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María Ana Victoria de Borbón

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Biografía

María Ana Victoria de Borbón. Mariannina. Madrid, 31.III.1718 – Lisboa (Portugal), 15.I.1781. Infanta de España y Reina de Portugal.

Fue hija del rey de España Felipe V y de su segunda esposa, Isabel de Farnesio. Conocida familiarmente por Mariannina, a los tres años se concertó su boda con el rey de Francia Luis XV, de once años, y la de su hermano Luis, futuro Luis I, con Luisa Isabel de Orleans, para asegurar la paz con Francia. Fue a la Corte francesa (1722) con menos de cinco años para que se educara en dicha Corte, ya que iba a ser reina de Francia. Se había estipulado que llevara 500.000 escudos de dote, que no llegaron a hacerse efectivos. La infanta debía renunciar a sus derechos a la Corona española y se efectuaría el matrimonio cuando ella llegara a los doce años. Este acuerdo había sido llevado a cabo por el duque de Orleans, regente de Luis XV, y cuando murió y fue sustituido en la regencia por el duque de Borbón, éste rompió lo pactado con respecto a la boda de María Ana Victoria (febrero de 1725). Se alegaba que era muy niña y Francia necesitaba tener pronto un heredero; por ello se decidió que Luis XV casara con María Leszcynzka, pues interesaba la alianza con Polonia. Felipe V tomó esto como un desaire y en represalia rompió el compromiso de su hijo Carlos (III) con la hija del duque de Orleans, mademoiselle de Beaujolais, que estaba en Madrid y la envió a Francia.

La Corte española gestionó, antes de que María Ana Victoria regresara a Madrid, su boda con José, príncipe del Brasil, heredero de la Corona de Portugal, y, al mismo tiempo, la de su hermano Fernando (VI) con Bárbara de Braganza, hermana de José. Se rompía así la alianza con Francia que los Borbones habían establecido y se iniciaba un acercamiento a Portugal, gracias a estas bodas. Tras la firma de las capitulaciones matrimoniales (1727), se hicieron las dos bodas por poderes. Transcurrieron casi dos años, lo cual dio lugar, incluso, a pensar en deshacer la boda y casar a María Ana Victoria con el zar de Rusia Pedro II, pero al fin esto no se llevó a cabo y se decidió la celebración del doble enlace. Las dos infantas, María Ana Victoria y Bárbara, iban a casarse con los herederos de Portugal y España. Por tanto, se dio gran esplendor a la celebración. Ambas novias fueron, acompañadas de sus padres, familiares y cortesanos, hacia la frontera, camino de su futuro reino. La Corte española llegó a Badajoz en enero de 1729, al mismo tiempo que la portuguesa a Elvas. El encuentro se hizo en la frontera entre España y Portugal, en el río Caya, donde se había construido un puente de madera y en la mitad del río una estancia, para que no fuera territorio de ninguno de los dos países, donde se procedió al intercambio de las infantas (19 de enero de 1729). María Ana Victoria era una niña encantadora, por lo menos así aparece retratada en el famoso cuadro que había pintado Nicolás Larguillière en 1724 en París antes de frustrarse el matrimonio de María Ana Victoria con Luis XV. En Elvas se realizó el casamiento de María Ana Victoria, que desde entonces residió en la Corte portuguesa, pero, como sólo tenía once años, se esperaron tres más hasta la consumación del matrimonio.

Recibió el título de princesa de Brasil, que era el que ostentaba su marido, pues se asignaba a los herederos a la Corona portuguesa.

Tuvo malas relaciones con su suegra Mariana de Austria, que tenía gran ascendiente en la Corte y que era contraria a la vida excesivamente disipada de los futuros Reyes. La primera hija de María Ana Victoria se llamó María Francisca (1734) y llegó a ser reina de Portugal, pues el matrimonio no tuvo ningún hijo varón, aunque sí varias hijas, que recibieron los nombres de María Ana, María Francisca, Dorotea y Francisca Benedicta. Al no tener el matrimonio hijos varones, la Corona la heredó la primogénita. Por este motivo, su matrimonio fue muy controvertido y dio lugar a múltiples intrigas, pues el elegido sería rey consorte de Portugal. María Ana Victoria intervino con decisión en este tema, pues quería salvaguardar los derechos de su hija. Por ello prefería como futuro marido de su hija María al infante Pedro, hijo del rey Juan V, su suegro, para, de esta manera, evitar su candidatura al trono. Pero en la Corte no todos estaban de acuerdo con esta boda. Otro posible pretendiente al trono era el duque de Palhavâ, hijo bastardo de Juan V y, por tanto, también cuñado de María Ana Victoria. En Portugal, aunque no había una norma que impidiera reinar a las mujeres, se prefería que la herencia recayera en un hombre, ya que se consideraba que el reinado de una mujer siempre podía ocasionar mayor debilitamiento del poder que si lo ocupaba un hombre.

