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Paulino Díaz Rodríguez-Alonso

Biografía

Díaz Rodríguez-Alonso, Paulino. Tolivia (Asturias), 7.V.1850 – Valladolid, 8.V.1919. Agustino (OSA), primer vicario apostólico de Iquitos (Perú).

Nació el 7 de mayo de 1850 en Tolivia. Fueron sus progenitores José Díaz Bernardo y Marina Rodríguez Alonso. Recibió el bautismo de manos del párroco de San Nicolás de Villoria, Gregorio Muñiz, el 8 de mayo de 1850.

Recibió el hábito en el Colegio de Agustinos de Valladolid, el 30 de septiembre de 1866. Emitió sus votos solemnes el 13 de noviembre de 1871 en La Vid (Burgos) ante fray Fernando Magaz, prior del monasterio.

Gran aprovechamiento sacó de los años de formación teológica (1869-1872), y de manera especial cultivó su buena pluma.

Partió para Filipinas a bordo del vapor San Buenaventura, que zarpó de Cádiz en el verano de 1872. En Manila fue ordenado de presbítero el 7 de junio de 1873, siendo destinado al pueblo de Miagao (Iloilo) y luego al nuevo pueblo de Concepción como primer párroco. De Concepción pasó a administrar también como pionero la feligresía de Lemery (Iloilo) (1878- 1895), y estando aquí de asiento, acometió un proyecto de mucha envergadura y no poca osadía por los peligros que corrían. A unos doce kilómetros de la población, en lo más abrupto de la selva, existía un núcleo de chozas que servían de guarida a remontados.

Con el buen deseo de ganárselos para el evangelio y la civilización, planificó fundar allí un pueblo.

Sin desatender las obligaciones de Lemery, trabajó con ejemplaridad frente a la oposición de unos, indiferencia de otros e indigencia de todos. En poco tiempo los chamizos se convirtieron en casas y el poblado en pueblo, que pasó a denominarse Sara. Al frente de este pueblo permaneció hasta su destierro en vísperas de la revolución filipina dando noticias detalladas de la génesis, desarrollo y conclusión de los acontecimientos habidos en los distritos de la Concepción y Cápiz.

El 3 de diciembre de 1898 zarpaba del puerto de Manila para Colombia presidiendo una misión. La travesía del proceloso Pacífico duró hasta el 23 de febrero de 1899, fecha en que llegaron a Facatativá (Colombia), donde fueron recibidos como savia regeneradora en una provincia agustiniana que por entonces languidecía. Al día siguiente de su llegada le fue expedido oficio de presidente de la casa-residencia de Bogotá. Con título de restaurador viajó a Roma para aclarar conceptos y fijar normas que a la reforma contribuyesen. De Roma había regresado a regañadientes y en la urbe le vuelve a citar el general fray Tomás Rodríguez el 9 de abril de 1900, a cuya propuesta la Congregación de Propaganda Fide le había nominado para primer prefecto apostólico de la recién creada prefectura apostólica de San León del Amazonas.

El 11 de noviembre de 1900 embarcaba en el Isla de Panay desde Barcelona rumbo a Perú. Le acompañaban los agustinos Pedro Prat, Plácido Mallo, Bernardo Calle y Pío Gonzalo, “los cinco de la fama”, que atracaron en el muelle del Callao y el 24 de diciembre, en Lima. Repuestos del viaje con los agasajos de las jerarquías y pueblo limeño, el 11 de enero del nuevo año emprendieron su viaje a Iquitos: “Si la despedida de estos abnegados misioneros en la víspera de la salida de Lima fue como una apoteosis, la llegada a Iquitos tuvo la soledad, aridez y sigilosas asechanzas de la noche de los Olivos, como preludio del Calvario que habían de recorrer muy pronto estos discípulos de Cristo”.

Apenas habían pasado veinticuatro horas de su llegada, cuando el 2 de marzo sufrieron las primeras hostilidades.

Un suelto de la prensa local les vituperaba y les conminaba que su residencia no era la metrópoli, sino la selva. Tanto calado tuvo tal estribillo, que se tradujo en la práctica a negar toda autoridad y jurisdicción religiosa al primer prefecto apostólico, asunto que no se zanjaría hasta 1919, cuando la solidez argumental del valiente nuncio apostólico Lorenzo Lauri ganó la batalla. Conviene advertir que tanto el prefecto como el nuncio plantaron cara siempre desde la legalidad, no así las autoridades políticas ni algunas clericales, que alimentaban la animosidad contra los agustinos. Al firmar las bases del establecimiento de la prefectura apostólica de San León del Amazonas entre la Santa Sede y el Gobierno peruano, fue éste quien tuvo por conveniente y necesario determinar la ciudad de Iquitos como centro de la misma, como queda reflejado en el decreto de erección (Lima, 27 de octubre de 1898): “c) La primera prefectura será designada con el nombre de ‘San León del Amazonas’, y abrazará toda la región montañosa del Perú, comprendida entre los límites del territorio nacional y los ríos Marañón y Amazonas, que la separarán de la prefectura de San Francisco del Ucayali. El centro será Iquitos (Región Septentrional)”.

