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Pero Tafur

Biografía

Tafur, Pero. Sevilla, c. 1410 – Córdoba, c. 1480 sup. Viajero del siglo xv.

La única obra que se conoce de Pero Tafur es la titulada Andanças e viajes por diversas partes del mundo avidos, relato escrito hacia 1454, en el que cuenta el viaje que realizó a diversos lugares de Oriente y Europa, entre los años 1436 y 1439. De Tafur no es mucho lo que se sabe y casi todo derivado de los datos que él mismo va ofreciendo en su obra. Así, se conoce que era natural de Sevilla y que allí transcurrió su juventud y buena parte de su vida. Hubo de nacer en los primeros años del siglo xv, hacia 1410. Fue criado en la casa del maestre de la Orden de Calatrava, Luis de Guzmán, donde conoció al mercader Carlo Morosín, a quien luego encontraría en Venecia.

En aquella casa tuvo trato familiar con Fernando de Guzmán, que sería comendador mayor de la Orden y a quien Tafur dedica su libro. Junto al maestre, y bajo las banderas de Juan II, tomaría parte en las guerras de reconquista y hacia 1430 combatía contra los moros en la frontera de Jaén. Aprovechando precisamente una de las treguas de aquella guerra, emprendió su viaje por extrañas y lejanas tierras. Éste tuvo lugar entre el otoño de 1436, cuando todavía pudo acudir al sitio de Gibraltar, como narra al comienzo del viaje, y la primavera de 1439, tras visitar en enero de ese año al papa Eugenio IV en Florencia.

Por aquellas fechas Tafur vivía ya en Córdoba, a la que se refiere en algunos momentos del viaje y donde lo localizan, en efecto, diversos documentos conservados de los años 1460 y posteriores. En actas capitulares aparece como caballero veinticuatro de la ciudad, cargo que ocuparía hasta el año 1480. También se documenta que estaba casado con Juana de Orozco, según el testamento de ésta fechado en 1490, por el que igualmente se sabe que tuvo tres hijos. Es posible que Tafur contrajera matrimonio con anterioridad, del que procedería otra hija, mencionada asimismo en aquel testamento, y un hijo que también fue veinticuatro de Córdoba. Sobre ese fondo cordobés, Tafur se representa en conexión con un interesante grupo de personajes de mediados de siglo. A ese grupo pertenece el humanista Nuño de Guzmán, hijo menor del maestre Luis de Guzmán, quien hacia 1430 emprendió viaje a Tierra Santa y luego recorrió buena parte de Europa, residiendo un tiempo en la Corte de Borgoña (1432) y luego en Florencia (1439). Con él compartió Tafur el impulso viajero y quizá recuerdos de aquellos lugares por ambos frecuentados. Por aquellos años, durante una breve estancia, se halló también en Florencia el poeta Juan de Mena, cordobés y caballero veinticuatro. Un tercer personaje es el comendador Fernán Pérez de Guzmán, a quien Tafur dedica su libro y que fue comendador mayor de la Orden de Calatrava durante buena parte del maestrazgo de Pedro Girón y los primeros años del de su hijo Rodrigo Téllez. Alcanzó celebridad por haber protagonizado los tristes sucesos del pueblo de Fuenteovejuna, en 1476, que inmortalizó Lope de Vega en su famosa comedia. Con ese personaje abyecto de la comedia, que comete toda suerte de abusos y desmanes, contrasta sorprendentemente el personaje a quien dedica Tafur su obra, que encarna altos ideales caballerescos.

En efecto, el libro de Tafur, como afirma en su dedicatoria al comendador, responde a una ideología caballeresca y el viaje, el “visitar tierras extrañas”, está concebido como empresa que pone a prueba el valor y esfuerzo personales del caballero. Dentro, pues, del estado de la caballería es donde encuentra su plena justificación el recorrido de extrañas regiones, que enaltece y adorna las virtudes del caballero. En el libro es patente la orientación y el gusto caballerescos que lo presiden, así como la continua ostentación de la condición de caballero por parte del autor, quien trata de probar que su linaje entronca con el del emperador de Constantinopla, arma caballeros a dos alemanes y un francés, asiste a torneos, nunca duda en resaltar la superioridad del hidalgo sobre el villano y siempre encarece la magnanimidad caballeresca de quienes le reciben y acogen.