Bien es cierto que en este caso, todas las mujeres que intervinieron tuvieron mucho más carácter que sus consortes, Mariana de Austria, María Ana Victoria y su madre, la reina de España Isabel de Farnesio, que también estaba interesada en el enlace de su nieta, que sería Reina del país vecino, con el que las relaciones políticas no eran demasiado buenas, a pesar del parentesco.

La desatención por el gobierno, tanto en tiempos de Juan V como después en el de José I, dio lugar a que se fortaleciera el poder del marqués de Pombal, que contaba con el apoyo de la reina Mariana de Austria, que era quien lo había encumbrado, ante la incapacidad de su marido el rey Juan V. Por otra parte, los príncipes del Brasil no mostraban una gran dedicación a los asuntos de gobierno, sino que se entregaban a continuas diversiones. Todo ello hizo que el poder del ministro fuera creciendo. Por ello intervino desde el primer momento en la boda de la futura Reina, y se oponía a la decisión de María Ana Victoria, pues quería casar a María con otro tío suyo, el marqués de Palhavâ, al mismo tiempo que pretendía casar a su propia hija con el infante Pedro y apoyar esta posibilidad de sucesión en el caso de perder el favor de María Ana Victoria y de su hija. Al hacer a Pedro su yerno, pensaba eludir a un posible enemigo y, al mismo tiempo, su poder se haría todavía mayor.

María Ana Victoria logró sus propósitos y casó (1744) a su hija María con el infante Pedro (III), hermano de su padre, para evitar que éste planteara problemas por la sucesión. En torno a Pedro estaban agrupados los contrarios al marqués de Pombal. El rey Juan V estaba incapacitado para el gobierno desde 1742 a causa de un accidente y la reina madre Mariana de Austria había entregado el poder al marqués de Pombal. María Ana Victoria siempre contó con las reconvenciones de su suegra la reina Mariana de Austria, que era muy estricta en el respeto a la etiqueta alemana. Era una mujer muy autoritaria y de vida ejemplar y austera, por lo que desaprobaba las aficiones de María Ana Victoria. Cuando murió el Rey (1750) y el trono pasó a su marido José I, a pesar de la oposición de María Ana Victoria, el ministro mantuvo su influencia, pues el nuevo Monarca, como su padre, prefería dedicarse a sus diversiones y aficiones. Pombal contaba con un gran poder por un entramado de parentescos e intereses que había establecido y, además, tenía el apoyo popular frente a los desmanes de la Corte y de la nobleza feudal contraria a las nuevas políticas propias del siglo xviii; estaba introduciendo las ideas de la Ilustración en Portugal y llevando a cabo importantes reformas institucionales e impulsando la remodelación urbanística de la ciudad de Lisboa, sede de la Corte. María Ana Victoria no estaba muy interesada en las reformas, pero quería asegurar la Corona a su hija y, desde luego, evitar las intromisiones de Pombal y su influencia sobre su suegro primero y, más todavía, sobre su marido cuando llegó al trono. Con motivo del casamiento de María (1760), las relaciones de María Ana Victoria con el ministro fueron cada vez peores.

En 1750 murió el rey Juan V de Portugal, accediendo entonces al trono su primogénito José I, marido de María Ana Victoria, sobre el que ella siempre tuvo un gran ascendiente. Era hombre de flaca voluntad, que había pasado de la influencia de su madre a la de su mujer y, como su padre, estaba entregado a múltiples aventuras galantes. Cuando llegó a ocupar el trono de Portugal, María Ana Victoria acrecentó su oposición a Pombal, no obstante le gustaban demasiado los placeres y las diversiones cortesanas, y dedicaba gran tiempo a la caza y a las fiestas. José mandó construir para ella en Lisboa, en los palacios de la Ribera, un teatro real al que acudía habitualmente a disfrutar de los espectáculos que allí se ofrecían, era muy aficionada a la música, cosa que estaba de moda entre la realeza. Dicho teatro, que era famoso por su belleza, fue uno de los edificios que se derrumbaron en el terremoto de 1755. Igualmente se dedicó a coleccionar obras de arte y atesorar riquezas. La Reina viuda, hasta su muerte (1754), mantuvo el apoyo al marqués de Pombal que gobernaba en beneficio de Portugal y seguía introduciendo reformas de acuerdo con los planteamientos de la Ilustración para mejorar, sobre todo, a la burguesía mercantil lisboeta. Todo esto hacía que en Lisboa hubiera tensiones y conflictos, de los que María Ana Victoria no estaba al margen.

