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Francisco de Sande y Picón

Biografía

Sande y Picón, Francisco de. Doctor Sangre. Cáceres, c. 1530 – Bogotá (Colombia), 22.IX.1602. Oidor y presidente de Audiencia, gobernador, caballero de la Orden de Santiago.

Francisco Sande fue un representante de la alta administración indiana de la segunda mitad del siglo xvi y principios del xvii, en la que ostentó los empleos de fiscal, alcalde del Crimen y oidor de la Audiencia de México; gobernador y capitán general de Filipinas; oidor de la Audiencia de México; gobernador y capitán general de Guatemala y del Nuevo Reino de Granada y presidente de sus respectivas Reales Audiencias. Conocido en la documentación oficial como doctor Sande, nació en Cáceres, en fecha no precisada documentalmente. Fue deudo cercano de Juan de Ovando, visitador y presidente del Consejo de Indias, perteneciendo a la hidalguía cacereña. Cursó los estudios de Leyes y Cánones en la Universidad de Salamanca, siendo colegial del de San Bartolomé y del Mayor de Santa María de Jesús de Sevilla. El año 1567 pasó a Nueva España, provisto con el empleo de fiscal de la Audiencia de México, interviniendo como tal en el proceso de Martín, hijo de Hernán Cortés. Tras un año de servicio, ocupó una de las tres plazas de alcalde del Crimen, de nueva creación por Felipe II. El año 1574, este mismo Monarca le confió el gobierno de las islas Filipinas con el título de gobernador y capitán general en calidad de sucesor del adelantado Miguel López de Legazpi, con el encargo de completar la conquista y organizar tan extenso y distante territorio. Francisco de Sande tuvo que empezar por la reconstrucción de Manila, recientemente arrasada por el corsario chino Limahón. Apenas un año de haber tomado posesión del gobierno de las islas, enviaba a la Corte una extensa e interesante relación sobre el estado de la tierra, en la que abordaba los muchos y graves problemas del territorio, relación que completaba unos días después con la Relación de las cosas de la China, riquísimo filón de información de todo lo concerniente al misterioso y desconocido imperio oriental. Como nota novedosa de esta Relación, baste recordar que el gobernador Sande, con sangre de guerreros en sus venas, no dudó en proponer al Rey Prudente nada menos que la conquista de China, ofreciéndose a dirigirla personalmente e incluso a correr, al menos en parte, con su financiación. Si no pudo realizar la conquista de China, sí llevó a feliz término la jornada de Borneo, a cuyo sultán, junto con toda la isla, redujo a la obediencia del Rey de España, arrebatándole un copioso botín: veintisiete navíos y ciento setenta piezas de artillería gruesa. A la conquista de Borneo siguieron las jornadas de Jolo y de Mindanao, al término de las cuales, ya en el año 1579, volvió a insistir, en larga e idealista relación, en la conveniencia de obtener autorización para emprender la conquista del Celeste Imperio. En la Corte de Madrid se estimó muy aventurada la empresa, prefiriendo —motivos de alta política—, dar prioridad a las ventajas del lucrativo comercio con China y con el Japón. Durante su mandato tuvo tiempo de fomentar e impulsar el comercio y la minería a través de la conocida ruta comercial de Acapulco; organizó y saneó la Real Hacienda y en aplicación de las nuevas Ordenanzas de Población, recién dictadas por Felipe II, fomentó la población del territorio fundando nuevas ciudades, como Nueva Cáceres, en recuerdo de su patria chica, mandando expediciones colonizadoras a las provincias de Yloco y de Cagayán. Dedicó atención preferente al impulso de la cristianización, solicitando al efecto el envío de frailes, en particular los “franciscos”. Fruto de esta política de cristianización fue el establecimiento de la jerarquía eclesiástica en las islas, creándose el año 1579 la metrópolis de Manila. Completados los seis años de su mandato, fue reintegrado por Felipe II a su plaza de oidor de la Audiencia de México, plaza que sirvió hasta el año 1593, dándole tiempo a regresar a Castilla para contraer matrimonio con la hidalga de Valdemoro, Catalina de Mesa. Entre los años 1593 y 1596 sirvió la plaza de gobernador, capitán general y presidente de la Real Audiencia de Guatemala, de la que pasó el año 1596 al más honrado empleo de gobernador, capitán general y presidente de la Real Audiencia del Nuevo Reino de Granada. Aquí tuvo que atender a múltiples frentes, tales como la fortificación y defensas de Cartagena de Indias, la pacificación de los indios del Río Grande Magdalena, la protección de los naturales, la provisión de las doctrinas y la creación de nuevos obispados. Sus relaciones con la Audiencia, a juzgar por la documentación, no fueron lo borrascosas que han pintado sus detractores, que han buscado en este punto motivos para la censura. Lo mismo ocurrió con sus relaciones con el arzobispo Lobo Guerrero, que conocieron tiempos bajos por motivos de “etiqueta”, en la que tan pundonoroso se mostraba el gobernador, y en las incidencias derivadas de la práctica y defensa del Real Patronato, punto en el que el gobernador y el arzobispo se encontraron al defender, lealmente los dos, los derechos irrenunciables de la Corona, por un lado, y de la Iglesia por el otro. Los roces entre la autoridad civil y la eclesiástica se prodigaron en diversos campos. Todo esto, unido a sus diferencias con la Audiencia llevaron al arzobispo Lobo Guerrero a tomar partido contra el gobernador, consiguiendo de la Corte el nombramiento de un visitador, el doctor Andrés de Zaldierna, que puso pronto fin al mandato del presidente, a quien sorprendió la muerte, en circunstancias misteriosas, inspiradoras de leyendas populares, el 22 de septiembre de 1602.