En su viaje Tafur recorre lugares no muy lejanos, pero sí múltiples y diversos, tanto por mar como por tierra. Se desarrolla en cuatro etapas, tomando como punto central de referencia la ciudad de Venecia. La primera etapa comprende de Sanlúcar de Barrameda (aunque seguramente la salida sería desde Sevilla, pero falta parte del primer folio del manuscrito) a Venecia, con visita a Roma y otras ciudades. La segunda es un viaje a Oriente, hasta Palestina y Egipto, y regreso a Venecia. La tercera es un viaje al imperio alemán y ciudades de Europa central, y de nuevo a Venecia. Y la cuarta es la etapa de regreso a España por el Adriático y las costas del Mediterráneo hasta Cerdeña (aquí se interrumpe de nuevo el manuscrito, también falto de algún folio al final, donde probablemente se continuaría el viaje hasta la llegada a Sevilla o Córdoba).

A pesar de ese aparente orden, si bien se considera, resulta un viaje más bien azaroso y de aventura, pues, en realidad, no hay un punto determinado al que se dirija el viajero y del que retorne conforme a un plan previamente establecido. Por eso no es infrecuente que en distintos momentos Tafur haga incursiones en nuevos e imprevistos lugares: en el mar Negro, por ejemplo, se separa del grupo de peregrinos al que acompañaba para llegar hasta Trebisonda y Cafa; desde el Sinaí quiere pasar a la India, aunque le disuadirá Nicolò dei Conti; desde Brujas y la Picardía hubiese querido continuar hasta París, aunque acaba desistiendo por temor a la peste que asolaba aquellas regiones.

Tafur parte de Sanlúcar y hace escala en Gibraltar, donde asiste a la batalla y presencia el naufragio y muerte del conde de Niebla. Regresa a Sanlúcar y embarca en una carraca genovesa, que parte junto a otras dos, portadoras de grandes riquezas. Recorren puntos de Berbería, como Arcila, y luego Ceuta y Málaga “çibdad del reino de Granada”, donde comercian los genoveses. Pasa a Cartagena e Ibiza, sufre una gran tormenta en el golfo de León, y llega a Niza y Génova, donde permanece quince días, describe la ciudad y logra cobrar unas letras a unos mercaderes. Continúa por Pisa y Florencia hasta Bolonia, donde pide licencia al Papa para ir a Jerusalén y visita el Monasterio de Santo Domingo, del linaje de los Guzmán. De allí marcha a Ferrara y a Venecia, donde se hospeda en el mesón del Esturión y se encuentra con el mercader Carlo Morosín, que le ayuda a gestionar unas letras de cambio. Atravesando buena parte de Italia marcha a Roma, donde pasa la cuaresma, y regresa a Venecia por Viterbo, Terni, Perusa, Asís, Gubio, Rímini y Ravenna.

En Venecia, el día de la Ascensión de 1436, se embarca para Jerusalén acompañado de dos escuderos.

Tras pasar por Corfú, Modón, Creta y Rodas, desembarca en Jafa y de allí en tres jornadas sobre una caballería llega a Jerusalén, donde le hospedan los frailes de Monte Sión y visita los lugares sagrados. Disfrazado de moro y acompañado de un renegado portugués, logra visitar el templo de Salomón convertido en mezquita.

En la iglesia del Santo Sepulcro arma caballeros a dos alemanes y un francés. De nuevo en Jafa, embarca para Beirut y hubiese querido llegar hasta Damasco.

Llega a Chipre con cartas de Juan II de Castilla para el cardenal, quien lo presenta al Rey, que lo agasaja y le envía de embajador al soldán de Egipto. Desde Damieta, remontando el Nilo, llega a Babilonia (El Cairo). Aquí le ayuda en su misión un trujamán, renegado sevillano, que le colmará de obsequios y atenciones.

Pasa por el desierto al Sinaí y en un convento donde dejó su armadura recibió la divisa de Santa Catalina.