La reina de España Isabel de Farnesio, madre de María Ana Victoria y mujer de gran autoridad y ambición política, intentaba, a su vez, a través de su hija, intervenir en los asuntos portugueses a favor de España, ya que los conflictos entre los dos países eran continuos por motivos fronterizos, tanto en la Península como, sobre todo, en las colonias americanas, en Brasil y, de forma más acusada, en la zona del actual Uruguay, la llamada Colonia de Sacramento, donde había unas importante misiones de los jesuitas en tierras de los indios guaraníes. Esta Orden religiosa estaba siendo perseguida por los ilustrados. Isabel de Farnesio pretendía que su hija actuara en beneficio de España y en detrimento de Portugal, cosa que era muy difícil. Por otra parte, la vinculación de María Ana Victoria con España era escasa, pues había salido de aquí con apenas tres años. En 1750 se había firmado el Tratado de Límites de Madrid, motivado por la guerra entre España y Portugal por la posesión de la Colonia de Sacramento, que suponía el control de la navegación en el río de la Plata. La colonia quedaba entonces en manos españolas pero se entregaban a los portugueses las misiones jesuíticas de los guaraníes. El problema no se resolvió, pues éstos se resistían a pasar a Portugal, con lo que la tensión en la frontera entre las posesiones portuguesas y las españolas en el Sur de América era muy fuerte La vida libertina del Rey y las intrigas cortesanas entre los contrarios y los fieles a Pombal llegaron a tal extremo, que fueron causa de que el Monarca sufriera un atentado (1758). Mantenía una relación extramatrimonial con María Teresa de Tavora, y al regreso a palacio de una cita con ella fue tiroteado, pero sólo fue herido. Entonces María Ana Victoria se encargó de la regencia hasta el restablecimiento de José. La Reina contaba con el decidido apoyo de un grupo de la alta nobleza contrarios a Pombal. Éste, pretextando vengar el atentado contra el Rey, inició una fuerte represión contra las familias de la nobleza que se le oponían, entre ellas, de forma especial contra los Tavora, una de las más influyentes. Durante este tiempo el enfrentamiento de María Ana Victoria con Pombal se hizo cada vez mayor. Ante la incapacidad del Rey por las heridas recibidas, tuvo que encargarse del gobierno en una situación muy complicada. Las relaciones con la Santa Sede eran malas por la expulsión de los jesuitas de Portugal, contra la voluntad de la Reina. Pombal los había culpado de incitadores del atentado contra el Rey. Otro tanto pasaba con respecto a las relaciones con España, pues en 1761 se suspendió el Tratado de Límites y se incorporó la Colonia de Sacramento. Pero al poco tiempo la colonia se volvió a perder, pasando a manos de los españoles (2 de noviembre de 1762). La situación era cada vez más complicada entre los dos países vecinos, todo ello incrementado por un empeoramiento de las relaciones entre ambos, pues se había firmado el III Pacto de Familia (1760), entre España y Francia. Un ejército español había entrado en tierras portuguesas (1763) como consecuencia de los acuerdos internacionales, con lo cual las protestas contra la Corte y la política llevada a cabo arreciaron. La situación de María Ana Victoria era difícil.

La situación interna de Portugal se agravó todavía más, pues el rey José I, tras el restablecimiento de las heridas del atentado, sufrió una apoplejía (12 de noviembre de 1776). La reina María Ana Victoria tuvo que encargarse nuevamente de la regencia. La cuestión de la sucesión en el trono era tema latente, los hermanos del Rey consideraban sus derechos y María Ana Victoria se preocupaba por defender los de su hija. Entonces el ministro Pombal estaba ya en decadencia y la Reina pudo actuar con mayor libertad.

