Saravia, Francisco de. Castilla, ¿1545? – Villa Alta (México), 1622. Dominico (OP), apóstol y civilizador de la Chinantla.
Francisco, de quien sólo se sabe que nació en Castilla, pues así aparece reflejado en una de las actas de capítulos (capítulo celebrado el 10 de enero de 1583 en Coixtlahuaca). Siendo adolescente comenzó a trabajar como ebanista, actividad en la que llegó a alcanzar una cierta maestría. Con la ilusión de alcanzar fortuna pasó a Nueva España.
Después del fallecimiento de su esposa solicitó el hábito dominicano en 1574. Aunque ya era de cierta edad y no tenía los estudios exigidos para ingresar en la Orden, fue admitido al hábito en el Convento de Santo Domingo de México. Realizada su profesión religiosa, los superiores le otorgaron la posibilidad de acortar sus estudios. Tras su breve carrera escolástica fue asignado en 1578 al convento de Oaxaca, como socio del vicario de Tlalistac en la región zapoteca. Allí comenzó a familiarizarse con la lengua de aquellas tierras y a dar los primeros pasos como evangelizador.
En 1581 cambió de residencia: fue asignado al convento- escuela de Villa Alta, lugar donde se educaban quinientos jóvenes, hijos de caciques y principales de aquella región. Casi al mismo tiempo, llegaba la orden del virrey de Nueva España para que la Chinantla fuera entregada a los dominicos. El provincial, fray Andrés de Ubilla le encargó que explorase aquella región.
Valiéndose del fiscal (natural de aquellas tierras, que acompañaba y ayudaba al evangelizador) intentó entablar conversación con los chinantecas, todavía en estado primitivo, a quienes no lograba entender nada, pues su lenguaje era entre dientes, con los acentos de consonantes ásperas y confusas las vocales, sin distinguir unas de otras, al grado que más parecen bramidos de bestias que términos humanos. Así se expresa Burgoa, un cronista del siglo xvii.
A su vuelta, fray Francisco manifestó lo imposible de aquella empresa y el estado semisalvaje de los chinantecas.
Fray Luis de San Miguel, superior de aquella casa, habló después de escuchar el relato: aunque había pensado aliviarle de la tarea impuesta por el provincial, después de escuchar su relato, había comprendido que Dios le escogía para aquella misión; por lo cual le mandaba que desde ese momento “se encargase de evangelizar a los chinantecas por el camino que nuestro Señor fuere servido enseñarle”.
Obediente y sumiso, fray Francisco comenzó a aprender la lengua con la ayuda de un muchacho, hijo del cacique de aquella región. Puso tal empeño en el estudio, fijando los significados y pronunciación, que en pocos meses pudo componer un confesionario, y poco tiempo más tarde les compuso una Doctrina Cristiana en lengua chinanteca.
A los cuatro años de haberse establecido en la Chinantla, fray Saravia había logrado que los naturales se agruparan en pueblos; vistieran al estilo de los mexicanos y levantaran escuelas e iglesias. En pocas palabras: había transformado social y religiosamente a los chinantecas. Este excelente trabajo hizo pensar a los superiores en la obra que podría realizar entre los mijes de Totontepec. Obediente, fray Francisco marchó a su nueva residencia. Pero los chinantecas no se conformaron y decidieron enviar a México una delegación para hablar con fray Domingo de Aguinaga, elegido provincial en el capítulo de enero de 1585, haciéndole ver que deseaban de vuelta a su padre Francisco. Aguinaga accedió a la petición y asignó nuevamente a fray Francisco a la casa de Villa Alta.
Fray Saravia permaneció en la Chinantla hasta 1611. En ese tiempo organizó religiosa y socialmente “diez pueblos de mucha gente”. Se tomó gran interés por elevar su condición social: les enseñó el cultivo del café, plátanos y tabaco; levantó escuelas en los pueblos más grandes, con tal éxito que los chinantecas llegarían a destacar como grandes escribanos, de escogida letra y vivo estilo.
Fray Francisco se servirá de esta habilidad para trasladar al chinanteco un Homiliario que les compuso, sacando de los evangelios reflexiones y aplicaciones para cada día. Así hizo varios ejemplares que puso en cada pueblo a fin de que, cuando él no pudiera acudir, leyeran en voz alta la homilía correspondiente.
Para ello, había señalado a dos o tres en cada pueblo para que reunieran a la gente y les leyeran la homilía a la hora de la misa. Algunos de estos sermones se han encontrado en el Libro de los Sermones de Lacova, que Beristain afirmaba en 1816 que “aún se usa”.
Viendo que los achaques comenzaban a minar su organismo solicitó un compañero joven a quien enseñar la lengua y amaestrarle en aquella difícil misión.
Después de treinta años entre aquella gente, en 1611 fray Francisco volvió a Villa Alta. Ya era anciano y sus fuerzas muy escasas, pero aún así decidió seguir el ritmo de la comunidad sin privilegios. Durante años fue maestro de virtud por su paciencia, caridad, buen ejemplo y atinados consejos para los jóvenes que poblaban los claustros de aquella escuela. Y en aquella casa falleció el año 1622. Beristain de Souza dice que falleció el 10 de agosto de 1630.
Obras de ~: Confesonario, s. l., s. f.; Doctrina Cristiana y Homiliario, trad. al chinanteca, s. l., s. f.
Fuentes y bibl.: Archivo General de la Orden de Predicadores, Acta Capituli provincialis (de la Provincia de Santiago de México), vol. XIII, ms. 011230.
F. de Burgoa, Palestra historial de la Provincia de Predicadores de Guaxaca, México, 1670; Geográfica descripción de la parte septentrional del Polo Ártico de la América, México, 1674; J. M. Beristain de Souza, Biblioteca Hispanoamericana septentrional, Amecameca, Imprenta Católica, 1883; B. Bevan, The chinanctec, vol. I, México, Instituto Panamericano de Geograhica e Historia, 1938; E. Arroyo, Los dominicos forjadores de la civilización oajaqueña, vol. I, Oajaca-México, Edoax, 1958.
Miguel Ángel Medina, OP