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Juan Díaz Porlier

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Biografía

Díaz Porlier, Juan. El Marquesito. Cartagena de Indias (Colombia), 1788 – La Coruña, 3.X.1815. Protomártir del liberalismo, guerrillero en la Guerra de la Independencia y mariscal de campo del Ejército.

Por el momento no existe constancia documental de quiénes fueron sus progenitores. La hipótesis más probable es la de que fuera hijo de Esteban Antonio Porlier y Asteguieta, II marqués de Bajamar, y de una sobrina del virrey de Nueva Granada, Juan Torrezal Díaz de Pimienta, fallecido en 1782, con la que aquél mantuvo una ardiente relación en 1787, cuando era ayudante de campo del virrey-arzobispo Antonio Caballero y Góngora.

Avalan esta hipótesis tres hechos documentalmente probados. Uno, que, en noviembre de 1787, el virrey-arzobispo hizo regresar a la Península a su capitán-ayudante, quien contaba entonces diecinueve años, al tiempo que una sobrina de su predecesor, cuyo nombre se desconoce, era ingresada en un convento de clausura de la capital virreinal.

Dos, que, en 1788, la viuda del virrey Díaz de Pimienta, María Ignacia Salas Hoyos, abandonó Cartagena de Indias con destino a Buenos Aires, llevando consigo un niño recién nacido.

Y tres, que esta, tras volver a enviudar en Buenos Aires, se estableció en 1790 en La Habana, donde convivían con ella un hijo nacido de su segundo matrimonio y otro niño, de unos dos años, al que tutelaba y que era conocido como Juan Díaz Porlier.

Los Porlier pertenecían a la pequeña nobleza francesa y se habían afincado en España a la muerte de Esteban Porlier, cónsul general de Francia en Canarias entre 1709 y 1739. Antonio, su hijo mayor y presumible abuelo del biografiado, fue secretario del Despacho de Gracia y Justicia con Floridablanca, y Carlos IV le recompensó con el título de marqués de Bajamar y la gran cruz de Carlos III.

Su primogénito, y casi seguro padre de Díaz Porlier, cursó estudios en la prestigiosa Academia Militar de Matemáticas de Barcelona y obtuvo el empleo de capitán de Infantería en 1783, cuando sólo contaba quince años. El incidente protagonizado en Cartagena de Indias no estorbó su nombramiento como gentilhombre de cámara en 1794, ni su ascenso a coronel en 1806. Al mando del Regimiento de Infantería de Aragón permaneció en Portugal hasta el inicio de la Guerra de la Independencia, durante la cual alcanzó el empleo de brigadier.

El expediente personal del mariscal de campo Juan Díaz Porlier, depositado en el Archivo General Militar de Segovia, está incompleto y falta su Hoja de Servicios. Esta anomalía probablemente obedezca a que fuese destruida en 1815, como consecuencia de su condena a morir en la horca, pena que llevaba aparejada la degradación y expulsión del Ejército. Se conservan, sin embargo, las dos causas instruidas en 1814 y 1815, gracias a las cuales, junto a los escasos papeles obrantes en su expediente segoviano, es posible reconstruir parcialmente su biografía (AHN, Consejos, legajo 6314, y AGMSg, División 1.ª, Sección 9.ª, Caja 1654, expediente 13.184).

La primera noticia documentada sobre Juan Díaz Porlier es que, el 20 de febrero de 1802, cuando fondeó en La Habana el navío Neptuno, su comandante, el capitán de fragata Rosendo Porlier Asteguieta, hermano de su supuesto padre, le enroló en su tripulación en calidad de aventurero (aspirante a guardiamarina), pese a que su incierto origen le vedaba el acceso a la clase de oficial.

