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Diego de Borja y de Castro-Pinós

Biografía

Borja y de Castro-Pinós, Diego de. Gandía (Valencia), 1529 – Játiva (Valencia), 3.IX.1562. Clérigo.

Hijo del III duque de Gandía y de su segunda esposa, Francisca de Castro-Pinós, Diego de Borja era hermano de padre de san Francisco de Borja y de padre y madre de Pedro Luis Galcerán, el último maestre de Montesa. Aunque dedicado a la carrera eclesiástica —fue pavorde de la catedral de Valencia— dejó tres hijos con la gandiense Vicenta Morell: Diego (mercedario, obispo de Ales y Terralba en Cerdeña), sor Juana de la Cruz (abadesa de las Descalzas Reales) y Francisca, quien en 1572 se casó con el caballero de Montesa Pedro de Rojas y Lladró.

El 27 de enero de 1554 participó directamente en el asesinato de Diego de Aragón, bastardo del poderoso duque de Segorbe, perpetrado en el puente de Serranos de la capital valenciana con la ayuda de su hermano Felipe Manuel, sobre quien pesaría asimismo otra acusación de asesinato, frustrado en este caso, de su pariente y amigo Miguel de Castellví, a quien arrojó por una ventana en la propia casa de Felipe.

Estos reiterados acontecimientos violentos no han de entenderse como hechos aislados ni meras anécdotas macabras, sino como componentes del terrible episodio de “bandosidades señoriales” que vivió a la sazón el reino de Valencia, uno de cuyos capítulos más sangrientos lo escribieron los Figueroa (a quienes apoyaban los Borja) contra los Pardo de la Casta, que era el bando de los Centelles.

Ambos hermanos, Diego y Felipe Manuel de Borja, fueron inicialmente juzgados en ausencia y condenados, hasta que en abril de 1562 fueron prendidos y sacados violentamente, con una orden firmada por el propio Felipe II, de su refugio en las Descalzas Reales y llevados a Torrejón de Velasco. Su traslado en agosto de ese año 1562 hasta el castillo de Játiva —fuera del reino de Castilla— fue muy accidentado, pues entre Sisante y Villanueva de la Jara hubo un intento de liberar a los presos urdido por el maestre de Montesa y hermano de los encausados Pedro Luis Galcerán de Borja; la maniobra, sin embargo, fue abortada por los hombres del diligente Hernandarias de Saavedra, el oficial encargado de la custodia de tan ilustres prisioneros.

Los Borja buscaron también la vía legal y hasta la diplomática para liberar a sus deudos, exigiendo que el caso pasara de la jurisdicción civil a la eclesiástica, pues ambos encausados eran tonsurados, y con este argumento consiguieron que Pío IV firmara la excomunión de todas aquellas personas (desde los jueces de la Audiencia de Valencia a los alguaciles) que participaran directa o indirectamente en la detención, condena, custodia y ejecución de dichos presos. El 20 de agosto de 1562 el nuncio A. Crivelli escribía desde Guadarrama al virrey de Valencia (que, por cierto, lo era a la sazón el duque de Segorbe) comunicándole tan drástica decisión y dándole tres horas de plazo, a partir del momento del recibo de esa carta, para que las autoridades civiles se inhibieran en favor de la jurisdicción eclesiástica y entregaran los presos al arzobispo de Valencia Francisco de Navarra.

Como cabe imaginar, aquí no se tomó decisión alguna sin consultar con el Monarca y Felipe II aceptó con todas las consecuencias el pulso que la Santa Sede le proponía, por encima de la alarma que ocasionó en Valencia la noticia de aquella excomunión general, publicada el 29 de agosto, con la consiguiente clausura de los templos. Así, el 2 de septiembre de 1562 Hernandarias de Saavedra le entregaba en el castillo de Játiva a micer Agustín Gallart Catalá (regente de la Cancillería de Valencia), ante el notario Miguel Armengol “hun hombre de mediana estatura, con unos grillos en las piernas, vestido de hun jubón de lienço blanco, una ropa de damasco pardo, hun sombrero de tafetán negro, unas calças de gamucha blancas, que dixo ser D. Diego de Borja”; en la madrugada siguiente, 3 de septiembre, Diego fue decapitado y su cuerpo expuesto en la plaza durante varias horas, sin que hubiera surtido efecto la petición de clemencia de la mismísima Isabel de Valois (tercera esposa de Felipe II) o de Catalina de Austria, hermana del emperador Carlos I y esposa de Juan III de Portugal, tras la iniciativa para ello (pues no podría ser de otra manera) del influyente jesuita y ex duque de Gandía Francisco de Borja, hermanastro del reo.

Dos años después, eso sí, en las Cortes valencianas de 1564 se aprobó una petición de los tres brazos exigiendo atajar los abusos de los oficiales reales contra eclesiásticos y prohibir la extradición del reino de cualquier tonsurado procesado por la justicia seglar.

 

Bibl.: S. Carreres Zacarés (ed.), Libre de memories de diversos sucesos e fets memorables e de coses senyalades de la ciutat e regne de Valencia (1308-1644), Valencia, Acción Bibliográfica Valenciana, 1930 y 1935, 2 vols.; Cortes valencianas del reinado de Felipe II, ed. facs. con est. introd. de E. Salvador Esteban, Valencia, Universidad, Departamento de Historia Moderna, 1974; S. García Martínez, Bandolers, corsaris i moriscos, València, Edicions 3 i 4, 1980; J. Martí Mestre (ed.), El Libre de Antiquitats de la Seu de València, València- Barcelona, Institut Universitari de Filologia Valenciana-Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 1994, 2 vols.

 

Santiago la Parra López