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Gregorio Diego Pardo Camba y Sotomayor

Biografía

Pardo Camba y Sotomayor, Gregorio Diego. Sebastián. Pedrafita (Lugo), c. 1684 – Monasterio de Nogales (León), 26.VIII.1744. Cisterciense (OCist.), teólogo, filósofo, abad.

Hace unos años, al ofrecer el catálogo de monjes distinguidos del Monasterio de Santa María de Nogales (León), aparecieron dos monjes del mismo nombre y apellido, cuyos datos fueron extraídos de diversas fuentes. Pero al ver que estos datos no coincidían en todo, se les dedicó una reseña a cada uno de ellos; pero luego, ahondando más en las fuentes, se llegó a la conclusión de que se trataba de un solo sujeto, cuyos datos se van a reproducir aquí. Nació en Pedrafita, priorato granja del Monasterio de Oseira, próximo a Chantada, en el obispado de Lugo, en la segunda mitad del siglo XVII. Según noticias transmiti­das por ­Váz­quez Seijas, fue hijo de Francisco Antonio Pardo, dueño de la casa grande de Sobrado, y de Margarita Camba y Sotomayor, heredera de la de Sambreijo, fallecidos ambos en 1699. “Por ser ambos muy devotos, virtuosos y ejempla­res —dice el Memorial—, y porque entre ellos hubo siempre estrecha unión, quiso el Señor no separarlos en la muerte”.

El matrimonio tuvo una descenden­cia numerosa: doce hijos, de los cuales el mayor, Francisco Antonio Pardo, heredero del mayorazgo, nació en 1681, pero todo lo renunció por consagrarse, ingresando monje del Císter en el Monasterio de Oseira. Enviado a estudiar a Alcalá, falle­ció allí prematura­men­te, pasando el mayorazgo a manos de su segun­do hermano, Grego­rio Diego, en quien recayó el vínculo dejado libre por su otro hermano, pero siguió su mismo ejemplo vis­tiendo la cogulla blanca del Císter en el Monasterio de Noga­les (León), habiendo recibido el hábito monástico el 5 de abril de 1799, de manos de fray Sebastián de Vega, abad de Nogales, quien le impuso su mismo nombre. Hizo sus estudios de Filosofía en Montederramo y Teología en la Universidad de Salamanca, y al finalizarlos fue nombrado lector de Teología en el monasterio de Palazuelos (Valladolid) y luego de Salamanca.

Muy pronto le confiaron la docencia en los distintos colegios, hasta culminar en los doce años, en que se le concedió —según las normas establecidas en la Congregación— el título de “maestro general jubilado”, que llevaba consigo anejos ciertos privile­gios, pero se le confiaron distintos empleos. En 1727 le nombraron abad de Meira, cargo que llevaba aneja la responsa­bilidad del rectorado del Colegio de Artes o Filo­sofía, en el cual se formaban los estudiantes más destaca­dos de las distin­tas casas del noroeste. La crónica de aquella casa conserva su recuerdo, tributándole este elogio: “Trabajó mucho en este Collegio, hizo el corredor que sale a la huerta, la librería, molino, con el cubo y portería, retejó y compuso de madera todos los techos del claustro regular, dormitorio del colegio, dormitorio de los conventuales que se estaba cayendo y parte del claustro de la hospedería, con otras muchas obras y remiendos”. De este claustro de la hospedería todavía quedan hoy reminiscencias en las arcadas que existen, una vez traspuesto el pabellón de ingreso.

En 1733 pasó a regir la abadía de Benavides (Palencia), donde permanecería por espacio de un quinquenio, a causa de la crisis reinante en la Congregación entre ese año y 1738, años en los que se solucionaron los problemas, y entonces fue nombrado fray Sebastián definidor de la Congregación, o sea, del consejo particular del general, pasando en 1741 a regir la abadía de Belmonte (Astu­rias), también muy significada por radicar en ella otro cole­gio de artes. Los méritos de fray Sebastián eran patentes a toda la Congregación hasta el punto de que en 1744, en el mes de mayo, año en que se convocó el capítulo general, fue propuesto para el mando supremo de la Congregación, al lado de fray Cristóbal Núñez, y si bien triunfó éste en aquella ocasión, no deja de ser meritorio que gran parte de los votos se volcaran sobre el ilustre monje gallego. La crónica que se va siguiendo termina así su breve y curiosa semblanza: “Era de buena estatura y galán, con otras muchas prendas que le hacían amable. Murió en casa a 26 de agosto de 1744”.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Monástico de Oseira (Orense).

M. Vázquez Seijas, Fortalezas de Lugo y su provin­cia, t. IV, Lugo, Museo Provincial, 1967, pág. 63; D. Yáñez Neira, “El Monasterio de Santa María de Nogales, Monjes Ilustres”, en Archivos Leoneses, 78 (1985), págs. 348-349.

 

Damián Yáñez Neira, OCSO