Francisco de Sande, mitad jurista y mitad soldado, encarnó como pocos la figura del servidor de la Corona en la alta administración indiana. No ocupó puestos de vanguardia a la hora de la 1.ª conquista, protagonizada por sus paisanos y casi coetáneos, Pizarro, Cortés, Valdivia, Alvarado, etc., pero aupado por su pariente y valedor, el omnipotente Juan de Ovando, fue pionero en la retaguardia, consolidando la administración indiana, empeño para el que estuvo especialmente dotado en razón de su bien probada preparación jurídica y de su no disimulada afición a las artes marcianas, que tuvo ocasión de demostrar en la represión de los indios chichimecas en México y en sus variadas empresas militares en las lejanas Filipinas.

Sus detractores, ya muy entrado en años y al frente del más difícil gobierno del Nuevo Reino de Granada, se cebaron inmisericordemente sobre su persona, intentando arruinar su fama, lo que no siempre lograron, pues un análisis más sereno de su obra de gobierno y de su conducta como hombre, con base en las fuentes documentales, no siempre consultadas y en muchos casos manipuladas por determinados historiadores, no se salda con matices tan cargados de sombra, que le merecieran el sobre nombre de Dr. Sangre, con el que ha pasado a la leyenda en la última etapa de su vida y de su obra de gobierno. Es cierto que en Santafé de Bogotá, por motivos de “etiqueta” se enfrentó con el prestigiado arzobispo Lobo Guerrero, quien, muy oído en la Corte, consiguió el envío del visitador Zaldierna, pero cuyo testimonio documental es el mejor argumento para retirar el crédito a las graves acusaciones urdidas contra el gobernador del Nuevo Reino de Granada. Conviene no olvidar a este respecto, que en las distintas etapas de su vida, gastadas en el más alto servicio a la Corona, gozó siempre de buena estima y consideración, traducidas en continuos y sucesivos “aumentos” administrativos y de gobierno, mereciendo ser el único oidor de México confirmado expresamente por el arzobispo-virrey, Pedro de Moya y Contreras, en su puesto de consultor del Santo Oficio, siendo también agraciado por Felipe II con el Hábito de la Orden de Santiago y que en los más difíciles empleos de Filipinas y de Guatemala nunca resultara merecedor de censuras, o de reproches de parte del vigilante Consejo de Indias.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias (Sevilla), Escribanía de Cámara; Filipinas; Guatemala; Indiferente General; Justicia; México; Santa Fe; Archivo de la Universidad de Salamanca, Secc. Grados; Archivo de la Universidad de Sevilla, Secc. Colegio de Santa María de Jesús. P. J. A. de la Plaza, Memorias para la Historia de Nueva Granada: desde su descrubrimiento hasta el 20 de julio de 1810, Bogotá, Imprrenta del Neo-Granadino, 1850; Pastells (SI), “Historia General de Filipinas”, en P. Torres Lanzas, Documentos del Archivo de Indias, t. II, Barcelona, 1926; E. Schäfer, El Consejo Real y Supremo de Indias, t. II, La labor del Consejo de Indias en la Administración colonial, Sevilla, Imprenta Carmona, 1947; P. Ibáñez, Crónicas de Bogotá, 1915-1923, Bogotá, Ministerio de Educación Nacional, 1951; A. Miramón, El Doctor Sangre, Bogotá, ABC, 1954; P. Castañeda, “Bartolomé Lobo Guerrero, III arzobispo de Lima”, en Anuario de Estudios Americanos (Sevilla), 33 (1976), págs. 57- 103; P. Rubio Merino, “Don Francisco de Sande, 2.º Gobernador y Capitán General de Filipinas, fundador de la ciudad de Nueva Cáceres”, en Revista de Estudios Extremeños (Badajoz) (1976); Don Francisco de Sande, Gobernador y Capitán General del Nuevo Reino de Granada, Un extremeño emplazado ante el tribunal de Dios, Sevilla, 1978; D. Juarros, Compendio de la Historia del Reino de Guatemala, 1500-1800, Guatemala, Editorial Piedra Santa, 1981; P. Rubio Merino, “Don Francisco de Sande y don Bartolomé Lobo Guerrero, arzobispo de Santa Fe”, en II Jornadas de Historia de Andalucía y América, Sevilla, 1983; Don Francisco de Sande y la política china de Felipe II, Cáceres, 1986; P. Chacón, Historia de la Universidad de Salamanca, ed. de A. M.ª Carabias Torres, Salamanca, Ediciones de la Universidad, 1990; P. Rubio Merino, “Cartas privadas del doctor Francisco de Sande”, en Boletín de la Real Academia de Extremadura de las Letras y de las Artes (Trujillo), t. IX (1998); “D. Francisco de Sande, Gobernador y Capitán General del Reino de Guatemala”, en Memorias de la Real Academia de Extremadura de las Letras y de las Artes (Trujillo), 2003.

 

Pedro Rubio Merino

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