García Esteban, Mariano. Báguena (Teruel), 17.X.1894 – Teruel, 14.VIII.1971. Militar, caballero laureado de San Fernando y Medalla Militar individual.
De origen humilde, procedía de una familia de agricultores- ganaderos, conseguiría por sus méritos y valor acceder a todos los empleos militares, desde el de soldado hasta el de general.
Ingresó en el mes de marzo de 1915 en el Ejército, sentando plaza como soldado voluntario en el Regimiento de Infantería de Mahón, en el que al año siguiente obtuvo el empleo de cabo y en julio de 1917, el de sargento por elección.
En marzo de 1922 se incorporó a la 3.ª sección de la Escuela Central de Tiro, en Madrid, para el servicio de ametralladoras de los carros ligeros de asalto, incorporándose al campamento de Carabanchel en donde realizó el correspondiente curso de instrucción como tirador.
En abril de ese año se incorporó a la 2.ª sección de la Compañía de Carros de Asalto destacada en el campamento de Dar Drius, sector de Melilla, comenzando de inmediato a prestar servicio de campaña y participando, en calidad de jefe de carro y ametrallador, en diversas acciones de guerra, generalmente en misiones de reconocimiento de pistas y en vanguardia de los dispositivos de protección de convoyes a las posiciones avanzadas, siendo citado en varias ocasiones como distinguido en los respectivos partes de operaciones de su unidad, particularmente tras las operaciones de ocupación de Buhafora, Tafersit y Tizzi Aza. Tras varias jornadas de intensos combates, el 31 de mayo combatió en el barranco de Buhafora, siendo de nuevo citado como distinguido en la relación unida al parte dado de la operación.
El 5 de junio de 1923 intervino con su Compañía de Carros de Asalto, y al mando del carro n.º 9, en la protección de un convoy organizado en Dar Drius para abastecer las posiciones avanzadas de Tizzi Aza y Benítez.
Marchando su unidad en primera línea, se le ordenó avanzar en vanguardia, rompiendo el fuego sobre nutridos grupos de enemigos que, fuertemente parapetados, hostilizaban con dureza el avance de las fuerzas propias a fin tanto de impedir el paso del convoy como, infiltrándose a través del barranco de Buhafora, caer sobre las unidades de retaguardia de la columna, cosas ambas impedidas, en primer lugar, por la acción de los carros de asalto al conseguir con sus fuegos desalojarlos de sus posiciones, tras causar numerosas bajas, y la consiguiente desorganización, facilitando que el convoy cumpliese su misión.
En el transcurso de la acción, el carro n.º 9, cumpliendo órdenes del jefe de su sección y no sin iniciativa fruto del espíritu de la unidad, avanzó en vanguardia de ésta y destacado de la misma hasta situarse en posición favorable de tiro junto al propio barranco, que conocía bien por anteriores encuentros, abriendo un violento fuego a muy corta distancia del enemigo en el que produjo numerosas bajas y recibiendo, a su vez, el de aquél al haber concentrado sobre dicho carro sus disparos.
Para hacer más eficaz su propio fuego y con objeto, asimismo, de ahorrar combustible y aceite, el sargento García Esteban ordenó al conductor que hiciese alto para poder batir con mayor precisión al numeroso grupo de moros que había descubierto parapetados en las inmediaciones de un morabito cercano y tras sus muros, al cual causó numerosas bajas vistas. En el curso de la refriega, un proyectil disparado casi a bocajarro penetró por la mirilla de la torreta desde la que observaba al enemigo, produciéndole heridas en la cabeza que le causaron instantáneamente la pérdida del ojo derecho y una grave lesión en el izquierdo, con pérdida total de la visión.
Sobreponiéndose al intenso dolor producido por las heridas, conservando la imagen y situación del enemigo y demostrando una fortaleza de espíritu y una abnegación difícilmente igualables, tras vendarse él mismo con un pañuelo, continuó haciendo fuego por ráfagas hasta consumir el último cartucho de la nueva cinta que tenía puesta en la ametralladora, con objeto de evitar el favorable efecto moral que si no se continuaba disparando desde el carro hubiera producido en el enemigo. Éste, confiado en haber batido el carro, se aproximaba peligrosamente para apoderarse de él o destruirlo, produciendo la reacción del sargento García Esteban nuevas bajas y provocando la dispersión del contrario.
