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Juan Fernández

Biografía

Fernández, Juan. Cartagena (Murcia), c. 1529 – Santiago de Chile, c. 1602. Explorador y navegante español, capitán y piloto mayor del Mar del Sur.

La vida de este explorador resulta llena de incertidumbres desde el principio al fin. Según el historiador chileno José Toribio Medina, Juan Fernández era natural de Cartagena, pero esta afirmación sin documentar, contradice otras posibles procedencias [Ferrara (Asturias), El Puerto de Santa María, Jerez de la Frontera]. La misma imprecisión que al decir que sus padres eran Antonio Doca y Teresa Fernández. Según los estudios realizados por Fernando Guillén Salvetti y Amancio Landín Carrasco (“Miscelánea”, en Descubrimientos españoles en el mar del Sur, t. III, cap. XXI, pág. 858), entre los numerosos homónimos que había en este período y, aún, en el propio escenario, este piloto pudo haber venido al mundo hacia 1529.

Se hizo marino cuando tenía catorce años y aparece en Chile en 1550. Diez años más tarde estaba en Perú de contramaestre de un barco propiedad de Bernardo de Huete, quien en 1562 acompañó a Francisco Villagrá en la expedición a la isla de Chiloé; que en 1567 fue testigo en El Callao de la partida de la expedición de Álvaro de Mendaña y que en 1570 actuaba en Valparaíso como maestre y piloto del navío San Juan Vizcaíno. En febrero de 1574 se encontraba en El Callao embarcado en el navío Nuestra Señora de los Remedios listo para emprender el viaje a Valparaíso, viaje que será el último que hizo costeando. Y así, tras haber navegado varias veces entre Panamá y los asentamientos españoles en Perú y Chile y entre estos dos países se convirtió en un buen conocedor del Pacífico Sur.

En aquella época de la conquista los españoles tenían serios problemas en comunicar Perú con Chile. Más precisamente, entre los puertos de El Callao (Perú) y los de Santiago y Coquimbo (Chile). Las cordilleras andinas y los interminables desiertos hacían muy penosa la comunicación por tierra; por otro lado, las corrientes y vientos contrarios suponían eternizarse en la mar. Se puede citar el viaje que Diego Hurtado de Mendoza y sus soldados, entre los que iba Alonso de Ercilla, hicieron de Perú a Chile, pues saliendo de El Callao con diez naves (12 de febrero de 1557) fondearon en Coquimbo el 28 de abril, empleando sólo dos meses y veintiún días. Y éste puede considerarse un viaje afortunado, pues en 1543 la nave Santiago que mandaba Diego de Villalba tardó cinco meses en hacer este viaje. Y aún podían tardar más, ya que las naves partiendo de una latitud aproximada de 12º de latitud meridional para llegar a los 33º debían hacer un camino de 1.260 millas náuticas superando dos obstáculos, los luego conocidos alisios del sudeste, que hacían navegar al barco ciñendo de bolina con escasísimo andar, y la corriente peruana de Humbolt, entonces ignorada, que partiendo del polo Antártico recorre de sur a norte las costas peruanas y chilenas. Fernández, embarcado esta vez en un navío de Juan Pérez de la Cierva, decidido a alejarse de la costa, se dio a la vela en El Callao el 26 de octubre de 1574 (J. T. Medina) adentrándose en el océano hasta encontrar vientos favorables para navegar hacia el Sur y una corriente marítima que evitaba la corriente de Humbolt; así consiguió reducir tanto el tiempo de navegación en la derrota Norte-Sur entre El Callao (Perú) y Concepción (Chile), de tres meses, por lo general, a treinta días, que fue acusado por el Tribunal del Santo Oficio, establecido en Lima, de practicar la brujería, motivo por el cual fue juzgado, aunque no condenado, cuando explicó cómo cualquier persona con conocimientos de náutica podía hacer lo mismo.

Esta noticia la recogieron Jorge Juan y Antonio de Ulloa en el transcurso de su célebre comisión para la medición del meridiano, pues mucha gente atribuyó a pactos diabólicos el feliz resultado de la navegación.

En esta breve campaña, entre el 6 y el 11 de noviembre, Fernández arribó a unas islas, a unas seiscientas millas de la costa chilena, a la que puso el nombre del santo del día, San Félix y de San Ambor (San Ambrosio), como era costumbre en la época. Estas islas eran las que más tarde fueron confundidas con las Desamparadas, descubiertas por Magallanes en 1520 y de las cuales no se había vuelto a oír hablar más. Y continuando hacia el Sur, el 22 del mismo mes descubrió tres islas, a 400 millas de la costa de Valparaíso a las que llamó, de acuerdo con el santoral cristiano, de Santa Cecilia, en las que apenas se detuvo y pronto fueron rebautizadas con su nombre. La mayor de ellas, también llamada de Robinson Crusoe y Más a Tierra es muy fértil. A escasa distancia está la de Santa Clara, pequeña, de no más de cinco kilómetros cuadrados; y por último la isla de Más Afuera, conocida también en algunas cartas como de Alexander Selkirk, marinero escocés del Cinq Ports que, a causa de un altercado con el capitán Mr. Stradling pidió ser desembarcado allí, donde vivió en soledad hasta ser recogido en 1709 por el buque Duke and Duchess del corsario Wood Rogers.

Sus aventuras inspiraron la conocida novela de Daniel Defoe Robinson Crusoe. Intentó fundar una colonia en la isla de Más a Tierra, pero no tuvo éxito y abandonó el empeño, retornando al continente.

Se cree que en el año 1576 tomó tierra o bien en las costas de Australia o bien en las islas de Nueva Zelanda.

