Gallifa Palmarola, Teresa. San Hipólito de Voltregá (Barcelona), 21.VI.1850 – Barcelona, 17.III.1907. Fundadora de la Congregación de religiosas Siervas de la Pasión.
Sus padres, Hipólito Gallifa y Magdalena Palmarola, formaban un hogar profundamente cristiano. Acrisolada de niña en la adversidad, la configuró Cristo mostrándole la misión que en la Iglesia había de confiarle y cuánto tendría que sufrir. Contrajo matrimonio a los dieciocho años con Manuel Benito Codalosa de veintiún años. En la mañana del 13 de junio de 1882 Teresa quedó viuda y con dos huérfanos que cuidar. Madre ejemplar de numerosa prole, la educó para el Cielo; cinco de sus hijos murieron de temprana edad. Su vida de matrimonio le valió de aprendizaje para desarrollar la vocación a que Dios la tenía predestinada. En estas circunstancias y para sobrevivir, se dedicó al cuidado de niños de otras madres; en ese tiempo perdió al más pequeño de sus hijos, Roque. Conoció al doctor Santoll, renombrado ginecólogo de la Plana de Vic y la formó para la asistencia a los partos en las masías de la zona, siendo muy apreciada por su bondad, su saber hacer y sus consejos a las familias. A instancias de su confesor, cursó los estudios oficiales de comadrona en la Universidad de Barcelona, compaginándolos con el cuidado de su hijo Jaime. Ello le permitió practicar el oficio en el hogar por ella fundado y, con posterioridad, iniciar una cátedra para formar comadronas conforme a la praxis católica, para contrarrestar las prácticas abortivas de aquella época.
Su amor a los necesitados, estando aún casada, la arrastró a llevar a cabo una acción, que ciertamente toca la cima del heroísmo, al asistir, delicada de salud como estaba, a una familia de la vecindad que era víctima del tifus, sin la menor posibilidad de asistencia, contagiándose ella misma, en San Hipólito, lavando en el río ropa de esa familia apestada. Pero este amor al prójimo quedó por siempre plasmado en la fundación de sus primeros hogares que más tarde desembocaría en la fundación del Instituto de las Siervas de la Pasión, cuya única razón de ser, como carisma, es el amor al prójimo, particularmente a las madres solas y a sus hijos cuya vida peligraba, aún antes de nacer. En este sentido, la misma Providencia de Dios la fue preparando misteriosamente, habiéndola querido esposa y madre, pero madre en quien la alegría de las repetidas maternidades quedó oscurecida por la prematura muerte de sus hijos. “Era emocionante su amor a las jóvenes madres, su delicadeza en acogerlas, sus cuidados en asistirlas, el profundo respeto a su intimidad”, afirma su biógrafo. Sintió amor de predilección por los niños, procurándoles, cuanto antes, la regeneración bautismal. Se dolía por la triste suerte de aquellas vidas en flor o ya avanzadas en su gestación, que eran víctimas inocentes de la malicia del mundo y de la inconsciencia de sus padres.
Por amor a sus acogidas, mendigó de puerta en puerta y padeció humillaciones y desprecios, sombreándola la cruz de la maledicencia y de la calumnia. Consta históricamente que multiplicó la comida insuficiente que ella servía a sus acogidas. Tocando la región afectada, curó instantáneamente de cáncer a una hermana suya. Pasó toda la vida haciendo el bien. Dios la dotó de un carácter ideal para la obra apostólica que le confiara. Fue enérgica y recta en materia de fe, de moral y de fidelidad a la Iglesia.
Agotada físicamente y con fama de mística, murió un Domingo de Ramos a las siete de la tarde, a los cincuenta y siete años de edad, veintiuno de los cuales los había dedicado exclusivamente al servicio del prójimo y a la fundación de su obra. Sus restos descansan en la Casa Generalicia de Barcelona, cubiertos por una losa que resume su vida y su obra, “Vivió para Dios-Murió en santidad”.
Vivió, desde su viudez, totalmente consagrada a Dios por los votos privados, pero se tuvo que conformar con una pía unión y así siguió después de su muerte, hasta 1926 que fue aprobada como Congregación Religiosa de Derecho Diocesano, y en 1983 de Derecho Pontificio.
Su carisma especial, “la defensa de la vida”, ha sido confirmado por Juan Pablo II en la encíclica Evangelium Vital. El día 25 de junio de 1996, el mismo Papa la declaró venerable, con el reconocimiento de sus virtudes heroicas.
Sus hijas trabajan en favor de la vida, con sus Hogares, Guarderías y Residencias de Ancianos, en África, América y Europa.
Fuentes y bibl.: Siervas de la Pasión, Causa de beatificación de la Madre Teresa.
A. M.ª Arranz, M.SS.CC., La madre cristiana o sea la M. Teresa Gallifa y Palmarola fundadora de las Siervas de la Pasión, Barcelona, Coculsa, 1933; M. Esqué Montseny, CMF, Espíritu de la Madre Teresa Gallifa Palmarola reflejado en sus escritos, Barcelona, Secretaría General Congregación Siervas de la Pasión, 1976 (Barcelona, Altés, 1982); F. Piélagos, Para que tengáis vida, Barcelona, Altés, 1983; J. A. Mayordomo, Teresa Gallifa, fundadora de las Siervas de la Pasión. Una obra al servicio de la vida, Barcelona, Siervas de la Pasión, 1988; Església Católica. Congregatio pro Causis Sanctorum, Canonizationis Servae Dei Teresiae Gallifa Palmarola fundatricis Congregationis Servarum a Passione, 1850-1907. Positio super virtutibus, Roma, Congregatio pro causis sanctorum, 1990; F. Piélagos, Vida para otras vidas. La venerable Teresa Gallifa Palmarola, fundadora de las Siervas de la Pasión, Barcelona, Siervas de la Pasión-Gráficas salesianas, 1996; A. Catret Mascarell y M. Sánchez Marchoni, Se llamaba Teresa (cómic), Madrid, Palabra, 2002; P. García Macho, A las casadas y madres de familia, Valencia, Edicep, 2006.
José Martín Brocos Fernández