Alejandre Rodríguez, Julián. Antoma (Orense), 14.II.1800 – Madrid, 17.IV.1862. Religioso escolapio (SchP) y pedagogo.
De familia humilde y muy religiosa, en cuanto a la enseñanza fue un tío suyo, sacerdote, el que se preocupó de sus estudios. Cursó la primera enseñanza en su pueblo natal, y, deseando abrazar el estado eclesiástico, fue enviado a los padres trinitarios de Correjanes (Orense), donde estudió Latín, Retórica, Filosofía y primeroselementos de Teología. Por indicación de su tío, a los diecinueve años solicitó el ingreso en el colegio de Escuelas Pías de Lavapiés, en Madrid, en donde vistió el hábito escolapio el 21 de noviembre de 1819. Tras el noviciado de dos años, profesó de votos solemnes el 28 de enero de 1821, y fue ordenado sacerdote el 13 de marzo de 1824. Inmediatamente comenzó su experiencia de profesor y educador en el mismo colegio, impartiendo clases de Religión, Gramática latina, Retórica y Poética. Tuvo la suerte de tener como guía el ejemplo y consejos de tres grandes escolapios, los padres Juan Cayetano Losada, Tomás Garrido y Jacinto Felíu.
Su fuerte personalidad y su competencia científica y pedagógica hicieron que los superiores le encomendaran el cargo de maestro de novicios a los veintiséis años, necesitando para ello dispensa pontificia de edad. Los noviciados habían estado cerrados por imposiciones políticas, de forma que, al abrirse de nuevo y acudir aspirantes en masa, era necesaria gran discreción y discernimiento. Además de una formación religiosa exigente, con dedicación y ejemplo, el padre Julián daba a los novicios clases de Latín y Retórica, y Filosofía a los neoprofesos. Así estuvo hasta 1835, año en que tuvo que cerrarse de nuevo el noviciado. El padre Alejandre fue entonces enviado como presidente al colegio de Villacarriedo (Cantabria). Eran tiempos difíciles para la enseñanza religiosa, pero él los afrontó con valentía. En 1838 el Gobierno de Espartero dispuso el cierre del colegio y el traslado de los profesores religiosos de Villacarriedo a Santander, por las vicisitudes de la Guerra Carlista. Pusieron en funcionamiento el nuevo colegio, pero, a los dos años fueron despedidos de Santander y sustituidos por profesores laicos. Los religiosos volvieron a Villacarriedo. Ante la situación desesperada del colegio, el padre Alejandre acudió a Madrid en busca de una ayuda que no encontró.
Más aún, ya no volvió más al afamado colegio de la Montaña. Enseñó algunos años latín en su antiguo colegio de Lavapiés, hasta el año 1845, cuando el Gobierno derogó para los escolapios la ley sobre los Regulares y autorizó el restablecimiento de las Escuelas Pías en España, con la apertura de noviciados. Es en ese momento cuando se piensa en el padre Alejandre para llevar a cabo la obra de restauración, y es elegido provincial dos trienios consecutivos, hasta 1852, y nombrado asistente general por Castilla, a partir de 1846. Este último cargo lo ejercería hasta su muerte.
Su primera inquietud como provincial fue el de abrir de nuevo el noviciado de Castilla en el colegio de San Fernando. Al mismo tiempo, el comisario apostólico y escolapio, padre Jacinto Felíu, se proponía reorganizar los estudios de los jóvenes clérigos de la Orden en España, dándoles unidad y buscando su expansión. Para la Provincia de Castilla no pudo encontrar otro colaborador más incondicional que el padre Alejandre.
En los seis años de provincialato dedicó gran parte de su tiempo a aquella nueva organización de estudios, y de los colegios, que se encontraban sin personal ni medios educativos. En cuanto a los jóvenes, no se trataba sólo de reimplantar los antiguos estudios, sino de ampliarlos, dando cabida en ellos a la Literatura, Historia, Filosofía, Teología, Derecho Canónico, Matemáticas y Ciencias Naturales. Para no quitar de los colegios profesores destinados a los clérigos, echó mano de algunos de la Universidad Central. Ante la extrema escasez de material pedagógico, adquirió gabinetes de Física, Química y Ciencias Naturales, así como una rica biblioteca para el colegio de Lavapiés, e inmediatamente dio órdenes a los rectores para que ellos adquirieran también este tipo de material en sus colegios. Su vida continuaba austerísima y cargada de trabajos. Terminado su provincialato, fue llamado por la Corte como educador de los hijos de los duques de Montpensier mientras estuvieron en España. Fue también honrado con el cargo de examinador sinodal del Arzobispado de Toledo. El exceso de trabajo y la ascesis perjudicaron gravemente su salud, y pusieron fin a su vida, en un acceso de tisis, el 17 de abril de 1862.
Obras de ~: Plan para la dirección del Noviciado de las Escuelas Pías de Castilla, ms., s. f.; Apuntes de Filosofía para los jóvenes escolapios, ms., s. f.
Fuentes y bibl.: Archivo Provincial de las Escuelas Pías T.D., C.098/04, Necrología.
M. Pérez, Corona Calasancia, IV, Madrid, Imprenta de las Escuelas Pías, 1865, págs. 306-313; C. Rabaza, Historia de las Escuelas Pías de España, IV, Valencia, Tipografía Moderna, 1917, págs. 567-570; I. Díaz, Historia del Colegio de PP. Escolapios de Villacarriedo, Reinosa, Imprenta de A. Andrey y C.ª, 1924, págs. 225-226 y 266-268; C. Lasalde, Historia Literaria y Bibliográfica de las Escuelas Pías de España, vol. II, Madrid, Tipografía de San Antón, 1925, págs. 124-132; C. Vila Palá y L. M. Bandrés Rey (coords. y dirs.), Diccionario Enciclopédico Escolapio, Salamanca, Ediciones Calasancias, 1983, pág. 43.
Valeriano Rodríguez Sáiz, SchP