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Diego Mateo Zapata

Biografía

Zapata, Diego Mateo. Murcia, VIII.1664 – Madrid, VII.1745. Médico innovador, tratadista y académico.

Judaizante procesado por la Inquisición. Nacido en Murcia en fecha indeterminada, debió serlo en los últimos días de agosto de 1664, dado que fue bautizado en la murciana iglesia parroquial de San Nicolás en 1 de septiembre del expresado año. Era hijo del escribano Francisco Zapata y de Clara de Mercado Núñez de Acosta, vecinos de esa ciudad, actuando de padrino el jurado Diego Rodríguez Núñez, cuyo nombre fue impuesto al neófito. Los Zapata y los Mercado descendían de comerciantes judeo-portugueses vinculados al negocio sedero e inmigrados vía Toledo en el siglo xvi. Clara de Mercado fue apresada el 24 de junio de 1678 con su marido y otros familiares bajo acusación de judaísmo por la Inquisición de Murcia, permaneciendo tres años en la cárcel, tiempo durante el cual su hijo, ya muchacho, la acompañó voluntariamente durante largas temporadas, siendo adoctrinado por aquella en la fe judaica, y según declararía años más tarde, abrazó “... en su corazón la ley de Moisés, obrando con su madre los referidos ritos y ceremonias” (BNM, Paps. curs. mss., LIII, n.º 10.938, fols. 175-176). Aunque el escribano Zapata fue absuelto, su esposa, y principal implicada en el proceso, resultó condenada a cárcel perpetua irremisible y parcial confiscación de bienes. Este episodio marcó la vida del futuro médico, en adelante criptojudío, aunque públicamente se mostrase como devoto cristiano.

Zapata recibió su primera instrucción en el entorno familiar, y también en Murcia nociones de humanidades y filosofía. Contaba diecisiete años cumplidos cuando la familia le envió a Valencia para seguir en su Universidad estudios de medicina, carrera bastante frecuente entre judaizantes, y por la cual acaso le despertase interés cierto doctor Domingo de Miranda, a quien conoció y trató en la cárcel. En la urbe levantina permaneció el tiempo imprescindible para gestionar su traslado a la Universidad de Alcalá, con Facultad de Medicina entonces muy acreditada, donde fue uno de los discípulos predilectos del afamado catedrático Francisco Enríquez de Villacorta, tratadista prolífico y también judeoconverso, a quien luego el murciano recordaría con veneración en alguna de sus obras. Concluidos los estudios con apenas veintiún años de edad, obtuvo el grado de licenciado y después el de doctor.

El joven médico marchó a la Corte, en la cual desplegó actividad agotadora en su afán de darse a conocer y labrarse un futuro. Frecuentaba los más selectos ambientes profesionales y sociales, concurría a tertulias literarias y no tardó en cosechar sus primeros éxitos. Un acontecimiento fortuito favorecería sus ambiciones. Hacia 1690 cierto doctor J. Gazola, veronés residente en Madrid dio a las prensas un vitriólico ensayo, El mundo engañado por los falsos médicos, dirigido contra la caterva de matasanos, curanderos, barberos, sangradores, pretendidos médicos, cirujanos y boticarios, y cuantos usurpaban la práctica del noble arte de Esculapio, sin exceptuar a los titulados, incluidos catedráticos, médicos de cámara de S.M., jueces del Real Protomedicato y demás “permitidos homicidas del linage humano” (pág. 25). A todos tachaba de ignorantes, rutinarios y dogmáticos, desfasados galenistas que con sangrías, purgas y vesicatorios realizaban impune destrozo de vidas. Críticas todas ellas de la medicina tradicional que, sin embargo, no iban acompañadas de propuestas propiamente científicas, cuyos métodos no parecía conocer Gazola, el cual se limitaba a aconsejar una cierta simplificación de las prácticas médicas, basada en la observación de la naturaleza.

