Ramírez de Madrid, Francisco. El Artillero. Madrid, c. 1445 – Sierra Bermeja (Málaga), 18.III.1501. Secretario real de los Reyes Católicos.
En la época de los Reyes Católicos se asiste a un notable aumento de la actividad administrativa, como resultado de su política de concentración de poderes y de extensión de sus atribuciones. Para la fundamentación del Estado Moderno ideado por estos monarcas hubieron de servirse de buen número de personas de probada fidelidad y de competencia conocida; buenos administradores, en suma. Al propio tiempo, debieron contar con el concurso de hombres experimentados en el arte de la guerra; hombres que les sirvieran en las numerosas campañas que hubieron de realizar, desde la guerra de sucesión contra la Beltraneja hasta la anexión del Reino de Navarra. Precisamente en la conjunción de estos dos factores es donde radica el éxito de Francisco Ramírez, pues durante los veintisiete años que sirvió a los Reyes demostró una valía extraordinaria tanto en el campo de la administración como en el de la milicia y de ahí proviene su rápido encumbramiento y la notable acumulación de oficios y honores.
No es mucho lo que se sabe de sus orígenes familiares, ya que el archivo de la Casa guarda silencio sobre el asunto; lo cierto es que Francisco Ramírez fue el segundogénito de Catalina Ramírez de Cóbreces y de Juan Ramírez de Oreña, montañeses de cuna, concretamente, de San Vicente de la Barquera, afincados en Madrid, donde Juan Ramírez fue regidor.
El hecho de no ser Francisco el mayor de los hermanos explicaría esta ausencia de documentos paternos entre sus papeles. De hecho, Francisco Ramírez de Oreña, que cambiaría su apellido por el de Ramírez de Madrid en honor a su lugar de residencia —no así sus hermanos, Sancho de Oreña y Diego Gutiérrez de Oreña, que no lo perderían—, no consta documentalmente hasta los años finales del reinado de Enrique IV, en cuya Corte debió de educarse y crecer, merced a la influencia de su suegro, el escribano Juan Alfonso de Oviedo. En aquellas fechas lo hallamos como criado del Rey, cuando el Monarca le confirió los oficios de escribano y alcaide, respectivamente, de las cecas de Segovia y Toledo, y le otorgó un juro de 80.000 maravedís, además de ciertos excusados, situados y salvados en las rentas de Madrid, Toledo, Sahagún y las salinas de Espartinas. Se desconoce, por tanto, la fecha de nacimiento de Francisco Ramírez de Madrid, pudiendo especularse con la posibilidad de que viniese al mundo en torno a 1445, pero sólo está documentada su vida familiar a partir de 1473; en ese año se había desposado con la madrileña Isabel de Oviedo, hija del mencionado Juan Alfonso de Oviedo y de Mari Álvarez de Hoz; el 5 de mayo de ese año le otorgaron carta dotal por valor de 80.000 maravedís sobre diversos predios en los alrededores de Madrid. A la muerte de su suegro, en 1480, aún no le habían hecho efectiva la totalidad de la dote. Mari Álvarez fallecería en 1488 durante una epidemia de peste (hizo testamento “porque el tienpo es peligroso e pestífero”). Su hija Isabel le había premuerto en diciembre de 1484. Los hijos de este primer matrimonio de Francisco Ramírez fueron cinco: Juan Ramírez, alcaide de Peñafiel y, más tarde, jesuita, María de Oviedo, mujer del comendador Juan Gaytán, Catalina de Oviedo, casada en Écija con Antonio de Aguilar, Isabel de Oviedo, monja dominica en Sevilla, y Antonio de Oviedo, dominico en San Esteban de Salamanca.
