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Miguel Pérez de Almazán

Biografía

Pérez de Almazán, Miguel. Calatayud (Zaragoza), p. m. s. XV – ?, 10.IV.1514. Secretario de Estado de los Reyes Católicos, comendador de Veas y Ricote de la Orden de Santiago, señor de la villa de Maella.

Miguel Pérez de Almazán fue uno de los secretarios más importantes de los Reyes Católicos y, particularmente, del rey Fernando. El cargo y función ejercido por Almazán tenía la dimensión de un secretario de Estado o ministro de Exteriores.

Poco se sabe de sus orígenes, si bien su trayectoria profesional se enmarca dentro de la línea de los secretarios aragoneses —conversos por más señas— que llevaban el peso de la política exterior, caso de Juan de Coloma, señor de Alfajarién, que fue el protector de Miguel Pérez de Almazán, y al que sucedió en 1493. Un año antes ya consta importante documentación en la que aparece su firma acompañando a la de Coloma. Junto con este último, firmaba las Capitulaciones de Santa Fe, el 17 de abril. Unos días antes, el 31 de marzo, aparece como canciller, firmando el decreto de expulsión de los judíos

Dentro de este contexto debe entenderse el Consejo de Aragón nacido en 1494 con personajes, casi todos conversos, como Alfonso de la Cavallería, Bartolomé de Veri, Felipe Pons, Tomás Malfenit y Gerónimo Albanell.

En los primeros refrendos en que se visa documentación procedente de este consilium aragonum, destaca Almazán, que también ejerció como protector de famosos secretarios, caso de Francisco de Cobos, Pedro de Quintana o Lope de Conchillos.

Reservado y prudente, según le describen sus contemporáneos —los cronistas Fernández de Oviedo, Zurita y Pedro Martír de Anglería, entre otros—, en él confiaba ciegamente Fernando el Católico “no sólo de sus negocios y consejos, pero de los pensamientos”.

Opinión compartida por las fuentes europeas que le describen como un verdadero valido. Pérez de Almazán comenzó su actividad entrada la década de 1480, estimando su biógrafo que fue el introductor de los mensajes cifrados en la Cancillería de los Reyes Católicos, que están documentados por vez primera en 1488. La ingente documentación por parte de Almazán, desde la década de 1490 —como emisor y receptor de los más variados e importantes personajes desde el Gran Capitán a la reina de Hungría pasando por el poderoso don Juan Manuel o el embajador Rojas—, es muestra inequívoca de que no existía negocio importante en el que no participara, desde la intervención en los matrimonios de los hijos de los Reyes Católicos, a la sublevación de los granadinos en las Alpujarras, la cuestión canaria y hasta las actividades de la Inquisición. El matrimonio de Juana y Felipe y el del heredero, a pesar de los obstáculos que, para evitar ese doble matrimonio, ponía Francia, fue una de las primeras ocasiones en donde Almazán pudo demostrar sus dotes diplomáticas y de estadista, colaborando activamente con el embajador Fuensalida. Flandes supuso un continuo quebradero de cabeza para el secretario y más cuando las desgracias convirtieron a Juana —a cuya jura asistió— en heredera del Reino.

Fue a partir del nuevo siglo, y más aún, desde la muerte de Isabel en 1504, cuando Almazán se convirtió en un personaje imprescindible para el rey Fernando y su confidente favorito. Desaparecida la Reina, Fernando organizó su propio sistema de gobierno apoyándose en un equipo a cuyo frente estaba él. Nombrado secretario el 31 de mayo de 1502, su valimiento ante Fernando el Católico no hizo sino aumentar, como lo demuestra la concesión del hábito de caballero de Santiago —tras la muerte de Gonzalo Chacón— con las encomiendas de Veas y Valderricote.

Su posición, entonces, le permitía comprar a la familia del conde de Gastón de Foix, en 1503 o quizás en 1507 según otros autores, Maella, en su Aragón natal, titulándose como primer señor de la villa. Tras la compra, el secretario quiso hacer un poblado junto a la ermita y al Monasterio de Santa Susana, que se pasó a llamar Villanueva de Almazán.

La llegada de los archiduques a Castilla y la voracidad de poder de Felipe de Habsburgo colocaron al rey Fernando en una difícil situación que aprovecharon algunos nobles resentidos con el Monarca para rememorar viejas rencillas. En Medina del Campo el 26 de noviembre de 1504 volvió a expedírsele a Almazán el título de secretario, esta vez de doña Juana. Y un año más tarde, en las Cortes de Toro, en donde se aprobó el testamento de la Reina, la presidencia estaba formada, entre otros, por él mismo. Pero el problema del gobierno de Castilla provocó las negociaciones entre Fernando y Felipe el Hermoso, en las que no dejó de actuar Almazán, así como también en la Corte de Bruselas, a través de su sobrino Lope de Conchillos, cuyo proceder acarreó no pocos quebraderos de cabeza al secretario. La manifiesta incapacidad de la Reina provocaba tensiones entre el arzobispo Cisneros y el Monarca por el gobierno del Reino, como se demuestra por la documentación del propio Almazán con el clérigo con el que más tarde mantendría una importante correspondencia sobre los preparativos de la expedición para la conquista de Bugía. Finalmente Fernando abandonó Castilla tras la Concordia de Villafáfila, no sin antes redactar una protesta ante Miguel Pérez de Almazán, que actuó como notario, y más adelante, como artífice en el matrimonio —impuesto por las circunstancias, como lo demuestra la correspondencia con los embajadores Rojas y Fuensalida— entre Fernando y Germana de Foix, a la que recibió personalmente. Y fue el propio Fuensalida el que informó al secretario Almazán de la existencia de un intento de enviarle a Alemania y dejar en Flandes a don Juan Manuel, lo que no impidió que también interviniera en la concordia entre suegro y yerno de forma brillante, ya que hasta el propio Felipe le haría llegar su agradecimiento al tiempo que le notificaba la liberación de su pariente, Lope de Conchillos.

