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Rosendo Porlier y Sáenz de Asteguieta

Biografía

Porlier y Sáenz de Asteguieta, Rosendo. Lima (Perú), 1.III.1771 – Cabo de Hornos (Chile), IX.1819. Brigadier de la Armada.

Nacido en la Ciudad de los Reyes (hoy Lima), capital del virreinato del Perú, de una familia noble, fue su padre el doctor Antonio Aniceto de Porlier y Sopranis, marqués de Bajamar, en aquel momento fiscal de la Real Audiencia de Lima, y su madre María Josefa Sáenz de Asteguieta e Iribarren. Rosendo fue el tercero de cinco hermanos, José y Esteban, nacidos en Buenos Aires, y Antonio Domingo y Juana María nacidos, como él, en Lima. Desde muy joven tuvo inclinación a la carrera de la mar, y al efecto solicitó y obtuvo carta-orden de guardia marina y sentó plaza en Cádiz, a los quince años de edad, en la Real Compañía de Guardias Marinas, el 28 de enero de1786.

Embarcado en la fragata Nuestra Señora de la Soledad, hizo varias comisiones a Constantinopla, Cartagena, y de alférez de fragata (13 de enero de 1789), embarcado en el navío San Francisco de Paula (1790), navegó en las escuadras del marqués del Socorro, de Francisco Javier Morales y de Federico Gravina, practicando el corso y tomando parte en diversos hechos de armas que aquéllas hicieron. Estuvo en las expediciones a Mazalquivir (Orán) formando parte de la división enviada en socorro de dicha plaza, sometida a ataques por parte del Dey de Marruecos. Mandaba la división el general Gravina, con Porlier como ayudante suyo, quien tomó parte activa en siete de los ataques que se dieron. Allí permaneció hasta 1791, fecha en que la plaza fue evacuada cumpliendo lo especificado en la Convención firmada entre el rey de España y el dey de Argel. El 1 de marzo de 1791 ascendió a alférez de navío, y el 9 de septiembre de 1791 a teniente de fragata.

Ni el estallido de la Revolución Francesa ni la ejecución de Luis XVI en 1793 hicieron que España abandonase su política de neutralidad. Fue la Convención la que, al declarar la guerra a España (marzo de 1793), obligó a ésta a responder de la misma manera días después.

En ese contexto, Porlier, también a las órdenes de Gravina, se encontró en la defensa de Rosas, sitiada por los republicanos franceses. Esta acción, duró dos largos meses del invierno de 1794 a 1795, sufriendo los temporales en aquel puerto desabrigado, que rompieron las amarras de todos los buques, abordándose unos (el San Antonio y el San Dámaso) y encallando en la costa otro (el Triunfante). Porlier sirvió en las fuerzas sutiles, las que rindieron un gran servicio, en fuego constante con el enemigo durante setenta y seis días a cielo descubierto, y participó en el reembarco de la tropa del castillo de la Trinidad, última defensa de la ciudad, en tan buen orden que sólo resultó prisionero un corto destacamento al penetrar los franceses la mañana siguiente en las ruinas abandonadas de la fortaleza.