Regresó a Chipre, donde fue bien recibido y agasajado, recibiendo también al despedirse la Orden de Caballería del Rey y otros regalos. Tras sortear un ataque de los turcos y una tormenta en el mar, llegó a Rodas, donde asistió al entierro del gran maestre y a la elección de su sucesor. De regreso a Constantinopla, sufrió naufragio en Chíos, del que lo libraron unos vizcaínos y le dio acogida el obispo de Viseo, aunque perdió muchos objetos que traía. En Constantinopla visitó al Emperador con el objeto de indagar el origen de su apellido y averiguó, en efecto, que estaba emparentado con el Emperador, quien le propuso que se quedase allí y se casara. Partió para visitar Grecia, en Cafa compró dos esclavas y un esclavo, y regresó a Constantinopla, donde visitó Santa Sofía y se embarcó para Italia. Al atravesar los Dardanelos pasó por toda suerte de inclemencias, fue herido en un pie al ayudar a unos cautivos y cerca de Candia padeció el mayor temporal que nunca vio. Llegó a Venecia el día de la Ascensión y se encontró con otros cordobeses que iban a Jerusalén.

Tras contemplar la ceremonia del casamiento del mar, partió para Ferrara, donde encontró al papa Eugenio, que le interrogó sobre su viaje; allí se rasuró la barba y cambió de vestimenta. Tras visitar Parma y Milán, atravesó los Alpes por Lugano y San Gotardo, llegó a Basilea y a unos baños donde curó su herida en el pie. Visitó Estrasburgo, Maguncia, Coblenza, Colonia, Nimega, Malinas, Bruselas, Brujas y el Esclusa, donde le ofrecieron dos doncellas que rechazó. Llegó a la Picardía, pero, por la epidemia de peste, desistió de seguir a Normandía y París. Regresó a Brujas y pasó a Gante, Amberes, Lovaina. Regresó a Colonia, Basilea, Maguncia, donde fue apresado y conducido a un castillo del duque de Baviera, que le puso en libertad al saber quién era y le devolvió su espada. En Constanza vio a la mujer más hermosa de su vida, continuó por Ulm, Núremberg y Praga hasta Breslau, donde el emperador Alberto le agasajó con cenas y bailes y la presencia de damas y caballeros de la Orden del Escama. El Emperador le entregó las insignias de sus órdenes y le dio 300 florines en una copa de plata, que Tafur devolvió, pues nunca aceptaba dinero. Al salir de Breslau fue asaltado por unos ladrones, llegó a Viena y de allí pasó a Buda, donde saludó al duque Federico. Cruzó de nuevo los Alpes, Friul, Treviso, Padua y Ferrara, llegó hasta Florencia para cambiar dinero y volvió a Venecia, donde recogió todo lo que había traído de Oriente y lo embarcó para España.

Continuó su viaje por Ravenna, Rimini, Pesaro, Ancona, Brindisi y, rodeando Sicilia, Mesina, Palermo, Agrigento y Siracusa; una borrasca le llevó a Túnez, donde saltó a tierra y desde allí navegó de nuevo a Cagliari, en Cerdeña, punto en el que se interrumpe el relato por la pérdida de algún folio que daría cuenta del final del itinerario.

El libro es una crónica retrospectiva y está escrito tiempo después de concluido el viaje, como indican algunas referencias a un presente distinto. Por alguna de ellas, incluso, como la que se hace a la muerte de Juan II o a la caída de Constantinopla, se infiere que se componía hacia 1454, esto es, catorce o quince años después del viaje. Ese alejamiento de los sucesos, al tiempo que permitió al autor una creación más literaria, ordenada y selectiva, fue causa de algunas imprecisiones y errores, con los que algunos críticos han querido rebajar el interés y hasta la autenticidad del libro, pero que de manera explicable se producen al tratar de precisar la distancia y ubicación de ciertos lugares o la fecha de algún acontecimiento histórico.

El viaje está contado en primera persona, fórmula que refuerza la verosimilitud y autenticidad de lo narrado.

No obstante, a pesar de la forma autobiográfica, el mundo personal del viajero no es lo principal.

El protagonista es más bien un espectador y anotador de los lugares y las cosas que observa, y como mucho, en este terreno de lo personal, llega a contar si en determinado lugar sufrió una dolencia, o recibió una herida, o se rapó la barba y el cabello, o perdió sus dientes a causa del intenso frío. Lo que sí deja traslucir es su condición caballeresca y aventurera, así como una mínima formación humanística plasmada en unas cuantas alusiones a los héroes troyanos y a algún personaje mitológico, o en el recorrido por Roma buscando vestigios de la antigüedad.

