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Enrique de Lorena

Biografía

Lorena, Enrique de. Le Balafré. Duque de Guisa (III), en Francia. Francia, 31.XII.1550 – Castillo de Blois (Francia), 23.XII.1588. Político y militar francés.

Hijo de Francisco de Guisa y de Ana de Este. A la muerte de su padre fue su tío, el cardenal Carlos de Lorena, el encargado de su educación, por lo que el joven duque se formó en un ambiente contrarreformista que asumía el conflicto con los hugonotes (y con las casas nobles que los encabezaban) tanto como un deber religioso, cuanto como una herencia de familia.

Con una sólida formación, Enrique realizó un viaje formativo que le llevó a Hungría a la guerra contra los turcos y, ya de regreso, a Italia y Baviera. Contaba con un papel creciente en el mundo cortesano de los hijos de Catalina de Médicis, el III duque de Guisa, que terminó de formarse como soldado en la guerra contra los hugonotes (1567-1569). En 1570 reforzó su posición contrayendo nupcias con Catalina de Cleves.

Su protagonismo político ya era evidente en la Noche de San Bartolomé (1572), momento en el que la facción de Guisa buscó ajustar cuentas con los reformados y recuperar la influencia sobre Carlos IX. Es posible que el atentado contra el almirante de Colingy se fraguase en su propio entorno, pero, en todo caso, es seguro que fue el duque quien dirigió uno de los grupos de católicos que se dedicaban a asesinar a los calvinistas en la capital francesa; de hecho, fueron sus hombres los que acabaron con el propio almirante.

Posteriormente, el duque participó en el sitio de La Rochela e hizo vida de Corte, aunque su posición se fue alejando cada vez más en lo político y lo personal del nuevo rey Enrique III. Sin embargo, Enrique de Lorena pudo consolidar una posición más allá de la Corte, ya que no sólo gozaba del prestigio cuasi mítico que le había legado su padre, sino que pronto adquirió renombre propio como combatiente en las luchas contra los reformados. El 10 de octubre de 1575 en la batalla de Dormans, destruyó una columna de mercenarios alemanes que habían entrado en Francia para reforzar a los hugonotes, en este combate recibió una herida que le dejó una amplia cicatriz en la cara (de ahí su apodo de Balafré) y un notable, y posiblemente exagerado, prestigio de gran capitán entre los medios radicales católicos franceses.

En la segunda mitad de la década de 1570 Guisa terminó por ocupar la posición que antaño tuvo su padre. El duque contaba con las amplias clientelas que su familia había mantenido en el Norte y Este de Francia desde hacía décadas y con una creciente popularidad entre los medios católicos urbanos. Entre estos últimos estaba creciendo el malestar ante la compleja situación dinástica que enfrentaba el reino de Francia y la política de relativa tolerancia que Enrique III desarrollaba hacia los reformados. Cada vez parecía menos probable que el Soberano llegara a tener hijos, por lo cual la herencia del trono debía recaer en su hermano, el duque de Anjou y Alençon, quien, como líder del partido de los malcontentos, estaba desarrollando una política tan ambigua que había perdido el favor de los medios católicos radicales.

Esta situación reforzó los apoyos con que contaba Guisa, que tenía a su favor, a ojos de los católicos, su abierta intransigencia hacia la política del rey y de sus favoritos.

Al mismo tiempo, el duque, por militancia y afán de gloria, se había embarcado en diversas acciones que reforzaban su imagen de caballero católico. Su concepción de guerra global contra el protestantismo le llevó a entrar en relaciones en fecha temprana con la embajada española de París. Esto no era especialmente original, ya que una parte significativa de la gran nobleza francesa estaba buscando el apoyo financiero y político del Rey católico ante las veleidades de Enrique III y la quiebra de las posibilidades de patronazgo que la Monarquía francesa estaba sufriendo. Sin embargo, en el caso de Guisa estas relaciones se iban a prolongar y consolidar según quedaba cada vez más claro que sólo él podía ejercer un verdadero liderazgo entre la nobleza católica. Para la política española en Francia, contar con un aliado en el interior del reino vecino podía ser útil para presionar al gobierno de Enrique III respecto a su política en los Países Bajos, y era muy interesante para extender la guerra contra el protestantismo y se podía convertir en una especie de seguro ante la conflictiva sucesión francesa.

Con todo, las primeras propuestas de Guisa de apoyar a Juan de Austria en su proyectada invasión de Inglaterra (1578) quedaron en meras especulaciones.

Precisamente la intervención militar del duque de Anjou y Alençon en los Países Bajos y el incremento de la tensión respecto a Isabel de Inglaterra reforzaron los lazos de la embajada de París con el duque hacia 1582-1583. La muerte del hermano de Enrique III (1584) hizo que dichas relaciones pasaran a primer plano. El pariente masculino más próximo del Rey era Enrique de Borbón, rey de Navarra, el líder del partido hugonote. Una sucesión protestante era lo último que podía desear el gobierno de Felipe II en Francia, por lo que Guisa se volvió de pronto más y más importante para la política de intervención soterrada.