Durante la campaña fue ascendido a teniente de navío (22 de noviembre de 1794) y al año siguiente, con motivo de la evacuación de Rosas, a capitán de fragata graduado (26 de febrero de 1795). El Tratado de Basilea (1795) puso fin a esta guerra e hizo a Godoy príncipe de la Paz. Porlier siguió navegando al corso varias veces en distintos buques hasta que, ya nuevamente en guerra con Inglaterra (1796), embarcó en el navío Príncipe de Asturias (12 de marzo de 1797), en destino de ayudante de Federico Gravina, segundo jefe de la escuadra de José de Mazarredo, con la que defendió Cádiz de los ataques que Nelson llevó a cabo con fuerzas de la escuadra de bloqueo inglesas mandadas por Jervis. Hizo una salida para ahuyentar a estas fuerzas (6 de febrero de 1798) y regresó a la bahía después de estar una semana en la mar. Mazarredo esperaba en Cádiz la llegada del almirante Eustache Bruix para dirigirse juntos a recuperaba Menorca —tomada por la escuadra del comodoro Duckworth y un cuerpo de ejército mandado por el general Charles Stuart en noviembre de 1798—, tal era la creencia del Gobierno español, pero el almirante francés pasó de largo por Cádiz, para fondear en Tolón, y Mazarredo, por orden del Gobierno, se dirigió solo a liberar Mahón (13 de abril de 1799), pero a causa de un fuerte temporal, que desarboló palos y masteleros, tuvo que entrar en Cartagena para hacer reparaciones. En este puerto se le unió la escuadra de Bruix, de vuelta de Tolón, y juntos salieron para Cádiz y luego continuaron hasta Brest, donde quedó la escuadra española de veinte buques secuestrada por Napoleón. Allí prestó Porlier útiles y distinguidos servicios, hasta que, transbordando con su general al navío Neptuno, donde Gravina izó su insignia, salieron ambos con cinco navíos, una fragata y un bergantín, junto con la escuadra francesa del almirante Villaret-Joyeuve de cincuenta y cuatro buques de guerra y numerosos transportes con más de diez mil hombres que, al mando del general Leclerc, debían sofocar la rebelión de los negros conducidos por Toussaint-Louverture en Santo Domingo (14 de diciembre de 1801). Porlier tomó parte en las operaciones de Puerto Príncipe y Guárico. Pasó después a La Habana y se reintegró a Cádiz, trayendo caudales, en mayo de 1802, ya firmada la Paz de Amiens, por la que España recupera Menorca, quedando desembarcado por primera vez el 8 de junio siguiente. El 5 de octubre ascendía a capitán de fragata efectivo y obtenía licencia para Madrid.

Mientras tanto, España declaraba la guerra a Gran Bretaña (12 de diciembre de 1804) como consecuencia del apresamiento, después de un duro combate, de cuatro fragatas, mandadas por el general Bustamante, que llevaban el tesoro del Perú y que, por estar en tiempo de paz no iban preparadas, por una escuadra de cuatro navíos al mando del comodoro Graham Moore, quien concretó que las fragatas estaban “detenidas”, no presas. Terminada la licencia, Porlier fue nombrado comandante de la división de fuerzas sutiles —cuatro cañoneras— de la puerta de Sevilla (27 de diciembre de 1804). Más tarde (16 de febrero de 1805) pasó al navío Argonauta como ayudante de la Mayoría General de la escuadra que mandaba Federico Gravina —seis navíos— que, integrada en la escuadra francesa del almirante Villaneuve —doce navíos—, salió de Cádiz para la Martinica (10 de abril de 1805) en una maniobra de diversión, para regresar, y junto con otras escuadras proteger el paso de las fuerzas de invasión de Inglaterra por el Canal de la Mancha. En Martinica, Porlier mandó las fuerzas sutiles, cooperando a la toma del fuerte y del peñón del Diamante, en manos inglesas. De esta acción escribió Gravina en un parte al Gobierno: “La bizarría, valor y conocimiento con que este oficial y los demás que llevaba a sus órdenes se han conducido en esta acción, han merecido los mayores elogios en una y otra escuadra [...]”. Concurrió también al apresamiento de un convoy inglés de catorce mercantes frente a la isla de Antigua y, al regresar a España la escuadra combinada, siendo ayudante de Escaño, asistió al combate que se riñó en aguas de Finisterre (22 de julio) contra la escuadra inglesa del almirante Robert Calder que pretendía interceptarla.

Después de visitar los puertos de Vigo y La Coruña, Villeneuve, contraviniendo las órdenes de Napoleón de concentrarse en el Canal, salió con la escuadra combinada para Cádiz (20 de agosto).