Estas lites no le acobardaron ni tampoco distrajeron su celo apostólico, pues pronto se convirtió en inquieto nauta de ríos y trochas, buscando lugares idóneos para establecer puestos fijos de evangelización, a la vez que aprovechaba para administrar los sacramentos. Fue el primero que administró en los caseríos: Tempestad (Napo) y Boca del Curaray y San Javier del Curaray. De entre las fundaciones por él realizadas destaca la primera, que fue Puerto Meléndez: el 31 de octubre de 1901, acompañado del prefecto del departamento, Pedro Portillo, y de los agustinos Bernardo Calle y Miguel Vilajolí, embarcaron en la lancha Cahuapanas, y cerca del Pongo de Manseriche, en la parte opuesta del desaparecido pueblo Santiago de Borja, fundaba en Huabico la primera misión, levantando poco después casa y capilla. La inauguración fue el 24 de diciembre de 1902, poniéndola bajo la advocación Dulcísimo Nombre de Jesús.

Aquí derrochó trabajo, ilusión y recursos que, tal vez, fue recortando de otras necesidades perentorias como el comer y una mínima comodidad. Pero donde él había puesto amor, los patronos pusieron enemistades que terminaron en sangre, siendo asesinados sus hermanos, en Sinope, fray Bernardo; y en Huabico, fray Miguel.

En 1902 emprendió viaje con el proyecto de establecer un segundo puesto misional, y en el mes de enero de 1903 fundaba la misión de la Purísima Concepción de Pevas, en la margen izquierda del Amazonas, siendo los dos primeros apóstoles los frailes Pedro Prat y Plácido Mallo. La finalidad de tal fundación era trabajar con los yaguas y ticunas, que en gran número habitaban diseminados por el territorio que mediaba entre el Amazonas y el Putumayo. Los misioneros que la regentaron se multiplicaron para atender el ministerio parroquial con el apostolado escolar.

En 1905 estableció una tercera misión en el río Tigre, con un solo religioso, pero esperando incrementar dicho número cuando dispusiera de más operarios evangélicos, con el deseo de atender material y espiritualmente los caseríos del Tigre y del Curaray, afluente del Napo.

En 1906 viajó a España para restablecer su salud y a su regreso retomó las riendas hasta 1911, año en el que cartea al ministro de Estado comunicándole: “Próximo a abandonar para siempre este país, al que llegué en el umbral de la vejez, pero lleno de vigor, y dejo en plena decrepitud y exhausto de fuerzas, dirijo a V. S. por última vez la Memoria anual, o sea, la Relación de los trabajos realizados durante el año que acaba de finalizar, por los religiosos de esta misión de San León del Amazonas que la obediencia confió a mis cuidados”. En diciembre de 1911 dejaba Iquitos por motivos de salud. Llegado a España fue destinado a la casa-residencia de Bilbao.

Asistió y votó en el Capítulo Provincial de 1913, del que salió elegido segundo definidor, por lo que tuvo que trasladar su residencia a Madrid. Durante este período fue censor de la revista España y América.

Como consejero provincial asistió y votó en los comicios de 1918, en los que fue nombrado ecónomo del Colegio de Llanes, en su Asturias natal. Apenas pudo desempeñar tal cargo, pues a finales de 1918 hubo de ser trasladado a Valladolid, donde fallecía el 8 de mayo de 1919.

Asiduo colaborador de las revistas Misiones Católicas, Anales de la Propagación de la Fe en el Oriente del Perú, Archivo Agustiniano y España y América, en las que han sido publicadas más de un centenar de cartas, memoriales y ensayos históricos.

 

Bibl.: E. Jorde Pérez, Catálogo bio-bibliográfico de los religiosos agustinos de la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús de las Islas Filipinas desde su fundación hasta nuestros días, Manila, Est. Tipográfico Colegio de Santo Tomás, 1901, págs. 6 y 7; Misiones Católicas, 9 (1901), págs. 82-86; B. Martínez Noval, Apuntes históricos de la Provincia Agustiniana del Santísimo Nombre de Jesús de Filipinas: Filipinas, Madrid, Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1909, págs. 15-19, 28-31 y 63-68; G. de Santiago Vela, Ensayo de una biblioteca Ibero-Americana de la Orden de San Agustín, vol. II, Madrid, Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1915, págs. 232-233; Analecta Augustiniana, 8 (1919-1920), pág. 81; Arch ivo Agustiniano, 12 (1919), págs. 21-28; España y América, 17/II (1919), págs. 415-421; R. Sánchez, “El P. Paulino Díaz, Primer Prefecto Apostólico de Iquitos”, en Casiciaco, 195 (1963), págs. 171-173; M. Merino, Agustinos evangelizadores de Filipinas (1565-1965), Madrid, Archivo Agustiniano, 1965, pág. 206; I. Rodríguez y J. Álvarez, Labor científico-literaria de los agustinos españoles (1913-1964), vol. I, Valladolid, Estudio Agustiniano, 1992, págs. 134-135; I. Rodríguez y J. Álvarez, Diccionario Bio-Bibliográfico de los Agustinos en Iquitos 1901-2001, vol. I, Iquitos-Valladolid, CETA-Estudio Agustiniano, 2001, págs. 209-219; Monumenta historico-augustiniana de Iquitos 1894-1915, Iquitos-Valladolid, CETA-Estudio Agustiniano, 2001, 3 vols.

 

Isacio Rodríguez Rodríguez, OSA