El Neptuno llegó a Cádiz el 25 de mayo de 1802 y Díaz Porlier ingresó en la Academia de Pilotos e Intendentes de la Real Armada, fundada en San Fernando en 1798. Tres años después, Rosendo Porlier se hizo cargo de la Mayoría General de la Escuadra que el almirante Gravina estaba formando para intervenir en La Martinica. El tío reclamó los servicios del sobrino y ambos zarparon de Cádiz, a bordo del navío Argonauta, el 10 de abril de 1805.

Llegados a su destino, los marinos de Gravina tomaron al asalto el fuerte del Diamante y en el camino de regreso apresaron parte de un convoy inglés. Días después, derrotaron a la escuadra del almirante Calder en aguas de Finisterre, y el 22 de julio de 1805 entraron victoriosos en Ferrol. De nuevo en su base gaditana, Gravina incorporó a Rosendo Porlier a su Estado Mayor en el Príncipe de Asturias, arrastrando consigo a su pupilo.

A bordo de este navío, Díaz Porlier participó en la batalla de Trafalgar y, una vez desembarcado, solicitó destino en un regimiento. Indudablemente, los dos hermanos Porlier debieron intervenir para que Godoy se plegara a poner a la firma de Carlos IV el real despacho que le nombraba teniente de navío de la Real Armada, habilitado como capitán de la 2.ª compañía del Regimiento de Infantería de Mallorca, heredero del antiguo Tercio de Armada.

No vuelve a haber noticias suyas hasta el 7 de octubre de 1808, fecha en que, con el empleo de teniente coronel, ostenta la jefatura del 1.er Regimiento de Granaderos Provinciales, encuadrado en el llamado Ejército de Extremadura. Esta gran unidad, bajo el mando del general José Galluzo, cesado después y sustituido con carácter interino por el inexperto conde de Belveder, había partido de Badajoz con el objetivo de cubrir el centro del dispositivo defensivo español, es decir, el amplísimo espacio abierto entre los ejércitos de Palafox y Blake.

Por esas fechas, Napoleón se disponía a cruzar los Pirineos para intentar solventar la situación creada por la retirada de las tropas francesas, como consecuencia de la derrota de Bailén. El emperador, informado del erróneo despliegue español, decidió progresar rápidamente hacia Madrid por el camino de Burgos, punto cuyas tropas alcanzaron sin encontrar resistencia, una vez forzado Blake a retirarse al oeste de Bilbao y fijado Palafox al este de Pamplona.

Belveder había llegado a dicha ciudad a marchas forzadas y se encaminaba a Vitoria cuando, al atardecer del 9 de noviembre, su vanguardia estableció contacto con la caballería francesa en Villafría, seis kilómetros al este de Burgos. Al día siguiente, el único ejército que se interponía entre Napoleón y Madrid, compuesto por unos 10.000 soldados poco instruidos, fue derrotado en la llanura de Gamonal, a la vista de los arrabales de la capital castellana.

Sólo las alas plantaron cara a los 45.000 hombres del mariscal Bessieres. Al sur, el 4.º Batallón de la Guardia Walona, al mando del coronel Vicente Genaro de Quesada, resistió con bizarría, pero terminó siendo diezmado. Al norte, el regimiento de Díaz Porlier, desplegado entre las aldeas de Gamonal y Villímar, logró contener al enemigo y, ante su superioridad numérica, replegarse en orden y sin apenas bajas.

La unidad marchó en dirección norte, por el camino de Santander, con el propósito de incorporarse al ejército del general Blake, pero al llegar a San Felices, en la tarde del día 11, se supo que también éste había sido derrotado en Espinosa de los Monteros por las tropas del mariscal Soult.

Aislado del ejército regular y totalmente desconocedor del terreno en que se movía, decidió dirigirse a Palencia, de donde procedía su sargento y futuro ayudante Bartolomé Amor Pisa, natural de Revenga de los Montes, y acantonar los restos de su regimiento en San Cebrián de Campos, pueblo situado unos 25 kilómetros al norte de Palencia y bastante cercano al del sargento Amor.

