Iglesias de la Casa, José. Salamanca, 31.X.1748 – Carbajosa de la Sagrada (Salamanca), 26.VIII.1791. Sacerdote y poeta.
Además de la poesía, Iglesias cultivó otras artes en una personalidad muy polifacética. Fue también músico, dibujante y platero, como su padre. Hijo de unos progenitores de noble linaje, pero de humilde situación, estudió Humanidades y Teología en la Universidad salmantina. Como sacerdote, regentó varias parroquias en diversas aldeas de aquella provincia castellana, como Larodrigo, Carabias, Carbajosa y Santa Marta.
Aquejado de frágil salud —la muerte le llegó prematuramente—, lo que puede justificar cierta tristeza e insatisfacción vital en sus poemas (incluso el profesor Sebold apuntó, en un trabajo de 1968, que ese tono se debiera a posibles inclinaciones homosexuales del autor). Como poeta, se le suele enmarcar en el llamado “Grupo Salmantino” de la literatura de la Ilustración dieciochesca; de hecho, estuvo vinculado a poetas e intelectuales, como Forner, Meléndez, Cadalso, Estala o fray Diego González, a través de la Academia Cadálsica. Cultivó una poesía, en metros cortos especialmente, en la que abundan —pese a su condición clerical, aunque tardía, pues se ordenó en 1791— los temas amorosos, bucólicos (inspirados en Horacio, a quien tradujo, fray Luis de León y san Juan de la Cruz), anacreónticos (en la línea de los cultivados por el poeta mayor del grupo, el extremeño Meléndez Valdés, más el poeta riojano del siglo xvii Esteban Manuel de Villegas), al lado de los satíricos y epigramáticos, en los que sobresalió especialmente, siguiendo las huellas de sus modelos Quevedo y Góngora en este tipo de composiciones. Fue declarado discípulo literario de José Cadalso y su amigo Forner elogiaba su vena satírica y decía de Iglesias que era “socarrón de primer orden, y hombre que diría una puya en verso al mismísimo Apolo en sus doradísimas barbas”, elogio al que se unía Quintana (“Con sus epigramas y letrillas ha logrado un aplauso general y bien merecido. Para esta clase de poesía satírica y juguetona su talento era sin duda eminente, y a nadie cede sino a Quevedo”), según se lee en la Introducción histórica a una colección de poesías castellanas. En vida sólo publicó tres poemas de circunstancias y algo tediosos: “Llanto de Zaragoza” (1779), con motivo del incendio del coliseo zaragozano, “La niñez laureada” (1785), dedicada al niño prodigio Juan Picornell, y “La Teología” (1790), poema didáctico. Otras composiciones, mejores pero más festivas, aparecieron bajo el seudónimo de El Duende en el periódico Diario de las Musas. Fue unos años después de su muerte cuando se publicó la mayor parte de su poesía. En opinión del profesor Joaquín Arce, “lo que individualiza, sin embargo, a Iglesias es su predilección por los motivos florales y su sentido colorista [...], su sentido de la naturaleza artificial, hecha jardín galante, con sus mármoles, fuentes y bullir de aguas y espumas, elementos ornamentales del peculiar hedonismo dieciochesco” (Arce, 1966: 167).
Un ramillete excelente de sus letrillas pastorales son las que se recogen bajo el título La esposa aldeana, llenas de gracia y delicadeza (“El mi pastorcillo / bien sé yo que suele / por mí preguntaros, / si estoy de él ausente. / Y que, aunque lo calla, / llora muchas veces, / porque a verle venga / y su mal consuele”). Se ha advertido la influencia del poeta y pintor suizo Gessner y del inglés Young en sus Idilios, plenos de melancolía y, a veces, de una cierta desesperación. Entre sus composiciones satíricas destacan los romancillos heptasílabos dedicados a los cornudos (La lira de Medellín), y en ese grupo abundante de poesías jocosas se incluían también las parodias de conocidas composiciones clásicas o de poetas coetáneos y amigos. Finalmente, algunos otros poemas, de arte mayor, fueron compuestos por diversas circunstancias celebrativas, como nacimientos de príncipes, paz con Inglaterra, etc. La segunda edición póstuma de sus obras, de 1798, fue prohibida por la Inquisición, y salió en su defensa su cuñado e impresor Francisco de Toxar en una Memoria de 1803. Después de su muerte, la poesía de Iglesias de la Casa fue muy bien acogida, pues fueron varias las ediciones de sus obras que se hicieron entre 1793 y 1837. El marqués de Valmar lo incluyó en su amplia colección de poetas líricos del siglo xviii en el volumen LXI, de 1869, de la Biblioteca de Autores Españoles, y el hispanista Foulché-Delsbosc editó algunas poesías inéditas que completaron las editadas.
Obras de ~: Al Ilustrísimo Señor don Felipe Beltrán, obispo de Salamanca, Canción Pindárica, Valencia, Benito Monfort, 1775; La teología, Salamanca, Francisco de Toxar, 1790; Poesías Póstumas. Casa, presbítero, Salamanca, Francisco Toxar, 1793; Poesías Póstumas, Salamanca, Francisco de Toxar, 1798 [ed. facs., Oviedo, Pentalfa Microediciones, 1989 (microfichas)]; Poesías Póstumas, Barcelona, Imprenta de Sierra y Martí, 1820 (Barcelona, 1837); Foulché-Delbosc (ed.), “Poesías inéditas de Iglesias de la Casa”, en Revue Hispanique II (1895), págs. 77-96.
Bibl.: A. Mazzei, “José Iglesias de la Casa”, en Boletín de la Academia Argentina de Letras, XIX (1950), págs. 237-244; J. Arce, “Rococó, neoclasicismo y prerromanticismo en la poesía española del siglo XVIII”, en Cuadernos de la Cátedra Feijoo, 18 (1966), pág. 167; R. P. Sebold, “Dieciochismo, estilo místico y contemplación en La esposa aldeana de Iglesias de la Casa”, en Papeles de Son Armadans, XLIX (1968), págs. 117-144 (ed. en El rapto de la mente, Madrid, Prensa Española, 1970, págs. 197- 220); F. Martín, “Iglesias de la casa, José”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. II, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, pág. 1188; R. Senabre, “El ingrediente paródico en la poesía de Iglesias de la Casa”, en Anuario de Estudios Filológicos (Universidad de Extremadura), II (1979), págs. 283-292.
Gregorio Torres Nebrera