En visiones como la de la Roma decadente, medieval y cristiana, descubre Tafur un maravilloso real, difícil de describir e incluso de contemplar serenamente.

Deslumbrante es asimismo la visión de la ribera del Nilo, con la alcaicería de El Cairo, las huertas de Matarea donde nace el bálsamo, los cocodrilos (“cocatrices”) e hipopótamos en la orilla del río, los graneros de José, o los elefantes y jirafas. Igualmente lo es la gran fábrica de la ciudad de Venecia, en cuya descripción no falta la de las fiestas en los palacios principales, en los que se ofrecen espectaculares “momos”, o la ribera del Rin, de la que afirma: “es sin duda la más fermosa cosa de ver en el mundo”. La contemplación de todo esto causará asombro y admiración en el viajero y así querrá transmitirlo a sus lectores, para lo cual tratará de racionalizarlo y de trasladar allí sus hábitos de observación más familiares por medio de comparaciones y semejanzas. Por eso, ante lo que no es fácil o no es posible racionalizar, se suele mostrar escéptico o reticente, como ante el relato de las cosas maravillosas de la India que le hace el famoso viajero italiano Nicolò dei Conti, ante noticias de monstruos y seres fantásticos, o ante las reliquias que le muestran en tantas ocasiones. Esta contraposición entre racionalismo y fe, entre sosiego y aventura, espíritu caballeresco y humanístico, realidad y fantasía, es quizá lo más notable y sorprendente del libro de Tafur, una obra ciertamente llena de contrastes y únicamente conocida por una copia manuscrita del siglo xviii, hoy en la Biblioteca Universitaria de Salamanca.

 

Obras de ~: Andanças e viajes por diversas partes del mundo avidos, c. 1454 [Biblioteca Universitaria de Salamanca, ms. 1985; ed. de M. Jiménez de la Espada, Andanças e viajes de Pero Tafur por diversas partes del mundo avidos (1435-1439), Madrid, Imprenta de Miguel Ginesta, 1874, Colección de Libros Españoles Raros o Curiosos, VIII (reed. con est. de J. Vives, present. de F. López Estrada y nuevos índices, Barcelona, El Albir, 1982; reimpr. por G. Bellini, Roma, Bulzoni, 1986; reimpr., Madrid, Miraguano-Polifemo, 1995, col. Biblioteca de Viajeros Hispánicos, 13); ed. con glosario, est. prelim. e índice geográfico de J. M.ª Ramos, Madrid, Hernando, 1934; nueva ed. de M. Á. Pérez Priego, Viajes medievales, II, Madrid, Biblioteca Castro, 2006; ed., introd. y notas de M. Á. Pérez Priego, Pero Tafur. Andanças e viajes, Sevilla, Fundación José Manuel Lara, 2008 (Clásicos Andaluces)].

 

Bibl.: R. Ramírez de Arellano, “Estudios biográficos. Pero Tafur”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, 41 (1902), págs. 273-293; A. Vasiliev, “Pero Tafur. A Spanish Traveler of the Fifteenth Century and his Visit to Constantinople, Trebizond and Italy”, en Byzantion, 7 (1932), págs. 72- 122; J. Vives, Andanças e viajes de un hidalgo español (Pero Tafur, 1436-39), Barcelona, Balmesiana, 1947; F. Meregalli, Cronisti e viaggiatori castigliani del Quattrocento, Milán, Cisalpino, 1957; A. Bravo García, “La Constantinopla que vieron R. González de Clavijo y P. Tafur: los monasterios”, en Erytheia, 2 (1983), págs. 39-47; R. Beltrán Llavador, “Tres itinerarios sobre el Tratado de las andanças e viajes de Pero Tafur”, en Monteolivete, 2 (1985), págs. 17-34; J. A. Ochoa Anadón, “El viaje de Tafur por las costas griegas”, en Erytheia, 8 (1987), págs. 33-62; M. Á. Pérez Priego, “Encuentro del viajero Pero Tafur con el humanismo florentino del primer Cuatrocientos”, en Revista de Literatura, 73 (2011), págs. 131-142.

 

Miguel Ángel Pérez Priego

Relación con otros personajes del DBE

Personajes citados en esta biografía