Rosendo Porlier, junto con el general Gravina y su Estado Mayor, ya habían transbordado al navío de ciento dieciocho cañones Príncipe de Asturias cuando salió la escuadra combinada a la mar el día 20. En este barco iba también el guardia marina Juan Díaz Porlier, a quien llamarían el Marquesito, supuesto familiar de Rosendo. El 21 tendría lugar el combate contra la escuadra inglesa del almirante Nelson sobre el cabo Trafalgar. En esta acción, el Príncipe se batió con ventaja con el Defiance y el Revenge, pero se vio atacado por otros tres navíos, uno de ellos de tres puentes, y, al quedar seriamente dañado su casco y cortado el aparejo, fue tomado a remolque por la fragata Themis bajo el fuego enemigo y conducido a Cádiz, siendo el único buque aliado que conservó la insignia de mando. Al día siguiente desarbolaría los palos mayor y mesana como consecuencia del temporal. Su jefe recibió en el combate una herida en el brazo izquierdo y moriría poco tiempo después; su mayor general Escaño recibió otra en una pierna, pero no tan peligrosa. Por su comportamiento en esta acción, Porlier fue ascendido a capitán de navío (9 de octubre de 1805). Existen dos cartas relativas a este combate, una, en el archivo familiar, dirigida a su padre, en la que, entre otras cosas, le dice: “El día de ayer ha sido el más cruel que existe en la historia; todos han hecho su deber y con mucho honor y bizarría, aunque con desgracia”; en la otra, dirigida al capitán de navío José Meléndez, comandante del Glorioso, se expresa de esta manera: “Todo lo hemos perdido menos el honor. El tiempo después del combate nos ha acabado de destrozar. Amigo, dimos fin con nuestra derrengada Marina, tristes efectos de la loca salida de nuestro compadre Villeneuve que sin decir oste ni moste, después de una junta donde quedó determinado no convenía salir, tuvo la disparatada idea (que a nadie comunicó) de batir los ingleses”.

La guerra con Francia esta vez vino de la mano del Tratado de Fontainebleau (1807), por el que, bajo un pretendido reparto de Portugal, las tropas de Napoleón se adueñaron de España. En 1808, se nombró a Porlier comandante de las baterías de morteros situadas en la casería de Osio, en la bahía de Cádiz, con las que contribuyó al combate y rendición de la escuadra francesa del almirante Rosily entre el 9 y el 14 del mes de junio. A los pocos días salió para Sevilla a tomar las órdenes de aquella Junta, enviado por el brigadier José Serrano Valdenebro; regresó a Cádiz al mes siguiente para hacerse cargo del mando de la fragata Atocha con la que estuvo en Cartagena, Barcelona, Tarragona y otros puertos del Mediterráneo español, en apoyo de las fuerzas del Ejército, batiéndose en diversas ocasiones con las baterías francesas. En diciembre de 1809, ya estaba en Cádiz.

En julio de 1810 salió Porlier para la América septentrional, llevando al virrey de Nueva España, nombrado por la Regencia, Francisco Javier Venegas de Saavedra hasta Veracruz, pasando con dicho general a la Ciudad de México, donde pudo observar los malos efectos del levantamiento del cura Miguel Hidalgo, en las regiones del Norte, y del presbítero José María Morelos, lugarteniente suyo, en las del Sur. Hidalgo, que temía la actitud enérgica del virrey, se dedicó a ir levantando pueblos desde Dolores hasta Valladolid, logrando reunir un ejército de cerca de ochenta mil hombres, con el que marchó hacia la capital. Volvió Porlier a Veracruz para organizar una fuerza de quinientos hombres entre la dotación de sus barcos de otros existentes allí, con la que regresó, colaboró en la batalla contra Hidalgo, que se había apoderado del Monte de las Cruces (octubre de 1810), punto clave de las operaciones, salvando a la Ciudad de México del conflicto. Siguió luchando en tierra contra los insurrectos y realizó prodigios sosteniendo los intereses de la metrópoli. Enviado a socorrer al brigadier José de la Cruz, Porlier y sus hombres tomaron parte en las batallas de Zamora y otras, distinguiéndose por su actuación al deshacer las fuerzas de Morelos. Luego fue destacado al mando de una división desde Guadalajara, para controlar las actividades de los guerrilleros.