Durante el período que duró este primer matrimonio, Francisco Ramírez e Isabel de Oviedo constituyeron un importante patrimonio en Madrid como herederos de Juan Alfonso de Oviedo, acumulando buen número de tierras y varias casas, que el escribano real había adquirido entre 1438 y 1467. Tras enviudar, continúa inteligentemente la política de compras de propiedades en Madrid, amparándose en su ventajosa posición en la Corte. Así adquiere casas en San Ginés, Santiuste y Santa Cruz, además de un majuelo en el camino de Aravaca, si bien su interés se centró en conseguir un conjunto homogéneo de tierras cerca del casco urbano de Madrid; para ello fue acumulando lotes de huertas dentro de la Huerta de Atocha hasta celebrar en 1483 una permuta con el municipio, por la cual Francisco Ramírez consiguió la propiedad de las dos vertientes del arroyo de Atocha, que habían sido abrevadero comunal. De este modo, constituyó una amplia propiedad que abarcaba desde lo que es hoy el Paseo del Prado hasta el final de la calle Delicias. La misma política siguió hasta conseguir controlar los molinos de Mohed, junto al Manzanares; en noviembre de 1481 compró varias ruedas de dichos molinos y obtuvo permiso de los otros propietarios para construir otra rueda, reparando él a su costa todas las instalaciones. Para 1497 adquiriría lo que le faltaba para redondear su dominio. Tal y como había sucedido con la Huerta de Atocha, Francisco Ramírez había reunido en sus manos todas las ruedas de estos molinos y el soto que los circundaba, es decir, toda la Pradera de San Isidro, como sería llamada más adelante, incluyendo las tierras sitas entre los puentes de Toledo y de Segovia. También pasaron a su propiedad los molinos de la Aldigüela, sitos en Pinto, que tenemos mal documentados. Otro puntal de la excelente posición de Francisco Ramírez dentro de la pequeña villa de Madrid fue la capellanía de Atocha; ésta había sido creada en 1466 por Diego Martínez de Zamora, secretario de Enrique IV, quien la cedió en 1480 a Francisco Ramírez; para ello le había situado 4000 maravedís anuales en la martiniega madrileña, cedida a Zamora en 1465. Dicha capellanía permanecería en Santa María de Atocha hasta 1525 en que fue trasladada al Hospital de La Latina. Francisco Ramírez aún crearía otra capellanía en Madrid en 1490: la de Santa Cruz, con licencia de Inocencio VIII. Con esta política de compras, le convertirían al final de sus días en el madrileño más importante de su época, que explican las paradójicas relaciones que mantuvo con su concejo, que le utilizó para influir en los asuntos de la Corte pero enfrentándose también con él en múltiples ocasiones, aunque llegándose siempre a acuerdos ventajosos para Francisco, como en el caso de la Huerta de Atocha o el de las quejas por las represas hechas en el Manzanares, junto al soto de Mohed, saldado favorablemente para Francisco de Madrid por sentencia arbitral en 1498. Sin embargo, el contencioso mejor documentado es el de la Alhóndiga del pan, que se extendió entre 1487 y 1498. De una parte, alegaba el secretario que dicha casa le pertenecía como propietario del portazgo de Madrid, comprado previamente al conde de Alba de Liste. Por su parte, el concejo pretendía que formaba parte de sus inalienables propios. Finalmente se llegó al acuerdo de repartir gastos e ingresos a partes iguales, debiendo gestionar aquél la supresión de la alcabala de la harina para la Alhóndiga.
Y es que, desde el principio Francisco Ramírez supo conservar su posición en la Corte, decantándose decididamente en la difícil transición del reinado de Enrique IV al de los Reyes Católicos por el bando triunfante.
Aunque debió de ser en la batalla de Zamora donde Francisco Ramírez se distinguió a los ojos de los Reyes, pues acto seguido le confirmaron las mercedes y oficios recibidos de su antecesor, nombrándole, además, en un momento indeterminado, entre abril y agosto de 1476, secretario real. A continuación, durante la campaña contra el portugués intervendría organizando el apoyo logístico de las tropas a lo largo de la frontera, acumulando una experiencia que le sería de gran utilidad en los años siguientes. También en 1480 participará en la organización de una armada contra los turcos. Pero es en los años que median entre la toma de Zamora y el inicio de la guerra contra Granada cuando afianza decididamente su posición, puesto que, para 1476, es recibido como miembro del Consejo; al año siguiente es nombrado regidor de Toledo y alcaide del Alcázar, Atarazanas y Puerta de Jerez de la Ciudad de Sevilla; en tanto que en 1481 esdesignado obrero mayor del mismo conjunto monumental, cargo que ocuparía hasta 1495, además de escribano de rentas de Madrid y, probablemente, también escribano de rentas del Maestrazgo de la Orden de Santiago, y, recibiendo asimismo, sendos juros de 36.000 y 11.000 maravedís sobre las tercias de Madrid y las alcabalas de Toledo, respectivamente.