Las derrotas de Espinosa de los Monteros y de Gamonal provocaron la dispersión de unos 20.000 soldados por los campos de Cantabria, Castilla-León, Navarra, País Vasco y Rioja, los cuales se organizaron en partidas que, sustituyendo la táctica regular por la llamada de guerrilla, asumieron desde ese momento la lucha contra el invasor. La acción de Gamonal truncó también la trayectoria de Juan Díaz Porlier, al tiempo que su valentía y pericia profesional comenzaron a forjar el mito en que terminaría convirtiéndose.

En su base de operaciones, se fueron concentrando soldados dispersos de otras unidades y campesinos voluntarios reclutados por Amor, hasta formar una partida numerosa y disciplinada, que se batió por primera vez con los franceses el 19 de enero de 1809, apresando un oficial correo y su escolta de granaderos en la aldea de Ribas de Campos. La decisión de remitir la documentación requisada a la Junta del Principado de Asturias condicionó que se le considerara adscrito durante los tres años siguientes a las grandes unidades que operaban en la cornisa cantábrica.

Durante los dos primeros meses de 1809, la partida de Porlier realizó otras operaciones de alcance limitado en el ámbito de la provincia de Palencia, hasta que, el 10 de marzo, creyendo contar con fuerzas suficientes, atacó Aguilar de Campóo, punto estratégico sobre el camino de Reinosa, guarnecido por un batallón reforzado con dos piezas de artillería. Su arrojo y astucia lograron hacer capitular a la guarnición francesa, capturar a nueve oficiales y 400 soldados y hacerse con los cañones. Prisioneros y artillería, conducidos por el sargento Amor, fueron llevados a Oviedo y puestos a disposición de la Junta del Principado, la cual recompensó a Porlier con el grado de brigadier y a su segundo con el de alférez.

El 14 de mayo, el teniente general Mahy, jefe del VI Cuerpo de Ejército, concedió a la partida de Porlier, que había alcanzado una entidad considerable, la titulación de división, adscrita al Ejército del Principado, integrado por las tropas de Blake y La Romana y mandado por este último, junto con la orden de articularla en unidades regulares.

Se formó así la llamada División Franca o Volante de Cantabria, compuesta por tres regimientos de Infantería –el Cántabro, el de Laredo y el de Castilla–, el Batallón de Tiradores de Cantabria y el Regimiento de Húsares de Cantabria, que fijó su cuartel general en Boñar (León), al pie del Puerto de San Isidro, y que intervino en cuantas acciones terrestres y anfibias se desarrollaron en Asturias, Cantabria, León y País Vasco entre 1809 y 1812.

A finales de 1810, Porlier trasladó su cuartel general a Potes, al objeto de controlar más efectivamente la zona oriental de Asturias. El 20 de febrero de 1811 la Regencia le reconoció el empleo de brigadier de Infantería, le nombró comandante general de la Vanguardia del 7.º Ejército y dio carácter oficial a su división.

El 7.º Ejército agrupó las cinco divisiones de guerrillas –Cantábra (Díaz Porlier), Ibérica (Longa), Vascónica (Renovales), Navarra (Espoz y Mina) y Castellana (Merino)–, que operaban al norte del Duero, y estaba integrado por 33.230 hombres, de los que 2.610 combatían a caballo. La división de Porlier contaba con 6.450 soldados, organizados en cinco regimientos de infantería y uno de húsares.

El 26 de mayo de 1811, el Consejo de Regencia le concedió licencia para contraer matrimonio con Josefa Queipo de Llano y Ruiz de Saravia, hija del VI conde de Toreno y hermana del más famoso de los Toreno, el que solicitó la ayuda de Gran Bretaña y destacó como diputado gaditano. Su matrimonio le vinculó aún más al Principado, donde fundó, en junio de 1811, la Academia de Caballería del 7.º Ejército, establecida en Colio, cinco kilómetros al norte de Potes.

