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Juan de Gauna

Biografía

Gauna, Juan de. Oñate (Guipúzcoa), m. s. xvi – ¿Amberes (Bélgica)?, p. t. s. xvii. Comerciante y hombre de negocios, tratadista económico, superintendente del Trato y Comercio.

Aunque nacido en Oñate, Juan de Gauna era miembro de una familia de raigambre vitoriana con delegación comercial en Burgos, Amberes, Florencia y Francia.

Muy familiarizado con los Países Bajos, como tantos comerciantes y transportistas vascos, llegó a vivir incluso en territorio de los Estados Generales por espacio de doce años (según afirma en uno de sus memoriales) para estudiar los fundamentos económicos de las provincias rebeldes al Rey. Desde finales del xvi comenzó a enviar informes al Gobierno español en los que sugería el mejor modo de integrar económicamente los muy dilatados componentes de la Monarquía, y neutralizar a la vez una agresividad económica neerlandesa paralela a su hostilidad política y militar.

Ciertamente, Gauna supo hacerse escuchar en la Corte. Recomendado por los archiduques Alberto e Isabel, Felipe III y su equipo de gobierno (con el duque de Lerma al frente) prestan atención a las indicaciones del arbitrista guipuzcoano. Fruto de ello va a ser el llamado Decreto del Treinta por Ciento, plasmado en la Real Cédula de 27 de febrero de 1603. En él, se trasluce la idea mercantilista de que los dominios hispánicos poseen, por su variedad geográfica y climática, carácter autosuficiente, mientras que los demás países del entorno carecen de lo necesario para autoabastecerse.

Así pues, bastará con cerrar el espacio económico de la Monarquía a las importaciones mediante un arancel disuasorio de un 30 por ciento ad valorem (es decir, sobre el valor de la mercancía en aduana), que será levantado a los amigos de la Corona tras justificarlo debidamente, procedimiento que se pretendía fuera caro y prolijo. Libres de influencias exteriores, los súbditos del Rey Católico negociarían más entre sí, lo que incidiría en un incremento de la demanda, un impulso a la producción, y un incremento de la recaudación fiscal. Por el contrario, los enemigos, hundidos por el aislamiento, tendrán que solicitar la clemencia regia. A nadie se le ocultaba que la medida iba especialmente dirigida contra las Provincias Unidas.

Gauna fue nombrado superintendente del Trato y Comercio, siendo ayudado en su misión fiscalizadora por Ortuño de Urízar y Juan López de Ugarte en calidad de veedores generales del comercio en Flandes y España, respectivamente. Todos ellos controlarían un entramado de inspectores repartidos por los dominios europeos del rey de España, cuya misión consistiría en dar cuenta a las instituciones reales de la marcha de tratos y contratos. Esto era dar en definitiva un papel relevante a Castilla, centro de la Monarquía, cuyo papel rector estaba quedando en entredicho.

Pero los resultados fueron muy distintos a lo esperado.

La medida provocó una auténtica tormenta de protestas en toda Europa. Por otro lado, los enemigos de Felipe III demostraron poseer recursos materiales y diplomáticos de sobra para asfixiar a la Monarquía, quien acabó enajenándose también la cooperación de las potencias neutrales. Hubo, pues, que dar marcha atrás y negociar con diversos países tratados bilaterales de comercio para eximirles de la norma. Tras esto, se entablaron en 1607 negociaciones de paz con los rebeldes neerlandeses que culminarán en la tregua de los Doce Años (1609-1621).

Pero el Decreto Gauna dejará una profunda huella: era la primera vez que un conjunto tan heterogéneo se vertebraba como un todo, aspirando a dar la imagen de una Monarquía unida. Además, encontramos citado este decreto a lo largo de la normativa arancelaria emitida por el Gobierno español hasta tiempos de Carlos II, cuando se suprimieron las últimas resistencias a la penetración extranjera. Y finalmente, la medida demostró ser una vía razonable para la integración de espacios heterogéneos. Un ejemplo señero lo da Gran Bretaña instituyendo nada menos que en 1932 un derecho ad valorem del 33 por ciento a las importaciones, y creando asimismo tarifas preferenciales entre los miembros de su imperio; es lo que se llamó en la época “Sistema de Preferencia Imperial”, cuyo paralelismo con el Plan Gauna es tan sorprendente como digno de reflexión.

 

Bibl.: I. Zumalde, Historia de Oñate, San Sebastián, Diputación de Guipúzcoa, 1957; V. Vázquez de Prada, Lettres marchandes d’Anvers, Paris, SEVPEN, 1960; F. Pollentier, De Admiraliteit en de oorlog ter zee onder de Aartshertogen (1596- 1609), Bruxelles, Koninklijk Legermuseum, 1972; J. Roco de Campofrío, España en Flandes. Trece años de gobierno del archiduque Alberto (1596-1608), Madrid, Gráficas Yagüe, 1973; M. A. Echevarría Bacigalupe, “Examen de una polémica sobre los intercambios exteriores a principios del siglo xvii”, en Studia Historica, III (1985), págs. 119-142; “Un notable episodio en la guerra económica hispano-holandesa: el Decreto Gauna (1603)”, en Hispania, XLVI (1986), págs. 57-97; C. Gómez Centurión, Felipe II, la Empresa de Inglaterra y el comercio septentrional (1566-1609), Madrid, Ed. Naval, 1988; M. A. Echevarría Bacigalupe, Flandes y la Monarquía Hispánica, 1500-1713, Madrid, Sílex, 1998; S. Truchuelo García, Gipuzkoa y el poder real en la Alta Edad Moderna, San Sebastián, Diputación Foral de Gipuzkoa, 2004.

 

Miguel Ángel Echevarría Bacigalupe

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