Sin embargo, será la guerra de conquista del Reino de Granada la que daría a Francisco Ramírez de Madrid ocasión de demostrar sus capacidades y le permitiría amasar un patrimonio nada desdeñable, sobre el que se establecerían dos mayorazgos, orígenes de los señoríos de Bornos y Rivas. La buena actuación que había llevado a cabo durante la campaña de Zamora determinaría que los Reyes le nombrasen capitán general de su artillería durante la campaña de Granada, de ahí el sobrenombre de El Artillero con el que se le conocería en adelante. A través de documentación fragmentaria, tomada de distintos archivos municipales, especialmente de Sevilla, además de Carmona y Jaén, se pueden reconstruir las intensas actividades del Artillero a lo largo de toda la campaña granadina, actividades desarrolladas en dos sentidos: primero, organizando todo lo relativo a la convocatoria y desplazamiento del peonaje (pedreros, carpinteros, cavadores, hacheros, carreteros), bestias de carga, carretería y fardaje de la artillería, con todos los auxiliares encargados de allanar el camino para el paso de las piezas artilleras por lugares donde, en ocasiones, no había sendas transitables, y, segundo, estudiando y fijando el emplazamiento de las piezas en los distintos asedios y utilizándolas. Entre 1483 y 1489 están documentados un buen número de estos trabajos logísticos, que tenían por base la Ciudad de Écija, donde se almacenaba la artillería, en una casa de su propiedad.
Sin embargo, entre sus notables servicios en esta guerra destacan sus intervenciones en las expugnaciones de Cambil, Alhabar y Málaga y en la defensa de Salobreña.
Los castillos gemelos de Cambil y Alhabar serían conquistados a fines de septiembre de 1485, tras ser cercados y bombardeados continuamente durante al menos dos días. Francisco Ramírez sería el responsable de esta conquista, ya que durante doce días anduvo al frente de seis mil peones que fueron allanando el camino por una zona muy fragosa hasta depositar la artillería al pie mismo de estos castillos, dirigiendo poco después los tiros certeramente, de modo que a Mahomad Lentín, su alcaide, y a los gomeres que los defendían no les quedó más remedio que entregarlos. En premio por estos servicios, los Reyes, el 2 de octubre del mismo año, le hicieron donación del cortijo de Bornos, situado en el término de Cambil, además de los bienes del antiguo alcaide Alí Cambili, con parte de los cuales fundó una capellanía bajo la advocación de san Mateo en la iglesia parroquial de esa aldea.
Igualmente penosa fue la marcha de la artillería castellana hasta el cerco de Vélez-Málaga, no así la utilizada en Málaga, ya que fue transportada por mar; dos son los hechos de armas documentados por Pulgar en este asedio: el más inmediato fue la colocación de tiros de grueso calibre contra la fortaleza de Gibralfaro, pero el más sonado fue la conquista de una de las torres defensivas del puente sobre el Guadalmedina, luego conocido como de Santo Domingo, que era el puente principal de acceso a la ciudad por las barreras. La presencia personal del cronista permite la transmisión detallada de las operaciones: dicho puente de cuatro ojos estaba protegido a ambos lados de sendas torres y fue preciso abrir una mina para colocar dentro, debajo de la de afuera, un cortado boca arriba, que abrió fuego en pleno combate, tras cuatro días de asedio, deshaciendo los suelos de la torre; de este modo el puente quedó inutilizado, pereciendo en el combate dos de los capitanes malagueños más notables, lo que, en palabras de Pulgar, fue causa que se ganase Málaga. Don Fernando, en agradecimiento por tan señalado servicio, armó caballero a Francisco Ramírez en esa misma torre el 4 de septiembre de 1487, en presencia de Hernando del Pulgar. Francisco Ramírez, por su parte, atribuyendo el éxito de la operación a San Nuflo u Onofre, quien le habría inspirado en la ubicación de la artillería en esa ocasión, hizo erigir ese mismo año en tal lugar una ermita dedicada a ese santo, transformada más tarde en convento trinitario.