Las diatribas del italiano dejaron malparados a los galenos madrileños, quienes llevaron muy a mal que se les tratara de modo tan “indecoroso, desusado y desconocido” (Médicos perseguidos..., 1855, pág. 72). Amordazados por su posición encumbrada y natural altivez, no descendieron a polemizar con el extranjero, cuyo libelo circuló libremente hasta que, alentado por aquellos, un meritorio afanoso de gloria vino a impugnarlo. Era éste Diego Mateo Zapata, quien en su primer libro, Verdadera apología en defensa de la Medicina Racional Philosóphica (1691) desmontaría las tesis de Gazola, en tanto hacía el más completo elogio de la medicina tradicional, ganándose así el aprecio y apoyo de los influyentes agraviados. Ello le abrió puertas, pudo vincularse al Hospital General para mejorar su formación práctica, y comenzó a visitar a domicilio a gente importante, lo cual le permitió vivir holgadamente.

Sin embargo los numerosos enemigos del murciano permanecían atentos a sus movimientos. Como quiera que éste frecuentase también ambientes criptojudíos de la capital, acusado de delitos de judaísmo, ingresó en las cárceles secretas de la Inquisición de Madrid, de donde no tardó en ser transferido a las de Cuenca, ante cuyo Tribunal solían ventilarse con mayor discreción no pocos procesos de judaizantes de la Corte. Después de permanecer en prisión casi todo el año 1692, habiendo mediado poderosos valedores, fue liberado a falta de pruebas irrecusables, si bien su causa quedó abierta. Ello le incapacitaba para ocupar cátedras o cualquier otro destino público, y ni siquiera pudo revalidar sus títulos en el Real Protomedicato en razón de recaer sobre él sospecha de judaísmo. De ahí que sus enemigos le tacharan en delante de intruso e impostor.

En contrapartida, libre de la servidumbre galenista, inseparable de la Medicina oficial, Zapata estudió las obras de los modernos y se interesó por las nuevas corrientes científicas, no tardando en triunfar profesionalmente. Hasta el punto de convertirse en el médico más cotizado de Madrid, en el médico de moda solicitado desde la Real Casa abajo, por las familias más linajudas y por los más prominentes personajes, entre los cuales los cardenales Portocarrero y Borja, y el duque de Medinaceli. En este ambiente transcurrió su existencia, inseparable de la itinerante Corte, en los años postreros del reinado del último Habrburgo y en las dos décadas iniciales de Felipe V. En Madrid vivía en una grande y confortable mansión de la céntrica calle de Francos, detrás del convento de San Antonio del Prado, magníficamente amueblada y equipada, y en donde el propietario reunió una valiosa pinacoteca y sobre todo una de las mejores y más selectas bibliotecas de la época. En particular por su colección de obras de científicos innovadores, novatores como entonces se decía (Bacon, Gassendi, Bayle, Malpigio, Lasher, Sturmij, Nunken, Lamery, Verheien y tantos más), entre ellos algunos prohibidos, como Paracelso, Pascal o Vilanova. En suma, la mansión de un médico de buena sociedad, soltero, rico, refinado y hombre de mundo.

Por los años de 1790, haciendo causa común con otros médicos vanguardistas, el galeno murciano fue cofundador de la Academia Médico-Química de Sevilla, para la cual Zapata obtuvo de Carlos II el privilegio de titularse Real, y de la que llegó a ser presidente (1702), siendo por tanto la primera de las Reales Academias españolas, bastante anterior a las que después de 1700 fueron establecidas bajo los auspicios del primer Borbón. En este contexto publicó en 1701 su Crisis Médica sobre el antimonio, segunda de sus obras conocidas, ya enteramente innovadora.