Regresó a México con un cargamento de plata encomendado por el coronel Félix Calleja que mandaba una agrupación en Guanajuato. En mayo de 1811 ascendió a brigadier en base a sus méritos y en virtud de los poderes del virrey. Y ya en la capital, se le dio el mando de las fuerzas de Toluca, ciudad que defendió contra el ataque de más de veinte mil insurgentes. Después atacó y se apoderó de Tenango y Tenancingo, resistiendo las posteriores reacciones enemigas (1812). De camino a Veracruz con la división del general Olazábal, sufrió varios ataques de las fuerzas del cura Morelos. En Jalapa derrotó a los insurgentes, tomándoles la artillería y causándoles gran mortandad. Llegados a Veracruz, y una vez reembarcada la dotación, Porlier salió con la fragata Atocha de su mando para La Habana, donde hizo entrega de ella al capitán de fragata Lorenzo Noriega, y, de transporte en la fragata Prueba, regresó a Cádiz (7 de octubre de 1815) cubierto de laureles.

Tras el informe rendido por el teniente general Pablo Morillo (1816) en el que explicaba los escasos medios navales con que contaba para hacer frente a la insurrección en los territorios americanos, el Gobierno proyectó el envío de una nueva expedición a Ultramar que transportaría treinta mil soldados a Tierra Firme y Río de la Plata. Se preveía enviar dichas fuerzas en dos únicos convoyes, uno al mando de Francisco Mourelle y otro al mando del brigadier Rosendo Porlier. El proyecto fracasó por no haber buques disponibles y operativos para dar cobertura a los transportes. Después de disfrutar de una licencia en Madrid, Porlier fue nombrado comandante del navío San Telmo (23 de marzo de 1819), de las fuerzas marítimas del Mar del Sur y del Apostadero de El Callao de Lima; salió con una división compuesta por aquel navío, el Alejandro I (ex Dresden, uno de los barcos comprados a Rusia), de setenta y cuatro cañones, la fragata Prueba, de cuarenta, y la mercante Primorosa Mariana. Zarpó de Cádiz la división (13 de mayo de 1819); los barcos iban en mal estado y pronto empezaron a manifestarlo. El Alejandro I tuvo que volverse a Cádiz, por averías, y las fragatas llegaron separadas a El Callao, tras una penosa navegación.

Del San Telmo no se supo exactamente el fin.

La Mariana al separarse de él el 2 de septiembre vio que tenía averías en el timón, tajamar y verga mayor imposibles de reparar con temporales tan duros. Se supuso que habría arribado a Río de Janeiro y de allí se esperaron sus noticias por mucho tiempo, pero en vano. Probablemente pereció con toda su tripulación —644 hombres— en alguna parte de las islas Shetland, en medio de los temporales del cabo de Hornos.

En Perú esperaron su llegada por algún tiempo, hasta que, al no presentarse, se le dio de baja (27 de diciembre de 1821). Tenía cuarenta y ocho años de edad y treinta y tres de servicio. El periódico Eco del Comercio, de Madrid, de 11 de febrero de 1836, decía: “Las podridas naos rusas que tantos millones costaron al erario perecieron en las dársenas o fueron a pique en las costas y alta mar, sirviendo de tumba al valiente Porlier y otros compañeros de desgracia”. En la estación antártica peruana “Machu Pichu” hay una lápida que hace patente el recuerdo de la tragedia. En el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando (Cádiz) otra placa le recuerda con esta inscripción: “A la memoria del brigadier de la Armada D. Rosendo Porlier.