Consumida la totalidad de los proyectiles de la cinta, a pesar de la oscuridad en que le había sumido la ceguera, todavía realizó movimientos de la torreta y de la ametralladora, tratando de ocultar al enemigo su propia baja y la consiguiente indefensión del carro, del cual podría aquél apoderarse si se percataba de que se había dejado de disparar desde el mismo. Así, impedido de continuar el combate y una vez hecha la señal de carro baja por medio de bandera convenida, ordenó al conductor que lo pusiera en marcha para regresar a las líneas propias, salvando el material y hurtando al enemigo la fácil presa en que el carro se había convertido.
Cuando el sargento García Esteban fue ayudado a salir del carro, se comprobó que las heridas que había recibido eran de extraordinaria gravedad, presentando un rostro por completo desfigurado, cubierto de sangre y con heridas de las cuales, aparte otras muchas producidas por esquirlas originadas al tropezar el proyectil con los bordes de la propia mirilla, las de mayor importancia eran la cuenca por completo vacía de uno de sus ojos y el amasijo de carne del otro, heridas que le habían provocado, además de un indescriptible dolor instantáneo y persistente, la ceguera total desde el primer momento.
No obstante, sobreponiéndose al sufrimiento, había conseguido no perder el conocimiento ni un solo instante, manteniendo su entereza cuando recibió la primera cura en el puesto de socorro, en el que al interesarse su capitán, José Alfaro Páramo, por su estado y hacerse cargo de su ceguera, le respondió: “Todo sea por la Patria, mi capitán, qué vamos a hacerle”.
En recompensa a su heroica acción obtendría la Medalla Militar individual por Real Orden de 22 de noviembre de 1928 y por otra Real Orden publicada cinco días más tarde, la Cruz laureada de San Fernando, siendo al mes siguiente ascendido al empleo de suboficial por méritos de guerra. Ambas condecoraciones le serían impuestas por Alfonso XIII en un solemne acto celebrado en el parque del Retiro de Madrid.
En junio de 1924 había sido excluido del servicio por pérdida total de visión, fijando su residencia en Teruel y pasando en noviembre del mismo año al Cuerpo de Inválidos, en el que en 1929 alcanzó los empleos de alférez y teniente.
En marzo de 1931 tuvo lugar en el Casino de Clases el acto en que, a través de una suscripción hecha entre sus compañeros del Ejército, se le hizo entrega del título de propiedad de una casa-chalet en Campamento (Madrid), al tiempo que se le ofrecía una valiosa Cruz laureada hecha en oro, con esmaltes y piedras preciosas.
En 1935 alcanzó el empleo de capitán del referido Cuerpo; en 1945, el de comandante; en 1952, el de teniente coronel, y en 1960, el de coronel.
Llegó a alcanzar el empleo de general de brigada con antigüedad de 1960, permaneciendo en Teruel como caballero mutilado absoluto.
Estuvo casado con Ángela Muñoz Gómez, natural de Villar del Pedroso (Cáceres). Tuvieron cuatro hijos. La mayor, Tomasa, trabajó en el Tribunal Tutelar de Menores de Teruel y luego como Delegado Técnico en el de Santa Cruz de Tenerife. Mariano, siguió la carrera diplomática y estuvo destinado entre otras en las representaciones diplomáticas españolas en San Salvador, Francfort, Washington y París. En 1992 fue nombrado cónsul general de España en Burdeos, en 1997 embajador de España en la República Libanesa y en 2000 embajador en la República Federal Yugoslava. Mientras que sus dos hijos más pequeños, Jesús y José María, fueron militares como él.
La ciudad de Teruel dio el nombre de Laureado García Esteban a una de sus calles, que actualmente se mantiene, y en su lugar de nacimiento, Báguena, localidad aragonesa a orillas del río Jiloca, le fue dedicada otra con el de García Esteban y, asimismo, le fue levantado un busto en su plaza de la Iglesia, que todavía se puede contemplar, en el que aparece con gafas oscuras, que siempre llevaba puestas, y luciendo en el uniforme la Cruz laureada y la Medalla Militar individual.
La Compañía de Carros de la Academia de Infantería de Toledo adoptó para su designación el nombre de “García Esteban”, como primer militar español que se hizo acreedor a la Cruz laureada combatiendo en unidades de carros de combate.
Fuentes y bibl.: Archivo General Militar (Segovia), Secc. 1.ª, leg. G-1548.
J. M. Gárate Córdoba (dir.), España en sus héroes: historia bélica del siglo XX, Madrid, Ornigraf, 1969; J. L. Isabel Sánchez, Caballeros de la Real y Militar Orden de San Fernando.
Infantería, t. I, Madrid, Ministerio de Defensa, 2001.
José Luis Isabel Sánchez