Con el éxito reverdecieron las envidas, y con ellas la acusación de ser uno de los más prominentes miembros de la comunidad criptojudía de Madrid, que por entonces tenía sus clandestinos cultos en sendas casas habilitadas como sinagogas en las calles Caballero de Gracia y en la Angosta de San Bernardo. A Zapata se le reprochaba, además, su probado linaje judeo-lusitano. Al término de una operación envolvente, en la que fueron detenidas e interrogadas numerosas personas de su entorno, lo fue él (1 de marzo de 1721) bajo la acusación de delitos de judaísmo. El caso Zapata, uno de los más ruidosos en los últimos cien años de la Inquisición española, fue supervisado personalmente por don Juan Camargo, mitrado de Pamplona, comisario de la Santa Cruzada e Inquisidor General entre 1720 y 1733. En atención a la calidad del acusado y el poder de sus valedores, Camargo llevó el asunto con prudencia extrema durante los cuatro años de prisión preventiva que hubo de sufrir el doctor Zapata, a quien en ningún momento le fueron negadas las consideraciones inherentes a su rango. Trasladada la causa a Cuenca, como sucediera durante su anterior proceso y por iguales motivos, por dos veces confesó su culpabilidad bajo amenaza de tormento, para retractarse después consciente de que no sería torturado, dadas las fuertes presiones practicadas en su favor desde Madrid. Compareció en el auto celebrado el 14 de enero 1725, siendo condenado por sentencia definitiva a abjuración de los errores de que era vehemente sospechoso con absolución ad cautelam, confiscación de la mitad de sus bienes, diez años de destierro de Madrid, Murcia y Cuenca, y uno de cárcel en la del Santo Oficio de esta última ciudad, tiempo en el que debería ser debidamente adoctrinado en la fe católica.

Teniendo en cuenta las acusaciones que pesaban sobre el reo (entre otras la de haber ejercido como rabino), y la contumacia del mismo, la sentencia resultaba indulgente, aunque sus enemigos la recibieron con alborozo, dando por arruinada y concluida la carrera del murciano. Los acontecimientos no tardaron en defraudar esas esperanzas, dado que don Diego, al amparo de Medinaceli y otros encumbrados valedores, una vez cumplido el año de cárcel, quebrantó el destierro y retornó a Madrid, reanudando sus actividades profesionales como si nada hubiera sucedido. Como el Protomedicato intentara obtener su inhabilitación, el propio Felipe V tomó cartas en el asunto y mermó los privilegios corporativos y las atribuciones de ese tribunal. De forma que, con la seguridad y sosiego que le procuraba el favor de la alta nobleza y del mismo soberano, pudo incluso reanudar sus controversias médico-químicas-filosóficas con los galenos tradicionales, en las cuales sustenta principios tales como el de la circulación de la sangre, la transformación química de los alimentos durante el proceso digestivo, y otras igualmente innovadoras en relación con la terapéutica y la obstetricia. Así lo haría, en efecto, en su Dissertación Médico-Theológica (1773) —dedicada a María Ana Victoria, princesa del Brasil e hija de Isabel Farnesio— y Ocaso de las Formas Aristotélicas, obra póstuma aparecida en 1745.

El doctor Diego Mateo Zapata falleció en Madrid en los últimos días de julio de 1745 (la Gaceta de 3 de agosto sitúa el suceso “días pasados”, sin precisar más). Sus restos fueron trasladados a Murcia e inhumados en el presbiterio de la iglesia parroquial de San Nicolás de Bari, donde fuera bautizado, templo medieval enteramente reedificado a su costa —las obras concluyeron en 1743— y al que dotó generosamente. Postergado Zapata en la memoria histórica respecto a sus contemporáneos Feijóo, Sarmiento y Villarroel, acaso por su condición heterodoxa, fue sin embargo uno de los más activos y eficaces propulsores de la ciencia española. En su tiempo se tenía conciencia de ello y sus libros eran leídos con máximo interés dentro y fuera de nuestras fronteras. De ello da fe el que los enciclopedistas de Trevoux vertieran al francés su Crisis Médica sobre el antimonio, en tanto la Dissertación Médico-Theológica hace época en los anales de la obstetricia, y el Ocaso de las Formas Aristotélicas ha sido considerado por los críticos más exigentes como todo un programa de renovación científica. También lo acredita sus prólogos al cirujano Porras, discípulo suyo; al atomista Avendaño, o al químico Lemery; las numerosas citas sobre sus obras, y hechos tales como que el inglés Camper aprendiera castellano para leerle en su lengua vernácula.