Prohibió al ministro entrar en la cámara de su marido para despachar con él y comenzó a suprimir las medidas reformistas, muy impopulares, introducidas por aquél. El Rey murió pronto (24 de febrero de 1777) y la Corona pasó a la hija de ambos, María I, que, de acuerdo con su madre María Ana Victoria, inició una política en contra de las reformas ilustradas y apartó enseguida del gobierno a Pombal. No contenta con esto, María Ana Victoria incitó a su hija la reina María I a que le encarcelara; tenía sobre ella un gran ascendiente, además, era de voluntad menos firme que su madre. María Ana Victoria siempre había sido contraria al ministro, por ello, al tiempo que se liberaba a todos los que éste había perseguido, entre ellos a la influyente familia de Tavora, Pombal tuvo que abandonar la Corte. La nobleza tradicional se oponía a la política reformista que les perjudicaba, además, habían sido acusados de intervenir en el atentado de 1758 contra José I y perseguidos por este motivo por el ministro.

María Ana actuó siempre en ayuda de su hija, mucho más débil de carácter que ella. Para apoyar los intereses portugueses y solucionar los problemas con la Monarquía de España, decidió viajar a esta Corte, de la que se había ido siendo una niña y a la que no había vuelto. En España era Rey su hermano Carlos III, quería reencontrarse con su familia y con su país de nacimiento, donde no había estado desde que se casó con José el año 1729. El motivo del viaje fue la ratificación del Tratado de San Ildefonso firmado tras el nuevo enfrentamiento entre España y Portugal con ocasión de la guerra por la Colonia de Sacramento en América del Sur, cuya posesión suponía el control del estuario del Plata. España había devuelto la Colonia de Sacramento por el Tratado de París de 1763; pero no estaba dispuesta a perderla. Se estaba negociando una solución cuando José I murió y el asunto se había desatendido, porque María Ana Victoria quería prioritariamente asegurar el trono para su hija María.

Cuando la situación en Portugal mejoró fue cuando decidió el viaje a Madrid. La reina viuda de Portugal firmó con España, en nombre de su hija, primero el Tratado de San Ildefonso (1 de octubre de 1777), que se ratificó poco después en El Escorial y que condujo a un acuerdo de amistad y de comercio en el Tratado de El Pardo (24 de marzo de 1778), ratificando el anterior.

Se fijaban los límites entre España y Portugal en América del Sur, se aseguraba la neutralidad en el conflicto que Inglaterra tenía en América del Norte por el levantamiento de sus colonias y, también, se acordaba la ayuda mutua entre los dos países. España daría a Portugal las provincias de Río Grande y Santa Catalina en Brasil a cambio de lo cedido en el Plata y, por una cláusula secreta, también daba a España las islas atlánticas de Fernando Poo y Annobón.

Tras la finalización de los acuerdos María Ana Victoria no pudo gozar de su estancia en la Corte madrileña mucho tiempo, pues enfermó. Tenía más de sesenta años, que para entonces era mucha edad. Decidió su regreso a Lisboa, donde murió el 15 de enero de 1781 en el palacio de Ajuda. Fue sepultada junto a su esposo en el panteón del monasterio de San Vicente de Fora en Portugal.

 

Bibl.: C. Beirao, Cartas da Rainha D. Mariana Victoria para a sua familia, Lisboa, Tipografía da Empresa Nacional de Publicidade, 1936; F. de Llanos y Torriglia, La Infanta María Ana Victoria de Borbón, hija de Felipe V. Conferencias 7 y 21 marzo 1946, Madrid, Escuela Diplomática, 1946; J. V. Serrao, Història de Portugal, VI. O Despotismo Iluminado (1750-1897), Lisboa, Verbo, 1977-2000; L. de Rouvroy, duque de Saint- Simon, Mémoires, ed. de Y. Coirault, Paris, Gallimard, 1982- 1988, 8 vols. (“La Pléiade”); C. Gutiérrez de los Ríos, conde de Fernán Núñez, Vida de Carlos III, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1988; M. V. López Cordón, M. A. Pérez Samper y M. T. Martínez de Sas, La Casa de Borbón, Familia, corte y política, Madrid, Alianza, 2000; M. A. Pérez Samper, Isabel de Farnesio, Barcelona, Plaza y Janés, 2003.

 

Cristina Segura Graíño