Probablemente el momento más apurado de su carrera militar lo pasó Francisco de Madrid en agosto de 1490, cuando Boabdil luego de tomar Alhendín marchó a Salobreña con idéntica intención, teniendo cercada la fortaleza durante quince días. El ataque y la defensa fueron encarnizados, por lo áspero de las fortificaciones y el alto número de los asaltantes, que impedían la entrada de refuerzos. Francisco de Madrid y sus hombres hubieron de proveerse por mar, salvándole la noticia de la inminente llegada del rey Fernando por el Valle de Lecrín. Éste, en reconocimiento, le nombró alcaide de Salobreña, con salario de 250.000 maravedís, y mandó resarcirle por las pérdidas sufridas en sus bienes ubicados en Motril y Salobreña.
Las recompensas recibidas por tan importantes servicios fueron notables: nombramiento de caballero en el arrabal malagueño, donación del cortijo jienense de Bornos y tenencia de Salobreña; pero, además, Francisco de Madrid consiguió importantes participaciones en los repartimientos de distintos lugares del Reino granadino, en especial en los territorios de la Ciudad de Almuñécar y, más concretamente, en Motril y Salobreña; asimismo, resultó heredado en Restábal, Deifontes, Zafayona, Málaga, Vélez-Málaga, Santa Fe, Montefrío, Alhendín y, por supuesto, en Granada, donde, aparte de una participación en las rentas de los jelices de la Alcaícería, recibió unas casas junto al Zacatín, tomadas por los Reyes para la construcción de la Capilla Real, y otras también expropiadas por los monarcas para construir su Chancillería, así como distintas tierras de cultivo junto al Darro y en la Puerta de Guadix. Además, durante los años que duró la guerra sus nombramientos para cargos y oficios no dejaron de aumentar. Así, fue designado despensero mayor de raciones de la Casa Real, regidor y escribano público de Madrid, contador mayor de la Orden de Alcántara, escribano del Crimen en las Ciudades de Málaga y Vélez-Málaga y obrero de los muros, torres y obras reales de Écija. También del Vaticano consiguió varias mercedes, como la concesión de indulgencias por su participación en la guerra, otorgada por Sixto IV en 1483, y la autorización para usar altar portátil para celebrar misa en campaña, concedida por Inocencio VIII en 1488. Además, durante la guerra de Granada ve considerablemente aumentados sus bienes, valorados éstos al final de la contienda en 10.000 florines, pues junto a los obtenidos, gracias a sus servicios, en los repartimientos de gran número de lugares del Reino de Granada, además del cortijo jienense de Bornos y el considerado en Écija, su centro de operaciones, recibió también bienes en Motril, donde continuó su política de concentración de propiedades, ya ensayada con éxito en Madrid, comprando de judíos y musulmanes en los años inmediatos a la conquista de esa villa, un importante número de casas y tierras —fadines de huerta—, además de las Salinas de Trafalcací.
Incluso adquirió las propiedades de los familiares de los antiguos sultanes granadinos, que originariamente habían pertenecido al mustajlas del soberano. Para entonces se había constituido como el propietario predominante de Motril, posición en la que continuaron sus sucesores hasta principios del presente siglo.
