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Eduardo Barrón González

Biografía

Barrón González, Eduardo. Moraleja del Vino (Zamora), 2.IV.1858 – Madrid, 23.XI.1911. Escultor.

Su vocación artística se manifestó desde niño, cuando tallaba con las cuchillas de zapatero de su padre sobre la madera que cogía de los olivos. Por recomendación del maestro del pueblo, en 1875 sus padres le llevaron a Zamora y lograron que entrara a trabajar de aprendiz en el taller del imaginero Ramón Álvarez Moretón, con el que trabajó durante dos años aprendiendo a restaurar imágenes y muebles de todos los estilos. Simultaneó el trabajo con la asistencia al Instituto, principalmente a las clases de dibujo de Ramón, por lo que fue premiado con la concesión de un certificado de estudios, a pesar de no estar matriculado oficialmente, por su talento y disposición para las artes, y la Diputación lo pensionó con una pequeña ayuda, para que pudiera trasladarse a estudiar a Madrid.

En 1877 se matriculó en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado. Durante sus años de estudiante trabajó, para poder costearse los estudios, en los talleres-estudio de los profesores Elías Martín y Francisco Bellver. Terminó la carrera en agosto de 1881, con un brillante expediente académico. En ese mismo año obtuvo, por oposición, el título de profesor de Dibujo otorgado por el Ministerio de Fomento.

La Diputación de Zamora volvió a pensionarle, durante dos años, para que pudiera estudiar en Roma (finales de 1881). En esa ciudad realizó su primera obra de importancia, la estatua de Viriato, que una vez terminada hizo fundir en bronce para enviarla a España y presentarla en la Exposición Nacional de 1883; fue premiada con medalla de plata. Esta estatua, desde finales de 1903, se encuentra en Zamora en la antigua Plaza de la Hierba, actualmente Plaza de Viriato.

Ya de vuelta en España (principios de 1884), se presenta a las oposiciones a la Academia Española de Bellas Artes de Roma, convocadas por el Estado, y sacó, de nueve opositores, el número uno con una dotación anual de 3.000 liras.

Durante los cuatro años que pasó en la Academia de Roma realizó algunas de sus mejores obras: Adán después del pecado, correspondiente al ejercicio del primer año; Santa Eulalia ante Daciano, gran relieve por el que logró mención honorífica, correspondiente al ejercicio del segundo año, y, como ejercicio los años tercero y cuarto, llevó a cabo una de sus obras más queridas, Roncesvalles, que también le fue calificada con mención honorífica.

Una vez concluidas sus obras en la Academia (1888), antes de regresar a España y por deseo expreso de León XIII, los padres Capuchinos le encargaron la realización de la decoración de la capilla española de la Basílica de Loreto. En ese grandioso santuario repleto de obras de los grandes artistas del Renacimiento, Barrón realizó una colosal escultura sedente de San José con el Niño Dios en mármol de Carrara.

La fuerza creadora y el sentimiento que puso en esta obra, junto a la gran amplitud de registros estéticos, recuerda al San Juan Evangelista de Donatello.

De vuelta a España (1889) empezó a realizar la escultura y el monumento a Hernán Cortés, que se inauguró en Medellín el 2 de diciembre de 1890.

Con motivo del IV centenario del descubrimiento de América se presentó al concurso, que ganó, para la realización del monumento a Colón en la Plaza de Menores de Salamanca, que se inauguró en septiembre de 1893.

En 1895, la Reina regente le nombra conservador-restaurador del Museo del Prado.

En 1904 realiza el grupo Nerón y Séneca, que se puede considerar como una de sus grandes obras, quizá en la que volcó todo su saber y la gran experiencia de su estancia en Italia. Lo presentó en la exposición de 1904 y le concedieron la medalla de oro, siendo, a sus cuarenta y seis años, la culminación de su carrera. A finales de ese mismo año, el Ayuntamiento de Cádiz le encargó la estatua de Castelar, que fue inaugurada en el mes de octubre de 1905.

El 6 de junio de 1910 fue elegido académico, medalla número 26, de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y entre sus múltiples condecoraciones y distinciones se pueden destacar, entre otras: caballero de la Orden de Carlos III; comendador de número de Isabel la Católica; caballero de la Orden de Santiago concedida por el rey de Portugal y académico correspondiente de la Real de Bellas Artes y de la Hispano-Americana de Ciencias y Artes de Cádiz.

De Barrón se podría destacar que, a pesar de su inteligencia, su formación intelectual y su valía artística, fue siempre un hombre del pueblo con un gran sentido de la austeridad, y que, como decía el profesor Gaya Nuño, “jamás se rindió a las rizadas entelequias de su tiempo”.

 

Obras de ~: Viriato, 1883; Adán después del pecado, Escuela de Bellas Artes de San Fernando, Ateneo de Madrid y Caja España de Zamora, 1885; Santa Eulalia ante Daciano, iglesia de San Francisco el Grande, Madrid, 1886-1887; Nerón y Séneca, Ayuntamiento de Córdoba, 1903; Colección familiar, Museo Provincial de Zamora, donada en junio de 2004.

Escritos: Catálogo de Escultura del Museo Nacional de Pintura y Escultura, ed. de ~, Madrid, Imprenta y Fototipia de J. Lacoste, Madrid, 1908.

 

Bibl.: E. Barrón Casanova, Un escultor olvidado, Madrid, Imprenta Villena, 1977; J. A. Gaya Nuño, Ars Hispaniae: Historia Universal del Arte Hispánico, Madrid, Plus Ultra, 1980; J. Urrea, “Eduardo Barrón, escultor 1858-1911”, en Catálogo Exposición Antológica, Zamora, Casa de Cultura, Instituto de Estudios Zamoranos Florián Ocampo y Museo Provincial de Zamora, 1985; A. Belaústegui Fernández, “El escultor Eduardo Barrón”, en El Ateneo-Revista Científica, Literaria y Artística (Madrid), XII-XIII, cuarta época (2003), págs. 93- 98; “El Barrón más reciente. Córdoba muestra al aire libre el Nerón y Séneca del escultor zamorano”, en La Opinión de Zamora (Zamora), 8 de julio de 2007.

 

Alejandro Belaústegui Fernández