 

Obras de ~: Verdadera apología en defensa de la Medicina Racional Philosóphica, y debida respuesta a los entusiasmos médicos, que publicó en esta Corte D. Joseph Gazola Veronense, Archisoplón de las Estrellas, Madrid, Tip. de A. de Zafra, 1691; Crisis Médica sobre el antimonio, y carta responsoria a la Regia Sociedad Médica de Sevilla, Madrid, 1701; Dissertación Médico- Theológica, Madrid, Imprenta G. del Barrio, 1733; Ocaso de las Formas Aristotélicas, que pretendió ilustrar a la luz de la razón el doctor D. Juan Martín de Lesaca. Obra póstuma del doctor D. (...), en que se defiende la moderna Phísica y Medicina, Madrid, Imprenta del Hospital General, 1745.

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional (Madrid), Inquisición. Corte, Secuestros, leg. 1884 – 2.º, n.os 3 y 13; Inquisición. Cuenca, leg. 1.931, n.º 20; Inquisición Consejo.

(Testificaciones), leg. 3.736; Inquisición. Murcia, legs. 2.833- 2.836; Inquisición, libr. 675: Cartas a los inquisidores de Murcia; Biblioteca Nacional de España, Papeles curiosos, Libr. LIII, n.º 10.938.

Gaceta de Madrid, marzo-mayo de 1724, mayo de 1733, agosto de 1745. J. Gazola, El mundo engañado por los falsos médicos, Madrid, Libr. J. de Moya, Imprenta A. Marín, s. f.; F. Perena, Conclusiones breves y claras, theológico-médicolegales contra la Dissertación Médico-Theológica que dio a la luz Diego Mateo Zapata, Madrid, 1733; Médicos perseguidos por la Inquisición española, Madrid, Bibl. del Crisol, Tip. A. Peña, 1855, pp. 71-84; A. Hernández Morejón, Historia bibliográfica de la Medicina española, vol. V, Madrid, Viuda de Jordán e Hijos, 1842-1852, págs. 167-171; J. P. Tejera y R. de Moncada, Biblioteca del Murciano o Ensayo de un Diccionario biográfico y bibliográfico de la Literatura en Murcia, t. I, Murcia, Imprenta de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1922; J. G. Merck Luengo, La quimiatría en España. El murciano Zapata: Judaísmo y química, Madrid, Inst. Arnaldo de Vilanova, 1959; J. Caro Baroja, Los judíos en la España moderna y contemporánea, vol. III, Madrid, Ed. Arion, 1961, págs. 70-77; J. B. Vilar, El Dr. Diego Mateo Zapata (1664-1745). Medicina y judaísmo en la España Moderna, Murcia, Real Academia “Alfonso X el Sabio”, 1970; J. B. Vilar, Zapata y San Nicolás de Murcia, Murcia, Real Academia “Alfonso X el Sabio”, 1971; A. Domínguez Ortiz, “El proceso inquisitorial del Dr. Diego Mateo Zapata”, en Hechos y figuras del siglo xviii español, Madrid, Ed. Siglo XXI, 1980 (2.ª ed.), págs. 234-247; V. Peset, “El doctor Zapata (1664-1745) y la renovación de la Medicina en España: Apuntes para la historia de un movimiento cultural”, en VV. AA., De historia médica murciana, Murcia, R. Academia “Alfonso X el Sabio”, 1982; A. Domínguez Ortiz, Los judeoconversos en la España moderna, Madrid, Ed. Alianza, 1991; J. B. Vilar, El cardenal Luis Belluga, Granada, 2001 (2.ª ed., 2005), J. Pardo Tomás, El médico en la palestra. Diego Mateo Zapata (1664-1745) y la ciencia moderna en España, Salamanca, 2004.

 

Juan Bautista Vilar Ramírez