Será, además, durante la campaña granadina cuando Francisco Ramírez volviese a contraer nuevas nupcias, pues por deseo de la reina Isabel, éste se desposó a finales de 1491 con Beatriz Galindo, hija del difunto comendador Juan López de Gricio, vecino de Salamanca, más conocida como la Latina, pero que a la sazón era criada de la Reina, de cuyas regias manos recibió Francisco de Madrid medio millón de maravedís como dote. Por su parte, el Artillero le prometió en arras el diezmo de su fortuna, esto es, 1000 florines, por su crianza, linaje y virginidad. El casamiento debió de producirse el 20 de diciembre de 1491, estando en el Real sobre Granada, ya que en esa fecha la Reina hizo merced a Beatriz de 400.000 maravedís, una cuarta parte para vestuario y el resto para ayuda de casamiento. Nacería el hijo primogénito de ambos la noche de San Bartolomé de 1492 (24 de agosto), siendo amamantado durante tres años por la mujer de Mateo de Torquemada, algo que atestiguaría años después para fijar la edad exacta de Fernando Ramírez.
Juan de Castellar, otro testigo, declararía saber que había nacido el año que se ganó Granada porque fue “a dar las badajadas a la campana de Santiuste quando Veatriz Galindo estaba de parto del dicho comendador”.
Dadas las circunstancias, cabe la posibilidad de que dicho matrimonio, forzado por la Reina, fuera de conveniencia, para cubrir una infidelidad de su esposo con su criada, como se maliciaba Llanos y Torriglia; de modo que el primogénito de Beatriz fuera, en realidad, hijo del Rey Católico. Los comportamientos posteriores del Monarca, de la Latina y del infortunado Fernando Ramírez así parecen avalarlo.
No obstante, si bien parece que nuestro personaje no fundó mayorazgo para los hijos de su primer matrimonio, sí lo hizo en cambio con Fernando y Nuflo, hijos de Beatriz Galindo. Pues, tras obtener licencia real para hacerlo en mayo de 1499, Francisco Ramírez creó sendos mayorazgos con ocasión de su testamento postrero (Madrid, 13 de octubre de 1499). El mayorazgo del comendador Fernando Ramírez Galindo incluía los bienes de Madrid (casas de Santa Cruz, portazgo, Huerta de Atocha, molinos y soto de Mohed, molinos de Aldigüela y juro de 100.000 maravedís en las alcabalas y tercias de Madrid), Jaén (el cortijo de Bornos) y Granada (bienes en Granada, Motril, Salobreña y Deifontes). Por su parte, Nuflo Ramírez conseguiría un mayorazgo menos valioso, ya que incluía todas las propiedades situadas en Écija, además de los heredamientos obtenidos en Málaga y Montefrío. La notoria injusticia cometida por su padre y el mal comportamiento demostrado por Fernando —reiteradas desobediencias a su madre, espíritu derrochador, etc.— moverán a la Latina a alterar meses después de su muerte. Así, en febrero de 1504 conseguirá de los Reyes nueva licencia para alterar los mayorazgos, lo que efectuó dos meses después; en los mismos elevó los bienes vinculados a favor de su segundo hijo y, conocedora de la experiencia anterior, fijó con todo detalle la identidad de los bienes en ambos mayorazgos.
Tras las guerras de Granada están documentadas, entre 1494 y 1499, prolongadas estancias en Madrid, su lugar de residencia habitual. No obstante, su tranquilidad no debió de ser total ya que durante buena parte del año 1496 anduvo el secretario aprestando la defensa de las localidades fronteras con el Reino de Navarra, en especial el lugar de Los Arcos. En esta temporada de calma relativa que siguió a la guerra granadina don Francisco sólo aumentó su elenco personal de oficios con el nombramiento de despensero de la Casa del príncipe don Juan, si bien consiguió situar a su primogénito, Fernando Ramírez, como canciller de la Orden de Alcántara (1494), paje del príncipe don Juan (1496) y montero mayor del príncipe don Miguel (1499). Las atribuciones de juros a su familia son importantes en este período: en febrero de 1497 otorgan los Reyes a Beatriz Galindo uno de 100.000 maravedís sobre las alcabalas de Madrid; en mayo del mismo año esta señora recibe en precario las rentas del portazgo de Carrión y durante el año siguiente le recompensan su ayuda con el préstamo de guerra con sendos juros de 100.000 y 70.000 maravedís sobre las rentas de Madrid.