Felipe II premió a su descubridor concediéndole el derecho de poblarlas y usufructuarlas por un período de doce años. La creencia de que en el viaje realizado con Juan de Jufré a la Oceanía descubrieron Nueva Zelanda para España a fines de 1576, se basa en un documento que presentó a SMC Felipe III el licenciado Juan Luis de Arias Memorias para recomendar al Rey la conversión de los naturales de las islas nuevamente descubiertas (redactado en Valladolid en 1609), proponiendo “conquistar las tierras que había descubierto el piloto Juan Fernández hacia 1576, luego de haber navegado durante un mes desde las costas de Chile hacia el Oeste, habiendo sido el mismo que antes había reducido a sólo treinta días el viaje de navegación entre Lima y la costa central de Chile”.

Precisaba Juan Fernández que las tierras descubiertas eran de suelo montañoso, fértil y poblado por gente blanca, de ríos correntosos y que contaba con todos los frutos necesarios para subsistir. El licenciado Arias atribuye este relato al maestre de campo Pedro Cortés, hombre que gozaba de crédito, quien lo había oído de labios del propio Fernández. Al parecer éste para evitar la competencia de navegantes extraños, guardó el secreto de su hallazgo, que se produjo después de un mes de navegar con rumbos Oeste y Sudoeste. Es dudoso que una nave de la época pudiera recorrer en un mes la distancia de 6.000 millas que hay entre Valdivia y Nueva Zelanda; más posible es que se tratara de la pequeña isla de Pascua. Hay autores, como el historiador chileno José Toribio Medina, quien fue el que mejor ha estudiado a este navegante, que aseguran que Juan Fernández también descubrió la isla de Tahití hacia 1576-1577, aunque hay también otros que niegan este descubrimiento.

Cuando se encontraba en Valparaíso, siendo maestre y piloto de la nave Nuestra Señora de la Guarda (5 de diciembre de 1578), presenció el ataque a esta ciudad del corsario inglés Francisco Drake, quien había pasado en abril el estrecho de Magallanes, y el incendio de la nave de su amigo el también piloto Hernando Lamero. Se cree que en esta nave fueron Fernández y Lamero juntos a Perú a dar aviso de la presencia de este pirata en los mares del Sur.

Juan Fernández prestó otros servicios siendo ya un veterano piloto. Durante el mandato de Martín Ruiz de Gamboa, quien gobernó Chile entre 1577 y 1583, luchó en “la pacificación y allanamiento de los indios Osorno y Villarina, quienes, rebelados contra el Real Servicio, habían dado muerte al capitán Gaspar de Miera”. Y durante el de Alonso de Sotomayor (1583), siguió haciendo travesías entre Perú y Chile. En enero de 1586, embarcado en el navío Santa Clara de Su Majestad, hace un viaje con Luis de Sotomayor, de Perú a Chile, con socorros de ropa, armas y municiones. Por estos motivos y por el descubrimiento de su famosa derrota, se le concedieron más adelante unas tierras en el distrito de La Ligua, en la actual provincia chilena de Aconcagua (confirmada por auto del gobernador Martín García Oñez de Loyola, de 19 de diciembre de 1592) y se le otorgó el título de piloto mayor del Mar del Sur.

Casó en Santiago de Chile con Francisca de Soria, con la que tuvo un solo hijo, Diego, en cuyo nombre se siguió un pleito por el deslinde de las tierras que había heredado. Fijó su residencia en esta ciudad; pero hasta rebasados los sesenta años continuó prestando servicios en misiones oficiales, tanto en mar como en tierra, encomendadas por el virrey o por el gobernador. Murió a principios de 1599, al filo de los setenta años, y legó en su testamento los derechos sobre su isla a la Compañía de Jesús, con la que estuvo vinculado algún tiempo. Barbosa dice que Juan Fernández dejó escrito un derrotero: Tratado de navegación de Chile hacia el Sur.

 

Bibl.: B. L. Argensola, Conquista de las Malucas, Madrid, 1609; A. de Ovalle, Historia del Reino de Chile y de las Misiones y Ministerios que ejercía en la Compañía de Jesús, Roma, 1646, págs. 60-61; J. Juan y A. de Ulloa, Relaciones de viajes a la América Meridional, t. III, Madrid, Antonio Marín, 1784, pág. 272; B. Vicuña, Historia verdadera de la isla de Robinson Crusoe, Santiago de Chile, Rafael Jover, 1883; R. Manjarrés, En el mar del Sur. Expediciones españolas en el siglo xviii, Sevilla, Est. Tipográfico de la Guía Oficial, 1916; J. T. Medina, El piloto Juan Fernández descubridor de las islas que llevan su nombre, y Juan Jufré, armador de la expedición que hizo en busca de otras en el Mar del Sur, Santiago de Chile, Imprenta Elzebiriana, 1918; R. Beltrán y Rózpide, Juan Fernández y el descubrimiento de Australia, Madrid, Imprenta Patr. Huerf., 1918; A. de Herrera, Historia General de los hechos de los castellanos en las islas y Tierra Firme del mar océano, década V, Madrid, ed. de la Academia de la Historia, 1934-1936; J. Jáudenes García, “El piloto Juan Fernández ‘el Brujo’”, en Revista General de Marina (RGM) (septiembre de 1958), págs. 355-36; A. Sánchez de Neyra, “Las islas de Juan Fernández. En torno a un centenario”, en RGM (abril de 1975), págs. 417-422; F. Guilén Salvetti y A. Landín Carrasco, “Miscelánea”, en Descubrimientos españoles en el mar del Sur, cap. XXI, Madrid, Editorial Naval, 1992 (2.ª ed.); A. Landín Carrasco, España En el mar. Padrón de descubridores, Madrid, Editorial Naval, 1992 (Col. Hombres, hechos e ideas).

 

José Antonio Ocampo Aneiros