Muerto en el navío de su mando San Telmo en el naufragio en el cabo de Hornos, 1819”. Por haberse extraviado su Hoja de Servicios, a petición de su hermano, el mariscal de campo, marqués de Bajamar, la Reina ordenó rehacerla, lo que se hizo con los datos existentes en la Mayoría General, razón por la cual no se dispone más que de algunos hitos, muy escuetos, de su carrera militar.

El brigadier Rosendo Porlier era un marino inteligente, militar esforzado y recto y cumplido caballero, en quien la Armada tenía fundadas y justas esperanzas.

Su trayectoria estaba jalonada de distinguidos servicios militares y científicos.

Siempre se le tuvo en la Armada por uno de sus más bizarros oficiales. Sus acciones terrestres en América le acreditaron como un militar entendido y valiente.

Obtuvo muy pronto merced de hábito en la Orden de Santiago, que su tío Joseph Porlier tenía otorgada en 1762, Orden en la que más adelante se cruzó y profesó.

Fue recibido como hijodalgo de Madrid (1801) y tenía probada la nobleza de sangre otorgada por Carlos IV (1801). Murió sin dejar descendencia.

 

Obras de ~: Carta a su padre, navío Príncipe, 22 de octubre de 1805, ms. en Archivo del marqués de Bajamar, Corella (Navarra), leg. 4, 4.º, Carta al capitán de navío D. José Meléndez, copia mecanografiada sin fecha (1805), en Archivo del Museo Naval, ms. 2162, doc, 15, fol. 49; Informe sobre la toma del islote del Diamante a bordo del Argonauta, 5 de junio de 1805, en Museo Naval de la Armada, ms. 2273, doc. 5, fol. 79.

 

Fuentes y bibl.: Archivo-Museo Don Álvaro de Bazán (El Viso del Marqués, Ciudad Real), Secc. Cuerpo General, 626/957, Hoja de Servicios; Archivo del marqués de Bajamar, leg. 4, 4.º, Certificado de servicios del capitán de navío D. Rosendo Porlier, 1831.

Genealogía de la familia noble de Porlier de la qual una rama se halla establecida en París y la otra en España: formada sobre las Executorias, Papeles y Documentos auténticos que en ella se citan, Madrid, Imprenta de Andrés Ramírez, 1779; F. J. venegas de Saavedra, marqués de la Reunión, “Rosendo Porlier en el virreinato de Méjico”, en Gazeta de la Regencia de las Españas, 5 de marzo de 1812; F. de P. Pavía y Pavía, Galería biográfica de los generales de Marina, jefes y personajes notables que figuraron en la misma corporación desde 1700 a 1868, Madrid, Imprenta de F. García, 1873-1874; J. Cervera Jácome, El Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando, Madrid, 1926; A. de Porlier y Jarava, “Bicentenario del brigadier de la Real Armada D. Rosendo Porlier”, en Revista General de Marina (RGM), t. 182 (noviembre de 1971), págs. 543-556; C. Fernández Duro, La armada española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón, t. VIII, Madrid, Museo Naval, 1973 (2.ª ed.), págs. 28-29, 48, 229, 277 y 329-346; VV. AA., Enciclopedia General del Mar, vol. VII, Barcelona, Ed. Garriga, 1982 (3.ª ed.), pág. 78; J. Ortiz Sotelo, “Rosendo Porlier y Pascual de Herazo y Ayesta: dos peruanos en la Antártica”, en Revista de Historia Naval (RHN), año XIII, n.º 48 (1995), págs. 45- 52; J. I. González-Aller Hierro, “La guerra contra la Gran Bretaña (1804-1808) en el manuscrito 472 del Museo Naval”, en RHN, año XXIII, n.º 88, suplemento n.º 7 (2005).

 

José Antonio Ocampo Aneiros