Apenas iniciado el siglo xvi Francisco Ramírez hallará la muerte en Sierra Bermeja el lunes día 18 de marzo de 1501, adonde había acudido por orden real a sofocar el levantamiento de los mudéjares de la Serranía de Ronda; allí quedó muerto el secretario junto con Alonso de Aguilar y otros ochenta hombres, entre escuderos y caballeros. Su muerte quedó ensalzada a modo de epitafio en los versos de Lope de Vega en su obra La Jerusalem conquistada: “Capitán general murió en Granada / a manos de los moros, cuya vida / honró a Madrid, pero la más honrada / patria ¡cuan presto el sacrificio olvida!”. En efecto, así fallecería el secretario Francisco Ramírez de Madrid, del mismo modo en que había vivido y labrado su fortuna, guerreando al servicio de los Reyes Católicos. De todas formas, su muerte en plena actividad militar fue largamente recompensada por los Monarcas, pues tan sólo una semana después de su muerte, la reina Isabel prometía a Fernando Ramírez —que sólo contaba con ocho años y medio— otorgarle la tenencia de Salobreña, las escribanías de rentas de la Orden de Santiago y de Madrid, el oficio de despensero de sus raciones y la regiduría de Madrid, y a Nuflo Ramírez, su segundogénito, la contaduría mayor de Alcántara, las escribanías del Crimen de Málaga y Vélez-Málaga y la escribanía de la ceca de Segovia; todo ello con condición de que Beatriz Galindo pudiese usar esos oficios hasta la mayoría de edad de sus dos hijos. Asimismo, el 5 de julio de 1502 los Reyes concederán la hidalguía a Francisco Ramírez y a toda su descendencia. La privanza de que gozó la Latina cerca de la Reina Católica le permitió consolidar la posición de sus hijos con una serie de generosas concesiones, en las que, además de confirmarles los oficios paternos, les condonó la mayor parte de los descubiertos dejados por Francisco Ramírez como despensero de la Casa Real y de la Casa de los Príncipes. Durante todos esos años, además de criar y formar a sus hijos, Beatriz se entregaría a la realización de obras pías, fundando dos conventos de la Concepción en Madrid (de jerónimas y franciscanas).
Pero su obra más señera fue la fundación del Hospital de la Concepción, que pronto sería conocido como el de La Latina, y que acabaría dando nombre a un populoso distrito madrileño. Ese hospital, hoy tristemente desaparecido gracias la incuria de los munícipes de primeros del siglo xx —su portada se conserva en la explanada de la Escuela de Arquitectura de Madrid—, fue erigido a partir de 1499 por expreso deseo testamentario de Francisco Ramírez y continuado pacientemente por su esposa, entrando en funcionamiento en la segunda década del siglo xvi, dando acogida a un exiguo número de enfermos pobres y con posibilidades de curación. Allí pasó la Latina sus últimos años de vida, falleció el 23 de noviembre de 1535, habiendo sobrevivido a su marido más de treinta años y siendo testigo también de la muerte de sus dos hijos.
En su hospital, por paradojas del destino, reposaría en 1599 María de Granada, descendiente de Boabdil, acuciada por problemas económicos: “Y yo biéndome aora sola, y no con estado para poder andar en casas alquiladas, me metí en un cuarto del Espital de La Latina, a donde aora estoy”.
Bibl.: P. A. Porras Arboledas, Francisco Ramírez de Madrid (144?-1501). Primer madrileño al servicio de los Reyes Católicos, Madrid, Comunidad Autónoma, 1996; “Beatriz Galindo ‘La Latina’ (1465-1535). Apuntes para una biografía”, en Qalat. Revista de Historia y Patrimonio de Motril y Costa de Granada, V (2006), págs. 248-261.
Pedro Andrés Porras Arboledas