En noviembre de 1811, los franceses intentaron por última vez hacerse con el control de Asturias y un nutrido contingente de tropas, mandadas por el general Bonet, cruzó el Puerto de Pajares y ocupó Oviedo, Gijón y Avilés. Para forzar su retirada, el general Mendizábal, comandante militar de Cantabria, ordenó a Porlier hostigar el flanco francés desde su base de Potes y cubrir el desembarco en Villaviciosa de la fuerza británica destacada desde La Coruña. El 22 de diciembre, en el curso de la operación, la División Cántabra libró un duro combate en las inmediaciones de Infiesto, por el que Porlier fue propuesto para la cruz laureada de San Fernando, que no le llegó a ser concedida.

Tras la victoriosa campaña de 1812, las Cortes nombraron al duque de Wellington generalísimo de los Ejércitos Nacionales. Su primera medida fue reagrupar en cuatro ejércitos los siete existentes hasta entonces. El 7.º, del que dependía la división de Porlier, fue disuelto y sus tropas quedaron adscritas al 4.º, también llamado Ejército de Galicia, cuyo mando se confió al general Castaños.

En febrero de 1813, mientras llegaba éste, su sobrino, el marqués de las Amarillas, se hizo cargo interinamente del mando del 4.º Ejército, articulándolo en tres cuerpos. La División Cántabra, que pasó a denominarse 5.ª División, quedó adscrita al Cuerpo de Ejército del Centro, pero la actividad bélica se ralentizó durante el resto del invierno y Porlier permaneció en Oviedo con su mujer y su hija Juana, nacida en Potes el 6 de agosto de 1812.

A finales de mayo, las distintas unidades que operaban dispersas por el Cantábrico se concentraron en la zona de Astorga, al objeto de proteger el flanco norte del ejército británico en su progresión hacia el noroeste, partiendo de Ciudad Rodrigo. La maniobra iba dirigida a forzar al rey José Bonaparte a retirarse de Valladolid, donde había trasladado su corte por orden de Napoleón, dictada cuando destinó buena parte de las tropas que operaban en la Península a la campaña de Rusia. Para lograr este objetivo, Wellington había concebido amenazar el dispositivo francés, sin entablar combate, marchando siempre al norte del camino de Francia.

Amarillas recibió orden de situarse en Benavente, ciudad a la que llegó el 2 de junio. A los dos días, en Villalpando, Polier se incorporó al cuartel general con la 1.ª Brigada de su división, permaneciendo la 2.ª en Cantabria. Al frente de ella, llegó hasta Palencia, momento en que José y sus tropas se retiraron a Burgos. El día 8, al recibir un escrito de Castaños con orden de entregar el gobierno militar del Principado, Porlier decidió trasladarse personalmente a Oviedo, sin contar con Amarillas.

El 4.º Ejército continuó su progresión y cruzó el Ebro cerca de su nacimiento. El día 12, José abandonó Burgos, y el 21 se libró la decisiva batalla de Vitoria. Una semana después Porlier se reincorporó al cuartel general, establecido en Tolosa (Guipúzcoa), encontrándose con que, durante su ausencia, Amarillas había adscrito su brigada a la 6.ª División. Contrariado por esta decisión, solicitó un pasaporte con cierta impertinencia, y, ante su desplante, Amarillas le desposeyó del mando de la 5.ª División y le ordenó permanecer en Mondragón hasta nueva orden.

El 1 de julio, una vez en dicho punto, solicitó la ayuda de Castaños para recuperar el mando de su unidad. Antes de que el vencedor de Bailén se incorporara al cuartel general del 4.º Ejército, fue relevado en la jefatura de esta gran unidad por el general Freire, y Amarillas fue destinado a Córdoba. El 10 de agosto, el nuevo general en jefe repuso en el mando de la 5.ª División a Porlier, por lo que, veinte días después, pudo desempeñar un destacado papel en la batalla de San Marcial, cuyo desenlace forzó a los franceses a cruzar el Bidasoa y puso fin a la Guerra de la Independencia.

