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Alfonso de Ávila

Biografía

Ávila, Alfonso de. ?, p. s. XV – f. s. XV - p. s. XVI. Secretario de la princesa y reina Isabel I de Castilla.

Alfonso de Ávila, del que se ignora prácticamente todo sobre su vida, debió de ser, sin embargo, uno de los personajes clave durante los difíciles años en los que la entonces princesa heredera reclamaba sus derechos al trono de Castilla (1469-1474). Ávila fue el secretario por antonomasia durante el principado de Isabel, futura Reina Católica. Un reciente trabajo, sin embargo, arroja luz sobre este oficial judeoconverso emparentado con algunos abulenses apellidados Ávila. También se especula que fuera hijo de un homónimo secretario del arzobispo Carrillo.

No hay noticia confirmada al respecto, pero seguramente este oficial prestaba servicios como secretario con el primero príncipe y más adelante rey Alfonso XII (1453-1468), hermano de Isabel. Del 9 de septiembre de 1465 consta el nombramiento de un Alfonso Rodríguez de Ávila que quizás pudiera ser la misma persona, y parece un hecho comprobado que la princesa heredó no pocos colaboradores de los tiempos de su hermano, caso de Gonzalo Chacón o Alfonso de Quintanilla.

Ya casada con el príncipe Fernando de Aragón, fue su marido el que con fecha 9 de noviembre de 1469 —como se comprueba en el correspondiente Libro de Quitaciones de Cortes conservado en el Archivo General de Simancas— nombra también como su secretario a Alfonso de Ávila. En dicha carta se resalta, cosa infrecuente en este tipo de documentos, algunas virtudes que adornaban al secretario y de las que se puede inferir una labor callada, competente e importante en los asuntos de gobierno. Así, tras referirse el príncipe y rey de Sicilia a Ávila como secretario de su esposa justifica su nombramiento “acatando vuestra discreçion, avilidat y suficiençia” por los “muchos e buenos serviçios que aveys fecho y contínuamente faseys a la dicha señora Prinçesa”. El secretario recibió en concepto de ración y quitación 12.000 maravedís anuales.

Ávila también suscribió alguna documentación, junto con Alfonso de Quintanilla, caso de la entrega del castillo de la Mota de Medina y, más adelante, figura en el documento en donde la Reina nombra a Quintanilla escribano público de número de la villa de Arévalo. Esto lleva a pensar que Alfonso de Ávila quizás fuera un hombre del entorno del famoso contador de los futuros Reyes Católicos que, durante los años del principado, no dejó de luchar por los derechos sucesorios de la entonces princesa de Asturias.

Desde enero de 1470 hasta la mitad de esa década, esto es, mayoritariamente en los malos tiempos del principado isabelino en continua lucha con Enrique IV y su hija Juana, constan interesantes cartas en las que Alfonso de Ávila actúa de secretario. Todas ellas están encabezadas por Isabel —menos una que la suscribe Fernando— tratando sobre temas varios desde mercedes hasta misivas de alto contenido político o económico. Esto último es así en la remitida al secretario Coloma o la dirigida al rey de Aragón sobre el arzobispo Alonso Carrillo, ambas suscritas en 1470 por Alfonso de Ávila en el año más negro de los príncipes herederos y aspirantes a reyes de Castilla.