El duque de Guisa, y con él una parte importante de la nobleza y la población urbana católica, consideraba igual de indeseable que Felipe II la sucesión borbónica al trono de Francia. El último día de 1584 el tratado de Joinville certificaba la alianza entre el Rey católico y una parte de la nobleza francesa encabezada por Guisa. Mientras tanto, en las grandes ciudades católicas, con París a la cabeza, se organizó un movimiento de oposición a la política de Enrique III: la Liga Católica. Su objetivo era forzar al Rey a desarrollar una política de intransigencia hacia los reformados, a librarse de sus consejeros y favoritos y, sobre todo, a deslegitimar a Enrique de Borbón como presunto sucesor de Francia. Los historiadores debaten si la Liga fue un instrumento creado por las clientelas urbanas de los Guisa, que no se puede negar que estaban presentes en su organización, o si simplemente éstas se integraron en un movimiento político autónomo que era resultado de la tradición urbana francesa y su oposición a la política autoritaria del Rey, lo que parece más factible. En todo caso, la Liga urbana asumió con entusiasmo a Enrique de Guisa como su líder natural. El duque, fuerte con estos apoyos, con la simpatía de una parte de la nobleza católica y con los prometidos subsidios españoles, creyó poder imponer sus propias condiciones al Soberano: Tratado de Nemours (1585), por el que Enrique III reiniciaba la guerra contra los protestantes.

Lo que siguió fue un período de notable confusión política, ya que el Soberano intentaba mantener su autonomía respecto al cada vez más poderoso Guisa.

La propaganda de sus partidarios sobre las victorias obtenidas por el duque ante las tropas alemanas y suizas, que iban a reforzar a los hugonotes (Vimory y Auneau, 1587), aumentó la popularidad de Lorena, casi hasta el paroxismo, entre los medios católicos más radicales. Su viaje a París en mayo de 1588 fue un claro desafío a la autoridad regia; de hecho, cuando el Rey intentó tomar el control militar de su capital, una sublevación de las milicias urbanas le forzó a huir de la ciudad (Jornada de las Barricadas, 12 de mayo de 1588). Mientras, la preparación de la Armada Invencible contra Inglaterra hacía también muy interesante para la embajada española, ejercida por Bernardino de Mendoza, que el rey de Francia estuviera bloqueado para poder reaccionar contra cualquier movimiento español.

Expulsado de su capital y ante la extensión del movimiento de la Liga, el Rey tuvo que aceptar las condiciones de los rebeldes. El 15 de julio firmaba el Tratado de la Unión, por el que se reafirmaba el deseo de continuar la guerra contra los protestantes y reconocía a Guisa como teniente general de los ejércitos reales. La derrota de la Armada Invencible reforzó la posición del Rey, pese a que los Estados Generales reunidos en Blois, mayoritariamente integrados por partidarios de la Liga, forzaron al Soberano a jurar el Edicto de la Unión. La tensión política creciente y los intentos del duque por extender la posición de sus clientes en la Administración, decidieron al Rey a dar un golpe de justicia soberana y ordenar el asesinato político del aristócrata y su hermano (el cardenal de Guisa). La noticia de la muerte de ambos generó un violento estallido contra la autoridad del Rey en la mayor parte de las ciudades católicas, donde el asesinato se presentó como un martirio por la fe. Aunque algunas de las ambiciones del duque denunciadas por la historiografía son poco creíbles (la aspiración al trono como sucesor de Carlomagno), es cierto que Enrique de Lorena representó el máximo exponente del noble católico malcontento dotado de gran carisma, cuya posición se reforzó no sólo por su enorme base clientelar, sino, y sobre todo, por su capacidad de entrar en relación con las sensibilidades del catolicismo radical urbano. Para la Monarquía de Felipe II era más un aliado inestable, autónomo y caro, que, como pretende una parte de la historiografía, una mera marioneta.

 

Fuentes y bibl.: J. de Croze, Les Guises, les Valois et Philippe II, Paris, 1866; H. Forneron, Les ducs de Guise et leurs époque: étude historique sur le XVIe siècle, Paris, Plon, 1877, 2 vols.; P. O. de Törne, “Philippe II et Henri de Guise. Le début de leurs relations”, en Revue Historique, CLXVII (1931), págs. 323-335; D. L. Jensen, Diplomacy and Dogmatism. Bernardino de Mendoza and the French Catholic League, Cambridge, Harvard University Press, 1964; J. Bergin, “Les Guises and their benefices”, en The English Historical Review, 99, n.º 390 (1984), págs. 34-58; J. M. Constant, Les Guise, Paris, Hachette, 1984; G. Mattingly, La derrota de la Armada Invencible, Turner, 1985; M. Pernot, “Les Guises: une mise au point”, en Annales de l’Est, n.º 2 (1990), págs. 83-114; S. Carroll, “The Guise Affinity and Popular Protest during the Wars of Religion”, en French History, 9/2 (1995), págs. 125- 153; J. L. Bourgeon, “Les Guises valets de l’étranger, ou trente ans de collaboration avec l’ennemi (1565-1598)”, en Y. Bellenger (éd.), Le mécénat et l’influence des Guises, Paris, Champion, 1997, págs. 509-552; S. Carroll, Noble Power during the French Wars of Religion. The Guise Affinity and the Catholic Cause in Normandy, Cambridge, University Press, 1998; A. Jouanna, J. Boucher, D. Biloghi y G. Le Thiec, Histoire et dictionnaire des guerres de Religion, Paris, Robert Lafont, 1998; S. Carroll, “The Normand Power Base of the House of Guise in the Sixteenth Century”, en Annales de Normandie, 49/2 (1999), págs. 143-165; S. Carroll, “The Revolt of Paris, 1588: Aristocratic Insurgency and the Mobilization of Popular Support”, en French Historical Studies, 23/2 (2000), págs. 301-337; V. Vázquez de Prada, Felipe y Francia (1559-1598). Política, Religión y Razón de Estado, Pamplona, Eunsa, 2004.

 

José Javier Ruiz Ibáñez