Almazán acompañó —formando parte del Consejo de Gobierno— a Fernando el Católico a Nápoles en una galera en la que viajaba la mujer del Gran Capitán —María Manrique—, de cuya enfermedad también se ocuparía el secretario así como de reprimir un motín soldadesco. Durante la estancia en Nápoles llegaron las noticias de la muerte de Felipe el Hermoso y de las consecuencias de aquélla en la salud mental de Juana. Las circunstancias obligaron a Fernando a volver a Castilla, en donde Almazán continuaba su ingente tarea de gobierno tanto como las actividades diplomáticas de esta segunda regencia. Se subraya que Fernando le utilizó básicamente para impedir alianzas entre nobles, pero también para llevar a cabo conciliaciones como el perdón al duque de Nájera. Asimismo, su actividad se comprueba en gestiones con los embajadores de las Monarquías europeas, entre otras, en el intento de traslado a España del futuro Carlos V, retenido por el emperador Maximiliano, y en el viaje de la princesa Catalina a Inglaterra, con la que mantuvo una importante y emotiva correspondencia. Pero quizás el documento más importante en el que participó Almazán fue el texto del convenio con Francia redactado por él mismo y conocido como Concordia de Blois, en donde se disponía que Fernando el Católico fuera gobernador hasta que su nieto Carlos cumpliese veinte años, actuando asimismo como representante de la reina Juana en la capitulación asentada entre el Emperador y su nieto. Almazán intervino también en las Cortes de Monzón de 1510, en la alianza contra Francia —llamada la Liga Santísima— y en la cuestión de Navarra invadida a consecuencia de los acuerdos de aquélla y en cuya refriega fue hecho cautivo Fabricio Colonna que, prisionero en la fortaleza de Ferrara, no dudó en escribir al secretario. También estuvo presente Almazán en las negociaciones de paz con Francia, en donde actuaba Pedro de Quintana, su colaborador y futuro sustituto. Pero la muerte le llegó al secretario antes de ver la ansiada paz.

Con su esposa —de nombre Gracia— el bilbilitano tuvo varios hijos que, al menos dos le sobrevivirían: Miguel y Juan. Uno de los aspectos más interesantes de la vida del secretario, que enlaza con sus hijos, remite a las relaciones entre Almazán y el príncipe de los humanistas, Antonio de Nebrija. En 1509 éste había realizado un viaje a la Corte para agradecer al rey Fernando el nombramiento de cronista, cuya Real Cédula de nombramiento había sido suscrita por Almazán.

Entonces el secretario se interesó por los métodos pedagógicos para la formación intelectual de sus hijos. Fruto de aquella conversación fue el famoso De liberis educandis libellus a Michaelem Almaçanum, a libellis, ab aure, a secretis Ferdinandi regis Aragonum, una obra que además demuestra la admiración de Nebrija por un padre preocupado por la educación de sus hijos, hijos que dieron motivo para que se escribiese el único tratado de pedagogía humanística de España. La correspondencia mantenida para controlar los progresos de los hijos de Almazán llevó a éste a mantener unas relaciones muy cordiales hasta la muerte del secretario como lo demuestra la dedicatoria de la segunda edición del Diccionario Latino que Nebrija les brindó ex aequo a Miguel Pérez y a Juan de Zúñiga, protector del gramático. Otro aspecto muy interesante de la vida de Almazán es su condición de converso. La documentación sefardita de la época le nombra en no pocas ocasiones y, de la primera década del siglo XVI, se conoce un famoso dato: Santo Domingo se hallaba en manos de conversos que habían sido enviados a la isla, en donde un cacique haitiano de nombre Manicaguatex fue encomendado a Pérez de Almazán en 1514 a propósito del repartimiento de La Española.

Miguel Pérez de Almazán suscribió su último documento en abril de 1514. Ese mismo mes se produjo su fallecimiento, cuyas exequias, el 14 de abril, se convirtieron en un acontecimiento nacional. Sus hijos y su hermano sufrieron el olvido durante la regencia del cardenal Cisneros, un hecho que remite a una conspiración cortesana para vengar el resentimiento por la larga privanza del secretario. Pero con la llegada del nuevo Monarca, el emperador Carlos, recuperaron su posición: Miguel, segundo señor de la villa de Maella, fue el encargado de la tenencia y usufructo de los sellos reales y de los registros de la Cancillería regia.

Pronto le heredaría su hermano Juan, al producirse la muerte de Miguel sólo siete años —1521— después de la de su padre. Pérez de Almazán reposó en el Pilar de Zaragoza en la capilla que el secretario real tenía en el antiguo claustro de la vieja iglesia, cuyo retablo hizo el escultor Damián Forment en 1516.

 

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Dolores Carmen Morales Muñiz