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Arias Pérez

Biografía

Pérez, Arias. ?, s. m. s. XII – 1234. Quinto maestre de la Orden de San Julián del Pereiro-Alcántara.

Hijo del caballero gallego Pedro Arias de Monterroso, sucedió a García Sánchez en el maestrazgo apenas unos días después de su muerte, en las primeras semanas de enero de 1227. Su gobierno, de poco más de siete años de duración, no supuso innovaciones importantes en lo referente a las líneas básicas de actuación marcadas por sus inmediatos predecesores: respeto hacia la superior autoridad disciplinaria de la Orden de Calatrava, leal sintonía hacia las directrices político-militares de la Monarquía leonesa y profundización en el proceso institucionalizador de la milicia.

La primera cuestión, el respeto a la jurisdicción calatrava, se pone de manifiesto una vez más a través de la doble alusión a los maestres calatravo y alcantarino en un importante documento particular de cesión de bienes en el enclave alcantarino de Becilla, fechado en agosto de 1228.

Por su parte, el activo compromiso del maestre con la acción político-militar de Alfonso IX cuenta con varias y significativas manifestaciones. Por lo pronto, la de la colaboración de los alcantarinos en un proyecto de expansión bastante ambicioso: alcanzar la línea del Guadiana, incorporar el viejo Reino de Badajoz y consolidar la presencia leonesa en torno a la Vía de la Plata —la calzada Guinea— hasta los umbrales mismos de Sevilla. Un primer y ya viejo objetivo, la conquista de Cáceres, se alcanzaba ahora en 1229, y poco después la inapreciable colaboración de la Orden de Alcántara resultó decisiva en las sucesivas ocupaciones de Montánchez, Mérida y finalmente Badajoz y Elvas. Ni siquiera el apoyo al desvalido al-Andalus Occidental postalmohade del caudillo andalusí Ibn Hūd, que se enfrentó en campo abierto a los soldados de Alfonso IX a las afueras de Mérida, fue obstáculo para el avance leonés. Una donación del Rey a la Orden de Alcántara, “por el servicio que le habían hecho en la toma de la ciudad y en la batalla campal que había tenido con Abenfut al otro lado del Agua de Diana”, lo expresa con toda claridad en marzo de 1230. Aparte de bienes en Mérida aquel año, el maestre Arias Pérez recibía del Rey una importantísima donación: toda la tributación, a excepción de la moneda, que la Monarquía debía percibir en los abadengos del Reino.

El compromiso del maestre y su Orden con la Monarquía tenía inevitablemente una dimensión política, y ésta se puso de relieve a raíz de la muerte del Rey en septiembre de 1230, cuando Arias Pérez se alineó con el “partido” de las herederas de Alfonso IX, sus hijas Sancha y Dulce, frente a las pretensiones de su otro hijo el rey Fernando III de Castilla. El inmediato triunfo de este último no trajo, sin embargo, dificultades para el maestre. Éste había sido fiel a la Monarquía encarnada por el anterior Rey de León, y no iba a dejar de serlo cuando la paz del Reino aconsejó la aceptación del nuevo Monarca. Así lo entendió Fernando III que en abril de 1231 confirmaba a favor de Arias Pérez y su milicia cuantos privilegios les habían concedido sus antecesores en el Trono de León; incluso a finales de aquel año, el Rey compensaba a la Orden con una renta anual de 500 maravedís en el pedido de Ciudad Rodrigo la anulación de la única merced que no había querido revalidar, la del diezmo de los cilleros reales con destino a la fortificación del castillo de Alcántara. Y ciertamente Fernando III no podía estar descontento del esfuerzo militar que el maestre volvía entonces a desplegar: en 1232 el maestre, acompañado de un importante contingente de quinientos caballeros y un buen número de peones, procedía a la ocupación de La Serena y a la ulterior conquista de plazas de extraordinario relieve como, por ejemplo, Magacela.

Al hilo de esta importante contribución al despliegue reconquistador, el patrimonio de la Orden recibió un notable impulso durante el maestrazgo de Arias Pérez, un impulso dinamizado por la Corona y secundado por fieles particulares cuyas donaciones a favor de los freires fueron expresamente amparadas por la Monarquía desde 1227. Ese impulso, por otra parte, no dejó de verse acompañado por un significativo avance del proceso de territorialización del señorío alcantarino —nacieron entonces la encomienda de Ceclavín y la portuguesa de Penamacor— y una más precisa delimitación de sus términos —lo fueron, por ejemplo, los de Salvaleón y San Juan de Mazcoras.

Tampoco descuidó el maestre la directa comunicación con la Sede Apostólica, insustituible instancia de protección legitimadora para los freires de la Orden y para sus bienes. Arias Pérez obtuvo un número relativamente importante de bulas del papa Gregorio IX, entre ellas las que, en 1227 y 1229, renovaban la inmunidad personal de los miembros de la milicia frente a sanciones eclesiásticas y, al mismo tiempo, garantizaban el blindaje de su patrimonio.

La agotadora actividad desplegada por el maestre finalizó con su muerte, acaecida en 1234, entre febrero y abril. Su cuerpo fue sepultado en el todavía Convento central del Pereiro.

 

Bibl.: F. de Rades y Andrada, Chronica de las Tres Ordenes y Cauallerias de Sanctiago, Calatraua y Alcantara, parte Chronica de Alcantara, Toledo, 1572 (ed. facs. Barcelona, 1980), fols. 8v.- 9v.; A. de Torres y Tapia, Crónica de la Orden de Alcántara, t. I, Madrid, Imprenta Real, 1763, págs. 238-264; B. Palacios Martín (ed.), Colección Diplomática Medieval de la Orden de Alcántara (1157?-1494), I. De los orígenes a 1454, Madrid, Editorial Complutense, 2000, págs. 52-68; F. Novoa Portela, “Algunas consideraciones sobre los Maestres alcantarinos desde el nacimiento de la Orden hasta 1350”, en Revista de Estudios Extremeños, 59 (2003), pág. 1065; C. de Ayala Martínez, Las órdenes militares hispánicas en la Edad Media (siglos XII-XV), Madrid, Marcial Pons, 2003, págs. 334, 426 y 553.

 

Carlos de Ayala Martínez

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