El 14 de septiembre, en reconocimiento a los méritos contraídos en San Marcial, la Regencia le concedió el empleo de mariscal de campo, y hasta fin de noviembre continuó combatiendo en territorio francés. El 7 de diciembre, las unidades del 4.º Ejército volvieron a cruzar la frontera y la división de Porlier quedó de guarnición en Bilbao, donde murió su hija Juana, el 23 de enero de 1814, con sólo dieciocho meses de edad.

A los pocos días se trasladó a Valladolid, debidamente autorizado, para litigar en su Chancillería por un mayorazgo al que su esposa creía tener mejor derecho, y allí se encontraba cuando, el 22 de marzo, Fernando VII regresó de su cautiverio. Autorizado para continuar sus gestiones en Madrid, aprovechó la estancia en la corte para solicitar la Comandancia General de la Costa de Cantabria y reivindicar la concesión de la cruz de San Fernando.

Antes de recibir contestación a ambas demandas, fue detenido en la madrugada del 29 de mayo, trasladado al Cuartel de Guardias de Corps –hoy llamado de Conde Duque–, y procesado por presunto delito de deslealtad. El arresto se debió a la delación de su amanuense, quien facilitó a la justicia unas cartas muy comprometedoras, en momentos de gran represión política, dirigidas a facilitar la huida a Inglaterra de José Fernández de Queipo, jefe político de Segovia y prometido de una cuñada suya.

Condenado por real orden de 16 de julio a cumplir cuatro meses de arresto, fue conducido a La Coruña y confinado en el castillo de San Antón. El duque de Saint Marq, a la sazón capitán general de Galicia, dispuso que se le dispensara el trato debido a su condición de mariscal de campo y le permitió vivir con su esposa y disponer de personal de servicio.

Por ironías del destino, a comienzos de 1815, llegó arrestado a la misma fortaleza el recién cesado ministro de Gracia y Justicia, Pedro de Macanaz. Pese a ser quien hacía seis meses había promovido su procesamiento y ordenado su prisión, mantuvieron excelentes relaciones. El 18 de agosto, tras alegar problemas de salud de su esposa, Fernando VII le autorizó a realizar un tratamiento de hidroterapia en Arteixo, balneario situado 11 kilómetros al sudoeste de La Coruña.

El capitán general dispuso que fuera escoltado por el capitán José Castañera, un sargento, tres cabos y 12 soldados del Regimiento de Infantería Lugo y, antes de partir, accedió a recibirle en su residencia, donde ambos conversaron durante dos horas. En el curso de esta visita, Porlier sorprendió la buena fe de Saint Marq y obtuvo permiso para residir en La Pastoriza, a medio camino de Arteixo, en la finca de Andrés Rojo del Cañizal, lo cual parece indicar que la hidroterapia era un pretexto para salir de San Antón.

Entre el 22 de agosto, día de su llegada a La Pastoriza, y el 18 de septiembre, víspera del pronunciamiento, Porlier, con la complicidad del capitán Castañera, mantuvo largas reuniones con numerosas personas, civiles y militares, procedentes de diversas localidades de Galicia y Asturias. Los contactos más habituales fueron con el dueño de la casa, conocido comerciante coruñés, con el médico José de Lazcano, y con los tenientes coroneles Cabrera, jefe del Regimiento de Lugo, y Fernando Miranda, regidor de Ribadeo. Sin embargo, quien urdió la conspiración que se estaba fraguando fue Manuel de Santurio y García-Sala, un antiguo auditor del Ejército, internado en la Cárcel Real de La Coruña desde el 11 de junio de 1814.

Entrada la noche del 18 de septiembre, partió a caballo hacia La Coruña con la única compañía de su asistente. Una vez dentro del recinto amurallado, hizo que Santurio redactara varias proclamas en defensa del liberalismo, dirigidas a la tropa, a los coruñeses y a los ayuntamientos gallegos, que se imprimieron en las imprentas de Soto y de Higuereta.

