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Gabriel Guillestegui

Biografía

Guillestegui, Gabriel de. Marquina (Álava), 20.II.1597 – La Paz (Bolivia), 1675. Misionero (OFM), comisario general de Perú y América, obispo de Asunción y de La Paz (Bolivia).

Tomó el hábito franciscano en Bilbao. Ordenado de sacerdote, regentó cátedras de Filosofía y enseñó Metafísica y Teología en Bermeo, Orduña, Bilbao y Victoria. Por sus cualidades fue nombrado para los cargos de guardián, visitador de la Venerable Orden Tercera, definidor y secretario de la provincia. Le dio fama de escritor el libro publicado en Bilbao (1643) Apología en Defensa de la Orden de Penitencia de San Francisco, con más de setecientas páginas.

Al ser nombrado el padre Juan de Durana en 1644 comisario general de Perú y demás de Sudamérica, aceptó ser su secretario, por lo que se trasladó a Perú con él. Al fallecer aquél en 1652, fue nombrado visitador general de aquellas provincias, cargo que le ofreció oportunidad de conocer los conventos y las misiones franciscanas de su dilatada jurisdicción. Ese mismo año (1652) presidió el Capítulo Provincial de la provincia argentina celebrado en Córdoba. Fue electo provincial fray Juan de Garay y Saavedra, nieto del fundador de Santafé y Buenos Aires. En 1655 fue nombrado comisario general de las provincias de Perú hasta 1662. Entre otros cargos, también le sobrevino el de calificador del Santo Oficio.

El aplauso y la competencia con que se desempeñó y sus grandes prendas de gobernante y varón apostólico llegaron a oídos del Rey, quien le presentó a la Santa Sede para obispo de Paraguay el 15 de diciembre de 1666. Consagrado en Perú en 1668 tomó posesión de su diócesis.

La noticia de su nombramiento trajo alivio por cuanto hacía veinte años que estaban sin pastor y la falta de clero era alarmante. Su episcopado en Paraguay no debió de ser nada fácil y tuvo que actuar con gran tino, sobre todo en sus relaciones con los jesuitas, alarmados por los malos trances pasados con el también franciscano fray Bernardino de Cárdenas.

Supo manejar las relaciones con verdadero acierto y los jesuitas le recuerdan como obispo que trajo bonanza y recuperación de confianza. Se destacó en el Gobierno por el “caudal de su ciencia, su talento fino, especial don de gentes, su caridad evangélica y exquisita prudencia”. El 1 de marzo de 1670 escribió al Rey solicitando las Remisoriales para actuar en el proceso de los mártires jesuitas del Caaró.

En 1671 hizo una gira pastoral por toda la diócesis en la que confirmó a treinta mil almas entre indios y colonos españoles. En medio de la visita (1671) le sorprendió una nueva Cédula Real por la que se le trasladaba al Obispado de La Paz. Mientras pastoreaba esa diócesis, en expresión de Lozano, “lleno de años y méritos, cerró la cláusula de su religiosa vida con la llave dorada de una muerte santa después de haber dado grandes ejemplos a sus ovejas”.

 

Obras de ~: Apología en Defensa de la Orden de Penitencia de San Francisco, Bilbao, Pedro de Huydobro, 1643; Relación de las coversiones de los indios Panatahuas, s. f.

 

Bibl.: A. Córdoba, Los franciscanos en el Paraguay, 1537- 1937, Buenos Aires, 1937, págs. 167-169; J. Ruiz de Larrinaga, “Franciscanismo Vasco Cántabro (ms. 667-670)”, en A. Uribe, La Provincia Franciscana de Cantabria, I. El franciscanismo vasco-cántabro desde sus orígenes hasta el año 1551, Oñate, Franciscana Aránzazu, 1988.

 

José Luis Salas, ofm