El 22 de diciembre de 1474 desde Segovia, pocos días después del fallecimiento de Enrique IV y ya como reina de Castilla, Alfonso de Ávila volvía a prestar sus servicios a Isabel. Años más tarde, con motivo del poder conferido por los monarcas a Alfonso López de la Cuadra para que recibiera en nombre de los reyes el juramento de la ciudad de Sevilla, Alfonso de Ávila aparece como secretario de ambos. Y es que la culminación de la carrera de Ávila como oficial regio se produjo con la llegada de los Reyes Católicos al trono siendo seguramente el único de los secretarios del principado de Isabel que se mantuvo en su servicio. Ávila refrendó entonces documentos de gran calado como la carta del 15 de marzo de 1475 en la que los monarcas solicitaban hombres para defender sus reinos. El secretario también se encargó de redactar, por esta misma época, un registro con las obediencias prestadas, una vez proclamada Isabel. 1478 fue un gran año para el secretario regio al verse recompensado con mercedes varias como la renta de la escribanía de la saca del pan de Sevilla y su arzobispado o el nombramiento de guarda mayor de la saca de pan de Jerez de la Frontera. Gozó de otros oficios y mercedes particularmente en tierras de la Andalucía occidental, aunque era vecino de Ocaña si bien nunca se integró en la numerosa comunidad judeoconversa de esa localidad.

En 1480 Alfonso de Ávila redactó el borrador de la jura del príncipe Don Juan encargándose, además, de redactar el cuaderno de las Cortes de Toledo de ese mismo año por lo que fue merecedor de una importante recompensa – una merced de 30.000 maravedís- “porque tovo cargo de despachar todos los negoçios con sus altesas”. Asimismo, en 1482, redactó las cartas de convocatoria para las Juntas Generales de Hermandad o la documentación para que se predicara la bula de Cruzada a distintas ciudades coincidiendo con la guerra de Granada

Fue en 1489, con parte de la Corte residiendo en Úbeda, cuando el secretario refrendó los últimos documentos con su firma, lo que lleva a concluir a su biógrafa que Alfonso de Ávila falleció, de forma prematura o accidental. El dato parece confirmado dado que, desde febrero de 1490, su hijo Francisco comenzó a recibir una serie de mercedes.

Alfonso de Ávila se casó con Isabel Díaz con la que tuvo al menos seis hijos: cinco mujeres y un varón, Francisco, que debían ser muy jóvenes al fallecimiento de su padre. El único hijo era menor de edad, dado que estuvo tutelado, cuando ostentó la dignidad de paje de príncipe Juan no recibiendo mercedes hasta diez años después de hacerse con su herencia en 1490. En el ejercicio de sus cargos –aunque no heredó la dignidad de secretario regio- también se enfrentó a problemas varios, si bien fue apoyado por los monarcas frente a poderosos como el duque de Medina Sidonia.

En la década de los ochenta se pierde —¿enfermo o cansado?— el rastro del secretario, si bien una noticia informa el 10 de julio de 1497 y hasta 1503, de un Alonso de Ávila repostero de camas. Era aquél un cargo de gran confianza que se concedía a los servidores muy próximos al Monarca encargados de la guarda de su puerta durante el día y con mayor quitación que cualquier repostero menor. No es improbable, por la trayectoria de este secretario leal, que recibiera un cargo de trato deferente. Lo que sí parece claro es que debió de iniciar una estirpe de oficiales al servicio de los Monarcas. En 1505, unos meses después de la muerte de la Reina Católica, se le hacía entrega de una cantidad a su hijo —Francisco de Ávila— en pago por sus servicios y los de su padre. Las cuentas del tesorero Gonzalo de Baeza demuestran en 1508, que, a pesar de sus quejas, había recibido una ayuda de costa de 15.000 maravedís para realizar sus estudios en la universidad de Salamanca lo que probablemente le llevó a ser miembro del consejo real gracias a su título del doctor.

La viuda de Alfonso de Ávila también gozó de ayuda económica y pudo resolver el futuro de sus dos hijas mayores, si bien solo la mayor, casada con Pero Niño, mantuvo su suerte. Su hermana Catalina no llegó a celebrar la boda con el hermano de su cuñado Francisco Niño.

El personaje de Alfonso de Ávila es una muestra de la importancia de los oficiales, determinantes para el desarrollo del Estado moderno que también permitieron formar dinastías familiares involucradas en las tareas administrativas y de gobierno.

 

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Dolores Carmen Morales Muñiz