Seguidamente, encerró en el castillo de San Antón al capitán general, al gobernador militar y al coronel del Regimiento de Órdenes Militares, y destacó oficiales para comunicar que había tomado el mando del ejército del Reino de Galicia a las guarniciones de Ferrol, Santiago, Tuy, Betanzos, Astorga, Oviedo y Santander. En los dirigidos a Ferrol y Santiago, reclamó además parte de sus tropas para reforzar la plaza coruñesa.

Al amanecer del día 19, los coruñeses contemplaron con estupor los acontecimientos que se desarrollaban, sin mostrar el menor entusiasmo por el credo liberal ni por la Constitución de 1812, proclamada por Porlier frente al palacio de la Capitanía General. Tampoco los ediles se plegaron a obedecer sus órdenes, hasta ser violentados por la presencia de uno de los oficiales conjurados.

En Ferrol, el comandante militar también se resistió a obedecer las órdenes de Porlier, pero los jefes del 6.º Regimiento de Marina y del 2.º Batallón del Regimiento de Órdenes Militares le comunicaron que sus oficiales estaban decididos a hacerlo y que, bajo su responsabilidad, le prestarían la ayuda solicitada.

Sin embargo, en Santiago, cuando se recibió el mismo escrito, su destinatario, el teniente coronel Antonio Alonso Ortega, jefe del 1.er Batallón de Granaderos de la 4.ª División, decidió dar cuenta de su contenido al gobernador militar, quien se aprestó a combatir el movimiento sedicioso con los 3.966 soldados disponibles, la ayuda económica del cabildo compostelano y el respaldo del ayuntamiento y la población.

A la una de la madrugada del 22 de septiembre, superados muchos obstáculos de tipo logístico, Porlier partió de La Coruña al objeto de doblegar la resistencia compostelana. La columna la formaban 34 oficiales, 40 sargentos, 821 cabos y soldados, 24 mulos, dos obuses, dos cañones y tres cajas de munición de artillería.

Tras una jornada de marcha, la columna acampó en Órdenes para pernoctar. Porlier y los oficiales se reunieron a cenar en un mesón. Hacia las diez, apenas levantada la mesa, oyeron gritos y disparos. Intentaron salir, pero se lo impidieron sus propios soldados, quienes, con los sargentos a la cabeza, venían dispuestos a prender a Porlier y a los oficiales para entregarlos a las cercanas tropas de la guarnición compostelana.

Al conocerse en La Coruña el desenlace de la expedición y saber que Porlier estaba preso en Santiago, cuantos le habían secundado se dispersaron y, a las once de la mañana del día 23, el capitán general recuperó el mando sobre la demarcación y, como primera providencia, ordenó el ingreso del cabecilla en la Cárcel Real de La Coruña y nombró fiscal para incoar el preceptivo sumario.

El día 26, se le tomó declaración, negándose a contestar a cuanto se le preguntó, y sin mediar otra actuación, un consejo de guerra sumarísimo le condenó a morir en la horca, previa degradación pública de su empleo militar al pie del patíbulo, conforme a lo previsto en las Ordenanzas de Carlos III para los reos de sedición.

Ratificada la sentencia por el monarca, la fecha de la ejecución se fijó para el día 3 de octubre. El patíbulo se alzó en el Campo de la Leña, extramuros de la ciudad, donde se procedió a su degradación, ejecución y quema de las proclamas que había ordenado imprimir.

Su cuerpo fue inhumado en el camposanto de la parroquia de Santiago, donde permaneció hasta el 8 de abril de 1820, en que fue exhumado y depositado en el Parque de Artillería. El 4 de mayo, los restos fueron trasladados a un panteón en la capilla de San Roque. tributándole la guarnición honores fúnebres de capitán general. Y, en 1824, fueron vueltos a exhumar y dispersados por el campo.

 

Obras de ~: Testamento del general don Juan Díaz Porlier, primer víctima de la libertad de la Patria, Madrid, Imp. de la Viuda de López, 1815.

 

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F. Puell de la Villa

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