (1689-1776), t. IV, Lima, Carlos Milla Batres, 1966, págs. 95-119; G. Lohmann Villena, Historia marítima del Perú. Siglos XVII y XVIII, t. IV, Lima, Ausonia, 1975, págs. 151-152; A. T auro del Pino, Enciclopedia ilustrada del Perú, t. III, Lima, Peisa, 1988, págs. 1121-1122; J. A. del Busto Duthurburu, “Los virreyes: vida y obra”, en Historia general del Perú. El virreinato, t. V, Lima, Brasa, 1994, págs. 188-190; M. Z anutelli Rosas, “Gobernantes del siglo XVIII”, en Compendio histórico del Perú. Virreinato (siglo XVIII), t. IV, Lima, Carlos Milla Batres, 1998, págs. 22-36.

 

Rafael Sánchez-Concha Barrios